Tegucigalpa.- 27 de noviembre.- “Yo no quiero recibir la presidencia de
Roberto Micheletti”. Hablaba así Porfirio Pepe Lobo,
favorito en la elección presidencial hondureña, antes de
que el gobierno de Estados Unidos dejara a Manuel Zelaya
“a la mitad del río”, y mientras se negociaba el
acuerdo que el gobierno de facto reventó.
Lo escuchaba el equipo del subsecretario Thomas Shannon y le respondía uno
de los funcionarios, cuenta un hondureño cercano a las
negociaciones: “Sería como recibir un beso envenenado”.
Lobo ha esperado hasta el último minuto para decir que en el “diálogo
nacional” al que ha convocado una y otra vez durante su
campaña, tendría que estar Manuel Zelaya, el presidente
que este domingo no podrá votar, en su encierro en la
embajada de Brasil, y a quien hoy le cancelan las visitas,
que de por sí eran contadas, “hasta nueva orden”.
“Sé que en algún momento hay que hablar con Zelaya”, dice Lobo, a
quien las encuestas dan ganador, aunque el voto de los
hombres del dinero del país está mayoritariamente con el
aspirante liberal Elvin Santos.
En las últimas semanas, Lobo ha insistido en que, de ganar, convocará de
inmediato a un “gran diálogo nacional” e integrará un
gobierno de “unidad”. Los zelayistas aseguran que Lobo
daría luz verde a una Asamblea Constituyente, puesto que
“el actual marco legal es una camisa de fuerza para
cualquier gobernante”, como afirma un líder de la
resistencia..
Un político cercano a Zelaya asegura que Lobo les ha dicho que una derrota
electoral del Partido Liberal sería la tumba política de
Santos y de Micheletti. “Si pierden, el líder de su
partido va a ser Zelaya, no hay otro, no hay figura que le
compita”.
El candidato nacionalista, sin embargo, es escurridizo a la hora de hablar
del futuro de Zelaya. No habla de amnistía ni tampoco de
una eventual restitución en la sesión del Congreso
convocada para el 2 de diciembre.
“Hay que ver cómo salimos de esto no profundizando más” la crisis,
suelta Lobo, y aunque su declaración es más que ambigua,
el solo hecho de que abra la posibilidad de incorporar a
Zelaya al diálogo hace que se desate la furia de la base
social golpista. Las secciones de comentarios de los diarios
se llenan de frases en su contra: “¿Y dónde sería el diálogo,
en la penitenciaría?” “Éste no es sino Mel vestido de
azul (el color del Partido Nacional)”.
Con todo, Lobo cerró puntero en las encuestas, con más de 10 puntos, e
incluso en la resistencia aseguran que “no va a aceptar”
un fraude electoral.
“Elvin es más confiable para los sectores golpistas, es de los suyos, sin
que esto signifique que Lobo no estuvo en la conspiración”,
afirma Nelson Ávila, asesor del presidente Zelaya.
Lobo es “productor de granos en gran escala” en Olancho y en Colón,
dice un político de la resistencia originario de ese
departamento. También, que estudió en Miami y en su
juventud tuvo un breve paso por las filas del Partido
Comunista, al punto de que fue a estudiar durante unos meses
a la Unión Soviética. Por esa razón, los publicistas de
Elvin Santos han insistido, en la campaña, en que Lobo
“es de izquierda”, lo que para los electores de los
partidos tradicionales es pecado mortal.
“¡No tiene nada de izquierda! Sí fue a ese viaje, pero a estudiar. Es
como si yo voy a estudiar un curso de belleza a Lituania, no
por eso me hago comunista”, dice María Cristina Callejas,
quien se presenta como prima hermana del ex presidente
nacionalista Rafael Leonardo Callejas.
El
“pacto olanchano”
Desde hace unas semanas, Lobo había dicho a políticos cercanos al
presidente depuesto: “Necesito un acuerdo. Pero lo voy a
hacer como lo debió hacer Zelaya”.
Aquí se le llama “pacto olanchano”, porque Lobo es, como Zelaya,
productor agropecuario y maderero del departamento de
Olancho, donde está su hacienda, La Empalizada, a unas
decenas de kilómetros del rancho de Zelaya.
¿En qué consistiría el “pacto olanchano”? Lobo es “el único actor
del país que logró entender el formato de Mel. Por eso
propuso la ‘cuarta urna constitucional’, pero no tuvo el
apoyo de su partido”, dice el analista Gustavo Irías.
Según varios líderes de la resistencia, Lobo abriría la puerta a un nuevo
pacto político y social.
“Las elecciones, lejos de generar gobernabilidad, van a profundizar la
crisis, porque ésta no es sólo una crisis política, sino
también económica y social”, dice Héctor Soto, director
ejecutivo del Grupo Sociedad Civil, conglomerado que agrupa
desde sindicatos a organismos empresariales de todo el país,
para vigilar los recursos públicos de combate a la pobreza.
Las elecciones, en su idea, prolongarán una crisis con un desenlace de pronóstico
reservado: “O vamos a tener un nuevo golpe de Estado o un
presidente que no va a poder gobernar o una posibilidad de
Constituyente, que puede no ser la que quería la izquierda.
Porque, ¿quién asegura que no ocurra una Asamblea Nacional
Constituyente golpista que les sirva a ellos para
oxigenarse?
“Que
me dejen salir el domingo, a ver si estoy solo”: Zelaya
Frente al enorme despliegue militar y policiaco, acompañado de amenazas
veladas y directas, el Frente de Resistencia contra el Golpe
de Estado ha llamado a un “toque de queda popular”, es
decir, a que nadie salga de su casa el domingo. Hace un par
de días, los principales dirigentes de la resistencia
comenzaron a ponerse a buen recaudo, y lo mismo están
haciendo líderes intermedios.
¿Pueden darse las elecciones más vigiladas, transparentes y limpias de la
historia, como presume el Tribunal Supremo Electoral?
“Las elecciones no son el día de los comicios, son un proceso de varios
meses y aquí durante varios meses lo que ha habido son
restricciones a la libertad de expresión, a la libertad de
movimiento y personas que han sido víctimas de violaciones
a sus derechos humanos y no han sido resarcidas”, dice
Javier Zúñiga, un mexicano que encabeza una delegación de
Amnistía Internacional.
Aunque el organismo de derechos humanos no se va a pronunciar sobre la
legalidad de los comicios, Zúñiga hace ver que la
observación electoral no se reduce “a pararse frente a
una casilla a ver la cola”, sino que es un proceso de
complejidad técnica que nadie ha montado en Honduras.
El gobierno de facto ha traído observadores y los medios despliegan
ampliamente información sobre su presencia. Pero se trata,
dice Zúñiga, no de técnicos sino de políticos “que
simpatizan con el gobierno de facto” y que, en
consecuencia, “simplemente van a ser cajas de resonancia
del resultado. Nadie va a tener la autoridad necesaria para
decir que aquí las elecciones fueron libres y
transparentes. Y eso va a ser una mancha que cualquiera que
gane va a tener”.
Los únicos antigolpistas que andarán en las calles este domingo son los
dirigentes y candidatos del pequeño partido de izquierda
Unificación Democrática (UD), que contra la opinión de
Zelaya y la mayor parte de la resistencia decidió
participar en los comicios.
“Le planteé al presidente cómo prefería negociar con Lobo, con 50
diputados o con ninguno. Y le dije también que no tenía
que hacer campaña por nosotros, pero sí salir a decir que
comprendía nuestra determinación, pero no me oyó”,
lamenta César Ham, el candidato presidencial de UD.
A unas horas de las elecciones, Zelaya habla a la Radio Globo. Insiste:
“Los que participen en este proceso están reafirmando a
los militares y a Micheletti en el poder”. Le preguntan qué
opina de que el gobierno de facto diga que cada vez está más
solo: “¿Quién dijo eso? ¿Micheletti? Que me deje salir
el domingo de la embajada, a ver si estoy solo”.