Entre
el giro represivo, la negociación y la caída
revolucionaria de los gorilas
Honduras
luego de la llegada de Mel Zelaya
Por
Roberto Sáenz
Desde algún lugar de Honduras
para Socialismo o Barbarie, 28/09/09
“El
golpe de estado en Honduras hizo pagar la cuota de
movilización que el pueblo debía para empujar la historia
y así lograr transformaciones sociales; el precio para
lograr conciencia social, redes nacionales e internacionales
de la resistencia. Contrario a una lógica mecánica, para
el pueblo han sido muy útiles los ochenta días
consecutivos de resistencia; el tiempo transcurrido sirvió
para crear, aumentar sus fuerzas, articularlas y plantearse
una transformación más radical”[1].
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Carta desde Tegucigalpa, 4 de
octubre de 2009
La situación en estos momentos
Estos párrafos de una carta
recibida desde Honduras, ilustran bien la situación
del momento, así como las consecuencias de la línea
de negociaciones de Mel Zelaya, el seguidismo hacia
él de la mayoría de la dirección del Frente y la necesidad de
una política totalmente independiente del melismo (SoB).
[...] En primer lugar, te
cuento que la resistencia tiene su peor bajón desde
el golpe. En todos lados las movilizaciones han
quedado reducidas a un sector de la vanguardia. En
el caso de Tegucigalpa, las marchas de miles se han
convertido en mítines de un par de cientos o
plantones de 20 personas de diferentes
organizaciones (por ejemplo, las feministas, los
periodistas de Radio Globo, etc).
Creo que esta situación se
debe a la combinación de varios factores, que se
están dando después de que la mayoría zelayista
de la dirección del Frente Nacional de Resistencia
Popular frenara el levantamiento de los barrios,
que había puesto a los gorilas en grandes
dificultades y se les estaba haciendo incontrolable.
Como hicieron siempre, buscan
enchalecar el movimiento es sus marchas capitalinas,
en las zonas céntricas de Tegucigalpa. Son marchas
para aparecer en los medios internacionales y hacer
presión en las negociaciones por arriba, tanto
sobre los gorilas como sobre el Departamento de
Estado. Son como las marchas a la frontera. Pero al
mismo tiempo, esas pequeñas marchas y acciones,
separan a la vanguardia de sus bases de masas de los
barrios y alejan la posibilidad de la huelga general
y un levantamiento masivo.
Con esta política de la
dirección del FNRP, vino inevitablemente un reflujo
en la lucha que se agravó por combinarse con:
1. El llamado al diálogo de
Mel, y su reunión y abrazo con los golpistas, que
produjo repudio pero también confusión y desánimo.
Situación aprovechada por Micheletti para llamar,
por su parte, al diálogo cuyo único objetivo es
ganar tiempo, y lo logró.
2. La declaración del estado
de sitio con suspensión de garantías. El estado de
sitio, si bien es desafiado, no lo es por el
movimiento de masas movilizado sino por la
vanguardia. La situación la ilustra bien esta foto
de la marcha del lunes 28 de septiembre [ver
foto]. Parecía
una marcha de la policía y los militares.
3. El cierre de Radio Globo
puso en evidencia la debilidad de organización en
la capital, ya que se quedaron sin forma de
comunicarse y hacer los llamados a las
movilizaciones.
4. El desalojo del Instituto
Nacional Agrario con la detención, con el
procesamiento por sedición y encarcelamiento de 41
compañeros (todos de apoyo y ningún dirigente
sindical).
Estos
factores juntos y el bombardeo desde los medios con
el tema de la negociación y las elecciones tienen
desorientado nacionalmente al Frente. Sigue sin política
para derrotar el golpe. Y la política de Mel –que
no los consulta para sus jugadas y negociaciones a
espaldas del pueblo–
los descoloca. [...] No han tomado para nada el tema
electoral. No han hecho, hasta ahora, ni una sola
denuncia sobre el mismo. Y en relación al
comunicado de la CIP [Candidatura Independiente
Popular], han mantenido un sospechoso silencio. Ni
ellos, ni Mel dicen nada...
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Con
el retorno de Mel Zelaya se ha abierto la cuarta coyuntura
en la heroica resistencia en Honduras. Las jornadas pasadas
desde la madrugada del lunes 21 de septiembre han estado
plagadas de marchas y contramarchas, de estados de ánimo
cambiantes, de idas y venidas repartidas entre tres
escenarios posibles: el
endurecimiento represivo del régimen golpista, la negociación
o la caída revolucionaria de los fascistas.
La
insoportable convivencia de varios poderes
Los
acontecimientos se han venido moviendo aceleradamente.
Sí el comienzo de la semana estuvo marcado por la euforia
del regreso de Zelaya, y promediando la misma se descargó
una durísima represión con un toque de queda permanente,
luego se estuvo intentando la vía del dialogo.
Pero
a estas horas lo que se ve es al régimen gorila apostando
nuevamente al reforzamiento del torniquete represivo: acaba
de dar a conocer el
establecimiento liso y llano del estado de sitio, con la prohibición de toda movilización, reunión de personas y
abierta censura a los medios antigolpistas. La
dictadura del siglo XXI está pretendiendo, ahora sí, transformarse
en una autentica dictadura militar.
Por eso, no se puede excluir la posibilidad de un baño de sangre como
eventual
preludio a una caída revolucionaria…
Para
entender los cambiantes desarrollos en curso, hace falta
tomar en cuenta el contexto más de conjunto dentro del cual
se inserta la vorágine de los acontecimientos. Sólo recordemos que hemos
defendido insistentemente desde estas páginas que la
resistencia no estaba
derrotada. También subrayamos el carácter de este de
golpe de estado del siglo XXI, golpe que viene conviviendo
con una suerte de creciente rebelión popular[2]:
una contradicción que no puede permanecer eternamente: o la dictadura se transforma en una verdadera dictadura o es derrotada
–de manera inminente– por la resistencia.
Precisamente:
muchas veces hace falta que se produzca algún hecho
desencadenante como para que se terminen
de revelar las verdaderas características de los
acontecimientos en curso. Ese hecho fue el retorno
sorpresivo[3]
de Mel Zelaya que abrió una coyuntura completamente nueva
dejando colocado, en cierto modo, el
problema del poder[4].
Porfirio “Pepe” Lobo –candidato presidencial del
Partido Nacional [conservadores]– graficó bien el tipo de
crisis que se está viviendo a estas horas en Honduras al señalar
que “no
sabe cuál es el presidente de Honduras”…
Es
una definición que grafica muy bien la suerte de “vacío
de poder” que pareció expresarse en algunos momentos;
pero que, de ninguna manera significa un camino fácil hacia
la caída de los fascistas. Porque no es un hecho menor que las
FFAA sigan unificadas detrás de los golpistas,
detentando el monopolio de la fuerza, y jugando ahora
Micheletti, cada vez más abiertamente, la
carta represiva[5].
Es
que a las cosas hay que llamarlas por su nombre: por
momentos da la impresión que en Honduras conviven, de
alguna forma, cómo tres poderes: 1) el régimen
de facto de Micheletti (que es el que tiene el poder
real pero cero legitimidad); 2) Zelaya y su gabinete
“paralelo” (que no tiene ningún poder digamos real,
pero casi toda la legitimidad) y 3) en cierta manera, la
resistencia misma, que tiene muchísima legitimidad,
cierto poder de movilización, pero carece, hoy por hoy, de
atributos de poder real.
Sin
embargo, esta situación de “vacío de poder” no
puede durar eternamente: de ahí que lo que se está
viendo a estas horas es a los gorilas jugando, más y más,
la carta represiva. Ahora, con el estado de sitio.
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Marcha
del 28 de septiembre en Tegucigalpa |
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En
síntesis: lo que se está viviendo en Honduras es una
crisis que ya desborda al régimen político y se está
transformado en una crisis de soberanía estatal: una
crisis de estado que
coloca por delante escenarios revolucionarios o contrarrevolucionarios.
Cuando
los fascistas quedan en minoría… y se hacen más
peligrosos
Lo
primero que hay que señalar tiene que ver con el contexto del arribo de Zelaya a Honduras. Para esto es clave
comprender el significado de los festejos del día de la
independencia el pasado 15 de septiembre. Es un hecho que
–en aquellos festejos– a los golpistas se los vio en
franca situación minoritaria:
“A
80 días de lucha desde el golpe se ha desarrollado una
movilización jamás vista antes. La gente ha salido a la
calle en todo el país, y en Tegucigalpa la participación
ha sido impresionante, con
mucha más gente que la del pasado 5 de julio.
Calculamos varios centenares de miles de personas que
coparon el Boulevard Morazán y el centro de la ciudad,
hasta llegar al Parque Central, en una columna de varios kilómetros.
Este pueblo ha despertado, y hoy más que nunca estamos
seguros de que nadie va a poder detener el proceso que nos
llevará a la Asamblea Constituyente. Este
pueblo tiene fe que va a recuperar lo que le pertenece a
través de una Constitución hecha para el pueblo y no para
los ricos oligarcas del país”[6].
Esto
no fue así al comienzo del proceso golpista. En oportunidad
del golpe del 28 de junio, la primera reacción entre los
sectores populares fue de “apatía”: parecía tratarse de algo que ocurría en las alturas de los
“políticos”. Supuestamente, nada tenía que ver con las
problemáticas cotidianas de los de abajo. Incluso, al
comienzo, las “marchas blancas” de los golpistas
causaron gran impacto. Podía parecer que los gorilas tenían
el apoyo de la mayoría social del país.
Sin
embargo, con el correr de las semanas, esto fue dando una verdadera vuelta de campana. Si por arriba se ha venido
manteniendo –hasta ahora mismo– una férrea unidad (un
dato no menor a estas horas de nueva vuelta de tuerca
represiva), entre los sectores populares y las clases medias
esa situación de “apatía” (o incluso de mayoría
pro–golpe) se fue
transformando en su contrario. Hoy está claro que los
gorilas ejercen el poder en una condición minoritaria. Tan minoritaria que incluso el cerco mediático que caracterizó
las primeras semanas del golpe, está cediendo: de ahí la necesidad de apelar al estrechamiento del torniquete
represivo cómo carta salvadora.
Porque
aquí hay, efectivamente, un problema gravísimo para los
golpistas: se trata de una dictadura militar que convive
con una rebelión popular que no ha hecho otra cosa que
fortalecerse día a día[7].
Una dictadura militar que hasta ahora no ha logrado ser todo
lo represiva que necesita ser. Y que, además, políticamente,
está en minoría, amen de completamente aislada
internacionalmente[8].
En esas circunstancias, es
evidente que no puede tener mucho futuro,
salvo que desate
un verdadero baño de sangre…
La
resistencia se transforma en un hecho de masas
“El
elemento más representativo,
dinámico y sorprendente en esta crisis ha sido el
surgimiento de una oposición beligerante y plural al golpe
de estado, aun bajo condiciones extremas de represión.
Movilizaciones, tomas de carreteras, puentes, actos
culturales y de solidaridad e incluso sacrificios trágicos
han permitido, bajo diversas motivaciones y afiliaciones,
que amplios sectores de la ciudadanía pasaran en muy poco
tiempo de la humillación, ofensa e intimidación inicial
que conlleva un golpe de esta magnitud, a una
etapa de autoestima, beligerancia y organización para la
resistencia”[9].
En
los últimos meses en Honduras hay un hecho de extrema
importancia: la
manera en que se ha extendido –entre
amplísimos sectores de masas–
la resistencia al golpe de estado. Está claro que desde
el mismísimo 28 de junio que el golpe viene siendo desafiado:
no hay más que recordar las tempranas movilizaciones de
masas del domingo 5 de julio en aeropuerto en Tegucigalpa.
Sin embargo, también es verdad que en aquellos tempranos
acontecimientos, los elementos de espontaneidad de masas
eran todavía los dominantes; y que los golpistas parecían
exhibir todavía un “alto poder de fuego” en materia de
sectores sociales que los apoyaban.
Hoy
día la situación está “basculando”:
no sólo la resistencia antigolpista es de masas, sino que
al frente de la misma está una organización
de lucha llamada “Frente Nacional de Resistencia
Popular” con pocos antecedentes en el ciclo de rebeliones
populares latinoamericano de la última década. Se trata de
un organismo de masas
con elementos de frente
único de organizaciones sindicales, populares,
campesinas y políticas que es la que aglutina nacionalmente
la resistencia. Una organización que si políticamente está,
efectivamente, dirigida por una corriente política burguesa
(el melismo[10]),
sin embargo, en tanto que frente único de lucha, tiene
fuertes rasgos de organización de masas: se trata en lo
esencial de un frente
único de organizaciones representativas de los explotados y
oprimidos.
En
este sentido, y en el contexto de las luchas agudizadas de
los últimos días a propósito de la llegada de Zelaya, está
la novedad (todavía embrionaria) de
las tendencias a la resistencia y la organización en los
barrios populares (aunque no todavía en los lugares de
estudio y, menos que menos, de trabajo). Este elemento no es
menor: es que en la experiencia histórica los organismos de
lucha y poder que se han ido constituyendo al calor de los
enfrentamientos, cuando estos son suficientemente profundos adquieren
muchas veces una realidad “territorial”. Es decir: adquieren
rasgos de cuestionamiento a las instituciones en los
barrios, localidades y municipios que podrían estar
prefigurando una instancia de poder nacional.
Cualquier
observador atento de la realidad hondureña de las últimas
semanas se habrá dado cuanta como “peligrosamente” la
resistencia popular hondureña ha ido
constituyendo instancias que podrían adquirir estos
rasgos de organismos
de poder. Esta es la novedad que está trayendo la lucha
antigolpista y que de polarizarse aun más la crisis política
y los enfrentamientos en el país “catracho” –por
ejemplo por la vía del enfrentamiento al salto represivo
que preparan los gorilas– para
nada está descartado que pegue un salto en calidad.
Los
estrechos márgenes de una improbable negociación
Desde
la llegada de Zelaya a Honduras, la OEA, la ONU, Lula e
Hillary Clinton han comenzado a moverse con una velocidad
inusitada. ¿A qué se debe esto sí hasta ahora fueron
todas “condenas” y “fintas” en las alturas? Es
simple: la situación hondureña amenaza con desbordarse yendo
incluso más
allá del llamado “Acuerdo de San José”.
Los
que ocurre es que la aguda crisis política está
basculando entre tres escenarios posibles:
El
escenario número uno es el que está intentando
sostener el gobierno gorila: a sangre y fuego, vía la
imposición de un casi permanente y asfixiante toque de
queda transformando ya en estado de sitio por cuarenta y
cinco días, seguir
buscando la tabla de salvación legitimadora de las elecciones del 28 de
noviembre: “Elvin Santos [candidato liberal
anti–Zelaya] aseguró que el proceso electoral de
noviembre es el mecanismos para salir de la crisis y
mantener el respeto a la ley e institucionalidad de
Honduras. ‘Es la última y única esperanza para salir de
la crisis. Es una situación desesperante y ya nadie quiere
vivir con este temor y este miedo’ señaló… Santos fue
enfático y dijo que ‘vamos
a defender con todo lo que este a nuestro alcance esas
elecciones. Hay que devolverle la paz a Honduras y
enfrentar con valentía la crisis”[11].
A
no confundirse: este
escenario es el que está todavía presente. Esta opción
es la que está defendiendo Micheletti de la mano de las
FFAA y con el cerrado apoyo de la flor y nata de la burguesía
hondureña: mantenerse
en el poder sosteniendo el calendario electoral hacia las
elecciones del 29/11 y redoblando aun de manera más
peligrosa el torniquete represivo.
Insistimos:
Micheletti parece no estar solo en este escenario: cuenta
con el beneplácito tanto de Porfirio Lobo Sosa (candidato
presidencial del Partido Nacional que ya se había calzado
la banda presidencial) como de Elvin Santos (candidato del
Partido Liberal), amén de candidatos menores que no cuentan
para nada.
Hay
un segundo escenario: que
se refloten
los “Acuerdos de San José”.
¿Cuál es la dificultad hoy de estos acuerdos? La
realidad de extrema polarización de los últimos días parece
haber desbordado también este escenario. Si semanas atrás
era más plausible entregar reivindicaciones hondamente
sentidas como la Constituyente, ahora esta opción sería
mucho más costosa para el prestigio de Zelaya; esto amén
de que los fascistas no quieren transigir en nada
sustancial.
En
todo caso, en cualquiera de los escenarios señalados,
existe una intensa contradicción: al
haber ido las cosas tan lejos,
los “actores” no pueden dejar de moverse dentro de márgenes
muy estrechos.
Los
golpistas ni siquiera están de acuerdo –lo siguen
repitiendo de manera insistente– con la reivindicación de
mínima de la contraparte: la restitución de Mel Zelaya.
Incluso en las últimas horas han
amenazado con hacer un operativo sobre la embajada del
Brasil para
detener a Zelaya…[12]
Menos
que menos aceptarían una Constituyente, aun si esta fuera
“pactada” como de alguna manera lo fue en Bolivia. Por
el contrario, Micheletti y el régimen golpista no parecen
dispuestos a otra cosa que a la legitimación de todo lo actuado vía las elecciones del 29 de noviembre.
Por
su parte, Zelaya, no
se puede conformar con nada menos que con su reinstalación.
Este punto sigue siendo cómo la contradicción “antagónica”
de la negociación. Esto, amén del problema de entregar la
reivindicación de la Constituyente que es la más sentida
entre las masas populares… Pero para reinstalar a
Zelaya… el gorila Micheletti tendría que salir del poder.
Además, casi inevitablemente, habría que postergar el
calendario electoral, lo que abriría
las compuertas a todo tipo de incertidumbres.
Lo
que está en juego es la caída revolucionaria del régimen
Ése
es el tercer escenario posible: la
caída revolucionaria del régimen. Es que la crisis política
sigue marcado por una contradicción “antagónica”:
está en juego la continuidad del régimen gorila. Al mismo
tiempo, Zelaya, amén de su reinstalación, necesitaría que
el régimen tenga algunas reformas.
¿Cual
es la razón para que el escenario de la negociación
resulte tan complejo? Es muy simple: lo que está en juego
es, ni más ni menos, que la eventualidad de la caída
revolucionaria del régimen golpista.
Hay
una situación crítica
porque no se trata que los gorilas hayan puesto en pié sus
propias instituciones. Simplemente, todas las
instituciones del régimen anterior (una suerte de
democracia “oligárquica” establecida en el año 1982),
se transformaron en las bases fundamentales del régimen
golpista: desde las iglesias Católica y Evangélica,
pasando por las FFAA, todos los partidos patronales, el
Congreso, el poder judicial, la mayoría de los medios de
comunicación, hasta llegar al encargado nacional de los
“derechos humanos”: todos están en el golpe. ¡Es este andamiaje de
conjunto, que
amenaza con venirse abajo,
si no se lo rescata con un salto represivo (o una salida
negociada)!
“El
sistema político bipartidista manipulado desde los
despachos empresariales, no admite fisuras por pequeñas que
sean, en un estado de características corporativas,
patrimonialistas, clientelares, centralizadas y
autoritarias. En ese contexto, Zelaya es una figura clave en
tanto encarna al presidente–víctima y lo seguirá siendo
mientras la acción de los usurpadores persista; pero
la tendencia es que las consecuencias de lo ocurrido superen
o rebasen su protagonismo”[13].
Además,
como ya hemos señalado, la circunstancia es que,
enfremtando al golpe gorila, está emergiendo como otra
“institucionalidad”: el movimiento popular de la
resistencia que que está configurando la
red de esa otra “institucionalidad” alternativa.
En
puridad, todavía no llega a tal madurez el desarrollo
organizativo y político de la resistencia. Pero el hecho
mismo que por un lado esté el régimen golpista y todas sus
instituciones y por el otro la resistencia, que incluye
incluso medios de comunicación “propios” (atención,
por entre medio, está el mismo Zelaya y su gabinete
“paralelo”), está haciendo emerger la eventualidad de
otro poder: el poder
de las organizaciones de la resistencia popular.
En
este escenario, una negociación
no será nada sencilla. Una entregada muy escandalosa de
parte de Mel de las reivindicaciones de la lucha amenazaría
con abrirle un flanco izquierdo de enorme importancia.
Flanco izquierdo que podría vertebrarse alrededor de la
figura de Carlos H. Reyes (y, en ese contexto, del PST H,
entre otras organizaciones, aun sea la acumulación de estas
todavía extremadamente pequeña) a
partir de su indeclinable retiro de la farsa electoral del
29 de noviembre.
¿Por
qué no un gobierno provisorio del FNRP?
“Para
‘apoderarse’ de instituciones y bancos, ‘convocar a
elecciones’, encomendar la ‘administración provisional
de los asuntos’, ‘proclamar el derrocamiento de la
monarquía’, para todo eso es absolutamente necesario
formar y proclamar, primero, un gobierno revolucionario
provisional que unifique y dirija hacia un mismo fin toda la
actividad del pueblo revolucionario”[14].
Como
venimos señalando entre medio de la crisis se ha ido
abriendo paso la resistencia popular y las
“instituciones” de la resistencia, las que,
potencialmente, podrían “reemplazar”
–en determinadas circunstancias– a las instituciones del
podrido régimen gorila. Un hecho no menor ya señalado,
es el hecho de que a estas horas el país tiene como “dos
presidentes”… Esto podría abrir una
brecha en el aparato del estado, conformándose
eventualmente cómo dos entidades estatales (de mantenerse
por mucho tiempo la actual situación).
Sin
embargo, algo está claro desde el punto de vista de los
socialistas revolucionarios: de lo que se trata, es de
empujar en la perspectiva de que sea el
Frente Nacional de Resistencia Popular el
que provisoriamente
asuma el poder para garantizar
la realización de la que es, hoy por hoy, la principal
bandera del movimiento de masas en Honduras: la Asamblea
Nacional Constituyente Libre y Soberana.
La
perspectiva anterior se concreta en una serie de tareas
inmediatas. En primer lugar, barrer a los golpistas y su
represivo estado de sitio, organizando la resistencia desde
los barrios populares: se
trata de poner en pie
formas de autodefensa de masas,
de coordinación de los barrios y localidades que ya están en manos de la resistencia, y de
llevar esta orientación a los lugares de trabajo y estudio[15].
Esto, como manera de construir
una verdadera huelga general por tiempo
indeterminado hasta
la caída de los gorilas, medida que ha estado
ausente en la orientación del Frente por una serie de
obvios problemas que vienen del carácter conciliador de la
dirección melista.
La
segunda tarea pasa por terminar
de herir de muerte las fraudulentas elecciones que pretende llevar a cabo el régimen gorila. Estas elecciones están
muertas y por
esto misma razón en estos mismísimos momentos la candidatura
independiente de Carlos H. Reyes está informando que ha
resuelto, de manera irrevocable, retirarse
de este proceso electoral fraudulento y
llamar al
rechazo activo a las falsas elecciones de los fascistas[16].
Esto al tiempo que se propone mantener la iniciativa
de la “Candidatura Independiente” por la vía de la
construcción de un Instrumento
Político de los Trabajadores de
la ciudad y el campo en torno a su figura.
En
tercer lugar, está el empujar en el sentido de la
convocatoria inmediata de una Asamblea
Nacional Constituyente que no deje piedra sobre piedra
de las instituciones golpistas y discuta una reorganización
de arriba abajo del país en una clave que vaya más allá
del capitalismo.
Pero
todas estas tareas deben tener quien las garantice: como está dicho, eso pasa
por ir en el sentido de la puesta en pie del gobierno
provisional del Frente Nacional de Resistencia Popular.
Un ensayo general
revolucionario
“A
partir de la bancarrota del sistema capitalista hondureño,
el golpe va dirigido contra el pueblo hondureño y en
particular contra el movimiento popular organizado. Un
movimiento popular que retoma el camino de mayo, es decir el
de la huelga de 1954, avanzando en su independencia de clase
después de décadas de sometimiento al orden burgués y en
particular de seguidismo al Partido Liberal y sus
caudillos”[17].
Honduras
está viviendo el
segundo ensayo revolucionario de su historia contemporánea, ensayo que no excluye
también la eventualidad de un duro salto represivo. El primero fue la heroica huelga general de los obreros del banano
de la Tela Railroad Company (nombre de la United Fruit
Company en Honduras) en 1954. Esa lucha del enorme
proletariado rural del país de aquella época, hizo
historia y dejó jalones que hoy, la lucha antigolpista está de alguna manera volviendo a retomar.
Al
mismo tiempo, la lucha antigolpista de hoy, por las
dimensiones y radicalidad que está adquiriendo, está
tomando la forma de un verdadero ensayo general
revolucionario. Decimos esto sin pretender hacer
“doctrinarismos” ni exagerar las cosas. Entre otras
carencias respecto de las experiencias “clásicas”, está
el hecho que las organizaciones socialistas revolucionarias
son extremadamente pequeñas en Honduras. Al mismo tiempo,
los rasgos generales de la lucha hondureña no han escapado
de los límites del conjunto del ciclo latinoamericano marcado
por rasgos de rebelión popular pero no de revolución
social.
Sin
embargo, la rebelión popular ha venido acumulando elementos
que están yendo bastante más lejos que las
experiencias latinoamericanas recientes: la formación de la
Coordinadora Nacional de Resistencia Popular devenida en
Frente Nacional de Resistencia y que podría acumular
elementos en el sentido de constituirse en una suerte de
poder alternativo en caso de profundizarse la crisis, y la
puesta en pié de una referencia política general de
independencia de clase alrededor de Carlos H. Reyes, son
elementos que podrían ir para el lado de un desbordamiento de los límites no sólo
del régimen político sino del sistema mismo.
La
política de los socialistas revolucionarios pasa entonces
por empujar para el lado de la caída revolucionaria del régimen
gorila y su actual giro represivo, por derrotar en las
calles y con los métodos de la huelga general por tiempo
indeterminado a los gorilas repudiando toda eventual salida
negociada, llamando al rechazo activo a las elecciones del
29 de noviembre e impulsando una Asamblea Constituyente que
liquide todas las instituciones golpistas. Todo
esto garantizado por el Frente Nacional de Resistencia como
eventual institución alternativa de poder.
[1]
Opinión Necia, 15/09/09.
[2]
Hubo algunos pequeños grupos –por ejemplo, en Costa
Rica– que se “rieron” de esta definición…
[3]
Más allá de todas las especulaciones que se han tejido
en estos días, da toda la impresión que Zelaya volvió
en gran medida por las “suyas”, alertado
de la condición minoritaria en que habían quedado los
golpistas y cansado de esperar que la “comunidad
internacional” lo restituyera en su cargo.
[4]
Distorsionado, porque las FFAA siguen ahí, por ahora
unidas y gozando del monopolio absoluto de la fuerza.
[5]
En una reciente cadena nacional de los golpistas, se
emplazó al gobierno del Brasil a que en un plazo de 10
días retire a Zelaya de su embajada so pena de
invadirla… Además se le declaró la “guerra” a
todos los países que o rompieron relaciones con
Honduras o retiraron su embajador…
[6]
Giorgio Trucchi, Rel–UITA.
[7]
En los medios se puede observar en estos días más y más
sectores que se pronuncian por una posición
“independiente” tanto de Zelaya como de Micheletti… ¡cuando las ratas comienzan a abandonar el barco es señal inequívoca
de peligro de hundimiento!
[8]
La incapacidad de ver matices a la hora de la ubicación
del imperialismo fue un ángulo de polémica entre las
corrientes de izquierda que
pretendieron pontificar sobre los acontecimientos
hondureños desde miles de kilómetros de distancia…
[10]
Esta corriente combina elementos provenientes del
Partido Liberal (como el mismo Mel) con dirigentes
provenientes del movimiento popular hondureño.
[11]
El Heraldo, 03/09/09. Se trata de uno de los
principales diarios golpistas de Honduras.
[12]
En una cadena nacional le han dado al gobierno de Brasil
diez días para normalizar la situación respecto de la
permanencia de Zelaya en la embajada, al tiempo que le
han declarado la “guerra” a los países que han roto
relaciones con el gobierno hondureño. En el fondo, lo
que están haciendo, es tratando de mantener su soberanía
dentro del país, la que está siendo cuestionada
indiscutiblemente por la permanencia de Zelaya en el
territorio del país.
[13]
Revista Envió, Nº 22, Agosto 2009.
[14]
V.I.Lenin, Obras Completas, Tomo IX, Cartago, Buenos
Aires 1971, pp. 148.
[15]
De manera incipiente están comenzando en El Progreso la
revolucionaria experiencia de llevar la agitación de la
resistencia a las puertas de las maquilas: esa podría
ser la vía para construir una verdadera huelga general.
[16]
Ver a este respecto el Comunicado n° 2 de la
candidatura independiente.
[17]
Carlos Amaya, El Trabajador, N°73. Se trata del periódico
de nuestros compañeros del PST H. En el mismo sentido:
“Nunca en la historia moderna del país los sectores
progresistas y de izquierda habían logrado construir
tan amplia alianza y mantenerse movilizados en las
calles por tanto tiempo a pesar de la represión y las
condiciones políticas adversas. Las propuestas de
izquierda podrían nutrirse para ampliar su base social
y tratar de convertirse en una
fuerza política influyente por primera vez en la
historia hondureña”. Reportaje al analista político
Gustavo Irías, El Heraldo, 1° de septiembre del
2009.
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