Cuba

Notas recientes sobre la economía en Cuba

Por Omar Everleny Pérez Villanueva (*)
Boletín Por Cuba (Año 8 Nº 85 y 86), 22 y 26/10/10

[Este texto fue originariamente publicado en la revista “Espacio Laical” Nº 23 (del Consejo Arquidiosesano de Laicos de La Habana) y fue uno de los documentos de la Semana Social Católica realizada del 16 al 19 de julio pasado. El tema de los diversos documentos y deliberaciones de esa reunión fue la “transición pacífica” al capitalismo, cuestión en la que hoy la Iglesia tiene una amplia coincidencia con el gobierno cubano, y con el plan económico y social propuesto al VI Congreso del PC y que comenzará a ser aplicado el año próximo. Esta “convergencia” se refleja en la publicación en el “Boletín por Cuba” de textos de “Espacio Laical”. Nota de SoB]

El diagnóstico sobre la economía cubana actual, especialmente en el 2009 y lo que transcurre del 2010 no es nada halagüeño. A pesar de que se había mantenido un crecimiento significativo entre el 2001 y el 2008, factores externos como la crisis financiera mundial, los huracanes que afectaron a la Isla en el 2008 (pérdidas que sobrepasaron los 10 000 millones de pesos), el aumento en los precios de los alimentos que se importan, la baja en los ingresos provenientes del turismo y las remesas, el aumento del precio del petróleo y la caída del precio del níquel agravaron las otras tendencias negativas internas, lo que dio como resultado serios problemas macroeconómicos.

Esta sucesión de shocks externos ha provocado una disminución drástica de los términos de intercambio. Cuba se encuentra en estos momentos en un proceso de desaceleración continua de los ritmos de crecimiento de la economía, con altos coeficientes de importaciones, por las mismas dificultades estructurales que siempre ha tenido, como la elevada dependencia en la importación de alimentos debido a una no adecuada política agraria; también, aunque en menor proporción, existe una alta intensidad energética y se mantiene la necesidad de grandes requerimientos de bienes intermedios para el proceso productivo, sumado a los bajos niveles de eficiencia y productividad en la industria y en la agricultura.

La economía había mantenido un elevado ritmo de crecimiento en los años anteriores, especialmente a partir del 2004, donde se alcanzó en el período 2000-2008 un promedio anual de crecimiento del 6.10 % del Producto Interno Bruto (PIB) a precios constantes de 1997. En ese registro positivo influyó el aumento favorable de las exportaciones de servicios profesionales, especialmente de médicos, la recuperación de la construcción, el transporte, la producción energética, y la no menos despreciable, que fue la nueva metodología aplicada de cálculo del PIB.

Los problemas principales en este momento son la desaceleración del ritmo de crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) a solo 1.4 % en el 2009 y se estima un valor similar o inferior en el 2010 y el agudo déficit financiero externo, lo que se expresa en un drástico recorte de la capacidad del Banco Central de Cuba en honrar sus compromisos con el sector empresarial en Cuba o con el exterior, lo que se traduce en una elevada permanencia de la falta de divisas o capital de trabajo para la operación corriente de las empresas.

Entre los factores que pueden haber contribuido a este agravamiento se encuentra el desproporcionado peso en la estructura del PIB (76%) del sector de servicios, por lo que se ha generado cierta dependencia de programas como las Misiones de Cooperación o de otro tipo en Venezuela y en otros países. Dado que estos programas están atados a contingencias impredecibles, y este rubro puede sufrir disminuciones futuras, sería prudente desarrollar otros mecanismos para contrarrestar sus posibles efectos decrecientes. Esa exportación carece de encadenamientos y efecto multiplicador en la economía interna, que sí poseen, por ejemplo, la agroindustria azucarera y el turismo, motores del crecimiento en décadas anteriores.

En la estructura del PIB  se manifiesta un bajo peso relativo en la composición del PIB de los sectores de la agricultura, industria, construcción y transporte y se destaca un incremento importante de los servicios que ya aportan al PIB casi el 75.5 %. En general, la producción de manufacturas ha mantenido una disminución sistemática; su participación relativa en el PIB ha estado, en el 2009, en 13,4 %, pero los desempeños son muy diferenciados por divisiones industriales. Por ejemplo el níquel, bebidas y licores, elaboración de tabaco y otros crecen moderadamente, aunque la actividad azucarera se desplomó, y se logran zafras que son menos del 15 % de las obtenidas a principios de los noventas.

La causa de los bajos ingresos externos de Cuba se deriva, en cierta medida, de la disminución de la capacidad exportadora de bienes tanto industriales como agrícolas. Es decir, que la industria y la agricultura no se han podido acoplar a la trayectoria expansiva de los servicios profesionales y también del elevado crecimiento de las importaciones de bienes al país.

Las máximas autoridades cubanas han repetido en los últimos 3 años que los problemas estructurales necesariamente deben resolverse en el menor plazo posible, ya que lastran cualquier perspectiva de desarrollo.

Estos problemas estructurales que han incidido en la pérdida de dinamismo de las exportaciones, las inversiones y, en definitiva, en el Producto Interno Bruto pudieran ser:

- Expansión de los servicios, mientras que la agricultura y la industria se mantienen rezagadas.

- Poca diversidad del comercio exterior; donde el equilibrio de la balanza de pagos recae en la exportación de servicios profesionales, especialmente personal de salud, cuyo efecto de arrastre al resto de la economía es bajo.

- Baja productividad en gran parte del sector empresarial estatal (no se han llevado a cabo reformas estructurales suficientes para cambiar tal situación).

- Baja eficiencia económica en general, con altos consumos energéticos.

- Elevada distorsión en la relación consumo-acumulación e ingresos-consumo.

Estos problemas están interrelacionados, y se despliegan en una economía con un mercado interno pequeño, extremadamente abierta y dependiente de las importaciones, que tiene que lidiar con un costoso bloqueo económico, intensificado en el último lustro en la esfera financiera.

La venta al exterior de azúcar y los ingresos por servicios turísticos se han estancado, lo que atenta contra la diversificación y la sostenibilidad de las tasas de crecimiento de las exportaciones. Este modelo asentado en la exportación de servicios profesionales muestra las debilidades estructurales y signos de agotamiento planteados anteriormente, que se han empezado a manifestar en las mayores limitaciones en la disponibilidad de divisas, y en la escasez relativa de recursos para proyectos de inversión.

Mirando la economía por sectores, hay resultados positivos, como la extracción de petróleo y gas, y en el turismo (se incrementa el número de turistas, aunque no el volumen de ingresos). El sector productivo no ha logrado crecer como porcentaje del PIB, con la excepción de la construcción. Industrias como el níquel y el azúcar, en las que la Isla tiene alta potencialidad, no han podido aprovechar los altos precios del mercado por su restringida capacidad de producción. Ante la difícil situación de la industria, se ha ajustado centralmente los gastos de las empresas estatales. Uno de los principales dilemas, quizás el más importante, es cómo reducir gastos en las empresas productivas, sin afectar negativamente el empleo y la producción. En otras palabras: ¿es posible regular sin limitar el desarrollo de las fuerzas productivas?

La producción de caña de azúcar disminuyó a zafras de solo un millón de toneladas en el 2007, y en el 2010 apenas será de un millón de toneladas, merced de la drástica reducción de la disponibilidad de recursos para cubrir las necesidades básicas de la agroindustria azucarera, la falta de estímulos a los productores, en particular al productor agrícola y la no prioridad del sector en la década de los noventas, con un proceso de descapitalización, que tuvo repercusiones desfavorables en la producción agrícola, rendimientos y en la producción de azúcar.

A ello debemos sumar la decisión de cerrar casi la mitad de las fábricas de azúcar del país, (en el 2010 solo molieron 44 centrales) cuyo proceso de redimensionamiento se enfrentó a la compleja situación de darles respuesta a los cientos de miles de trabajadores que de inicio quedaron sin empleo, para lo cual se realizó un amplio programa de capacitación y recalificación; pero esta solución no es infinita en el tiempo.

Hay que impulsar el desarrollo del complejo energético azucarero, revitalizar la industria azucarera y expandir la producción de los derivados, especialmente los alcoholes.

A nivel sectorial se obtienen resultados positivos en alguna áreas como la extracción de petróleo y gas, donde se ha logrado incrementar la producción de petróleo en seis veces desde 1990 y en la de gas de una producción despreciable en 1990, ahora se alcanza más de un millón de m3, que permite una reducción en el volumen de petróleo importado; aunque el convenio petrolero con Venezuela amortigua la espiral inflacionaria que han tenido los precios del crudo a los que debería comprar Cuba.

Debido a su importancia en el consumo de la población y por consiguiente en su bienestar, debe precisarse la evolución del sector agropecuario y el mercado agropecuario, pues la alimentación representa una parte elevada y necesaria dentro del consumo. En estos momentos la agricultura ha comenzado a frenar el declive de estos últimos años y el decrecimiento sistemático de la rama pecuaria, aceptándose que los problemas organizativos e institucionales han mellado mucho en la evolución de estas áreas.

Esos bajos niveles en la producción agrícola, con el consecuente incremento de las importaciones de alimentos en condiciones de una escalada en los precios de estos, hicieron necesario un replanteo de la política y estrategia agrícola, buscándose un desarrollo consecuente con esta situación y nuevas formas que estimulen las potencialidades de la fuerza de trabajo. A partir del 2008, pero sobre todo en 2009 y 2010, se han realizado modificaciones en componentes de la política agrícola, donde se le ha dado una mayor fortaleza a las empresas municipales (soluciones a nivel local); el grado de verticalidad de las decisiones se ha reducido, se ha creado un incipiente mercado de insumos agrícolas, se han entregado nuevas tierras ociosas y ganado a productores privados, se han incrementado los precios de acopio a algunas producciones como la leche y la carne, entre otras medidas.

El presupuesto del Estado es, en general, la principal fuente de financiamiento corriente de la política social. En moneda nacional se estructura de forma descentralizada y en la actualidad el destino de los gastos se determina de acuerdo con las necesidades consideradas por cada territorio.

El componente en divisas del presupuesto tiene una gestión más centralizada, atendiendo a la escasez del recurso. También, una parte importante del financiamiento para inversiones y modernizaciones de infraestructura proviene del presupuesto del Estado y en alguna medida de donaciones de instituciones internacionales. El grado de centralización de la divisa acota, en la práctica, la descentralización implantada para el financiamiento corriente en moneda nacional.

La tendencia al incremento del comportamiento de los gastos corrientes en la actividad del presupuesto ha sido una característica de los noventas, a pesar de la situación de crisis económica ya descrita. Una parte importante de los aumentos se destinan a incrementar las esferas que se consideran con un impacto social mayor. El déficit fiscal, debido a factores como los huracanes y la baja de algunas producciones, que había logrado mantenerse en los últimos años en márgenes cercanos al 4% se elevo al 6,7% en 2008, y a 4,3% en 2009, este último año gracias al reajuste a la baja en el plan de gastos, especialmente en un recorte promedio del 6% del presupuestado.

En el mismo sentido el Estado se ha propuesto ser más eficiente en la utilización del gasto público, y ha comenzado una reducción del aporte del Estado al rubro llamado "gasto social".

Por otra parte, la liquidez en manos de la población continúa elevada, aunque se redujo muy ligeramente a finales del 2009, manteniéndose sobre los 25 000 millones de pesos, es decir un 40% con respecto al PIB a precios corrientes. El salario medio nominal (la parte más importante de los ingresos de la población) mantuvo su crecimiento en 2009 (unos 427 pesos, muy superior al existente en 1989). Pero este no ha logrado superar el deterioro ocasionado por el incremento del índice de precios del consumidor (IPC), lo que pone en dificultad a la mayoría de las personas que cuentan con el salario como la más importante fuente de ingresos.

Aún los ingresos personales resultan insuficientes para dar cobertura a los gastos necesarios de una familia cubana, debido a los elevados precios de los alimentos en los diferentes mercados, lo que lleva a que cierta parte de la población mantenga insatisfechas un conjunto de necesidades básicas, en especial, alimenticias, o sea, que la relación ingresos/consumo está muy distorsionada.

Para incrementar los salarios reales se necesita una mayor oferta de productos en la moneda en la cual se reciben estos salarios, o una revalorización de esa moneda, pero las políticas que se implementan en estos años no marchan con la fuerza necesaria en la dirección de potenciar el desarrollo de las fuerzas productivas, llámese productividad del trabajo.

La dualidad monetaria existente y el consumo pagado en moneda diferente al peso cubano, es decir la proporción del consumo total de bienes y servicios que se paga en divisas, resulta excesiva por lo elevado del tipo de cambio vigente, lo que incide en aumentar la desigualdad social.

Esta dificultad se refleja en la vida cotidiana, y en el hecho de que muchos profesionales, si ocupan puestos acorde con su calificación, necesitan de otro tipo de actividad que les reporte ingresos adicionales para suplir lo que no alcanzan a cubrir con sus salarios, y de esta forma satisfacer sus requerimientos diarios. En otros casos, simplemente emigran hacia otros sectores diferentes a los de su especialidad, que ofrecen mayores posibilidades de ingresos aunque no utilicen en ellos sus conocimientos de formación. Y, en el peor de todos los escenarios, buscan alternativas de empleo en el exterior, aunque hay beneficios posteriores con el incremento del potencial de remesas al país.

El presidente Raúl Castro ha expresado: "Es sabido que la gran mayoría de las personas no aprecia justamente una gratuidad o un elevado subsidio generalizado, como parte de la retribución que recibe, en la que sólo considera el salario [...]"; "[...] Tiene otras muchas facetas, las cuales seguiremos discutiendo, y lo advertimos sin que nos tiemble la voz, que deben ser analizadas para paulatinamente irlas eliminando, junto con el proceso de darle el verdadero valor al salario. No hay otra solución".

Además, recientemente el líder cubano se ha referido a la cantidad de personas que es necesario reubicar en la economía, por lo que se observa cierta contradicción ya que por un lado existe personal excedente y por otro lado se presentan las más bajas tasas de desempleo del mundo.

En el discurso de clausura del congreso de la UJC el 4 de abril del 2010, el máximo líder cubano Raúl Castro expresaba "Sabemos que sobran cientos de miles de trabajadores en los sectores presupuestado y empresarial, algunos analistas calculan que el exceso de plazas sobrepasa el millón de personas y este es un asunto muy sensible que estamos en el deber de enfrentar con firmeza y sentido político".

No se puede olvidar que la propia política de empleo cubano fue la que llevo al subempleo. Además, una situación algo crítica que aún subyace en el fondo de muchos problemas es la desmotivación laboral, que radica en el tiempo y los recursos que es preciso dedicar para satisfacer las necesidades básicas de cada individuo, lo cual subsume gran parte de la energía creadora de la fuerza laboral en condiciones normales.

En cuanto a las inversiones, su ritmo se ha desacelerado, con el mantenimiento de distorsiones territoriales en el 2009. Las inversiones por provincias evidenciaron amplias variaciones, entre 1760,2 millones de pesos en Ciudad de La Habana (40% nacional) a menos de 103,2 y 103,3 millones de pesos en Las Tunas y Guantánamo (2,3% nacional, respectivamente). Es decir, por diferentes causas en algunas provincias se ha invertido menos y dentro de ellas se encuentran las provincias orientales que son, a la vez, las que presentan las mayores dificultades. Dicho de otro modo: las que están más rezagadas en el país.

La escasa disponibilidad de viviendas ya constituía en 1989 un problema a resolver. Aunque en los 70 y los 80 se ejecutaron cuantiosas inversiones para mejorar el fondo habitacional, la situación de crisis de los 90 agravó más el deterioro acumulado. A partir de 2001, se observa un decrecimiento muy fuerte en la construcción de viviendas, por la concentración de recursos en otras prioridades y acciones de emergencia. La incidencia de numerosos huracanes, especialmente en 2008, que afectaron más de medio millón de viviendas, puso de nuevo en el tapete este tema crucial en el nivel de vida de la población; estos desastres demostraron que la cuestión de la vivienda no puede circunscribirse únicamente a la construcción de nuevas capacidades, sino que es preciso dedicar recursos para el mantenimiento de las existentes, incluidos los techos.

En la construcción de viviendas el Estado puso una elevada prioridad a partir del 2006, por el deterioro existente tanto de la planta habitacional existente como de los déficit acumulados por decenas de años, y estableció un programa para la construcción de 100 000 viviendas anuales. Pero este es un programa con muchas imperfecciones, que deberían solucionarse en el corto plazo, ya que el programa fue reducido nuevamente y a partir del 2007 se ha construido menos viviendas en cada año subsiguiente.

La debilidad de la producción industrial, ya mencionada, afectó de manera directa la balanza comercial. En 2008, Cuba llegó a tener un déficit comercial de casi 10 000 millones de dólares, el más alto de la historia de la Revolución. Aunque tuvo una atenuación considerable en 2009, esta tendencia se mantuvo. El comercio con países vecinos se ha incrementado, especialmente con nuestro mayor socio, Venezuela (en 2008, el comercio con este país casi se duplicó con respecto al 2007). Además de este crecimiento del intercambio comercial, también se mantuvo con otras naciones, como China, Rusia, Angola, Viet Nam, Irán e inclusive Europa. Sería prudente considerar el efecto en el largo plazo de la concentración del comercio con un pequeño grupo de naciones, pues podría poner a Cuba en una situación de vulnerabilidad, como la que se vivió después del desplome de la Unión Soviética.

Cuba -que había recuperado su capacidad de importación, creciendo la misma a tasas significativas hasta el 2008- tuvo que en el 2009, ante la gravedad de la situación financiera externa, hacer un recorte drástico de las mismas superior al 38 %. En otro sentido, la estructura de las importaciones no favorece los bienes de capital (con la excepción de los grupos electrógenos, equipos de transporte y otras importaciones de esa naturaleza), ya que se mantiene concentrada en la importación de bienes intermedios y de ciertos alimentos (donde muchos de ellos pueden producirse en el país) (Figura 10).

En el 2009 la exportación de níquel siguió siendo el principal rubro de exportación de bienes, pero los precios internacionales han bajado significativamente, en más de 70%. También hay un despegue de la exportación de productos farmacéuticos y biotecnológicos. En la actualidad la estructura de las exportaciones de bienes refleja un cambio cualitativo de trascendencia, pues el subsector de medicamentos ha ocupado el segundo lugar en la exportación de bienes, mientras que el azucarero ha sido relegado a puestos inferiores, a pesar de ser uno de los de mayor potencial productivo del país. (Figura 11)

El sector de los servicios se mantiene como el primer sector generador de ingresos a partir del 2004, donde han ocurrido cambios cualitativos importantes, pues los servicios intensivos en conocimiento han desplazado al sector turístico como máximo generador de ingresos. Y eso es lo que permitió que el saldo del comercio exterior de bienes y servicios en el 2009 haya sido positivo, ya que los ingresos por servicios superaron los 7 976 millones de dólares.

Aunque hubo una caída del turismo en 2006 y 2007, lo cual se debió a causas diversas, siendo algunas de ellas internas como los altos precios existentes, dificultades en el funcionamiento de algunos hoteles, problemas con el mantenimiento, poca oferta de servicios extrahoteleros, reevaluación en 8% del peso cubano convertible (CUC) y externas como el menor crecimiento económico en los países emisores, turbulencias financieras, altos precios del petróleo que llevó a incrementos en el costo de transportación sobre todo para los turistas europeos. En 2008 y 2009 hay un cambio de tendencia, ya que se crece en el número de turistas, aunque los ingresos turísticos disminuyen, afectando las utilidades para el país.

Según diversas estimaciones, el déficit en cuenta corriente de la balanza de pagos en 2008 estuvo por encima de los 1 500 millones de pesos, lo que explica la crisis financiera interna en 2009, que condujo a un recorte drástico de las importaciones, y esto es lo que hace que en 2009 se produjera el superávit en la cuenta corriente de la balanza de pagos. Sin embargo, la situación de impago a proveedores extranjeros se mantiene, lo que ha afectado las disponibilidades internas de insumos productivos.

La población del país ha continuado con un ritmo muy bajo de crecimiento; en el 2005 la tasa anual de crecimiento fue de 0,2 por mil habitantes, en el 2006 pasó a ser de -0,4 por mil, en el 2007 de -0,2 % por mil, y -0,1 % por mil en el 2008 y se logra crecer en el 2009 en 0.3 %.

La estructura de edades de la población cubana muestra el crecimiento del porcentaje en el grupo de edades entre los 15 a 59 años en los últimos tres lustros, constituido por más de 7,7 millones de personas en el 2008. Como resultado esencial de la baja fecundidad se reduce el porcentaje de la población de 0 a 14 años, y se incrementa el de 60 y más años, así unos 1,9 millones de personas en Cuba tenían entre 0 y 14 años en el 2008 y aproximadamente 1.8 millones tenían 60 y más años.

El envejecimiento de la población se coloca como el efecto neurálgico de la transición demográfica en el país, en especial por la preparación que exige de todas las instituciones y miembros de la sociedad para enfrentarlo. En el 2009, el grado de envejecimiento de la población se sitúa en 17 %.

En el marco de las características singulares de una precipitada transición demográfica en el país a partir de los noventas, se observan cambios en la movilidad territorial de la población: por un lado la retracción de la migración interna, y por otro, la incrementada y sostenida migración externa de aproximadamente 35 000 personas por año, que en el último lustro representan una pérdida de más de 200 000 personas.

En general a pesar del esfuerzo estatal, y de las medidas tomadas en estos años, aún es palpable la contracción de los niveles de consumo y de bienestar individual de la población, persiste una fuerte descapitalización de la industria, y los niveles de transportación tanto de carga como de pasajeros distan de lo deseable y necesario - aunque el proceso inversionista en 2009 muestra niveles superiores en este sector respecto a los últimos años.

Es aun seria la distorsión del llamado modelo ingresos-consumo, por sus implicaciones sobre la motivación al trabajo, lo que plantea la urgente necesidad de dar coherencia a los sistemas de retribución al trabajo, así como a las formas de satisfacción de las necesidades (vía salario o ingreso o vías redistributivas), para enfrentar problemas no resueltos como la segmentación de los mercados y la oferta de bienes y servicios para la población.

Se advierten ciertos cambios en una política económica que prioriza la sustitución de importaciones, en particular en la agricultura, el estímulo a la inversión extranjera con socios como Venezuela.

Las propias transformaciones y políticas, en el proceso de su aplicación, deben conllevar al surgimiento de nuevas medidas dentro del contexto sistémico en que se desenvuelven. Todo indica que los cambios en la economía cubana apenas están comenzando; los pasos ejecutados hasta hoy sólo representan una pequeña proporción de los requeridos para alcanzar los objetivos planteados y aumentar el ritmo de crecimiento económico que se necesita, lo que conlleva al incremento del poder adquisitivo de las familias cubanas.

Este diagnóstico presentado debe apuntar a la necesidad de hacer reformas estructurales a la economía, con especial énfasis en la descentralización, el diseño de formas de propiedad no estatal no solo en la agricultura, sino en la manufactura y en los servicios, que le permitan al Estado concentrarse en su función de control, en vez de desgastarse en la complicada tarea de gestionarlo todo.

Deberá incentivarse aun más las iniciativas locales que propicien los cambios necesarios para el incremento de los bienes y servicios que necesita la población, aun cuando sea necesario estudiar formas de propiedad no estatales, en rubros como la gastronomía, servicios de reparación domésticos, transporte, construcción, producción de alimentos, entre otros.

Las ventajas para Cuba de la relación con Venezuela han sido evidentes y sustanciales en la etapa (2004-2009), sin embargo, las potencialidades que brinda pueden permitir aún más su aprovechamiento para desarrollar programas de reindustrialización que, de una parte, complementen y sean funcionales a los nuevos sectores dinámicos y, de otra, posibiliten la recuperación y relanzamiento de sectores estratégicos por su impacto en la calidad de vida de la población y en el sector externo.

Los 50 años de socialismo cubano demuestran, con algunas excepciones, que la recentralización y el alejamiento del mercado han provocado recesiones y situaciones económicas adversas, lo cual indica que ese camino no es al que necesariamente debe acudirse en el futuro, sino que el Estado debe estudiar su rol futuro de administrador general a regulador general, sin cambiar el proyecto socialista por el que hemos apostado una gran parte de los cubanos de acá.

Por último, creo que no cabe duda y el tiempo será testigo de ello, de que es necesario analizar una reforma del sistema económico cubano donde quede enunciado el papel del mercado, la regulación estatal de las formas de propiedad, y la organización empresarial. Dicho de otra manera: que aparezca la estrategia económica cubana a mediano y largo plazo, que aún no es visible, y aunque se plantee, que las medidas deben avanzar con gradualidad, lo cual comparto, pero esa gradualidad tampoco debe significar inercia y temor a distorsiones que necesariamente deberán surgir en la etapa inicial de los cambios.


(*) El autor es Investigador del Centro de Estudios de la Economía Cubana de la Universidad de la Habana.

Bibliografía:

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