El
PCC y el gobierno avanzan una reforma economista de
naturaleza neoliberal
La
patria es ara, no pedestal
Por
Roberto Cobas Avivar (*)
Kaos en la Red, 28/09/10
El PC
cubano y el Gobierno de Cuba avanzan una reforma economista
de naturaleza neoliberal. Lo hacen sin el consenso del
pueblo cubano. Imponiendo una política de hechos consumados
que tapia la posibilidad de cambios estructurales
revolucionarios socialistas en el sistema socioeconómico y
político cubano.
Tres
medidas economistas neoliberales develan la esencia del
reformismo antisocialista emprendido por las autoridades políticas
y estatales cubanas:
1. La
remoción de sus puestos de trabajo de no menos de un millón
de trabajadores.
2. La
declaración de vía franca a la formación de la economía
privada capitalista.
3. La
entrega a intereses espurios capitalistas foráneos de
tierras en usufructo por 99 años.
La economía
cubana se angosta en una crisis funcional de carácter
estructural. Hasta ese callejón la han conducido las políticas
económicas ejercidas bajo el dogmatismo de la doctrina
estado–centrista del “modelo” socioeconómico. El
voluntarismo político que como práctica burocrática del
ejercicio económico acompaña dicha doctrina, ha logrado
convertir la economía en un sumidero de recursos humanos y
materiales.
Si ya en el
2003 se vislumbraba la necesidad imperiosa de cambios
conceptuales y estructurales del sistema socioeconómico
(RCA)[1] – que sólo en el 2009 es planteado informalmente
en tribuna abierta por el Gobierno (en la voz del Jefe del
Consejo de Estado) –, desde aquella perspectiva
argumentaba lo importante de abordar el proceso de cambios
sobre la cresta de la expansión del Producto nacional. Hoy,
puestos contra la pared bajo condiciones de asfixia del
crecimiento de la economía, el PC y el Gobierno deciden un
proceso de reformas economistas utilitarias por dicha razón.
Son reformas de largo alcance y poder corrosivo. Emboscados
letalmente por el propio dogmatismo político toma cuerpo la
“táctica de guerrilla”. No existe absolutamente
ninguna posibilidad a mediano ni largo alcance de respuesta
coyuntural eficiente a problemas estructurales.
La actual
insostenibilidad de la economía exige el abordaje sistémico
de un cambio revolucionario en pos del eficiente
aprovechamiento y expansión de las fuerzas productivas del
país. No hay otra forma de contrarrestar con base
sustentable ni el decrecimiento ni la factible recesión de
la economía.
Mucho antes
del 2000, a tenor de la reanimación de la economía
saliendo de la caída crítica de 1990–93, cuando se
retomaba la ruta del crecimiento del Producto, ya se
constataba de hecho la necesidad del replanteamiento sistémico
de la modelación socioeconómica. El importante ciclo de
reajuste macroeconómico que cierra en 1998 constituía el
momento de inflexión para el abordaje a fondo del proceso
de transformación sistémica.
El V
Congreso del PC cubano celebrado en 1997 obvia la necesidad
de la reconceptuación orgánica del modo de producción
cubano y del sistema de relaciones sociales de producción
concomitante. El dogmatismo de la doctrina política redujo
a la propaganda ideológica el análisis de las causas
estructurales de la crisis de 1990–93. Achacándole su
irrupción al “desmerengamiento del campo socialista
eurosoviético”. Se le imponía a la sociedad cubana la
idea de la heteronomía de la voluntad política. Factores
externos, cual incomprensible fuerza superior, impactaban la
modelación cubana y la ponían en crisis. Hasta el
cansancio se ha repetido desde entonces como un leitmotiv
que el colapso del comercio exterior de Cuba y de los flujos
financieros que provenían de las relaciones económicas con
dicho “campo” constituían el factor del desastre económico
cubano.
La
manipulación política del hecho económico (ca. 35% caída
del PIB, CEPAL) evidenciaba dos propósitos: librar de
responsabilidades a la dirección del Partido y el Gobierno
ante el violento crack de la economía cubana; y
precondicionar sicológicamente la resistencia del pueblo
ante lo que sería una larga noche negra.
Estos dos
posicionamientos políticos gubernamentales han sido
nublados al análisis crítico de la sociedad desde
distintos vértices. El más efectivo ha sido exponer que la
resistencia del pueblo cubano a tan destructivo desenlace de
treinta años de voluntarismo económico e ineficiencia
estructural de la modelación socioeconómica, se había
debido al factor de la subjetividad política. El grado de
concienciación ideológica vendría a ser el factor que en
situación de extinción material de la cohesión política
había logrado mantener a flote la «Revolución». Es
decir, el pueblo había apretado los dientes y cerrado filas
alrededor del Partido y el Gobierno en un acto de madurez
ideológica trascendente.
De esa
manera lo que en realidad no puede entenderse menos que como
la reacción del instinto de conservación socio–biológico
amenazado, se ha convertido en un mito revolucionario. Como
si la desesperación, la hambruna y la desesperanza que la
Gran Depresión de 1929 causada en una masa crítica de la
sociedad norteamericana hubiesen sido aguantadas y superadas
gracias al factor de profunda concienciación política de
los ciudadanos en torno al régimen capitalista y a sus
gobernantes de turno. O como si la supervivencia a las
devastadoras hambrunas por la “crisis de la papa” en
Irlanda se hubiera debido a igual “factor político ideológico”.
Ni las grandes emigraciones internas y externas, ni la
simple y prosaica pelea por la supervivencia biológica
propia y de las familias constituían factor de resistencia
alguna.
En el caso
de Cuba, ¿qué otra cosa podía hacer el pueblo que no
fuera apenas resistir la autofagia ante la indefensión en
que lo dejaba el quiebre de un sistema estructuralmente
verticalista de la economía?, ¿qué otra cosa podía hacer
ante un quiebre que de la noche a la mañana lo sumía en la
orfandad económica funcional? La prueba que ponía de
relieve que la profundidad de la crisis se debía a un
problema estructural, está en que las soluciones
contingentes a las que acude el Partido y el Gobierno son
precisamente la autonomización del movimiento económico de
la sociedad. Aún contenidas por el supuesto peligro de
ingobernabilidad de la masa crítica social, golpeada económicamente
en su misma base de existencia biológica, las medidas de
mercados libres y dolarización de la economía absorbiendo
los flujos de remesas de la emigración y la apertura al
capital extranjero empujan el cuerpo económico hasta su línea
de flotación. Lo importante a señalar aquí es que en ese
entonces a pesar de la desesperación económica se le pone
freno a la idea de los ajustes neoliberales en boga.
No es
posible no coincidir con los análisis de estudiosos cubanos
como Julio César Guanche y Juan Valdés Paz en el criterio
de que hoy el pueblo cubano ya no estaría dispuesto
a “resistir ideológicamente” un embate similar al que
la crisis de 1990–1993 produjo sobre los fundamentos de su
existencia y reproducción socio–material. Si en opinión
del primero ese es el factor objetivo que habla sobre la
naturaleza política de la crisis socioeconómica
estructural, en la del segundo el factor subjetivo tampoco
es garantía de cohesión política eterna[2]. Lo que
constituye una verdad inobjetable es que, ante la difícil
situación económica por la que atraviesa y atravesará el
país y las incertidumbres a mediano y más largo plazo, la
resistencia del pueblo hoy puede ser posible única y
exclusivamente a partir de su empoderamiento socioeconómico.
En ello es donde puede basarse la capacidad de expansión
económica endógena y de cohesión política. En la plena
identificación con lo que ha de ser propiedad socializada.
Sin
embargo, la subvaloración del impacto en la estructura
psicosocial de la sociedad cubana que provoca la crisis económica
de 1990–1993, lleva a la Dirección Política del país a
subestimar las causas de fondo de la vulnerabilidad del
sistema socioeconómico y político.
En 1998,
justo en el momento de inflexión macroeconómica apuntado,
asume la presidencia en Venezuela Hugo Chávez Frías. El
lanzamiento de un movimiento revolucionario en dicho país
viene a salvaduardar la doctrina política del
estadocentrismo burocrático de la modelación socioeconómica
cubana. La lógica de la reproducción estatalista del
capital se oxigena y la burocracia política recupera la
confianza en su doctrina desarrollista. La modelación
socieoconómica se contrae y estira sometida al voluntarismo
burocrático. La visión del cambio desde la perspectiva de
la economía política del trabajo es desestimada por la
burocracia política.
Ello es
posible por la nueva potenciación de flujos financieros que
venían a suplir los provenientes del fenecido “socialismo
real eurosoviético”. Toda la expansión diplomática
geopolítica del Gobierno se va a destinar ahora a ello. El
relanzamiento de la nueva economía capitalista china
conducido por el PCCh, después del sangriento aldabonazo de
la Plaza de Tiananmen, abre un frente de ayuda económica
estratégica invalorable. La corrida del desarrollismo
estatalista arrastra a la sociedad cubana en plena
inconciencia hacia niveles de endeudamientos onerosos e
inmanejables bajo el sistema económico imperante. La
ausencia de transparencia de las decisiones y la
inexistencia de control social impuestas por la doctrina del
gobierno de la burocracia estadocéntrica lo facilitan.
No es
objeto de análisis ni debate público de los cubanos que,
– según constata el economista cubano Pavel Vidal
Alejandro (PVA) – “En 2008, además, se incrementó
la deuda externa hasta 20532 millones de dólares (15%)”[3].
Ese nivel
de deuda arroja un débito percapita en el pueblo de unos
1900 dólares. Si se considera que – como expongo en otro
trabajo – el salario promedio mensual del cubano es de 17
dólares, eso significa que cada cubano necesitaría 9 años
de trabajo sin salario para pagar la deuda que el Gobierno
cubano contrae sin su consenso ni su control social. En términos
políticos la lectura es la de un estado de dependencia económica
de la nación ante intereses financieros extranjeros
absoluto.
Si la
necesidad de endeudamiento de una economía subdesarrollada
puede considerarse un imperativo de racionalidad, ya
no es ni imperativo ni racional que al mismo tiempo esa
economía permanezca sometida en camisas de fuerza por la
doctrina de un poder político estadocentrista por definición
autista como el cubano.
El
crecimiento del endeudamiento externo del 15% apuntado en
2008 contrasta con un decrecimiento económico del PIB entre
el 2006 y el 2009 de ca. del 11%. La deuda externa se hace más
onerosa por la incapacidad de exportación de la economía.
Como puntualiza PVA, esa deuda representa el 152% del valor
de las exportaciones cubanas. Las estimaciones del
“dato” no provienen del Gobierno cubano, sino del
Economist Intelligence Unit (EIU, Country Report Cuba,
2009)[4]. Es decir, que allí donde los lebreles de la
doctrina del estadocentrismo burocrático irán a buscar la
conspiración contrarrevolucionaria, el pueblo debe atisbar
la falta de transparencia del gobierno de la burocracia en
la toma de decisiones que comprometen sensiblemente el
trabajo a futuro de la nación cubana en favor del capital
foráneo.
En el
trabajo “Cuba: del mito neoliberal a su eficiente
alternativa” (04.05.2008)[5], fundamento cómo la economía
cubana, habiendo logrado una estructura del PIB soportada en
los servicios especializados y en la producción de un
sector tecnológico avanzado, se proyectaba en la senda de
economías puede decirse pos–industriales. Ese análisis
no ha perdido actualidad. Por cuanto el mismo llama la
atención al hecho de que la potenciación del valor
agregado del PIB carecía de impacto hacia el seno de la
economía real cubana. Más allá de la limitación del
efecto multiplicador intrínseco de ese sector económico
(servicios médicos, farmacéutica y biotecnología) –
sobre lo que llama la atención ahora PVA –, el superávit
de la balanza de pagos que ello llegaba a producir no podía
ser asimilado de manera eficiente por el sistema económico.
Aún en caso de que a la economía real se dirigiera el
grueso de los ingresos (incorporando incluso el turismo y la
explotación niquelífera) en forma de inversiones
productivas. Puesto que la capacidad de reconversión
productiva de las entradas (inputs) viene lastrada por la
disfunción orgánico–estructural del sistema económico.
Ese factor sistémico – como fundamento en dicho trabajo
– es el que explica que una economía como la chilena,
cacareada como el milagro neoliberal en A.L. a pesar de
poseer una estructura muy primitiva del PIB – centrada en
commodities – presentara, sin embargo, una economía
interna muy alejada de los estados de la economía de la
carencia cubana.
Nada
indica, ni puede indicar, que los actuales programas
inversionistas soportados en la colaboración económica con
Venezuela y China, esencialmente, constituyan aplicaciones
de eficiencia estratégica para el desarrollo integral que
se necesita de las fuerzas productivas cubanas. No lo
permite ni lo permitirá el sistema socioeconómico
estado–burocrático. No lo permitirá el reformismo
economista de dicho sistema.
La
burocracia política aupada por el estadocentrismo de la
modelación sociopolítica y económica, no ha dado en los
últimos 20 años de llamada “batalla de ideas” una sola
señal de diálogo con la sociedad acerca de esas
realidades. Los aportes del pensamiento crítico cubano
interno y externo que ha venido sirviendo un conocimiento
apropiado sobre dicha realidad son en principio ignorados.
El profundo debate socialista entre revolucionarios
cubanos que en una plataforma política anticapitalista como
KaosKuba (Kaosenlared) viene aportando un caudal de pautas
cognitivas y propositivas para el abordaje sistémico de la
transformación de la modelación socioeconómica cubana, es
censurado y atacado desde el oficialismo político e
“intelectual” del Estado de la burocracia.
Al mismo
tiempo, sin mediación de análisis públicos ante el pueblo
sobre el estado de la nación, su condición económica y
social, se asume a medias lo obvio: el agotamiento del
“modelo”. Sobre el reconocimiento por Fidel Castro en
2005 en la Universidad de la Habana que la Revolución era
factiblemente reversible, hasta la declaración en este 2010
de que el “modelo” definitivamente no le sirve ya a los
cubanos, se avanza, por azar de la historia – dada la
enfermedad y sustitución del Líder de la Revolución de
sus funciones como Jefe de Estado –, un programa de
reformas economistas acendrado en la doctrina del
“socialismo” estado–crático.
La aceptación
de soslayo por los máximos dirigentes del PC cubano de la
insolvencia del sistema socioeconómico, ha sido dirigida a
la tesis de la “actualización del modelo económico”.
¿Qué es lo que en principio se decide? Las patologías
socioeconómicas creadas a partir del “periodo especial en
tiempo de paz” y a lo largo de los últimos 20 años por
la política de Estado se sancionan con su legalización. El
alimento en proceso de descomposición por haberlo dejado a
la interperie, se guarda en la nevera con la idea de que el
deterioro se inhibirá y el producto en lo adelante será
digerible.
La lógica
del reformismo economista en marcha posee una lectura política
de facto incuestionable. Ante la insolvencia crítica de la
economía cubana, se ocupará la atención de amplios
sectores de la población económicamente activa en la
disputa individualista de espacios económicos. Es decir,
toda la tasa de empleo entre 2000–2009, un millón de
trabajadores, que había sido objeto de la propaganda del éxito
del pleno empleo, se declara en excedencia laboral y se
asume por fin la “libertad del auto empleo” o de la
“reubicación productiva” en el cuerpo enfermo de la
economía. Paralelamente, los procesos de apropiación y
gestión económica exclusiva de la burocracia
estado–partidista sobre los factores estratégicos de
producción pueden seguir su consolidación. “No
entregaremos la propiedad” – Raúl Castro, 2010. La
gerencia burocrática por un estamento partidista–militar
de toda la gran industria del turismo internacional
constituye el ejemplo más claro de dichos procesos. La
esencia estructural de las relaciones sociales de producción
queda intacta. La concepción del trabajo asalariado como
clave del modo de producción le es necesaria al Estado de
la burocracia, y como tal se institucionaliza en un nivel de
legitimación política superior.
La
complejidad de la crisis política se ha banalizado. Sin
embargo, su calado se expresa en la crisis de la economía
real (la producción y el empleo), en la crisis
financiero–bancaria, en la crisis crónica alimentaria, en
la crisis habitacional, en la crisis del sistema de
participación social, en la disociación de valores en la
juventud, en el cronicismo de la alta emigración.
La
responsabilidad de haber llevado hasta la situación de
deterioro socioeconómico actual a la nación recae de
manera absoluta sobre el PC cubano, su Gobierno y el Estado.
La evidencia inocultable que experimenta la gente en el
callejón atascado de la crisis sistémica y de su impacto
erosionador en el tejido social, ha puesto en definitivo
cuestionamiento la legitimación del sistema político
cubano. Nada de valoración tremendista ni utilitaria desde
el ideario de una supuesta “alteridad por la alteridad”,
tal como la intelectualidad cubana orgánica al
“socialismo” estado–crático intenta e intentará
rebatir a capa y espada. Se trata de la identificación de
un desenlace natural del recorrido del “modelo”,
aprehendida desde el materialismo dialéctico.
El Gobierno
cubano tiene la responsabilidad institucional y moral con el
país. Sin embargo, lo que no tiene porqué aceptar la
sociedad cubana es un reformismo economista que no está
mediado por las determinaciones políticas. Aquellas que en
un congreso del Partido–único gobernante, por un congreso
de la nación cubana así como en abierto debate
democrático de la sociedad, puedan establecer la
redefinición de sus intereses socioeconómicos, de
emancipación sociopolítica y de soberanía nacional.
Lo que no
puede defenderse es un reformismo economista que en las
medidas coyunturales que impone como hechos consumados,
atenta contra toda estrategia de transición socialista en
Cuba. Que atenta contra la socialización del poder económico
y político. Que vulnera de manera letal las condiciones
para el cultivo de una cultura emancipadora del trabajo. Una
cultura de solidaridad socio–productora como el factor
primero y en última instancia determinante de la
sostenibilidad del desarrollo y la cohesión política de la
nación. Los que piensan que fuera de un genuino proyecto
socialista tales presupuestos pueden ser garantizados no
pecan de ingenuos, sino de exprofesa contrarrevolución.
La
suerte está echada
Para que el
debate ante el cual se encuentra la nación cubana implique
un real compromiso político por una inequívoca remodelación
socioeconómica socialista, el pueblo está obligado a
exigir la derogación:
1) del
decreto sobre el usufructo espurio a 99 años de las tierras
para proyectos de ocio corruptógeno y especulaciones
inmobiliarias así como el proyecto bandera del golfismo
burocrático–capitalista;
2) la
medida sobre la instauración de la propiedad privada
capitalista;
3) la
medida sobre la cesantía de un millón de trabajadores bajo
el sofisma de la auto reubicación productiva.
A. Todos
los trabajadores en sus puestos de trabajo hasta tanto
no se elabore y discuta con el pueblo y su ANPP una
Plataforma Programática – un programa mínimo y un
programa máximo simbióticos – sobre los cambios
conceptuales y estructurales que exige la crisis sistémica.
El pago temporal de los salarios a esos trabajadores mal
empleados por el Partido y el Estado, ha de considerarse un
seguro de prestación social hasta tanto se dilucide en
verdaderos debates sindicales, populares y partidistas su
relanzamiento hacia una economía productiva realmente
sostenible, bajo la concepción de la asociación económica
solidaria y no individualista–privativa. No existe
posibilidad de que esa masa de trabajadores pueda
reconvertir sus potencialidades productoras fuera de un
programa integral técnico–tecnológico–financiero
asumido directamente por el Estado. Esa es ya la experiencia
real del proceso burocrático–voluntarista de entrega de
tierras baldías en usufructo para el cultivo agrícola[6].
El corporativismo “revolucionario” de la Central de
Trabajadores de Cuba se hace cómplice acrítico del ataque
del liberalismo burgués contra los trabajadores cubanos.
B. Alto
al plattismo (**) economista. Hipotecar a 100 años
tierras cubanas para la explotación de negocios de la alta
burguesía norteamericana, canadiense y europea constituye
una afrenta equiparable al tratado plattista gracias al cual
tiene aún Cuba la base militar yanqui ilegal en el
territorio de Guantánamo.
Los
ingresos que por concepto de las inversiones y la explotación
del ocio corruptógeno pudiesen entrar a Cuba, resultan
sumas espurias para la economía de un país que ha de
convertirse en un gigantesco escenario de inversiones
productivas. En cambio, lo que sí asegura dicho proyecto es
la expansión de una casta gerencial burocrático–pequeño–burguesa
sobre dicho patrimonio. En consecuencia, los efectos por el
impacto de la inmoralidad del ocio de la alta burguesía
internacional que lava de esa y mil maneras el dinero que le
roba a las clases trabajadoras en sus países y en la
expropiación del trabajo a escala internacional,
constituyen una genuina bomba de profundidad política para
la joven sociedad cubana. Hoy mismo en Venezuela la juventud
revolucionaria debate y apoya en sus programas televisivos (Zurda
Konducta, VTV) la prohibición de la expansión del
negocio de los campos de golf en su país. En estados como
el mismo Reino de España está abierto el debate por la
nocividad medioambiental del negocio de los campos de golf,
por su impacto contra los recursos hídricos y las tierras
aprovechables para el ocio ciudadano u otros proyectos de
sustentabilidad eco–social.
C. Alto
a la vía franca para la formación de una burguesía
propietaria en Cuba. Con la instauración de la economía
empresarial capitalista no se logrará la reanimación económica
que necesita el Estado de la burocracia, a menos que no sea
institucionalizando la intensiva explotación privada del
trabajo asalariado. Ante lo explosivo que puede resultar la
imposición drástica a la sociedad de semejante solución,
lo que hoy se propone es la creación de un sector económico
privado precario de nula potencialidad socio–productiva.
El Gobierno y el Partido están conscientes que la medida ha
sido tomada considerando la capitalización privada de los
flujos de remesas familiares. Puesto que ante la crisis
bancario–financiera de la economía, no presentan el
presupuesto crediticio con que declaran podría ser amparado
un sector privado de la economía.
Sin
embargo, a la luz de la conformación de una economía
social, tal problema tendría un interés público distinto.
Por cuanto lo que se necesita es la articulación de un
programa de reconversión y creación de un sector PYME
socialista – proyectado sobre la apropiación social de
los medios y la democratización del capital bajo la plena
autogestión económica –, para el cual pueden movilizarse
líneas de financiamiento gubernamental–gubernamental,
acudiendo a los socios estratégicos por una parte; y por
otra, a la movilización del ahorro interno de la población
cubana, ámbito de gestión en el que entrarían de manera
regulada también las remesas familiares. Claro y alto: no a
la aplicación privada fuera de control social de los flujos
financieros de remesas ni estatales. Alto a la libre empresa
privada.
Cientos de
miles de cubanos no pueden permitirse ser convertidos en
trabajadores precarios paridores de impuestos para la economía
estatal, o condenados al mundo de la evasión fiscal para
subsistir, por obra y gracia de “expertos” tecnócratas
al servicio de la burocracia política. Es la ANPP la que
tiene que discutir en debates públicos las
determinaciones socio–técnicas y políticas para que
puedan ser asumidas como leyes las medidas socioeconómicas,
y no al calor de resoluciones voluntaristas del poder único
estado–partidista.
Hoy es
cuando se necesita reconvertir esa fuerza de trabajo
escolarizada en núcleos productivos calificados, con
potencialidades de expansión profesional y revolucionadores
de las fuerzas productivas comunitarias. Nada de un sector
de buhoneros y asalariados por propietarios privados o
cuentapropistas deprimidos social y moralmente. Fuera la
mentalidad del colonialismo pequeño burgués dominante en
los países latinoamericanos y en su enclave floridano,
filtrada en las estructuras del poder político cubano. Alto
a la ideología que gana espacio político en el país
glorificando la transición capitalista china, inducida a la
sociedad cubana desde el discurso del Partido, el Estado y
los medios de comunicación como camino promisorio: apertura
económica, privatizaciones, empoderamiento burocrático
sobre el patrimonio económico, un Partido único
omnipotente al frente de un Estado suprasocietal.
Sin lograr
esas tres derogaciones de la política de hechos
consumados a que ha apostado el reformismo economista en
marcha, el momento político de no retorno se habrá
convertido en realidad objetiva. No habrá nada que hacer en
pos del replanteamiento revolucionario de la modelación
socioeconómica y política cubana. Con esas tres medidas
en pie se ha sembrado la semilla genéticamente modificada
de la reversión capitalista en Cuba.
La Revolución
socialista se salva hoy en esta batalla popular, cívica,
ciudadana por el empoderamiento y la paz del pueblo cubano.
Por cuanto se trata de un ramo de olivo por el diálogo
nacional y redentor. La movilización política de la masa
crítica del pueblo en este empeño decide la suerte del
Proyecto Socialista, y con ello el avance hacia la
prosperidad colectiva y la reafirmación de la soberanía de
la nación cubana.
De esa
movilización depende que se retome la ruta crítica de la
transición socialista. “La acción resuelve los círculos
viciosos, las contradicciones del pensamiento estático. La
práctica es creadora"[7]. ¿No se deducirá ya del
pensamiento de la acción?. El pueblo no podrá quejarse de
su suerte si no lucha hoy mismo por impedir que ésta sea
irreversiblemente minada.
(*)
Economista cubano. Lic. Master en Ciencias Económicas –
Universidad de Gdansk, 1981, Polonia. Diploma en Estudios de
Factibilidad Económico Financiera y Planificación de
Proyectos de Inversión y Desarrollo – Oficina de las
Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial, UNIDO ITPO
Varsovia, 2000. Ha trabajado y publicado en Cuba como
especialista del Instituto de Investigaciones del
Transporte. Comunicador social y analista , colabora con
distintos medios de expresión alternativos en especialmente
con Kaos en la Red. Sus trabajos abarcan problemas económicos,
sociales y políticos de América Latina y en particular
Cuba. Asentado en el extranjero.
(**)
Se refiere a la “Enmienda Platt”, cláusula colonial
impuesta a Cuba por EEUU, al “independizarse”
formalmente de España. (Nota de SoB)
Notas:
[1]
RCA, “Cuba y el desafío de la alternativa. Hacia la
negación o en pos de la viabilidad. Una incursión
alrededor de las claves”, revista CubaSiglo XXI, no.
XXXII, en http://www.nodo50.org/cubasigloXXI/politica2.htm
[2]
Entrevistas concedidas por ambos estudioso al medio
televisivo TV Canarias.
[3]
PVA, “La crisis bancaria cubana actual”, revista Espacio
Laical,X Semana Social Católica, La Habana, 2010, Cuba.
[4]
Ibídem
[5]
RCA, “Cuba: del mito neoliberal a su eficiente
alternativa”, en: http://www.kaosenlared.net/noticia/cuba-mito-neoliberal-eficiente-alternativa-12
[6]
Luego del primer semestre de 2010, la producción de
alimentos del agro disminuyó un 10% frente a igual período
del 2009, de acuerdo a la Oficina Nacional de Estadísticas
(ONE).
[7]
Henri Lefervre “Materialismo Dialéctico”; pág 31,
www.elaleph.com. El cuestionamiento es sugerido por Lefebvre
en la constatación de la idea del inmovilismo social,
reducido a la existencia hegeliana de la acción.
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