La
visita papal es un operativo político de enormísima
magnitud
para la Iglesia y el Estado cubano
Patria,
fe y post–revolución cubana
Por
Pablo Stefanoni
Página 7, 25/03/2012
Con
todo esto del viaje del Papa a Cuba me acordaba del título
de un extenso libro de Manuel Vázquez Montalbán: “Y
Dios entró en la Habana”. El título refería
–aunque su contenido iba mucho más allá– a la visita
del anterior Papa, Juan Pablo II a la isla caribeña hace 14
años.
Y
por estos días el enviado de Dios vuelve a entrar a la
capital cubana, en medio de un lento pero irreversible
proceso de transición al que los medios oficiales y el
Gobierno refieren como una “actualización del
socialismo”. En un momento donde el propio término
socialismo se ha vuelto bastante indefinible, pensar en qué
consistiría su actualización no resulta menos enigmático.
Por
ejemplo, en la socialista China según un reporte citado en
DPA, los 75 diputados más ricos superan la posesión total
de bienes de todos los congresistas de EEUU; los dos mejor
ubicados tienen más de 6.000 millones de dólares. Pero
aunque se habla mucho de la vía china –y vietnamita–
como modelos para una transición cubana, la isla es
bastante diferente a estas naciones asiáticas. Lo que se ve
por estos días es una consolidación del tránsito iniciado
ya hace años, del marxismo–leninismo soviético al
nacionalismo “martiano”. Y es ahí donde puede operar
bien el redescubrimiento de los orígenes católicos de la
nación cubana, como se puede ver en un artículo sintomáticamente
titulado “Patria y Fe”, publicado en el estatal Juventud
Rebelde. Y en ese caso, aunque se cita la famosa entrevista
de Fidel Castro con Frei Betto (“Fidel y la religión”)
no se trata de la debilitada Iglesia progresista sino de la
visita del Sumo Pontífice y de la Iglesia oficial, una
relación que cada vez parece más estrecha y llena de
elogios.
Como
escriben Arturo López–Levy y Lenier González en Foreign
Policy en español (21/3/2012), “En este contexto la
visita papal contribuye a la agenda del Gobierno cubano en
tres niveles: consolida el diálogo institucional entre la
Administración de Raúl Castro y la Iglesia Católica,
creando incentivos para que esta última participe de forma
ordenada en la renovación del sistema vigente; contribuye a
crear un ambiente internacional favorable a los proyectos de
apertura y reforma aun sin abandonar el régimen
unipartidista, y refuerza la imagen de un país en transición
frente a la cual se elevan los costos de la rígida posición
estadounidense de aislamiento contra Cuba”.
El
largo artículo antes citado (Patria y Fe), de Alina Perera,
nos recuerda que no solamente de materia están hechos los
seres humanos –ni la revolución– y que no es posible
dejar de lado la dimensión espiritual. Y al mismo tiempo
rescata la importancia simbólica de la Virgen de la Caridad
del Cobre en la identidad nacional.
Otro
artículo, esta vez en el también estatal Granma (no hay
medios que no sean estatales en la isla) se titula
“Bienvenido a Cuba Su Santidad Benedicto XVI” y comienza
diciendo: “Nuestro país se sentirá honrado en acoger a
Su Santidad con hospitalidad y mostrarle el patriotismo,
cultura y vocación solidaria y humanista de los cubanos, en
que se sustentan la historia y la unidad de la Nación”.
Agrega también que “Recientemente, la ‘Virgen
Peregrina’ recorrió todo el país en compañía de
creyentes y no creyentes”, un dato extraño porque en
cualquier país quienes van a los actos religiosos son los
creyentes... a no ser que el Estado socialista los mande.
Los adjetivos no parecen elegidos al azar cuando se dice que
“Su Santidad conocerá a un pueblo seguro en sus
convicciones, noble, instruido, ecuánime y organizado”,
características sin duda necesarias para que una transición
ordenada –donde la vieja élite no pierda el poder–
tenga éxito. Este pueblo –y también los adjetivos están
bien elegidos– “lucha por la dignidad humana, la
libertad, la independencia, la solidaridad y el bien común”,
cosas con las que la Iglesia no puede dejar de coincidir, al
menos en el papel.
Así
se va completando el mapa de la transición que no deja de
desconcertar a los dinosaurios de Miami: control de las FFAA
en la economía y de la política, debilitamiento del
Partido y nacionalismo crecientemente poscomunista en la
ideología. El problema es que el exaltado pluralismo
religioso que rescata el artículo de Juventud Rebelde no
tiene correlato en el pluralismo político.
La
Iglesia Católica (y otras) pueden difundir sus mensajes,
organizar reuniones, publicar, etc., cosa que un partido de
izquierda no oficialista, por ejemplo, está vedado de
hacer. Tampoco potenciales sindicatos no estatizados, para
defender a los perdedores de la transición. En este marco,
los llamados a “no politizar” la visita del Papa no
dejan de tener su rasgo curioso, cuando la visita papal es
un operativo político de enormísima magnitud para la
Iglesia y el Estado cubano.
*
Pablo Stefanoni es periodista.
La
prensa cubana ha logrado el milagro de
transformar al
ex jefe de la Inquisición en un cura casi progresista
A
propósito de la visita papal a Cuba
Por
Pablo Stefanoni
Página 7, 29/03/2012
En
general, se analiza la transición cubana sobre aspectos
económicos: cuánto se abren los mercados, cuánto crecen
los cuentapropistas, el rol de las FFAA en la administración
de las empresas más dinámicas, la inversión extranjera,
etc.
Pero
se asigna menos importancia a los cambios ideológicos: sin
duda cualquier transición necesita un correlato en la visión
del mundo para legitimar el proceso y construir un horizonte
nacional más o menos compartido. Y es así donde la visita
del Papa (y la Virgen del Cobre) parece tener un rol
fundamental.
En
el futuro, los historiadores podrán consultar en la
hemeroteca el periódico Juventud Rebelde, y se encontrarán
con la cobertura de este diario a la visita del Sumo Pontífice
a la isla, y una serie de artículos a primera vista
sorprendentes (al menos supongo que sorprenderán a quienes
sólo leen páginas de la izquierda que nunca critica nada
del Gobierno de Cuba, como mis amigos de Rebelión).
Sorprendentes
porque la prensa cubana ha logrado el milagro –ya que
hablamos del Papa– de transformar al ex jefe de la
inquisición en un cura casi progresista... Y ya que la
prensa suele manipular y mentir sobre la isla, sólo voy a
usar citas de Juventud Rebelde (lo cual casi nadie hace en
las notas apologéticas sobre Cuba, donde casi nunca se cita
a sus medios estatales, quizás por la baja calidad de sus
contenidos).
En
un artículo del 28 de marzo, el periodista Luis Hernández
Serrano recuerda la visita de Juan Pablo II con una
tonalidad tan positiva que podría haber sido escrita en un
periódico de la Acción Católica. Así, señala que Juan
Pablo II “le imprimió un gran dinamismo al Vaticano,
desarrolló un proyecto de nueva evangelización que lo llevó
a decenas y decenas de países y encaminó el pensamiento
social de la Iglesia Católica hacia los más importantes
temas contemporáneos”.
Uno
de esos temas contemporáneos, que “olvidó” el
cronista, fue su contribución al derrumbe del socialismo
real neoestalinista en Europa Oriental. Y su trabajo en pos
del retroceso de la teología de la liberación y la
redinamización de las campañas contra el derecho al aborto
y otros derechos reproductivos. Juventud Rebelde sí
recuerda que el Papa polaco abogó por la “globalización
de la solidaridad”.
Con
la exageración de los nuevos conversos, el Papa en el 98 no
llegó a Cuba, sino “besó la tierra cubana” el 21 de
enero y el ex jefe de Estado del Vaticano es mencionado como
“líder espiritual”, o como el “nuevo sucesor de
Pedro, que nos otorgó también el privilegio de visitarnos,
bendecirnos...”. Cuando uno invita a alguien a casa hay
que ser cortés, también hay que buscar aliados contra el
imperialismo... pero ¿hace falta tanto?
Lo
mismo ocurre con Ratzinger. Los diarios normalmente hablan
de misas, así con minúsculas, pero Juventud Rebelde
refiere siempre a la ceremonia como la Santa Misa (“Asiste
Presidente cubano a Santa Misa del papa Benedicto XVI en la
plaza de la Revolución de La Habana”) .
Y
el uso de la Santa Misa se repite en el Granma y
Trabajadores, otras patas del sistema informativo cubano.
También se informa que el término “Plaza de la revolución”
colmó los envíos de Twitter mientras Su Santidad estaba
allí, y que el tipeo de #BenedictoCuba rozó los 2.500
mensajes por minuto.
Para
no quedarse atrás, el sitio oficialista Cuba Debate
mostraba “Espectaculares imágenes aéreas de la Plaza de
la Revolución durante la Misa” (ellos olvidaron agregar
Santa, pero sí refirieron al Papa como el Santo Padre). Las
fotos de alta calidad son ofrecidas como “un regalo de
Cuba Debate” a sus lectores.
El
enviado de Clarín de Buenos Aires, Sergio Rubín, ya había
reportado apenas llegar a La Habana que “en el intento por
quitarle voltaje político a la visita y resaltar su
significado espiritual, el Gobierno montó una sala de
prensa envidiable con proyecciones de cortometrajes sobre el
quehacer del Vaticano, el proceso de proclamación de santos
y hasta ameniza la faena periodística con el Avemaría,
aunque también se ofrecen a la venta libros sobre Fidel y
el Che Guevara. Ni en las súper católicas Polonia e
Irlanda, cuando fue por primera vez Juan Pablo II, se llegó
a tanto”.
El
propio Raúl exaltó el papel de unificadora de la nación
personificado en la Virgen del Cobre, que al parecer ya
ocupa un lugar simbólico en el nuevo nacionalismo
poscomunista. Algo muy diferente a la vieja discusión sobre
cristianismo y revolución.
El
Presidente cubano recordó que: “Conmemoramos el IV
Centenario del hallazgo y la presencia de la imagen de la
Virgen de la Caridad del Cobre, que lleva bordado en su
manto el escudo nacional. La reciente peregrinación de la
Virgen por todo el país unió a nuestro pueblo, creyentes y
no creyentes, en un acontecimiento de gran significado”.
La mención a “‘creyentes y no creyentes’” recorre
todos los artículos y discursos referidos a la visita
papal.
Raúl
midió además que cada una de sus palabras encajara en la
Doctrina Social de la Iglesia, como cuando dijo que rechaza
los “modelos sociales e ideologías que destruyen los
valores espirituales y producen exclusión y egoísmo”, o
como cuando criticó a la ciencia, las finanzas y el
consumismo actuales.
Quizás
por todo esto, el Gobierno cubano no mostró ningún
entusiasmo por conseguirle una entrevista a Hugo Chávez con
el Santo Padre, un Chávez menos amigo del realpolitik que
Ratzinger o Raúl.
“La
diferencia con el viaje de Juan Pablo II es que ahora Cuba
está inmersa
en un proceso de cambios económicos que
conllevan otros cambios”
Entre la
esperanza y cautela, el día después
de la visita papal
Por
Sergio Rubin
i–Eco,
30/03/2012
Esperanza
de cara al mediano plazo en la Iglesia. Cautela entre los
disidentes, cuando no escepticismo.
El día
después de la visita a Cuba del Papa Benedicto XVI el gran
interrogante aquí, en La Habana, era cómo llegarán a
repercutir las exhortaciones del Pontífice a que se
profundicen los tibios cambios –por ahora sólo económicos–
en la Isla y a que toda la sociedad contribuya de alguna
manera a que vayan siendo una realidad.
Un
interrogante que llevaba, inevitablemente, a otra pregunta:
¿Por qué si tras el viaje de Juan Pablo II, en 1998, que
no derivó en cambios de fondo y sólo la Iglesia local ganó
un poco de espacio para su acción religiosa, luego del paso
de Benedicto XVI habría que ser optimistas y apostar a que
tendrán alguna repercusión? El rector de la catedral de La
Habana, el padre Yoswany Carvajal Sureda cree tener una
respuesta para sostener el optimismo en estas
circunstancias: “La diferencia con el viaje de Juan Pablo
II es que ahora Cuba está inmersa en un proceso de cambios
económicos que conllevan otros cambios”, explicó a Clarín
. Y señala: “Lo que se debe procurar es que no sean traumáticos,
sino armoniosos”.
De todas
maneras, puntualiza que “no veremos los frutos (de la
visita papal) inmediatamente porque, como todo en Cuba,
llevará su tiempo”. Más aún: considera que el gobierno
cubano ya dio algunos pasitos, manifestó algunos deseos de
cambios (que no detalla) en lo político y social, aunque el
grueso de la población no los perciba”.
Carvajal
Sureda –convertido en vocero del arzobispado de La Habana
para tender los requerimientos de la prensa con motivo de la
visita papal– cree, incluso, que, “si bien el camino de
los cambios político puede ser largo”, no descarta antes
“sorpresas” en otros aspectos. Concretamente, considera
que se podrían abrir mayores espacios de libertad
religiosa, lo que permitiría a la Iglesia tener una mayor
inserción en la educación, brindando formación espiritual
en las escuelas a aquellos alumnos que así lo requieran. O
fundando un centro de altos estudios en humanidades. Además
de que se declare feriado Viernes Santo como pidió aquí el
Papa.
Otro
elemento que puede apuntalar el optimismo –necesariamente
muy moderado– es el hecho de que la Iglesia cubana quiere
acompañar el proceso “promoviendo el diálogo y de
reconciliación”.
Pero
habrá que ver cuál es el espacio que le termina dando el
gobierno, si es que le otorga alguno. Parece claro que para
los más inclinados por avanzar en las reformas dentro del
buró político –comenzando por el propio presidente Raúl
Castro– la disposición eclesiástica constituye una buena
soga. Como las recientes palabras del Papa Benedicto XVI. ¿Acaso
el gobierno colaboró tanto con la visita papal por el sólo
hecho de buscar una “legitimación”? A su vez, la
disidencia está haciendo ahora la digestión de la visita
papal. No fue un sapo menor el que debieron tragarse por el
hecho de que el Papa, pese a los reiterados pedidos, no
recibió a las Damas de Blanco –las mujeres que tienen
familiares detenidos– y, en cambio, intercambió gestos
con Fidel Castro, en una reunión fuera de agenda que pareció
muy cordial.
Máxime
después del “ensañamiento” del gobierno con un
centenar y medio de disidentes, detenidos en los días
previos a la visita del Papa por temor a que protestaran en
las misas, según denunciaron organismos opositores. En el
mejor de los casos, esperarán ver su impacto sin
ilusionarse.
La Iglesia cubana nunca “compró” el discurso duro de los cubanos de
Miami, lo que la hizo blanco de duras críticas de estos
grupos. Prefiere avanzar con tacto, ahora ante un proceso de
cambios exasperantemente. Pero el Papa acaba de sacudir el
tablero, por lo menos por unos días. ¿Tendrá algún
efecto? ¿Será una nueva decepción? El tiempo sólo traerá
la respuesta.
|