Cuba: reforma agraria y burocracia
Por Fernando Ravsberg
Desde La Habana
BBC World, 23/09/09
Por su trascendencia económica, el mayor cambio emprendido por el gobierno
de Raúl Castro es la reforma agraria. Se trata de una
medida que está transformando la tenencia de la tierra en
beneficio de las formas más productivas.
Oficialmente se afirma que a nivel nacional se encontraron alrededor
1.700.000 hectáreas de tierras ociosas, dos tercios de las
cuales ya fueron solicitadas por 120.000 familias
interesadas. Hasta el momento se han entregado y están
produciendo 80.000 nuevas fincas.
Las granjas estatales, tipo koljoz soviético, están desapareciendo bajo el
peso de su propia ineficiencia. Después de 50 años de
infructuosos intentos, las autoridades parecen reconocer lo
evidente, que el pequeño campesino es el más productivo.
Ellos aportan el 60% de los alimentos que se producen en el país, a pesar
de que sólo contaban con el 20% de las tierras cultivables.
Con la actual reforma su productividad se ha disparado aun más,
a tal punto de que el Estado es incapaz de recoger sus
cosechas.
Duplicando
cosechas
Para comprobar qué tanto ha avanzado el proceso de entrega de tierras y cuáles
son sus primeros resultados fuimos a la Cooperativa Roberto
Negrín, de Punta Brava, en las afueras de La Habana, donde
conversamos con los campesinos.
Gaspar Palermo, presidente de la cooperativa, le explicó a BBC Mundo que
gracias a la nueva política, "nuestra cooperativa
tiene un 40% más de tierras".
"Además crece el número de cooperativistas, éramos 87 socios y se
sumaron 27 más", señaló.
Afirma que ahora "el Estado da más facilidades para producir, salda a
tiempo las deudas con la cooperativa y en septiembre aumentó
sustancialmente el precio pagado al campesino por los
productos. Nos pagan también una parte en CUC (pesos
convertibles a dólar)".
El resultado de la nueva organización agropecuaria está a la vista,
"nosotros hemos duplicado la producción y podríamos
volver a crecer en un 100%", nos dice Palermo, pero
agrega que "para eso nos haría falta sistemas de
riego".
Dejando
las oficinas
Entre los nuevos campesinos hay de todo. Juan Carlos Ruiz, quien trabajaba
en una oficina nos cuenta orgulloso: "Recibí la tierra
hace unos 7 meses y ya he entregado bastante quimbombó, plátano,
lechuga y remolacha".
El militar retirado Denis Pupo le dijo a BBC Mundo que no le importa que les
hayan entregado las fincas en usufructo gratuito. Aseguró
que "no nos preocupa no tener la propiedad, en Cuba el
principio es que la tierra es del que la trabaje".
José Ramón Arango, jubilado del Ministerio de Comercio Exterior, se dedica
ahora a criar puercos. Nos dice que en un año "ya
entregamos 9,3 toneladas de carne de cerdo". La finca
aprovecha las heces de los animales en una planta de biogás
construida por ellos mismos.
Cuando preguntamos por qué vinieron al campo, todos nos hablan del llamado
de Raúl Castro. También pudimos saber que un campesino
cubano gana 20 veces más que un trabajador estatal, además
de tener asegurada la comida.
"Mecanismos
diabólicos"
Entregar tierras a los campesinos parece haber sido un acierto pero ellos
también necesitan insumos. Los cooperativistas nos explican
que podrían volver a duplicar sus cosechas si tuvieran lo básico:
químicos, alambre y sistemas de riego.
Aun así, las producciones de alimentos se han disparado y quien falla
repetidamente es el Estado. Se perdió gran parte del tomate
porque las autoridades no tenían suficientes cajas y ahora
faltan sacos para recoger la cosecha de arroz.
"El campesino puede producir más todavía, tuvimos tres ciclones y en
seis meses levantamos la agricultura", nos recuerda el
cooperativista Gaspar Palermo y afirma que "lo que
falla es la distribución, el Estado es el
insuficiente".
Jorge Alfonso, presidente de otra cooperativa, le explicó a BBC Mundo que
el sistema de distribución pasa por tantos puntos, entre
camiones y acopios, que "los productos llegan al
consumidor habiendo recibido 11 golpes".
Todos coinciden en que es imprescindible aligerar los "mecanismos diabólicos"
de transporte y distribución, creados por empresas y
ministerios que ya han demostrado su ineficiencia. Alfonso
sentencia que "si no queremos volver a perder cosechas,
hay que acortar la distancia entre el campesino y el
consumidor".
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