Tegucigalpa,
29 de noviembre. Porfirio Pepe Lobo, que pasó la campaña
lavándose las manos, puede mantener la sonrisa que muestra
en los carteles, y en vivo, todo el tiempo: en una elección
“transparente como nunca”, según el gobierno de facto,
pero cuestionada por la mayor parte de los países del
mundo, se impuso al candidato que antes del golpe de Estado
le llevaba una amplia ventaja.
Desde
hoy es el tercer presidente de Honduras, aunque por la noche
las autoridades electorales le echan a perder la fiesta,
porque tardan en salir a dar los datos de la elección y
cuando lo hacen es para decir que se les cayó el sistema,
que por “fallas técnicas” no pudieron realizar la
“segunda verificación de los datos”. Así que un técnico,
presentado por el presidente del Tribunal Supremo Electoral
(TSE), ofrece cifras aún no validadas por el propio órgano
que las presenta, las cuales confirman un amplio triunfo de
Lobo. Aunque no hay datos que puedan presentar como válidos
según sus propias reglas, los magistrados informan que la
participación fue de 61.3 por ciento.
El público
que asiste a la presentación de los magistrados se levanta
a aplaudir. El pueblo hondureño se ha volcado a las urnas,
confirman las autoridades electorales lo que han machacado
televisión y radio todo el día.
Sin
embargo, enseguida presentan los resultados de la Corporación
Hagamos Democracia, que el TSE autorizó para realizar una
encuesta de salida, la cual da 55.77 por ciento de votos a
Porfirio Lobo y 38.58 por ciento al aspirante del Partido
Liberal, Elvin Santos.
El
dato relevante, sin embargo, es que la muy confiable
“corporación” ubica la participación en sólo 47.6 por
ciento, contra 61.3 por ciento del dato “no validado”
del tribunal electoral.
“Nada por qué dudar”
“Ha
habido una dificultad técnica”, dice el presidente del
TSE, Saúl Escobar. “Hemos ingresado más de millón y
medio de votos del nivel presidencial. Se están haciendo
todos los esfuerzos para corregir la falla técnica… Hemos
tomado la decisión de contar exactamente lo que ha
ocurrido… No hay absolutamente nada por qué dudar de
estas elecciones”, se enreda el magistrado, y termina
presentando cifras preliminares con 61.86 por ciento de las
actas procesadas.
A
pesar del desastre de un sistema que supuestamente era a
toda prueba, el magistrado Enrique Ortez (hijo del canciller
de Roberto Micheletti que llamó Negrito del batey a Barack
Obama), se suelta una arenga patriótica y advierte al mundo
entero: “¡Tienen la obligación moral de reconocernos!”
En
horas de la noche, los datos proporcionados por la empresa
contratada por el TSE se acercarán a la cifra de
abstencionismo que proporciona Zelaya: 65 por ciento (52.4,
admite Hagamos Democracia”).
Cuando
Zelaya habla, los magistrados del TSE siguen encerrados. Más
tarde admitirán que siguen debatiendo si informar o no
sobre sus “fallas técnicas”, aunque durante todos los
meses de la crisis prometieron que dos horas después del
cierre de las mesas de votación darían resultados, a pesar
de que gastaron miles de horas de televisión y toneladas de
papel periódico para asegurar que estos comicios rechinarían
de limpios.