Notas
recientes sobre la economía en Cuba
Por
Omar Everleny Pérez Villanueva (*)
Boletín
Por Cuba (Año 8 Nº 85 y 86), 22 y 26/10/10
[Este
texto fue originariamente publicado en la revista “Espacio
Laical” Nº 23 (del Consejo Arquidiosesano de Laicos de La
Habana) y fue uno de los documentos de la Semana Social Católica
realizada del 16 al 19 de julio pasado. El tema de los
diversos documentos y deliberaciones de esa reunión fue la
“transición pacífica” al capitalismo, cuestión en la
que hoy la Iglesia tiene una amplia coincidencia con el
gobierno cubano, y con el plan económico y social propuesto
al VI Congreso del PC y que comenzará a ser aplicado el año
próximo. Esta “convergencia” se refleja en la publicación
en el “Boletín por Cuba” de textos de “Espacio
Laical”. Nota de SoB]
El
diagnóstico sobre la economía cubana actual, especialmente
en el 2009 y lo que transcurre del 2010 no es nada halagüeño.
A pesar de que se había mantenido un crecimiento
significativo entre el 2001 y el 2008, factores externos
como la crisis financiera mundial, los huracanes que
afectaron a la Isla en el 2008 (pérdidas que sobrepasaron
los 10 000 millones de pesos), el aumento en los precios de
los alimentos que se importan, la baja en los ingresos
provenientes del turismo y las remesas, el aumento del
precio del petróleo y la caída del precio del níquel
agravaron las otras tendencias negativas internas, lo que
dio como resultado serios problemas macroeconómicos.
Esta
sucesión de shocks externos ha provocado una disminución
drástica de los términos de intercambio. Cuba se encuentra
en estos momentos en un proceso de desaceleración continua
de los ritmos de crecimiento de la economía, con altos
coeficientes de importaciones, por las mismas dificultades
estructurales que siempre ha tenido, como la elevada
dependencia en la importación de alimentos debido a una no
adecuada política agraria; también, aunque en menor
proporción, existe una alta intensidad energética y se
mantiene la necesidad de grandes requerimientos de bienes
intermedios para el proceso productivo, sumado a los bajos
niveles de eficiencia y productividad en la industria y en
la agricultura.
La
economía había mantenido un elevado ritmo de crecimiento
en los años anteriores, especialmente a partir del 2004,
donde se alcanzó en el período 2000-2008 un promedio anual
de crecimiento del 6.10 % del Producto Interno Bruto (PIB) a
precios constantes de 1997. En ese registro positivo influyó
el aumento favorable de las exportaciones de servicios
profesionales, especialmente de médicos, la recuperación
de la construcción, el transporte, la producción energética,
y la no menos despreciable, que fue la nueva metodología
aplicada de cálculo del PIB.
Los
problemas principales en este momento son la desaceleración
del ritmo de crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) a
solo 1.4 % en el 2009 y se estima un valor similar o
inferior en el 2010 y el agudo déficit financiero externo,
lo que se expresa en un drástico recorte de la capacidad
del Banco Central de Cuba en honrar sus compromisos con el
sector empresarial en Cuba o con el exterior, lo que se
traduce en una elevada permanencia de la falta de divisas o
capital de trabajo para la operación corriente de las
empresas.
Entre
los factores que pueden haber contribuido a este
agravamiento se encuentra el desproporcionado peso en la
estructura del PIB (76%) del sector de servicios, por lo que
se ha generado cierta dependencia de programas como las
Misiones de Cooperación o de otro tipo en Venezuela y en
otros países. Dado que estos programas están atados a
contingencias impredecibles, y este rubro puede sufrir
disminuciones futuras, sería prudente desarrollar otros
mecanismos para contrarrestar sus posibles efectos
decrecientes. Esa exportación carece de encadenamientos y
efecto multiplicador en la economía interna, que sí
poseen, por ejemplo, la agroindustria azucarera y el
turismo, motores del crecimiento en décadas anteriores.
En
la estructura del PIB se
manifiesta un bajo peso relativo en la composición del PIB
de los sectores de la agricultura, industria, construcción
y transporte y se destaca un incremento importante de los
servicios que ya aportan al PIB casi el 75.5 %. En general,
la producción de manufacturas ha mantenido una disminución
sistemática; su participación relativa en el PIB ha
estado, en el 2009, en 13,4 %, pero los desempeños son muy
diferenciados por divisiones industriales. Por ejemplo el níquel,
bebidas y licores, elaboración de tabaco y otros crecen
moderadamente, aunque la actividad azucarera se desplomó, y
se logran zafras que son menos del 15 % de las obtenidas a
principios de los noventas.
La
causa de los bajos ingresos externos de Cuba se deriva, en
cierta medida, de la disminución de la capacidad
exportadora de bienes tanto industriales como agrícolas. Es
decir, que la industria y la agricultura no se han podido
acoplar a la trayectoria expansiva de los servicios
profesionales y también del elevado crecimiento de las
importaciones de bienes al país.
Las
máximas autoridades cubanas han repetido en los últimos 3
años que los problemas estructurales necesariamente deben
resolverse en el menor plazo posible, ya que lastran
cualquier perspectiva de desarrollo.
Estos
problemas estructurales que han incidido en la pérdida de
dinamismo de las exportaciones, las inversiones y, en
definitiva, en el Producto Interno Bruto pudieran ser:
-
Expansión de los servicios, mientras que la agricultura y
la industria se mantienen rezagadas.
-
Poca diversidad del comercio exterior; donde el equilibrio
de la balanza de pagos recae en la exportación de servicios
profesionales, especialmente personal de salud, cuyo efecto
de arrastre al resto de la economía es bajo.
-
Baja productividad en gran parte del sector empresarial
estatal (no se han llevado a cabo reformas estructurales
suficientes para cambiar tal situación).
-
Baja eficiencia económica en general, con altos consumos
energéticos.
-
Elevada distorsión en la relación consumo-acumulación e
ingresos-consumo.
Estos
problemas están interrelacionados, y se despliegan en una
economía con un mercado interno pequeño, extremadamente
abierta y dependiente de las importaciones, que tiene que
lidiar con un costoso bloqueo económico, intensificado en
el último lustro en la esfera financiera.
La
venta al exterior de azúcar y los ingresos por servicios
turísticos se han estancado, lo que atenta contra la
diversificación y la sostenibilidad de las tasas de
crecimiento de las exportaciones. Este modelo asentado en la
exportación de servicios profesionales muestra las
debilidades estructurales y signos de agotamiento planteados
anteriormente, que se han empezado a manifestar en las
mayores limitaciones en la disponibilidad de divisas, y en
la escasez relativa de recursos para proyectos de inversión.
Mirando
la economía por sectores, hay resultados positivos, como la
extracción de petróleo y gas, y en el turismo (se
incrementa el número de turistas, aunque no el volumen de
ingresos). El sector productivo no ha logrado crecer como
porcentaje del PIB, con la excepción de la construcción.
Industrias como el níquel y el azúcar, en las que la Isla
tiene alta potencialidad, no han podido aprovechar los altos
precios del mercado por su restringida capacidad de producción.
Ante la difícil situación de la industria, se ha ajustado
centralmente los gastos de las empresas estatales. Uno de
los principales dilemas, quizás el más importante, es cómo
reducir gastos en las empresas productivas, sin afectar
negativamente el empleo y la producción. En otras palabras:
¿es posible regular sin limitar el desarrollo de las
fuerzas productivas?
La
producción de caña de azúcar disminuyó a zafras de solo
un millón de toneladas en el 2007, y en el 2010 apenas será
de un millón de toneladas, merced de la drástica reducción
de la disponibilidad de recursos para cubrir las necesidades
básicas de la agroindustria azucarera, la falta de estímulos
a los productores, en particular al productor agrícola y la
no prioridad del sector en la década de los noventas, con
un proceso de descapitalización, que tuvo repercusiones
desfavorables en la producción agrícola, rendimientos y en
la producción de azúcar.
A
ello debemos sumar la decisión de cerrar casi la mitad de
las fábricas de azúcar del país, (en el 2010 solo
molieron 44 centrales) cuyo proceso de redimensionamiento se
enfrentó a la compleja situación de darles respuesta a los
cientos de miles de trabajadores que de inicio quedaron sin
empleo, para lo cual se realizó un amplio programa de
capacitación y recalificación; pero esta solución no es
infinita en el tiempo.
Hay
que impulsar el desarrollo del complejo energético
azucarero, revitalizar la industria azucarera y expandir la
producción de los derivados, especialmente los alcoholes.
A
nivel sectorial se obtienen resultados positivos en alguna
áreas como la extracción de petróleo y gas, donde se ha
logrado incrementar la producción de petróleo en seis
veces desde 1990 y en la de gas de una producción
despreciable en 1990, ahora se alcanza más de un millón de
m3, que permite una reducción en el volumen de petróleo
importado; aunque el convenio petrolero con Venezuela
amortigua la espiral inflacionaria que han tenido los
precios del crudo a los que debería comprar Cuba.
Debido
a su importancia en el consumo de la población y por
consiguiente en su bienestar, debe precisarse la evolución
del sector agropecuario y el mercado agropecuario, pues la
alimentación representa una parte elevada y necesaria
dentro del consumo. En estos momentos la agricultura ha
comenzado a frenar el declive de estos últimos años y el
decrecimiento sistemático de la rama pecuaria, aceptándose
que los problemas organizativos e institucionales han
mellado mucho en la evolución de estas áreas.
Esos
bajos niveles en la producción agrícola, con el
consecuente incremento de las importaciones de alimentos en
condiciones de una escalada en los precios de estos,
hicieron necesario un replanteo de la política y estrategia
agrícola, buscándose un desarrollo consecuente con esta
situación y nuevas formas que estimulen las potencialidades
de la fuerza de trabajo. A partir del 2008, pero sobre todo
en 2009 y 2010, se han realizado modificaciones en
componentes de la política agrícola, donde se le ha dado
una mayor fortaleza a las empresas municipales (soluciones a
nivel local); el grado de verticalidad de las decisiones se
ha reducido, se ha creado un incipiente mercado de insumos
agrícolas, se han entregado nuevas tierras ociosas y ganado
a productores privados, se han incrementado los precios de
acopio a algunas producciones como la leche y la carne,
entre otras medidas.
El
presupuesto del Estado es, en general, la principal fuente
de financiamiento corriente de la política social. En
moneda nacional se estructura de forma descentralizada y en
la actualidad el destino de los gastos se determina de
acuerdo con las necesidades consideradas por cada
territorio.
El
componente en divisas del presupuesto tiene una gestión más
centralizada, atendiendo a la escasez del recurso. También,
una parte importante del financiamiento para inversiones y
modernizaciones de infraestructura proviene del presupuesto
del Estado y en alguna medida de donaciones de instituciones
internacionales. El grado de centralización de la divisa
acota, en la práctica, la descentralización implantada
para el financiamiento corriente en moneda nacional.
La
tendencia al incremento del comportamiento de los gastos
corrientes en la actividad del presupuesto ha sido una
característica de los noventas, a pesar de la situación de
crisis económica ya descrita. Una parte importante de los
aumentos se destinan a incrementar las esferas que se
consideran con un impacto social mayor. El déficit fiscal,
debido a factores como los huracanes y la baja de algunas
producciones, que había logrado mantenerse en los últimos
años en márgenes cercanos al 4% se elevo al 6,7% en 2008,
y a 4,3% en 2009, este último año gracias al reajuste a la
baja en el plan de gastos, especialmente en un recorte
promedio del 6% del presupuestado.
En
el mismo sentido el Estado se ha propuesto ser más
eficiente en la utilización del gasto público, y ha
comenzado una reducción del aporte del Estado al rubro
llamado "gasto social".
Por
otra parte, la liquidez en manos de la población continúa
elevada, aunque se redujo muy ligeramente a finales del
2009, manteniéndose sobre los 25 000 millones de pesos, es
decir un 40% con respecto al PIB a precios corrientes. El
salario medio nominal (la parte más importante de los
ingresos de la población) mantuvo su crecimiento en 2009
(unos 427 pesos, muy superior al existente en 1989). Pero
este no ha logrado superar el deterioro ocasionado por el
incremento del índice de precios del consumidor (IPC), lo
que pone en dificultad a la mayoría de las personas que
cuentan con el salario como la más importante fuente de
ingresos.
Aún
los ingresos personales resultan insuficientes para dar
cobertura a los gastos necesarios de una familia cubana,
debido a los elevados precios de los alimentos en los
diferentes mercados, lo que lleva a que cierta parte de la
población mantenga insatisfechas un conjunto de necesidades
básicas, en especial, alimenticias, o sea, que la relación
ingresos/consumo está muy distorsionada.
Para
incrementar los salarios reales se necesita una mayor oferta
de productos en la moneda en la cual se reciben estos
salarios, o una revalorización de esa moneda, pero las políticas
que se implementan en estos años no marchan con la fuerza
necesaria en la dirección de potenciar el desarrollo de las
fuerzas productivas, llámese productividad del trabajo.
La
dualidad monetaria existente y el consumo pagado en moneda
diferente al peso cubano, es decir la proporción del
consumo total de bienes y servicios que se paga en divisas,
resulta excesiva por lo elevado del tipo de cambio vigente,
lo que incide en aumentar la desigualdad social.
Esta
dificultad se refleja en la vida cotidiana, y en el hecho de
que muchos profesionales, si ocupan puestos acorde con su
calificación, necesitan de otro tipo de actividad que les
reporte ingresos adicionales para suplir lo que no alcanzan
a cubrir con sus salarios, y de esta forma satisfacer sus
requerimientos diarios. En otros casos, simplemente emigran
hacia otros sectores diferentes a los de su especialidad,
que ofrecen mayores posibilidades de ingresos aunque no
utilicen en ellos sus conocimientos de formación. Y, en el
peor de todos los escenarios, buscan alternativas de empleo
en el exterior, aunque hay beneficios posteriores con el
incremento del potencial de remesas al país.
El
presidente Raúl Castro ha expresado: "Es sabido que la
gran mayoría de las personas no aprecia justamente una
gratuidad o un elevado subsidio generalizado, como parte de
la retribución que recibe, en la que sólo considera el
salario [...]"; "[...] Tiene otras muchas facetas,
las cuales seguiremos discutiendo, y lo advertimos sin que
nos tiemble la voz, que deben ser analizadas para
paulatinamente irlas eliminando, junto con el proceso de
darle el verdadero valor al salario. No hay otra solución".
Además,
recientemente el líder cubano se ha referido a la cantidad
de personas que es necesario reubicar en la economía, por
lo que se observa cierta contradicción ya que por un lado
existe personal excedente y por otro lado se presentan las más
bajas tasas de desempleo del mundo.
En
el discurso de clausura del congreso de la UJC el 4 de abril
del 2010, el máximo líder cubano Raúl Castro expresaba
"Sabemos que sobran cientos de miles de trabajadores en
los sectores presupuestado y empresarial, algunos analistas
calculan que el exceso de plazas sobrepasa el millón de
personas y este es un asunto muy sensible que estamos en el
deber de enfrentar con firmeza y sentido político".
No
se puede olvidar que la propia política de empleo cubano
fue la que llevo al subempleo. Además, una situación algo
crítica que aún subyace en el fondo de muchos problemas es
la desmotivación laboral, que radica en el tiempo y los
recursos que es preciso dedicar para satisfacer las
necesidades básicas de cada individuo, lo cual subsume gran
parte de la energía creadora de la fuerza laboral en
condiciones normales.
En
cuanto a las inversiones, su ritmo se ha desacelerado, con
el mantenimiento de distorsiones territoriales en el 2009.
Las inversiones por provincias evidenciaron amplias
variaciones, entre 1760,2 millones de pesos en Ciudad de La
Habana (40% nacional) a menos de 103,2 y 103,3 millones de
pesos en Las Tunas y Guantánamo (2,3% nacional,
respectivamente). Es decir, por diferentes causas en algunas
provincias se ha invertido menos y dentro de ellas se
encuentran las provincias orientales que son, a la vez, las
que presentan las mayores dificultades. Dicho de otro modo:
las que están más rezagadas en el país.
La
escasa disponibilidad de viviendas ya constituía en 1989 un
problema a resolver. Aunque en los 70 y los 80 se ejecutaron
cuantiosas inversiones para mejorar el fondo habitacional,
la situación de crisis de los 90 agravó más el deterioro
acumulado. A partir de 2001, se observa un decrecimiento muy
fuerte en la construcción de viviendas, por la concentración
de recursos en otras prioridades y acciones de emergencia.
La incidencia de numerosos huracanes, especialmente en 2008,
que afectaron más de medio millón de viviendas, puso de
nuevo en el tapete este tema crucial en el nivel de vida de
la población; estos desastres demostraron que la cuestión
de la vivienda no puede circunscribirse únicamente a la
construcción de nuevas capacidades, sino que es preciso
dedicar recursos para el mantenimiento de las existentes,
incluidos los techos.
En
la construcción de viviendas el Estado puso una elevada
prioridad a partir del 2006, por el deterioro existente
tanto de la planta habitacional existente como de los déficit
acumulados por decenas de años, y estableció un programa
para la construcción de 100 000 viviendas anuales. Pero
este es un programa con muchas imperfecciones, que deberían
solucionarse en el corto plazo, ya que el programa fue
reducido nuevamente y a partir del 2007 se ha construido
menos viviendas en cada año subsiguiente.
La
debilidad de la producción industrial, ya mencionada, afectó
de manera directa la balanza comercial. En 2008, Cuba llegó
a tener un déficit comercial de casi 10 000 millones de dólares,
el más alto de la historia de la Revolución. Aunque tuvo
una atenuación considerable en 2009, esta tendencia se
mantuvo. El comercio con países vecinos se ha incrementado,
especialmente con nuestro mayor socio, Venezuela (en 2008,
el comercio con este país casi se duplicó con respecto al
2007). Además de este crecimiento del intercambio
comercial, también se mantuvo con otras naciones, como
China, Rusia, Angola, Viet Nam, Irán e inclusive Europa.
Sería prudente considerar el efecto en el largo plazo de la
concentración del comercio con un pequeño grupo de
naciones, pues podría poner a Cuba en una situación de
vulnerabilidad, como la que se vivió después del desplome
de la Unión Soviética.
Cuba
-que había recuperado su capacidad de importación,
creciendo la misma a tasas significativas hasta el 2008-
tuvo que en el 2009, ante la gravedad de la situación
financiera externa, hacer un recorte drástico de las mismas
superior al 38 %. En otro sentido, la estructura de las
importaciones no favorece los bienes de capital (con la
excepción de los grupos electrógenos, equipos de
transporte y otras importaciones de esa naturaleza), ya que
se mantiene concentrada en la importación de bienes
intermedios y de ciertos alimentos (donde muchos de ellos
pueden producirse en el país) (Figura 10).
En
el 2009 la exportación de níquel siguió siendo el
principal rubro de exportación de bienes, pero los precios
internacionales han bajado significativamente, en más de
70%. También hay un despegue de la exportación de
productos farmacéuticos y biotecnológicos. En la
actualidad la estructura de las exportaciones de bienes
refleja un cambio cualitativo de trascendencia, pues el
subsector de medicamentos ha ocupado el segundo lugar en la
exportación de bienes, mientras que el azucarero ha sido
relegado a puestos inferiores, a pesar de ser uno de los de
mayor potencial productivo del país. (Figura 11)
El
sector de los servicios se mantiene como el primer sector
generador de ingresos a partir del 2004, donde han ocurrido
cambios cualitativos importantes, pues los servicios
intensivos en conocimiento han desplazado al sector turístico
como máximo generador de ingresos. Y eso es lo que permitió
que el saldo del comercio exterior de bienes y servicios en
el 2009 haya sido positivo, ya que los ingresos por
servicios superaron los 7 976 millones de dólares.
Aunque
hubo una caída del turismo en 2006 y 2007, lo cual se debió
a causas diversas, siendo algunas de ellas internas como los
altos precios existentes, dificultades en el funcionamiento
de algunos hoteles, problemas con el mantenimiento, poca
oferta de servicios extrahoteleros, reevaluación en 8% del
peso cubano convertible (CUC) y externas como el menor
crecimiento económico en los países emisores, turbulencias
financieras, altos precios del petróleo que llevó a
incrementos en el costo de transportación sobre todo para
los turistas europeos. En 2008 y 2009 hay un cambio de
tendencia, ya que se crece en el número de turistas, aunque
los ingresos turísticos disminuyen, afectando las
utilidades para el país.
Según
diversas estimaciones, el déficit en cuenta corriente de la
balanza de pagos en 2008 estuvo por encima de los 1 500
millones de pesos, lo que explica la crisis financiera
interna en 2009, que condujo a un recorte drástico de las
importaciones, y esto es lo que hace que en 2009 se
produjera el superávit en la cuenta corriente de la balanza
de pagos. Sin embargo, la situación de impago a proveedores
extranjeros se mantiene, lo que ha afectado las
disponibilidades internas de insumos productivos.
La
población del país ha continuado con un ritmo muy bajo de
crecimiento; en el 2005 la tasa anual de crecimiento fue de
0,2 por mil habitantes, en el 2006 pasó a ser de -0,4 por
mil, en el 2007 de -0,2 % por mil, y -0,1 % por mil en el
2008 y se logra crecer en el 2009 en 0.3 %.
La
estructura de edades de la población cubana muestra el
crecimiento del porcentaje en el grupo de edades entre los
15 a 59 años en los últimos tres lustros, constituido por
más de 7,7 millones de personas en el 2008. Como resultado
esencial de la baja fecundidad se reduce el porcentaje de la
población de 0 a 14 años, y se incrementa el de 60 y más
años, así unos 1,9 millones de personas en Cuba tenían
entre 0 y 14 años en el 2008 y aproximadamente 1.8 millones
tenían 60 y más años.
El
envejecimiento de la población se coloca como el efecto
neurálgico de la transición demográfica en el país, en
especial por la preparación que exige de todas las
instituciones y miembros de la sociedad para enfrentarlo. En
el 2009, el grado de envejecimiento de la población se sitúa
en 17 %.
En
el marco de las características singulares de una
precipitada transición demográfica en el país a partir de
los noventas, se observan cambios en la movilidad
territorial de la población: por un lado la retracción de
la migración interna, y por otro, la incrementada y
sostenida migración externa de aproximadamente 35 000
personas por año, que en el último lustro representan una
pérdida de más de 200 000 personas.
En
general a pesar del esfuerzo estatal, y de las medidas
tomadas en estos años, aún es palpable la contracción de
los niveles de consumo y de bienestar individual de la
población, persiste una fuerte descapitalización de la
industria, y los niveles de transportación tanto de carga
como de pasajeros distan de lo deseable y necesario - aunque
el proceso inversionista en 2009 muestra niveles superiores
en este sector respecto a los últimos años.
Es
aun seria la distorsión del llamado modelo
ingresos-consumo, por sus implicaciones sobre la motivación
al trabajo, lo que plantea la urgente necesidad de dar
coherencia a los sistemas de retribución al trabajo, así
como a las formas de satisfacción de las necesidades (vía
salario o ingreso o vías redistributivas), para enfrentar
problemas no resueltos como la segmentación de los mercados
y la oferta de bienes y servicios para la población.
Se
advierten ciertos cambios en una política económica que
prioriza la sustitución de importaciones, en particular en
la agricultura, el estímulo a la inversión extranjera con
socios como Venezuela.
Las
propias transformaciones y políticas, en el proceso de su
aplicación, deben conllevar al surgimiento de nuevas
medidas dentro del contexto sistémico en que se
desenvuelven. Todo indica que los cambios en la economía
cubana apenas están comenzando; los pasos ejecutados hasta
hoy sólo representan una pequeña proporción de los
requeridos para alcanzar los objetivos planteados y aumentar
el ritmo de crecimiento económico que se necesita, lo que
conlleva al incremento del poder adquisitivo de las familias
cubanas.
Este
diagnóstico presentado debe apuntar a la necesidad de hacer
reformas estructurales a la economía, con especial énfasis
en la descentralización, el diseño de formas de propiedad
no estatal no solo en la agricultura, sino en la manufactura
y en los servicios, que le permitan al Estado concentrarse
en su función de control, en vez de desgastarse en la
complicada tarea de gestionarlo todo.
Deberá
incentivarse aun más las iniciativas locales que propicien
los cambios necesarios para el incremento de los bienes y
servicios que necesita la población, aun cuando sea
necesario estudiar formas de propiedad no estatales, en
rubros como la gastronomía, servicios de reparación domésticos,
transporte, construcción, producción de alimentos, entre
otros.
Las
ventajas para Cuba de la relación con Venezuela han sido
evidentes y sustanciales en la etapa (2004-2009), sin
embargo, las potencialidades que brinda pueden permitir aún
más su aprovechamiento para desarrollar programas de
reindustrialización que, de una parte, complementen y sean
funcionales a los nuevos sectores dinámicos y, de otra,
posibiliten la recuperación y relanzamiento de sectores
estratégicos por su impacto en la calidad de vida de la
población y en el sector externo.
Los
50 años de socialismo cubano demuestran, con algunas
excepciones, que la recentralización y el alejamiento del
mercado han provocado recesiones y situaciones económicas
adversas, lo cual indica que ese camino no es al que
necesariamente debe acudirse en el futuro, sino que el
Estado debe estudiar su rol futuro de administrador general
a regulador general, sin cambiar el proyecto socialista por
el que hemos apostado una gran parte de los cubanos de acá.
Por
último, creo que no cabe duda y el tiempo será testigo de
ello, de que es necesario analizar una reforma del sistema
económico cubano donde quede enunciado el papel del
mercado, la regulación estatal de las formas de propiedad,
y la organización empresarial. Dicho de otra manera: que
aparezca la estrategia económica cubana a mediano y largo
plazo, que aún no es visible, y aunque se plantee, que las
medidas deben avanzar con gradualidad, lo cual comparto,
pero esa gradualidad tampoco debe significar inercia y temor
a distorsiones que necesariamente deberán surgir en la
etapa inicial de los cambios.
(*)
El autor es Investigador del Centro de Estudios de la Economía
Cubana de la Universidad de la Habana.
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