Tegucigalpa, 13 de noviembre.– Vienen las elecciones del miedo. El
gobierno de facto monta un show que mete miedo y después
acusa a la resistencia de crear miedo. El guión del día se
cumple así: a medianoche, una avioneta sobrevuela el sur de
esta capital y lanza una “bomba” en las cercanías de la
bodega donde se guarda la papelería electoral.
Los matutinos convierten el asunto en el escándalo diario. Las primeras
declaraciones de la policía indican que la detonación
“fue en el cielo”, según testigos. El vocero de la
policía, Orlin Serrato, dice que la explosión es sólo una
“hipótesis”, ya que buscaron por todos lados y nada
hallaron.
“Si bien es una hipótesis todo apunta a que es una realidad”, suelta el
reportero de Canal 5 frente a la cámara.
En vivo aparece el magistrado del Tribunal Supremo Electoral hondureño,
Enrique Ortez, para decir que “obviamente esto es parte de
un plan con el objetivo de causar temor en la población
para que no se acerque a las urnas el próximo 29 de
noviembre”.
La cámara entra a la bodega: ni rastro de explosión alguna. El personal
trabaja normalmente armando los paquetes electorales, recién
guillotinados para quitar la fotografía del ex candidato
independiente Carlos Reyes, quien se retiró de la contienda
“para no avalar la perpetuación del golpe de Estado por
la vía electoral”.
Un ciudadano llega en su camioneta. En la cabina de carga lleva los restos,
dirá después el vocero policiaco, de un lanzagranadas RPG–1,
que es “un arma de uso exclusivo de Nicaragua”.
Sin más datos, el coronel Méndez, presente en el lugar de los hechos, regaña
al ciudadano que levantó el artefacto y de paso señala a
la “famosa resistencia” como la culpable. “Esa gente
no tiene corazón, son criminales, son asesinos, no les
importa la vida de la población”, asegura.
Aunque la bodega electoral está intacta y en las primeras horas no se sabe
ni dónde supuestamente estalló la granada, los medios
nacionales muestran fotos del artefacto con pies de este
estilo: “Un oficial antibombas sostiene el artefacto que
hizo explosión en las bodegas electorales”.
El conductor Renato Álvarez habla de “un avión a control remoto”, pero
todavía no termina su programa cuando recibe una llamada de
los que mandan de a deveras. “Una fuente del estado mayor
de las fuerzas armadas nos ha dicho que era un vuelo
comercial” procedente de Guatemala.
Después de 57 minutos de dar por buena la “hipótesis” del ataque de la
resistencia contra la papelería electoral, el conductor se
pone responsable: “Lo peor que podemos hacer los medios en
una coyuntura como ésta es confundir a la población”.
Show
de Álvaro Vargas Llosa
El show televisivo es presenciado por el invitado especial del día, Álvaro
Vargas Llosa, quien ha venido a apoyar al gobierno de facto
y el pasado jueves dio una conferencia en un salón
abarrotado. Pese al patético montaje que acaba de
presenciar, el peruano–español dice que “esto es un
libreto, es un patrón… lograr por la vía de la violencia
lo que no pueden lograr por la vía electoral”.
Vargas Llosa acepta con regocijo ser presentado en la televisión hondureña
con una frase sacada de wikipedia: ensayista de tendencia
liberal y antisocialista.
Y aunque el avión no lanzó ninguna bomba y no hubo ninguna explosión en
la bodega electoral, Vargas Llosa dice que este guión “lo
hemos visto también en México, porque en las elecciones
que ganó Felipe Calderón había un candidato que respondía
a las directivas de Caracas… Apelaban a la resistencia
civil, le llamaban ellos, pero en el fondo en lo que se
convirtió fue en violencia”.
Es “la única respuesta que les queda a estos cobardes minoritarios, a
estos imperialistas”, se explaya el coautor del Manual del
perfecto idiota latinoamericano, quien junto con el cubano
Carlos Alberto Montaner vino a recomendar a los hondureños
que salgan a las calles el 29 de noviembre igual que lo
hicieron cuando su selección de futbol clasificó al
Mundial de Sudáfrica, gracias al empujoncito de Estados
Unidos.
La
“virilidad catracha”
El episodio del lanzacohetes es sólo uno de los muchos que alimentan no el
voto del miedo a la mexicana, sino el miedo al voto. En los
últimos días se han registrado: el derribo de torres de
energía eléctrica; el allanamiento de una escuela donde
supuestamente se fabricaban artefactos para ponchar las
llantas de los vehículos electorales (miguelitos, les
llaman); asesinatos con tintes políticos, según los medios
locales; varios bombazos con escasos daños materiales; y,
sobre todo, una cascada de declaraciones de militares, políticos
y autoridades electorales que instan a la ciudadanía a
ejercer el sufragio sin temor.
Muchas veces se trata de llamados que apelan a la “virilidad catracha”,
sobre todo si lo hacen los militares. El tono lo ilustra un
anuncio espectacular que se halla en las cercanías del
aeropuerto y dice: “En Honduras no tenemos petróleo ni dólares
pero nos sobran (y la foto de una canastilla de huevos)”.
A saber si será suficiente. Por ejemplo, en un sondeo sin
valor estadístico en las calles se descubre que cinco de
cada 10 hondureños no van a salir de sus casas el domingo
29 de noviembre. Eso, en un país con promedio de abstención,
de por sí, de 50 por ciento.
“Ese día habrá vergueo, si me pasa algo, que sea en mi casa”, dice
Manuel Ávila, un joven empleado de comercio.
“Van a ser elecciones a sangre y fuego. El país va a ser patrullado por
militares y policías. Y además llegaremos a la fecha con
la guerra sicológica en pleno”, afirma el analista político
Gustavo Irías.
Hacia finales de agosto, el analista dibujaba tres escenarios para el
desenlace de la crisis hondureña. Los primeros dos, con
elecciones luego de la restitución del presidente Manuel
Zelaya. El escenario 1: “Elecciones bajo el plan Arias,
estabilidad temporal”. El escenario 2: “Gobierno de
coalición con agenda de reforma democrática”.
Pero el que se ha hecho realidad es el escenario 3: “Elecciones con
gobierno de facto equivalentes a “gobierno de minoría,
sin legitimidad, y extensión de la crisis”.
Para Irías, Honduras se aproxima a “una crisis de mediano plazo”,
atizada por el crecimiento negativo de la economía (–2.5
por ciento este año, luego de un crecimiento de 4 por
ciento en 2008), la disminución de las remesas (que son la
principal fuente de divisas del país) y una sensible baja
en la recaudación de impuestos.
Señales
contradictorias
Mientras tanto, es un enigma cuál será la última carta que jugará
Zelaya. Luego de varios días de aplaudir la decisión de
los candidatos independientes de retirarse de los comicios,
Zelaya ha comenzado a sugerir que dejaría en libertad a sus
seguidores, sobre todo los que militan en el Partido
Liberal, para ir o no a las urnas.
Las señales son contradictorias. Hoy, desde Managua, el alcalde de San
Pedro Sula, bastión de los liberales, ratifica su renuncia
a contender por la reelección, en protesta por la negativa
del gobierno de facto a restablecer el orden constitucional.
Pero César Ham, candidato del partido Unificación Democrática,
dice que sí irán a las urnas, pese a la amenaza del Frente
de Resistencia de declarar “traidor” y “golpista” a
quien participe en los comicios.
Resquebrajado, el Partido Liberal ve esfumarse las posibilidades de su
candidato a la presidencia, Elvin Santos, frente a su rival
del Partido Nacional, Pepe Lobo. “En todas las últimas
encuestas Lobo estuvo entre 15 y 20 puntos arriba de Santos,
así que si resulta que no resultará creíble si Santos
resulta ganador”, afirma Irías.
En 2005, hubo dudas sobre la certeza del conteo de votos. Pero luego de una
visita del entonces embajador estadounidense, Charles Ford,
al hotel donde se realizaba el conteo, Zelaya fue declarado
triunfador. Su rival fue Pepe Lobo.