En
el país centroamericano aumentan los asesinatos políticos
Crímenes
impunes en Honduras
Por
Gustavo Veiga
Página 12, 13/09/11
La semana
pasada fueron asesinados un referente social cercano a
Zelaya y un periodista, ambos miembros del Frente Nacional
de Resistencia Popular. Ninguna de las muertes de
periodistas ha sido esclarecida.
Mahadeo
Roopchand Sadloo, más conocido como Emo, ha sido uno de las
últimas victimas. El acuerdo
–a instancias de Chávez– firmado por Zelaya con el
gobierno continuador del golpe, sólo ha servido
para desmovilizar a la Resistencia y brindar así total
impunidad a los asesinatos de luchadores.
El crimen político
avanza en Honduras con la precisión quirúrgica de un
cirujano. La última semana asesinaron a un referente social
cercano al ex presidente Manuel Zelaya en la capital,
Tegucigalpa, y a un periodista en Puerto Cortés, al norte
del país. Los dos tenían en común que integraban el
Frente Nacional de Resistencia Popular (FNRP). Los dos también
terminaron agujereados a balazos.
“Es una
declaración de guerra, éste es un asesinato político que
trae un mensaje para mí, para los que están alrededor mío
con el fin de detenernos”, dijo Mel Zelaya sobre la muerte
de Mahadeo Roopchano Sadloo, un ciudadano de Surinam
nacionalizado hondureño y al que se conocía popularmente
como Emo.
Había acompañado
al mandatario depuesto desde el golpe de Estado del 28 de
junio de 2009 e incluso se refugió con él en la Embajada
de Brasil durante su asilo de cuatro meses. Medardo Flores
trabajaba en la radio Uno de San Pedro Sula y administraba
las finanzas del FNRP. Es el decimosexto periodista que
pierde la vida desde febrero del año pasado.
Guillermo
Amador Padilla, un exiliado hondureño en la Argentina,
afirma que en su país existe una lista “con los nombres
de diez dirigentes del FNRP que van a matar. Mi hermano
gemelo René y yo estamos en ella”. La denuncia comenzó a
ser corroborada hace tiempo –se calcula que asesinaron a
unos doscientos opositores desde el derrocamiento de
Zelaya– y cobró fuerza con los crímenes de Sadloo y
Flores. “Es hora de que pongamos atención a todo lo que
está pasando. Parece que hay un plan, pero hay que
desarticularlo...”, dijo el ex presidente desde
Tegucigalpa, ratificando las palabras de Padilla.
Emo, según el
propio Zelaya, “era una de las diez personas más
significativas del Frente y una de las más reconocidas a
nivel mundial”. Ataviado con una bandana de color rojo
chillón, de larga barba canosa y encendida oratoria, el
militante asesinado el martes 6 solía compartir actos y
palco con el presidente derrocado. Cuando lo mataron, de
cinco balazos, en su gomería del bulevar Suyapa, había
llegado momentos antes de exigir la libertad del ex ministro
zelayista Alberto Flores Lanza, quien se encuentra bajo
arresto domiciliario acusado de fraude y abuso de autoridad.
En el FNRP lo defienden con el argumento de que es un preso
político del gobierno de Porfirio Lobo Sosa.
Al crimen del
dirigente de 55 años se sumó el de Flores, un periodista
de 62, graduado en la Escuela de Locutores del Instituto de
Ciencias de la Comunicación de Radio Uno, en San Pedro
Sula. Agricultor y ganadero también, es la segunda víctima
del FNRP en una semana. Lo mataron de nueve balazos en Río
Blanquito, departamento de Puerto Cortés, donde vivía
“cuando lo emboscaron en el automóvil de regreso a su
casa”, informó el director de la emisora donde trabajaba,
Arnulfo Aguilar.
Flores se
ocupaba de las finanzas del Frente en la zona norte del país
y en la década del 80, durante la dictadura militar, se había
marchado al exilio. No había pasado mucho tiempo desde el
último caso de un periodista asesinado. El 19 de julio
mataron a Nery Orellana en la frontera con El Salvador. Era
director de una radio rural.
A pesar de que
el presidente Lobo Sosa señaló que “los responsables de
estos crímenes serán castigados” y de que “hemos
tomado la decisión de poner toda la fuerza del Estado para
dar con el paradero de los asesinos de Emo Sadloo”,
ninguna de las muertes de periodistas ha sido esclarecida,
según los cables de agencias internacionales. Tampoco otros
crímenes políticos cometidos por sicarios que han gozado
de una gran impunidad desde que asaltó el poder el ex
dictador Roberto Micheletti.
En Honduras
esto resulta posible, entre otros motivos, porque la policía
está involucrada en el delito en una proporción elevadísima.
El 2 de septiembre, el subdirector de la Policía Nacional,
Santos Simeón Flores, informó que entre 1999 y este año
hubo 5270 denuncias contra efectivos de la fuerza por actos
ilícitos. El director nacional de Investigación Criminal,
Marco Tulio Palma, aportó otro dato alarmante el último
viernes.
En lo que va
de 2011 ya hubo 4412 muertes, cuando en igual período de
2010 la cifra había llegado a 4391. Los especialistas
hondureños en seguridad vaticinan que este año podría
terminar con una tasa de 86 homicidios sobre 100 mil
habitantes, una cantidad superior a la de México, país
donde la lucha del ejército en las calles contra el narcotráfico
elevó los índices de asesinatos hasta las nubes.
Con estas
estadísticas, la Dirección Nacional de Investigación
Criminal (DNIC) maneja la hipótesis de que el asesinato de
Emo se trató de un hecho de delincuencia común y desde el
gobierno se ofrece una recompensa de 100 mil lempiras para
dar con el o los autores. En ese sentido se expresó Palma:
“Es un crimen de delincuencia común lo que está tomando
más fuerza y es hacia allí a donde están apuntando los
investigadores”.
Muy distinta
es la posición del FNRP. En un comunicado denuncia que
“este nuevo acto de terror es un crimen político con el
que se intenta desmovilizar y desmoralizar al Frente
Nacional de Resistencia Popular. Responsabilizamos a la
oligarquía y a las fuerzas represivas del Estado y exigimos
que se esclarezca y se castigue a los autores materiales e
intelectuales”.
En el
velatorio de Sadloo, sus compañeros del Frente detectaron a
un agente de inteligencia infiltrado y lo entregaron a la
Policía Nacional. Reydi Arturo Ardón Sánchez tenía en su
poder una carta con su nombramiento como miembro de los
servicios hondureños. Además de este detalle que evidencia
su incompetencia, los integrantes del FNRP comprobaron que
su rostro coincidía con una imagen que había distribuido
su propia fuerza del presunto asesino. El periódico El
Libertador publicó la fotografía del espía y el retrato
hablado de quien sería el autor material de los disparos
contra Emo. Y en efecto, hay cierta coincidencia entre los
dos.
“La lucha
está empezando, díganles a los sicarios que si quieren
sangre hay gente aquí dispuesta para entregarla, porque ya
estamos cansados y no van a pararnos con la muerte de
ninguno de nosotros”, señaló Zelaya, quien recordó a
las casi doscientas víctimas de la represión política
provocadas desde el golpe de junio de 2009.
Otra
cantidad similar de hondureños tuvo que exiliarse, como el
gemelo Padilla. Para él todo comenzó después de que
Micheletti, con respaldo del Congreso, el empresariado y las
fuerzas armadas, destituyó al ex presidente. En el cuartel
general de Casamata, en Tegucigalpa, la policía y el ejército
se pusieron a “elaborar los perfiles de quienes integrábamos
el Frente y de sus líderes. Ellos tienen cientos de
personas identificadas como estudiantes, dirigentes
sindicales y militantes sociales. A mí me advirtieron que
mi fotografía y la de mi hermano estaban ahí. Están
intentando provocar a la resistencia con estos crímenes.
Quieren llevarnos a una guerra civil”, concluyó el
exiliado hondureño que por ahora sobrevive en Buenos Aires.
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