La Habana, 22 de diciembre.– El presidente Raúl Castro reconoció que la
población está esperando los cambios económicos
anunciados por él hace dos años, pero confirmó que la
eventual reforma será más lenta de lo que parecía.
“En la actualización del modelo económico cubano, cuestión en la que se
avanza con un enfoque integral, no puede haber espacio a los
riesgos de la improvisación y el apresuramiento”, dijo el
mandatario a la Asamblea Nacional del Poder Popular
(Parlamento).
Castro cerró el domingo pasado la plenaria, dedicando apenas tres párrafos
a la reforma, aunque admitiendo “expectativas y honestas
preocupaciones” en la población por “la velocidad y
profundidad” de los cambios.
El mensaje contrasta con el que Castro lanzó en la ciudad oriental de Camagüey
el 26 de julio de 2007, cuando repitió en la tribuna la
expresión más ordinaria de la calle: “El salario es
claramente insuficiente”.
Aún era interino, tras asumir el máximo liderazgo por la crisis de salud
de su hermano mayor.
Dijo entonces que trabajaba en la cuestión del nivel de vida, “con
premura pero sin desesperos”, anunció “cambios
estructurales y de conceptos” para detonar el campo y llamó
a una profunda revisión del sistema, exceptuando su base
socialista.
Ese año el punto de mira de los cubanos se alzó con fuerza. En mayo, el
comandante de la revolución Ramiro Valdés expuso que debía
fortalecerse el nivel de vida de la población, “si
queremos que la revolución y el socialismo cubano sean
realmente irreversibles”.
En el segundo trimestre, el Partido Comunista de Cuba (PCC) debatió la
eficiencia económica. Un reporte final, según fuentes
enteradas, aconsejó facilitar la autonomía operativa de
las empresas. Públicamente se conocieron propuestas de
reformas en el campo.
Con el empujón de Camagüey, Raúl Castro abrió una ronda nacional de
foros populares, en los que invitó a la gente a exponer
cualquier tema “con valentía”. Su discurso se leyó íntegramente
y se comentó en centros laborales, escuelas y barrios.
En octubre, Valdés dijo que en Camagüey estaban “las claves de lo que
podemos y debemos hacer”. Estimó que el país ya era
“un hervidero de ideas” y la dirigencia esperaba que así
se ayudase a “liberar donde estén trabadas las fuerzas
productivas y a lograr que nos acostumbremos a revisar y
actualizar críticamente las fórmulas que aplicamos en la
economía”.
Anunció en diciembre la eliminación del “exceso de prohibiciones”, que
empezó a ejecutar al año siguiente. En febrero de 2008 fue
electo formalmente presidente de Cuba y al tomar posesión
prolongó los conceptos motores de sus anuncios: aliento a
la discusión, sin temor a la discrepancia y recuperación
del salario como objetivo estratégico.
En un mensaje al Parlamento en julio matizó el proyecto: “Todos quisiéramos
ir más rápido, pero es necesario actuar con realismo”.
En diciembre el punto focal era el impacto de los tres
huracanes que azotaron la isla y la crisis económica
mundial recién estallada. “No se ha engavetado ninguno de
los temas de los que he hablado en los últimos tiempos”,
dijo entonces el presidente.
Y añadió: “Se avanzará, sin apresuramientos ni excesos de idealismo,
según se disponga de los recursos y concluyan los estudios
necesarios”.
Medidas
de envergadura
El gobierno estableció para el sector productivo una escala móvil de
salarios anclada a los resultados y comenzó el reparto de
tierras ociosas en usufructo, quizá las dos reformas de
mayor envergadura hasta ahora, pero que todavía no llegan a
mostrar su impacto en la vida diaria.
El primero de enero de 2009, el mandatario recordó el cincuentenario de la
revolución con un discurso sombrío, en el que puso en duda
que la nueva generación de líderes garantizara la
continuidad del sistema, cuyo riesgo de derrumbe ya había
advertido Fidel Castro en 2005.
Los códigos del mensaje presidencial se pudieron descifrar mejor en marzo,
cuando fueron destituidos el vicepresidente Carlos Lage y
otros dirigentes. El ajuste virtualmente dejó a la cúpula
concentrada entre los veteranos de la guerrilla de hace
medio siglo y sin un relevo visible.
Pero 2009 ha sido también el año en el que la economía cubana aceleró la
caída que ya registraba en los dos periodos anteriores y
estalló una crisis de liquidez, que se convirtió en el
factor recesivo interno más influyente.
En julio el Comité Central del PCC decidió posponer el sexto congreso de
la organización, la instancia que marca la política por
periodos de cinco años. No se ha celebrado desde 1997, pero
Raúl Castro ya había anticipado que se citaría para
finales de este año.
En agosto pasado, el presidente informó que también se había convocado
“en un plazo relativamente breve” a una conferencia
nacional –un foro de menor jerarquía– para renovar la
dirección y preparar el congreso.
El domingo último el vicepresidente y ministro de Economía, Marino
Murillo, mencionó en el Parlamento la futura celebración
del congreso, pero hasta hoy no hay nuevas señales de esa
reunión, ni de la conferencia ni de otra discusión como la
de hace dos años.