Con los
últimos asesinatos, en especial el de Manuel Flores y la
ofensiva contra la clase obrera tanto a nivel económico
como represivo (encarcelamiento de sindicalistas de la
Universidad Autónoma) el Comité Central del PST considera
que estamos ante una nueva coyuntura política caracterizada
por:
1.
Consolidación del régimen
El
cada vez mayor reconocimiento internacional logrado
por el gobierno de Pepe Lobo le ha permitido ganar
legitimidad internacional. A medida que va pasando el tiempo
se va rompiendo el aislamiento que tuvo el régimen golpista
en el gobierno de Micheletti.
Lo anterior
le permite contar nuevamente con el apoyo del FMI y
otros organismos de financiamiento internacional que se
traduce en una política articulada con el imperialismo
alrededor del modelo neoliberal y en el marco del llamado
“Plan de País”, y cuyo resultado inmediato es el
flamante “paquetazo”.
En el plano
nacional, algunos sectores han firmado una especie de tregua
tácita con el gobierno, como es el caso de las
organizaciones campesinas que en el marco del conflicto del
Aguán le dan un respaldo político al gobierno (en contra
de los cuestionamientos de la ultra derecha) que se suma a
la política de apoyo brindada por UD con su incorporación
al gobierno así como el de un sector magisterial.
Otro factor
clave íntimamente ligado al anterior es la desmovilización
de la resistencia. Las movilizaciones de cada fin de mes
han sido asimiladas por el gobierno en la medida que se
trata de marchas pacíficas sin organización y que se
convocan por un simple llamado radial.
Estas
movilizaciones no cuestionan el orden vigente, como sí
lo hacían las del primer mes del golpe de estado. Son marchas
de oposición que además no están articuladas
nacionalmente y tampoco confrontan a la policía.
Lo
anterior no quiere decir que la resistencia como sujeto
social haya desaparecido.
Las marchas en la capital son numerosas y en algunos casos
combativas, como la del 25 de marzo que luego de estar en la
Universidad Autónoma se dirigió al Ministerio Público.
Tampoco ha
desaparecido una amplia vanguardia que participa en
las actividades cotidianas del Frente Nacional.
Actividades saturadas de reuniones de todo tipo en cualquier
lugar del país para definir estrategias y planes que muchas
veces sólo quedan en el papel. Sin embargo, estas marchas y
actividades mantienen a media máquina la resistencia sin
articular un verdadero plan de lucha.
La
estrategia central sigue siendo resistir hasta llegar a las
próximas elecciones y participar en las mismas.
2.
Ofensiva contra la clase trabajadora
La
consolidación del régimen se traduce en la aprobación del
duro paquetazo económico que busca recuperar las
ganancias de la burguesía golpista y fortalecer los
recursos del estado mediante un golpe directo a la clase
obrera y al pueblo en general con el alza de impuestos. Este
paquetazo se suma al dado con los planes de arbitrio de las
municipalidades y los constantes aumentos al combustible.
Acompañando
estos golpes económicos hay una ofensiva contra los
sindicatos cuya máxima expresión ha sido el encarcelamiento
y proceso contra la Junta Directiva del Sitraunah
[sindicato de la Universidad Autónoma], además del
asesinato de varios directivos sindicales en los últimos
meses, y el asesinato y persecución de periodistas
independientes o críticos.
En este
contexto, la represión tiene un objetivo absolutamente
claro: golpear a la clase y sus dirigentes (gremiales,
sindicales y políticos) como forma de impedir que la
resistencia tome un marcado carácter de independencia de
clase combinando la lucha por la Constituyente con el
conjunto de demandas populares.
3.
Cooptación del oportunismo
La otra
cara de esta política es la continuación del intento de cooptación
de los dirigentes de la Resistencia para asimilarlos al
régimen, mediante la repartición de cargos en el gobierno.
Tal el caso
del Partido Unificación Democrática con César Han
en el INA, Marvin Ponce en la Junta Directiva del Congreso
Nacional y Martín Pineda.
El
reconocimiento de Pepe Lobo a Mel Zelaya como presidente
cuando autorizó su salida del país y la ratificación y
nombramiento de Jorge Arturo Reina como embajador en la ONU
y muy posiblemente ante los países que integran el ALBA son
parte de la misma política.
Esto coloca
a los dirigentes del Frente en una contradicción, dado que
mantienen una estrecha alianza con los liberales melistas
que están reconociendo poco a poco al régimen. En una
reunión del Frente en la capital, Rasel Tomé,
recientemente llegado al país de Dominicana y vocero
directo de Mel Zelaya, planteó que había que ir
contemplando el reeconocimiento de Pepe Lobo, para no ser
responsabilizados por el gobierno ante la crisis económica
y falta de recursos.
La discusión
fue cortada y no se analizó.
Todo indica
que el gobierno se juega a tratar de enamorar a la
dirigencia liberal mientras golpea duro al movimiento
popular y en especial su ala izquierda.
4. ¿Quién
gobierna?
La escalada
represiva en el gobierno de Pepe plantea el interrogante si
es éste quién está gobernando y tomando las decisiones;
el ala micheletista o los militares.
Descartamos
que sean los militares como dirección política, aunque es
evidente que debido al carácter más represivo del régimen
surgido del Golpe de Estado, el rol de las Fuerzas Armadas y
todos sus organismos legales o paramilitares juegan un rol
determinante y de primera fila. Sin embargo, consideramos
que no estamos ante una dictadura o un régimen militar tal
cual fueron los de la década de los 70 y 80 en Latinoamérica.
Las Fuerzas Armadas juegan su papel en el actual régimen
pero no toman las decisiones.
El régimen
surgido del Golpe de Estado tiene una serie de características
muy inestables y que no terminan de asentarse.
Se trata de
un régimen del conjunto de la burguesía y el imperialismo
(con todas sus instituciones) que, para quitar un
presidente burgués, tuvo que romper violenta y militarmente
su propio orden democrático burgués, poniendo en
precario todo el orden burgués vigente.
Su intento
de “democratizarse” vía las elecciones de
noviembre no logra legitimar y “normalizar” el régimen
debido a la masiva Resistencia popular, que no fue más
allá por la dirección burguesa del melismo.
Debido a lo
anterior, todas las fuerzas burguesas, que tienen diferentes
tácticas para hacerle frente a la crisis, se mantienen
unidas debido fundamentalmente al rol del imperialismo
norteamericano que es el gran árbitro entre esas facciones.
De tal
manera que en los meses que van del gobierno de Pepe hemos
visto cómo el imperialismo presiona para que se cumplan los
acuerdos de San José y Tegucigalpa negociando
permanentemente: reconocimiento de Mel como presidente
constitucional tras asumir Pepe y su inmediata salida del país;
amnistía y procesamiento de los militares involucrados en
el golpe acompañados de sobreseimiento definitivo; retiro
del general Romeo Vásquez como Jefe del Estado Mayor
Conjunto y su nombramiento como gerente general de la estratégica
Hondutel; retiro de Micheletti como presidente del Partido
Liberal sin ningún tipo de deducción de responsabilidades;
y sobre todo denuncias de corrupción y un manto de silencio
e impunidad frente a la misma para mantener el botín de los
golpistas.
En este
ajedrez, que refleja las enormes dificultades de la burguesía
para seguir gobernando como hasta ahora, cada facción
burguesa tiene cuotas de poder y autonomía que buscan
incrementar para convertirse en hegemónicas, sin que lo
hayan logrado hasta ahora.
Por detrás
de ellos los grandes empresarios y políticos (los Facussé,
Ferrari, Callejas, Nazar y otros) apoyan a uno y a otro según
los vaivenes de sus intereses y de la lucha de clases.
En este
contexto, no podemos afirmar claramente que es la facción
de Pepe Lobo en el poder quien impulsa la represión
selectiva o si son los grupos de extrema derecha (vinculados
a la derecha colombiana, venezolana y cubana) que actúan
por su propia cuenta. Nos parece que en todo caso se
trata de políticas que el gobierno de Pepe tolera y
encubre, independientemente que de la orden o no, mientras
se consolida y negocia cuotas de poder.
En la
medida que la represión va dirigida contra la clase obrera
y los sectores populares y de izquierda se mantiene en el
marco de un acuerdo general de la burguesía en su búsqueda
de recuperar la gobernabilidad, recuperar sus ganancias y
desmovilizar la resistencia.
5. La
situación no se ha cerrado. No todo está resuelto
Creemos que
si bien hay una consolidación del régimen y una
desmovilización de la resistencia con incremento de la
represión selectiva hacia la clase obrera y el movimiento
popular y la izquierda, la situación abierta con el golpe
no se ha cerrado.
Las
diferentes coyunturas que se van dando responden a la
correlación de fuerzas y de alianzas de las clases
enfrentadas, pero no podemos hablar de derrota todavía.
Las contradicciones del frente burgués en medio de una
profunda crisis económica lo vuelven inestable y lo obligan
a derrotar a la clase y en particular a al resistencia.
Ésta, por
su parte, con la profunda crisis en la dirección que no le
garantiza ningún triunfo, aun mantiene su disposición de
lucha (más débil que en los meses posteriores al golpe) y
con la obligación de hacerle frente a la ofensiva represiva
y económica del gobierno.
Esto genera
sumas tensiones entre la dirigencia que por todos los medios
busca mantener la unidad con el liberalismo melista y una
base que exige movilización y posiciones más claras, pero
que no rebasa a sus dirigentes.
En esta
lucha hay dos sectores claramente identificados: el melismo
liberal y la Coordinadora Nacional junto con otros
dirigentes que buscan la independencia de la dirección
liberal. Entre medio hay una amplia gama de grupos y
corrientes populares y de izquierda oportunista que
privilegian la unidad policlasista a la independencia de
clase.
6.
Nuestra política y orientaciones
En este
contexto, el Comité Central considera que hay que hacer un
ajuste a nuestra política para la coyuntura poniendo
como eje los aspectos democráticos contra la escalada
represiva, en primer lugar; entrelazados con los ejes
económicos derivados del paquetazo.
Este debe
ser el eje ordenador de toda nuestra política general y
sectorial, buscando como siempre los más amplios acuerdos
que apunten a la movilización. Para ello peleamos por la más
amplia democracia e independencia del movimiento obrero y
popular.
En esta pelea política debemos ser muy
firmes políticamente pero amplios en el debate, para evitar
caer en el oportunismo y el sectarismo. Por eso, cada equipo
debe discutir muy detenidamente hacia quienes va a orientar
su actividad política y la forma de hacerlo. No basta con
ir a plantar bandera. Es necesario buscar la claridad política
y la unidad de acción para movilizar.