Contra el IVA, Movilización masiva
¿Y después del 12 qué?
El Socialista, Bogota, octubre 2004
La jornada de movilización del 16
de septiembre expresó, en algunas ciudades como Bogotá donde se
movilizaron más de 10 mil personas, que los trabajadores tienen
descontento y bronca contra el paquete de "reformas" que el
gobierno prepara para su aprobación en el Congreso -especialmente la
reforma tributaria- y contra los asesinatos y amenazas de dirigentes
obreros y populares que no cesan y por el contrario se incrementan.
Ya las movilizaciones del Primero
de Mayo así lo señalaban, así como el Encuentro de Organizaciones
Sociales de abril. Las multitudinarias movilizaciones indígenas del
occidente y la Costa Atlántica que enfrentan una crisis social
profunda, producto de una contrarreforma agraria por parte de los
terratenientes utilizando sus bandas paramilitares, también expresan
ese descontento en sectores agrarios. Paros como el de Copacabana en
Antioquia contra el "peajito", y los estallidos populares de
la Costa Atlántica contra las altas tarifas de los servicios públicos,
son otra muestra de ello.
Hay una necesidad, por parte de los
trabajadores y los pobres de enfrentar el duro plan del gobierno de
Uribe, que es monitoreado permanentemente por el Fondo Monetario
Internacional, que implica despidos de trabajadores, disminución de
ingresos y al mismo tiempo aumento desmedido de impuestos y tarifas de
servicios públicos. Incluso pequeños propietarios como los
camioneros se han visto obligados a enfrentar a Uribe.
Pero hay un problema que está planteado
desde hace años y que ahora se revela en forma crítica y como un
obstáculo para derrotar el plan del gobierno y el imperialismo. Es el
rol y la política de las direcciones mayoritarias del movimiento de
masas. Las direcciones se han visto obligadas a convocar a la
movilización ante la dureza del plan. Pero conducen y controlan esas
movilizaciones con consignas pacifistas, con la política de
concertación y el parlamentarismo y tratando de canalizarla
electoralmente a través de la campaña contra la reelección de
Uribe, que es su eje y no la lucha contra el paquete de
"reformas". Eso fue lo que se vio en la movilización de
Bogotá con la participación del Polo Democrático y el sector del
Partido Liberal de Piedad Córdoba.
Ahora viene el Paro del 12 de
octubre. Un paro en el que se necesita unidad, decisión y masiva
participación, por eso es necesario exigirle a las direcciones que lo
preparen y le den una perspectiva que vaya más allá del cese de
actividades durante 24 horas de algunos sectores de trabajadores
estatales. El magisterio que queda como columna vertebral del
movimiento sindical organizado tiene que colocarse a la cabeza y
exigir la realización del paro indefinido, pues para derrotar el plan
del gobierno no es suficiente con unas pocas jornadas de movilización.
Hay sectores que necesitan con urgencia que el paro sea masivo y
unitario para fortalecer su lucha y no repetir la triste historia de
la USO. Estos sectores son el magisterio, los empleados bancarios y
los trabajadores de la salud. Los maestros enfrentan la amenaza de
eliminación de su régimen especial, los bancarios luchan contra la
privatización de Bancafé, el despido de más de 600 trabajadores y
el debilitamiento de su principal organización sindical, la Unión
Nacional de Empleados Bancarios (UNEB). Los trabajadores de la salud
exigen el pago de salarios atrasados y rechazan el cierre definitivo
de hospitales quebrados por la Ley 100. Ninguno de estos sectores
puede frenar esos planes luchando aislados.
Hay que convocar a los sectores
populares. Los indígenas que participaron el 16 de septiembre y los
pobladores de los barrios populares que pueden jugar un rol importante
en la paralización del transporte, exigiendo que se rebajen las
tarifas de los servicios públicos, rechazando la aplicación del IVA
a la canasta familiar y el incremento de los impuestos contemplado en
la reforma tributaria. Alrededor de la lucha contra el IVA se puede
nuclear el grueso de la población que se ve afectada y lo que se
necesita es la movilización masiva.
Desencadenar la movilización
permitirá enfrentar problemas globales como impedir la firma del
Tratado de Libre Comercio (TLC) que terminará de hundir al país en
la crisis, la continuidad del plan de guerra de Bush y de Uribe con el
Plan Colombia y la reelección de Uribe.
¿Y después del 12 qué?
Esta es la pregunta que tienen que
responder las direcciones de las centrales obreras y los sindicatos
nacionales como Fecode, Anthoc y Uneb. Se necesita un plan para
continuar la lucha más allá del 12 de octubre. Hay que concretar el
paro indefinido de Magisterio y los trabajadores de la salud, la
huelga de los trabajadores del Banco Cafetero y generalizar la lucha
realizando un paro general que permita unificar los conflictos
sindicales con la movilización campesina, indígena, estudiantil y
popular.
La profunda crisis social y la
dispersión y debilitamiento de las organizaciones sindicales, exige
que las direcciones del movimiento de masas se den la política de
reorganización y lucha para enfrentar la ofensiva permanente del
gobierno y el imperialismo. A esta tarea no contribuyen para nada
decisiones como el levantamiento del paro indefinido votado por la
Junta Nacional de Fecode. Esa votación es de hecho un espaldarazo al
plan de Uribe porque desmonta el plan de lucha que se iniciaba el 12
de octubre. Las corrientes clasistas debemos redoblar esfuerzos para
rechazar estas decisiones y construir una nueva dirección para el
movimiento de masas.
Octubre, 1 de 2004
La nueva "contrarreforma de
Uribe"
Tributar, tributar y tributar
Se atribuye a Carlos Marx la
afirmación de que el Estado burgués solo tiene dos ministerios: el
de Saqueo Exterior, para tomar los mercados y territorios de la
competencia y el de Saqueo Interior para esculcar hasta el fondo los
bolsillos de los trabajadores. En el gobierno de Uribe se han
fusionado en uno sólo. Su estrategia de Seguridad Democrática debe
ser sostenida descargando todos los costos sobre los abrumados hombros
del pueblo. Este es el contenido de la nueva contrarreforma tributaria
que ha presentado a su Congreso.
Pobre economía
Gracias a la inercia de la burguesía
la economía colombiana siempre ha sido raquítica. Aún hoy el PBI
total del país equivale apenas al de la ciudad de Miami. Esta economía
pobre, protegida por fuertes barreras arancelarias y una mezquina
inversión en obras de infraestructura y servicios públicos ayudaron
a construir una mentalidad colectiva: vivir del rebusque. La economía
formal siempre ha sido precaria, pues nunca se incursionó en el
desarrollo de una industria pesada, productora de máquinasherramienta
o procesamiento de materias primas que permitirían el alcance de un
alto nivel tecnológico y científico. La mezquina mentalidad de la
patriarcal hacienda cafetera o ganadera fue trasladada a la fábrica,
al comercio y a la banca urbanos.
La estrecha oligarquía cosmopolita
colombiana ha buscado la satisfacción de sus necesidades en las metrópolis.
Allá encuentran diversión, servicios de salud y educación para sus
hijos. Algunos incluso viven siempre en el exterior. Julio Mario
Santodomingo, por ejemplo, pasa más tiempo en Nueva York o París que
en Bogotá o Cartagena. Su fortuna es cuantiosa, pues ha llegado a
figurar en la lista de los 400 empresarios más ricos del mundo, y su
consumo suntuario. Hace pocos años se informaba que sus gastos
personales ascendían a unos veinte millones de pesos diarios. Pero
para los capitalistas como él, Colombia es sólo un lote de engorde
como los que tiene en el Centro Internacional de la capital.
A cambio de no embarcarse en
megaproyectos industriales, el Estado ha permitido a la burguesía
bajos índices de tributación. Cualquier ley que les imponga recorte
a sus ganancias es demandada por sus tinterillos o peluqueada, hasta
hacerla inocua, por parlamentarios a sueldo del gran capital. Cada
nuevo impuesto va con la cola de las exenciones para los empresarios.
Así, se acostumbraron a que son mejores los impuestos indirectos
-como el IVA, que gravan el ingreso de los trabajadores y los pobres-
que los directos, cargados a la renta de los capitalistas.
Desfondados
Pero este estado de cosas tocó
fondo. Un paulatino pero creciente endeudamiento externo, con la banca
imperialista, e interno, con los prestamistas locales, se convirtió
en la vena rota del erario público. Hoy, el 40% del presupuesto
nacional se destina al pago de intereses y de deuda, y el rubro que le
sigue se destina para alimentar un aparato represivo que contenga
eficazmente el descontento popular y logre mantener en funcionamiento
servicios necesarios para la inversión, circulación y recuperación
del capital, nacional e imperialista. Las transnacionales y los
empresarios criollos necesitan seguridad para sus inversiones, además
de leves obligaciones tributarias que maximicen la extracción de
plusvalía.
Así funciona el mecanismo de los
préstamos autorizados por el Fondo Monetario Internacional (FMI) a
cambio de que la economía nacional se someta a sus recetas:
privatización de las empresas rentables del Estado y apertura
indiscriminada a la piratería imperialista. Mecanismo perverso; a
medida que los planes del FMI avanzaban, el Estado perdió ingresos y
aumentó su deuda. Tímidamente primero y luego sin control ninguno,
los gobiernos liberales y conservadores endeudaron al país a costa de
la inversión social. Finalmente se han encendido las luces de alarma.
El déficit fiscal es tan abultado que el país, en un momento y otro,
puede declararse en quiebra. Ya pasó en los años '70 con la crisis
general de la deuda externa en América Latina, y hace pocos años en
México y Argentina. Un cese de pagos generalizado es una pesadilla
que trasnocha a los banqueros imperialistas.
El mayordomo
Eso sí, Colombia tiene crédito
abierto. Desde el poeta Belisario, que aplicó las fórmulas del FMI
sin pedir asesoría, hasta Uribe, al que le respiran en la nuca los
funcionarios imperialistas, la burguesía colombiana ha garantizado
servilmente "honrar" sus compromisos, a costa de incrementar
el hambre y la pobreza. Gracias a esto, la burguesía colombiana
cultivó la fama de ser prudente en el manejo de las finanzas públicas.
Las más recientes visitas del FMI
a Uribe, a quien tratan como al mayordomo de "El Ubérrimo"
-su finca en Córdoba-, han sido para ir ajustando las tuercas. Saben
que no se debe descuartizar la gallina de los huevos de oro, así que
sólo le aprietan el pescuezo para que pague intereses y abone algo a
la deuda. Cuando hay emergencias autorizan un nuevo préstamo, a
cambio de que Uribe baje otro poco la cerviz. Como ahora, cuando se
negocia el Tratado de Libre Comercio (TLC) para que se desmonten
definitivamente las pocas barreras de protección que subsisten para
algunos renglones de la economía, como el agrícola. A este paso, en
poco tiempo, el prestamista vendrá a reclamar las llaves de la casa y
nos enteraremos de que Colombia es una nueva colonia norteamericana.
Pero mientras llega el día del desalojo, el mayordomo debe garantizar
que sigamos pagando el mantenimiento de la finca.
IVA pa'rriba
Durante la campaña electoral Uribe
prometió no incrementar los impuestos. Poco después obligó a la
burguesía y la clase media alta a tributar para la guerra. Quien
tuviera un patrimonio liquido superior a $169.5 millones pagó 1.2%.
Así recogió $2.4 billones. El argumento para convencerlos fue que
era mejor darle la plata al gobierno para institucionalizar la guerra
que seguir alimentando a los cuervos paramilitares que, como se ha
visto ahora, les pueden sacar los ojos.
Después de derrotado el recorte
fiscal incluído en el Referendo pasó al plan B. Con la actual, ya ha
presentado dos reformas tributarias y anuncia una tercera, "esa sí
estructural", antes de finalizar su mandato. Con la primera, de
septiembre del 2002, esperaba recoger $16 billones en cuatro años,
generalizando el IVA del 2% a todo el espectro de productos y
servicios y cargarle uno de 20% a la telefonía celular. El Congreso,
después del tira y afloje de los empresarios, sólo le aprobó un IVA
no generalizado del 10%, 10% de sobretasa en renta, aumento del 3 al 4
por mil a las transacciones financieras y revivió el IVA a la cerveza
y los juegos de azar, lo que le ha costado polémicas con el Grupo
Santodomingo y los banqueros, quienes temen que la gente tome menos y
siga guardando la plata debajo del colchón.
Ahora propone, ¡otra vez!, un IVA
del 2% para lo que estaba exento (educación, salud, arriendos,
intermediación financiera, venta de inmuebles, etc.) y lo demás con
el 16%.
El proyecto de Uribe busca liberar
aún más a los empresarios del pago de impuestos. Fiel a la tradición
de los gobiernos anteriores, unos 20.000 grandes capitalistas criollos
verán reducidas sus obligaciones tributarias. El impuesto de renta,
que ya había bajado del 38 al 35%, ahora baja del 35 al 32% mientras
se extiende el IVA a productos básicos de la canasta familiar y los
servicios públicos y se gravan los ingresos por trabajo como el
aplicado a salarios mayores de $2'200.000, se elimina la mesada
catorce de los pensionados y se gravan los aportes a los fondos.
Piensa eliminar los reajustes de salarios y pensiones por inflación e
imponer otra sobretasa al impuesto predial. Es la ley del embudo, pero
al revés: lo ancho (más impuestos) pa' nosotros, lo angosto
(exenciones) pa' ellos.
Contra el IVA: movilización masiva
Es probable que el regresivo
proyecto de Uribe no pase o sea recortado en el Parlamento. Son muchos
los intereses en juego y la negociación con la casta política se ha
vuelto difícil, pues todos cobran el voto para aprobar la reelección.
Unos creen que las medidas sólo tienen efecto coyuntural y se
necesita una contrarreforma más agresiva, otros en cambio temen que
apretarle demasiado el pescuezo a la gallina la pueda convertir en
gallo de pelea.
No obstante esas contradicciones,
los trabajadores debemos saber que primarán los intereses de los
empresarios y el imperialismo y se pondrán de acuerdo en descargar el
déficit fiscal sobre nosotros. Por eso debemos aprovechar el 12 de
octubre para movilizarnos contra los planes de Uribe, y en particular
contra su reforma tributaria, parte central del paquetazo contra el
pueblo del cual hacen parte una nueva reforma a la salud, otra reforma
pensional, la privatización de más empresas públicas y la
profundización de su plan de guerra al servicio del imperialismo. Si
frenamos la medidas de Uribe podremos enfrentar con mayores
posibilidades de éxito el TLC, el ALCA, el Plan Colombia y el
autoritarismo del régimen.
Nuestra tarea no es presentar en el
Congreso juiciosos proyectos tributarios "alternativos" como
vienen haciendo las bancadas parlamentarias del Polo Democrático o
Alternativa Democrática, para buscar la reactivación de la economía
protegiendo a los medianos y pequeños empresarios. Debemos exigir
medidas de fondo como la suspensión del pago de la deuda externa, la
eliminación del presupuesto para la guerra y la expropiación de
todos los terratenientes y empresarios que han financiado a los
paramilitares, así como la confiscación de las tierras que han
monopolizado, con el objetivo de que esos dineros y terrenos sean
destinados a un plan de obras públicas que garantice el empleo y el
acceso a la salud, la educación y la vivienda a los más pobres, y
tierra y crédito barato para los campesinos e indígenas desplazados
por la violencia estatal y paramilitar. (Sebastián Marlés)
Movimiento obrero
La crisis del movimiento sindical
¿Qué hacer?
La crisis en las organizaciones
sindicales tocó fondo. El noventa por ciento del proletariado ha
perdido prácticamente todas las conquistas sociales y las garantías
prestacionales y laborales que había acumulado en cincuenta años de
lucha contra la voracidad de los capitalistas nacionales e
imperialistas.
De los aproximadamente quince
millones de asalariados que hay en el país menos del cinco por ciento
está organizado sindicalmente. De los poco más de setecientosmil
sindicalizados sólo un pequeño porcentaje corresponde a obreros
industriales. La gran mayoría de trabajadores organizados pertenece
al sector de servicios. Son principalmente maestros, trabajadores de
la salud y, en general empleados del Estado. En los últimos doce años
han sido asesinados dos mil dirigentes y activistas del sector
organizado. En el mismo período han desaparecido quinientas
organizaciones sindicales. Los sindicatos de base siguen siendo la
forma más extendida de organización. El sindicalismo de industria,
al que se quiso dar un impulso en la década anterior, no ha avanzado
prácticamente nada debido a la crisis general. Y lo que es más grave
aún, las direcciones a todos los niveles han retrocedido, ideológica
y políticamente, a los niveles premarxistas del siglo diecinueve.
A grandes trazos esa es la situación
en que nos han dejado la ofensiva patronal y la errónea política de
la alta dirección sindical.
Primero lo primero: reconocer los
hechos
Es deber de todo dirigente obrero
responsable reconocer la realidad tal como se presenta. Cuando un
dirigente le miente a su base sobre la realidad, la desarma políticamente
y la vuelve incapaz de responder a los ataques de sus enemigos de
clase: los patronos y sus gobiernos. Y la realidad, que los dirigentes
se niegan a reconocer, nos dice que la crisis del movimiento sindical
colombiano es producto de la ofensiva económica, política y social a
gran escala lanzada por la patronal nacional e imperialista.
Pero esa realidad también nos dice
que el enemigo de clase impuso sus planes porque las direcciones de
las centrales y de la mayoría de los grandes sindicatos colaboraron,
abierta o veladamente, en su aplicación.
Las direcciones de las centrales y
los sindicatos se resisten a hacer un balance de lo ocurrido en los últimos
quince años, y por tanto, a sacar las conclusiones, asumir las
responsabilidades y definir una política clasista para salir de la
crisis. Esa actitud irresponsable de los dirigentes ha hecho urgente y
vital que las organizaciones revolucionarias y los activistas
clasistas, que aún resisten los embates de la patronal y de la propia
burocracia sindical, iniciemos una discusión objetiva y completa que
cubra todos los aspectos de la situación, que la explique y que sirva
para elaborar una política que, discutida ampliamente en las bases
obreras y populares, inicie el camino de la recuperación. Esa discusión
nos debe servir para ubicar el punto exacto en que nos encontramos, el
estado de la correlación de fuerzas entre los trabajadores y nuestros
enemigos de clase, la situación de nuestras organizaciones políticas
y sindicales, nos debe servir para establecer las responsabilidades de
cada uno de los dirigentes que tuvo puestos de mando en todo el período
anterior, y para definir las tareas más urgentes.
Sin un balance claro de lo sucedido
no es posible corregir el rumbo. Es la hora de hacerlo en cada uno de
los sindicatos que aún sobreviven. Hay que convocar y preparar
asambleas de base para construirlo colectivamente bajo la más amplia
democracia sindical. Hay que dar garantías a todos los grupos de
trabajadores y activistas que tengan puntos de vista críticos para
que puedan escribirlos y darlos a conocer a las bases de sus fábricas
y sitios de trabajo. En los periódicos de las centrales obreras y los
sindicatos deben ser publicadas las opiniones de todos los sectores y
agrupamientos sindicales y políticos de los obreros que estén por
reorganizar a la clase. No se puede seguir escatimando el derecho de
los trabajadores a evaluar a sus dirigentes y a cambiarlos si es
preciso.
Las centrales, federaciones y
sindicatos en los que se han vencido los períodos de las juntas deben
convocar a elecciones inmediatas para renovar los cuerpos directivos.
Las direcciones responsables de la crisis no se pueden perpetuar en
sus cargos con la simple maniobra de no permitir que se hagan
elecciones abiertas y democráticas en las cuales todos tengan
igualdad de condiciones y de oportunidades para postularse a los
cargos de responsabilidad. La FECODE, la UNEB y los demás sindicatos
que en décadas anteriores gozaron de reputación clasista y democrática,
y que tienen vencidos los períodos de sus juntas deben dar el
ejemplo.
Romper con la política de la
concertación
Las leyes que acabaron con los
derechos pensionales y con la salud pública, las contrarreformas
laborales, las privatizaciones y liquidaciones de empresas
fundamentales del Estado como Caja Agraria y Telecom. y las quiebras
fraudulentas de centenares de empresas privadas que acarrearon miles
de despidos y el robo abierto y descarado de las liquidaciones de los
trabajadores le fueron impuestas a la combativa clase obrera del país
por la colaboración que le prestó a la patronal la política
traidora de la "concertación" impulsada y defendida por las
direcciones.
FECODE, la USO y unos cuantos
grandes sindicatos más "concertaron" con el gobierno de
Gaviria y con los parlamentarios liberales y conservadores el paquete
de contrarreformas, a cambio de que sus regímenes pensionales y
prestacionales especiales no fueran modificados. En plata blanca,
traicionaron a los millones de trabajadores no organizados o
agremiados en pequeños sindicatos.
Frente a los miles de asesinatos la
burocracia se comportó igual. Lloriqueos y lastimeros llamados a la
paz y al respeto a los derechos humanos en los entierros, y ni una
sola medida contundente de lucha para frenarlos.
La difícil situación que sufren
hoy los trabajadores y el pueblo no es entonces sólo un triunfo de la
burguesía y sus gobiernos, es también una responsabilidad de los
dirigentes que para no conducir a los trabajadores al enfrentamiento
con sus enemigos de clase se sentaron a concertar con ellos la entrega
de las pocas conquistas sociales de sus representados.
Romper, y llevar a las bases a que
rompan, con la política de la concertación es la tarea ideológica y
política más importante que deben encarar los dirigentes clasistas
en el camino de la recuperación del movimiento obrero y sindical.
Recuperar el método de la
movilización
Los trabajadores colombianos no
fueron derrotados porque en la lucha hubieran sido superiores las
fuerzas del gobierno y la burguesía sino porque su dirección se
retiró del campo de batalla de la lucha de clases, una y otra vez sin
presentar batalla, a cambio del mantenimiento de sus condiciones como
burocracia y de los privilegios de algunos de los sectores organizados
más fuertes.
Todos los paros nacionales sin
excepción que fueron votados por los trabajadores contra los planes
de los gobiernos fueron también sin excepción levantados por las
direcciones de la CUT, la CGTD, la CTC y las principales federaciones
y sindicatos como FECODE y la USO. Las burocracias estalinistas,
socialdemócratas y liberales empotradas en los aparatos sindicales
siempre amenazaban con la política de "movilizar para
concertar" sólo para salir huyendo en el último minuto a cambio
de una oferta burguesa de negociación que rara vez llegaba, y que
cuando llegaba era para desmontar, en las "mesas de concertación",
lenta y pacíficamente, los derechos de los trabajadores.
Actuar. Esto que era lo primero que
debían haber hecho los dirigentes sindicales cuando se inició la
ofensiva burguesa contra los trabajadores, se quedó en amenazas
incumplidas de paros nacionales que sistemáticamente terminaron
convertidos en "jornadas" de inofensivas movilizaciones
pacifistas. Lloriquear contra el neoliberalismo y justificar su
comportamiento es lo que siguen haciendo quince años después. Los
llamados a los "paros nacionales" siguen siendo cañazos
para darle base a la política capituladora de la concertación. Es lo
que están haciendo con el paro nacional convocado para el próximo 12
de octubre: llamados generales y ni una sola tarea concreta de
preparación por la base. Las pocas asambleas sindicales que se han
realizado para discutir los objetivos del paro y la forma de
organizarlo han sido manipuladas por las direcciones, acrecentando la
desconfianza y el desconcierto de las bases. Los presidentes de las
centrales creen sustituir las tareas concretas de organización del
paro con declaraciones altisonantes en los medios de comunicación.
Con costosos avisos en los periódicos burgueses que el único efecto
material real que tienen es el de hacer más ricos a los Santos y a
Julio Mario Santodomingo eluden la dispendiosa pero efectiva tarea de
escribir, editar y distribuir los millones de volantes que habría que
distribuir en las fábricas, las oficinas, los colegios, las
universidades y los barrios populares explicando las profundas razones
que nos obligan a realizar el paro, sus objetivos y la forma de
organizarse para hacerlo exitoso.
"Paros" convocados a través
de Caracol y El Tiempo son fácilmente desmontados por el mismo medio.
Es lo que, impotentes, hemos visto hacer a nuestros altos dirigentes
los últimos quince años. En la tarea de recuperar al movimiento
obrero de la crisis hay que desterrar este inútil método pequeñoburgués.
Tenemos que retomar la tradición de la clase obrera mundial de
preparar la movilización por la base, discutiéndola y organizándola
con la mayor cantidad posible de trabajadores y sus familias. Esa es
la mejor garantía de éxito. Nada sustituye al método de la
movilización directa de las masas en el enfrentamiento con sus
enemigos de clase. Y nada garantiza de mejor manera la movilización
que su preparación democrática. Empecemos a probar de nuevo este método
en el paro del próximo 12 de octubre.
Reconstruir los sindicatos y las
organizaciones políticas
Hay que poner el balance, el análisis
de la situación y la movilización contra el gobierno y el
imperialismo al servicio de la reorganización política y sindical de
los trabajadores y de su vanguardia. Hay que reconstruir los
sindicatos, colocar al frente direcciones clasistas de recambio,
iniciar la larga y difícil tarea de afiliar a los trabajadores
temporales que son los más explotados, educarlos en la idea de que
tienen derechos que han sido conculcados, en el programa del
socialismo y en la comprensión de la necesidad de construir la
herramienta de su liberación definitiva: el partido leninista.
Las formas concretas que encuentre
la clase para su reorganización dependerán de las circunstancias de
cada caso concreto, pero los activistas y los revolucionarios debemos
procurar por la construcción y el fortalecimiento de los sindicatos
de industria y rama y por la unidad en una sola central clasista donde
puedan ser presentadas con absoluta libertad todas las opiniones políticas
para que sean las bases las que democráticamente decidan con cual de
ellas orientar su lucha. (Oscar Ángel)
Política sí, pero clasista
Para eludir el balance las
direcciones responsables de la crisis se han inventado un nuevo
distractor. Ellos, que durante décadas se opusieron a la participación
política de los trabajadores, se han vuelto los campeones de las
grandes gestas. Años diciéndole a las bases que discutir de política
en los sindicatos era "anarcosindicalismo", que el papel de
las organizaciones gremiales se debía limitar a la defensa del
salario y las condiciones de existencia, para que ahora, sin mediar
proceso alguno, se ubiquen en el extremo opuesto.
Ahora los vemos en los foros, en
los periódicos y en las reuniones con los burócratas del gobierno y
los gremios económicos de la burguesía "hablando de alta política"
y regañando a los trabajadores que les reclaman medidas concretas en
defensa de sus conquistas salariales y convencionales. Al trabajador
que les reclama por su estabilidad y su pensión perdidas le responden
que la alternativa "es ser gobierno". Pero no se refieren al
gobierno de los trabajadores, sino a gaseosos gobiernos democráticos
defensores del "Estado Social de Derecho". Han saltado de la
concertación a la conciliación de clases, de la traición en lo económico
a la traición en lo político. Según ellos, los trabajadores no
deben reclamarles por no haber sido capaces de defender sus conquistas
económicas y sociales porque ahora los van a conducir al gobierno...
¡de la burguesía nacional!
Los trabajadores tenemos la
obligación de participar en política, pero debemos hacerlo a la
manera en que nos han enseñado los maestros del proletariado y la
experiencia de dos siglos de lucha: con independencia política de
clase. Colocarse a la cola de sectores burgueses, por más democráticos
que traten de presentarse, siempre le ha traído a la clase obrera, en
el mejor de los casos, profundas decepciones.
Hernando Echeverri Mejía, Julio César
Pernía, Piedrahita, Gerardo Molina y todos las "personalidades
democráticas" venidas de los partidos tradicionales, que en algún
momento fueron levantados como candidatos de la "izquierda"
por el Partido Comunista, el MOIR o cualquier otro partido
frentepopulista, retornaron a las toldas liberales o conservadoras tan
pronto salieron elegidos como parlamentarios. Pero las experiencias
frentepopulistas no siempre terminan en forma tan indolora. En los
peores casos se saldan como enormes tragedias políticas.
El gobierno del Frente Popular de
España en 1936 no condujo a los trabajadores a la "República
Democrática" sino a la dictadura fascista de Francisco Franco,
que reinó por casi cuarenta años sobre los cadáveres de un millón
de trabajadores españoles. El gobierno del Frente Popular encabezado
por Salvador Allende en 1970 tampoco fue culminado con la idílica
"democracia" en general que los partidos Comunista y
Socialista prometieron a los trabajadores que lo eligieron, sino en la
sanguinaria dictadura de Pinochet que masacró a lo mejor de la
vanguardia obrera y popular y aplicó a rajatabla los planes de
sobreexplotación del imperialismo por veinte años. Con sectores
burgueses podemos hacer unidades de acción, circunstanciales, para
combatir en forma directa planes de otros sectores burgueses
reaccionarios que por alguna razón también los afecten. Pero cuando
se trata de plantear fórmulas de gobierno los activistas clasistas y
los militantes revolucionarios debemos ser intransigentes en señalar
que hay que levantar candidatos de clase, candidatos obreros y
revolucionarios, para educar a los trabajadores en la idea de su
propio gobierno, en la idea de la dictadura del proletariado y en el
programa de la destrucción del capitalismo y de la construcción del
socialismo.
Los trabajadores tenemos la tarea
presente de impedir que las direcciones sindicales y políticas
amarren la lucha contra los planes de sobreexplotación económica y
de reacción política del gobierno de Uribe Vélez a la batalla política,
que necesariamente habrá que dar en su momento, contra su reelección.
Combatir la reelección de Uribe pasa en el momento actual por la
lucha directa contra sus planes. No es hora de andar buscando
personajes prestados de la burguesía liberal o socialdemócrata para
oponerlos en las urnas a Uribe, sino la hora de forjar la unidad en la
lucha de todos los sectores obreros y populares afectados por las
alzas en los servicios públicos, por la congelación salarial, por el
incremento y la extensión del IVA a los productos de consumo popular,
por las medidas represivas de la política de seguridad y por el
imperialista Plan Colombia hoy convertido en el Plan Patriota. Los
trabajadores tenemos que hacer política, pero no la de los señores
dirigentes de la conciliación sino la revolucionaria de la
independencia de clase.
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