Juticalpa.–, 26 de noviembre. “En Tegucigalpa marchan los colonos
pobres, los obreros, los maestros, todos los jodidos, acá,
con la resistencia, también marchan los ricos”, dice el
profesor Chilo Ponce, mientras conduce rumbo a la casa de la
familia Sarmiento, dueña de tres haciendas, de incontables
cabezas de ganado, de una de las mayores bodegas de granos
de la región.
La casa está en una loma. Dos hombres armados vigilan desde lo alto. Ahí
recibe Rafael Sarmiento, un abogado treintañero, de hablar
fluido, celular, blackberry y una .45 al cinto. Rafael pasó
40 días dentro de la embajada de Brasil, al lado del
presidente Manuel Zelaya, dispuesto, dice, a dar la vida
para “defender al mandatario”.
Al salir de la embajada regresó a su casa en el corazón de Olancho, el
departamento de Honduras que es más extenso que la hermana
república de El Salvador.
Recién desempacado, el pasado 18 de noviembre estaba en una tienda del
centro de la población cuando le avisaron que su padre,
Ulises Liche Sarmiento, había sido atacado a balazos en
“la casa de otros hijos que tiene”. Todavía estaba al
teléfono cuando vio pasar una veloz camioneta blanca,
enorme, sin placas, con varios individuos a bordo. Uno de
ellos todavía se iba quitando un chaleco antibalas,
moteado, como los que utilizan los soldados. Los siguió
unos cinco kilómetros, pero después se detuvo. “Me dio
miedo, porque nomás iba con otro muchacho”.
Poco antes, entre ocho y 10 hombres habían llegado a la casa donde Liche
Sarmiento, poderoso ganadero y líder del Partido Liberal
(PL) en la región, visitaba a sus “otros hijos”. Se
despacharon en un dos por tres a los dos guardaespaldas que
esperaban afuera y dejaron su mensaje: a Delis Noel Hernández
Figueroa (25 años) y José Manuel Beltrán Flores (35) les
cosieron los genitales a balazos y les dieron el tiro de
gracia.
Luego, vaciaron sus “fusiles AK–47, 3006 y 270” sobre la casa y las
vecinas. También usaron “lanzagranadas HK”, cuyos
impactos están todavía en la puerta metálica, cerquita al
letrero de “Liberales en resistencia”. “No estallaron
las granadas porque dispararon muy de cerca”, dice Liche
Sarmiento, en cuanto se incorpora a la charla. No hay por qué
dudar de su conocimiento sobre el tema. El arsenal de sus 20
guardaespaldas, a unos pasos de la terraza donde se
conversa, deja clarísimo que algo sabe de armas.
Al oír los primeros balazos, Sarmiento, tres mujeres y varios niños que lo
acompañaban se refugiaron en las habitaciones del fondo.
Aun así, un rozón de bala alcanzó a un niño de cuatro años
de edad, hijo de Sarmiento. Todos los muebles y las paredes
quedaron agujerados.
La policía, que tiene una posta a tres calles de distancia, tardó 45
minutos en llegar y los atacantes pudieron huir
tranquilamente, aunque a la salida de la ciudad había un
retén policiaco.
Elecciones
bajo amenaza
Los Sarmiento están emparentados con Zelaya por la madre del presidente,
Hortensia Rosales, pero además han sido “melistas” por
muchos años, desde que el mandatario derrocado era director
del Fondo Hondureño de Inversión Social, un Pronasol
hondureño.
Cerca de donde viven los Sarmiento está la oficina del PL en la ciudad: una
vieja casa con la fachada toda embarrada de aceite quemado y
algunas huellas de tiros. Nadie sabe, claro, quién balaceó
la sede del PL ni quién fue a embarrar aceite en sus
paredes. Nadie sabe tampoco quién le prendió fuego a las
oficinas locales del Registro Nacional de las Personas (RNP,
que expide las cédulas de identidad necesarias para votar),
aquí y en la cercana Catacamas, en las cercanías de la
casa del presidente Manuel Zelaya.
Rafael Sarmiento asegura que a pesar de que la resistencia “ha sido, es y
será un movimiento pacífico”, a ellos les han querido
cargar los hechos anteriores. El diputado liberal Arnulfo
Miranda, que apoya el golpe, “ha hecho declaraciones públicas
asumiendo que nosotros tenemos que ver con eso”.
Por añadidura, varios amigos se acercaron a la familia para decir, en los días
previos al atentado, que el diputado Miranda y el gobernador
de Olancho, Oscar Colindrez, “andan hablando muy mal de
usted, cuídese porque se les ven muy malas intenciones”.
Hasta ahora los Sarmiento no han recibido algún informe de las autoridades
sobre el atentado, que se suma a todos los casos no
resueltos de “bombazos”, decomisos de armas y
filtraciones sobre la presencia de “extranjeros que vienen
a desestabilizar”: si todas las “denuncias” que han
filtrado los medios de comunicación hondureños a lo largo
de estos cinco meses fueran ciertas, las cárceles del país
estarían llenas de nicaragüenses y venezolanos.
Hoy, las autoridades policiacas informaron que una mujer resultó herida al
explotar un artefacto de baja potencia en La Ceiba, 400 kilómetros
al norte de Tegucigalpa. Detonó en un autobús de pasajeros
de la empresa propiedad del presidente de facto Roberto
Micheletti (empezó de cobrador y ahora es magnate del
transporte).
Es la primera vez, desde que comenzaron las explosiones que la policía y
los militares suelen atribuir a la resistencia que una
persona resulta lesionada. Un día antes, al irse de
vacaciones, Micheletti había denunciado un plan para
asesinarlo, luego de que la policía decomisó un arsenal y
detuvo a cuatro personas.
“Quien ha puesto los muertos somos nosotros, ellos son los que han matado,
han violado mujeres, practicado todo tipo de vejaciones
contra la resistencia”, dice Rafael Sarmiento, cuyo padre,
se cuenta aquí, es muy amigo del comandante sandinista Omar
Cabezas.
Sarmiento recibe la llamada de un amigo. Al finalizar, le dice: “Te
aconsejo que no salgas, no, mejor vete de la ciudad”.
En la calle, mucha gente de a pie dice lo mismo: “El domingo ni voy a
salir”. A pesar del llamado al “boicot activo” contra
el proceso electoral, lo más seguro es que el Frente de
Resistencia tampoco salga a impedir la instalación de las
mesas electorales.
“Una compañera de la resistencia tiene un hermano capitán: le dijo que
la instrucción que tienen los soldados es disparar si nos
acercamos a las mesas. No vamos a exponer a nadie”, afirma
uno de los principales dirigentes de la resistencia contra
la asonada.
En los últimos días, se han multiplicado las amenazas de los voceros
policiacos y militares, que anuncian incluso el cumplimiento
de “órdenes de captura”.
Galería
de “héroes”
Estas elecciones no son, según el gobierno de facto, entre los candidatos,
sino contra ese pernicioso extranjero. Desde hace varios días
los periódicos publican un desplegado a plana entera, sin
firma: “Tu voto es la única arma que detendrá al
chavicomunismo. Vota por la paz y la democracia”. Llegó
el momento de votar y de dar las gracias a quienes “nos
apoyaron cuando más lo necesitábamos”.
El “eterno agradecimiento” se publica en el diario La Tribuna, propiedad
del ex presidente Carlos Flores Facussé, hombre fuerte del
PL y uno de los autores del golpe, según el gobierno de
Zelaya.
“Ellos también son héroes del intenso drama que hemos vivido”, dice la
pequeña nota, que acompaña a las fotos de personajes como
los siguientes: los legisladores republicanos James DeMint,
Ileana Ros–Lehtinen, Richard Lugar, y Mario y Lincoln Díaz–Balart;
los ex presidentes Alejandro Toledo (Perú) y César Gaviria
(Colombia); los mandatarios Álvaro Uribe (Colombia) y
Ricardo Martinelli (Panamá); los periodistas Mary Anastasia
O’Grady (Wall Street Journal), Greta van Susteren (cadena
Fox) y Horacio Aguirre (Diario Las Américas); los analistas
Álvaro Vargas Llosa y Carlos Alberto Montaner. Jorge G.
Castañeda, “analista y ex canciller mexicano”, es el último
de la larga fila de quienes el periódico hondureño
presenta como “luchadores por la democracia”.