La nueva embestida paramilitar
Por Constanza Vieira
Inter Press Service (IPS), 01/10/04
Bogota. El paramilitarismo de Colombia parece
evolucionar hacia nuevas formas de penetración de la sociedad y del
Estado, mientras un sector de estos grupos armados irregulares negocia
su desmovilización con el gobierno de Alvaro Uribe.
”El accionar de la Corte Penal
Internacional no puede depender de un eventual proceso de paz en
cualquier país o región del mundo”, afirmaron la Federación
Internacional de Derechos Humanos (FIDH) y sus filiales colombianas en
un seminario de cuatro días en Bogotá, sobre ese instrumento mundial
contra la impunidad.
La FIDH y sus afiliadas Colectivo
de Abogados José Alvear Restrepo, Comité Permanente para los
Derechos Humanos e Instituto Latinoamericano de Servicios Legales
Alternativos (ILSA), se refirieron al ”grave contexto de las
negociaciones con los paramilitares, durante las cuales el gobierno
colombiano les habría asegurado su inmunidad ante la CPI”.
En el seminario, concluido el
jueves, recordaron que ”los crímenes contra la humanidad no son
objeto de reserva alguna en el Estatuto de la CPI”, y ”son
imprescriptibles”.
En una grabación revelada el lunes
por la revista Semana, se escucha al Alto Comisionado de Paz de
Colombia, Luis Carlos Restrepo, decir a los jefes paramilitares en la
mesa de negociaciones secretas en Santa Fe del Ralito que la CPI ”no
es un peligro. El gobierno ofreció un proyecto de ley que bloquea la
acción de la Corte Penal Internacional”.
Colombia fue firmante del Estatuto
de Roma que dio origen a la CPI y, como Estado parte, está alcanzado
por la jurisdicción de ese tribunal internacional creado para
entender en crímenes de genocidio, de guerra y de lesa humanidad,
cuando éstos no sean tramitados por los sistemas judiciales
nacionales.
En octubre, Uribe pactó con
Estados Unidos un acuerdo que protege a ciudadanos estadounidenses de
la jurisdicción de la CPI, a cambio de cinco millones de dólares en
ayuda militar, que Washington condicionaba a esta aceptación de Bogotá.
En noviembre, los paramilitares
derechistas de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) que negocian
con Uribe su desmovilización, le propusieron pactar ”algo del mismo
estilo”, y que los acuerdos debían tener ”consentimiento nacional
e internacional”.
Al seminario en Bogotá asistieron
tres enviados de la CPI, con sede en La Haya: Paul Seils, Didier
Preira y Gabriela González Rivas. También asistió Hugo Relva,
consejero jurídico de Amnistía Internacional.
Durante el encuentro, Carlos
Alberto Rojas, de la junta directiva de la Asociación Nacional de
Empleados de la Rama Judicial, relató que, poco tiempo atrás, un
juez en una región apartada de Colombia debía realizar la audiencia
pública de juzgamiento por una masacre de 23 personas, cuyos
”presuntos responsables” eran paramilitares.
El expediente estaba conformado por
casi 250 legajos que no cabían en una habitación. Había nueve
testigos de cargo.
El funcionario tuvo que pagar de su
bolsillo 46 dólares por el traslado del expediente para llevar a cabo
la audiencia. Pero ésta sólo contó con la presencia del fiscal y
del juez, porque en la región corrió el rumor de que se había
ofrecido recompensa por cada testigo que no declarara.
”Como es obvio, ningún testigo
se presentó. Esas son las verdaderas posibilidades de la justicia en
este país”, dijo Rojas.
El periodista Luis Castaño,
director de la radioemisora comunitaria El Líbano, el cuarto
municipio del central departamento del Tolima, está asilado desde la
semana pasada en Bogotá.
”Piérdase, porque esos dos tipos
que están allí vinieron para asesinarlo a usted”, le dijo a Castaño
una noche el coordinador local del cuerpo técnico de investigaciones
de la fiscalía.
La emisora, que en los últimos
meses informó sobre los 19 asesinatos perpetrados en El Líbano,
”ya no puede informar”, dijo el miércoles el parlamentario
tolimense Hugo Zárrate, durante un debate en el Congreso legislativo
sobre la expansión del paramilitarismo.
Secretarías locales de Gobierno,
Hacienda, Vías y Salud. ”Ahí es donde está la plata, ahí es
donde se maneja todo”, dice un paramilitar a su interlocutor, al
otro lado de la línea telefónica.
La conversación tuvo lugar en días
posteriores a las elecciones locales y regionales de octubre de 2003,
y los dos hombres se lamentaban porque no había resultado electo el
candidato paramilitar a una alcaldía del departamento de Norte de
Santander, fronterizo con Venezuela.
La salida, comentan en la
conversación telefónica, es imponer al alcalde electo los
nombramientos de testaferros de paramilitares al frente de esas
secretarías.
En el debate parlamentario, el jefe
de bancada del izquierdista Polo Democrático, Gustavo Petro, hizo
escuchar a sus pares varios minutos de 80 horas de conversaciones
telefónicas interceptadas y grabadas por la Dirección Central de
Policía Judicial.
Las grabaciones dan cuenta de
reuniones de paramilitares con dos senadores. Un paramilitar dice
pertenecer a la inteligencia militar. Otro afirma que es perseguido,
pero que se ha refugiado en la sede del DAS (servicio de inteligencia
presidencial): ”Por acá no me van a buscar, je je”, se escucha.
”Así es como se está
extendiendo el paramilitarismo en todo el país, no sólo en Norte de
Santander: capturando instituciones estatales, policía, DAS, fuerzas
militares, alcaldías, gobernaciones. Capturando porciones de la clase
política colombiana incluso aquí, en este Congreso, y matando gentes
a lo largo y ancho del país”, dijo Petro.
”Lo que se está construyendo en
el territorio colombiano son clubes de la muerte, que matan a los
opositores, que están incluso a punto de matar a los uribistas
mismos”, advirtió.
Que la Corte Suprema de Justicia
abra ”proceso investigativo penal a congresistas supuestamente
vinculados con grupos paramilitares”, pidió Petro en nombre de la
bancada opositora.
En el recinto parlamentario estaba
presente Michael Frühling, director en Colombia de la Oficina del
Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos.
El parlamentario Zárrate afirmó
que ”el Bloque Centauros (de las AUC) compró la franquicia de un
sector del paramilitarismo en el Tolima por 4.000 millones de
pesos”, 1,54 millones de dólares.
”Uno se pregunta: ¿quién paga
4.000 millones de pesos por 200 bandidos y asesinos? Por dos razones:
la primera, porque son narcotraficantes que quieren mimetizarse en un
proceso de supuesta negociación política, que es la de Santa Fe de
Ralito”, dijo Zárrate.
Además, ”resulta un buen
negocio”. Desde el cese de hostilidades de las AUC para negociar,
los paramilitares han causado ”solamente 56 asesinatos”, dijo Zárrate.
”Ya se apoderaron del territorio mediante la intimidación, y ahora
están en el chantaje”, lanzó.
Por cada uno de los 36 municipios
del Tolima, los paramilitares manejan listas ”de 1.000, 2.000
ciudadanos” a quienes extorsionan, dijo el parlamentario.
Los productores de arroz ”tienen
que pagar un `gramaje´ (impuesto por peso) muy alto a los
paramilitares del sur y del norte” del departamento, aseveró.
Cada una de las 700.000 cabezas de
ganado en el departamento paga 3,80 dólares de impuesto a los
paramilitares. En total, sólo por cuenta del ganado y el arroz, los
paramilitares ganan en el Tolima unos 3,28 millones de dólares al año,
según cuentas del congresista.
Aunque en el Tolima hay una
presencia fuerte de la fuerza pública, los paramilitares actúan y
mantienen control en los cascos urbanos, desde donde extorsionan ”a
jornaleros, carniceros, supermercados, dueños de tierras,
transportadores”, agregó.
El Bloque Centauros es parte de las
AUC, organización que aglutina al paramilitarismo y que en diciembre
de 2002 dispuso un cese de hostilidades y desde mayo negocia términos
para su desmovilización con el gobierno del también derechista
Uribe.
Los jefes paramilitares están
concentrados en Santa Fe de Ralito, un santuario de 368 kilómetros
cuadrados en el norte del país, cuyo perímetro es custodiado por el
ejército.
”El accionar paramilitar se
incrementó y fortaleció a partir del segundo semestre de 2002”,
dijo Zárrate.
Versiones recurrentes afirman que
conocidos capos del narcotráfico compran grupos paramilitares
locales, con el fin de hacerse pasar por jefes de estos ejércitos
irregulares que recibirían beneficios jurídicos en caso de que se
complete la desmovilización.
El 19 de septiembre fue asesinado
por sus propios compañeros Miguel Arroyave, uno de los 30
negociadores de la desmovilización y comandante del Bloque Centauros.
La policía lo consideraba el gran capo del tráfico de los insumos químicos
necesarios para la elaboración de cocaína.
Según el diario bogotano El
Tiempo, documentos no oficiales del gobierno aseguran que Arroyave había
comprado la ”franquicia” de las AUC por seis millones de dólares.
La suma le daba derecho a hacer parte del grupo negociador.
Según
Zárrate, ”varios alcaldes
del Tolima fueron citados a una población del (río) Magdalena Medio
(centro del país) para decirles que tenían que entrar en el proyecto
político” que proponen los negociadores de Ralito.
En el Tolima la impunidad es total,
dijo Zárrate. ”Ni siquiera se llega a investigaciones que culminen
en una resolución de acusación, mucho menos una sentencia
condenatoria”.
Los fiscales a cargo de esas
investigaciones se asientan en los mismos municipios donde se
cometieron los crímenes. ”Ante la intimidación de esta gente, qué
van a poder, legítima y libremente, buscar a los culpables, a quienes
además conocen, como los conoce el ejército y la policía”, aseguró.
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