Dice el Gral. James Hill, Jefe del Comando Sur, y
reconoce presencia de sus soldados
La guerra en Colombia no tiene salida militar
Altercom, Quito (Ecuador), 13/10/04
«Nunca habrá solución militar al problema interno
colombiano. Eso requerirá una reforma política sostenida... Aquí
(en Quito) tenemos un grupo de militares que trabaja fuera de la
Embajada... Los militares ecuatorianos tienen una gran cooperación e
intercambio con los militares colombianos... EEUU ha tenido, cada vez,
mejores relaciones en los campos del comercio, de la economía la política
y el militar. Mi papel fue asegurarme de que en el campo militar esa
relación continúe.»
James Hill, general, jefe del Comando Sur del ejército
estadounidense que se encarga de las operaciones en Centro y Sudamérica,
luce en su brazo izquierdo la insignia de «Ranger» que corona el
sello del comando que se apresta a dejar en el mes de noviembre,
mientras declara para el Diario El Comercio, el más importante de la
capital ecuatoriana, ante la atenta mirada de la embajadora Kristye
Kenney.
La entrevista publicada a seis columnas en el periódico
fue realizada en la Base Aérea de Quito minutos antes de que partiera
para su país de origen y luego de realizar una visita a destacamentos
fronterizos (según informara el corresponsal del mismo Diario en la
Amazonía norte), a las autoridades militares y al presidente Gutiérrez,
con el fin, según se indicó, de despedirse de todos ellos, antes de
entregar el mando al general Bantz Craddock en la Superioridad ubicada
en el sureño estado de La Florida, residencia también de terroristas
de origen cubano y venezolano, además de los prófugos banqueros
ecuatorianos.
Ésta, al parecer, será la última de sus seis visitas
en los diez meses del 2004. El general Hill nunca ha escatimado
palabras para endurecer el ambiente ecuatoriano con declaraciones
descarnadas y ausentes de toda mesura. Como si la frialdad y el aplomo
de la estrategia comunicativa del “ranger” acercaran a los
habitantes de este pequeño país a la triste realidad de asumir la pérdida
definitiva de «dignidad y soberanía». Todo a sabiendas que se ha
posicionado el tema para una discusión ciudadana que terminará
esterilizada por los pragmáticos de la política oficiosa y oficial.
«Ecuador es un país importante en una región
importante» dice Hill y no está refiriéndose a la productividad y
al comercio necesarios para el advenimiento de un tratado de libre
comercio con su país de origen, ni a los recursos turísticos y
culturales de Ecuador y sus vecinos, si no a la aplicabilidad del
denominado Plan Colombia que según sus propias palabras involucra a
los países fronterizos. A todas luces el South Command es un
generador de relaciones entre los militares de los dos países
(Ecuador y Colombia) y también de la próxima reunión de ministros
de Defensa que se reunirán en Quito en noviembre. «La cooperación
regional es muy importante y yo he jugado una parte pequeña en
asegurar que la democracia continúe» -dice el general, sin
especificar donde ésta estuvo amenazada y por qué liga la reunión
ministerial al tema de la estabilidad democrática.
En el marco de las relaciones, Hill reconoció que existió
«la matriz de seguridad para la frontera» con Colombia, un documento
sacado a luz por El Comercio el 17 de febrero. Según las fuentes del
Diario, en ese entonces el jefe militar de EU expuso ante sus colegas
ecuatorianos el alcance de una estrategia global de seguridad y
control en la frontera norte y su contenido, para después entregarles
por escrito la propuesta a la que se anexó la denominada «matriz» y
en la que constaban las tareas asignadas a las Fuerzas Armadas de
Ecuador para el cumplimiento del Plan.
Entre las tareas citadas estaban «la construcción de
batallones e infraestructura en la Amazonía; el mejoramiento de la
capacidad de fuerza; la provisión de armas y equipos para operaciones
especiales; la ejecución de programas de entrenamiento, operaciones
de inteligencia, así como la instalación de facilidades aéreas y
marítimas en Galápagos». Por supuesto, siguiendo la «sana»
costumbre gubernamental, el ministro de Defensa del gobierno
gutierrista negó entonces la existencia de la «matriz» que hoy Hill
acepta y admite. Lo preocupante de esto no son las «relaciones»
interarmas de las fuerzas de los dos o los tres países envueltos,
tanto como el creciente involucramiento de un país pequeño, inerme,
pobre, desgastado, en un conflicto de grueso calibre como el
colombiano, por «sugerencias» de la más poderosa potencia del
sistema solar.
Se suma a la alarmante situación ecuatoriana la confesión
de que «tenemos un grupo de militares que trabaja fuera de la
Embajada». A saber, oficialmente, nunca se informó al respecto. Lo
único que sabían los ecuatorianos, por público y notorio, es que la
embajadora Kenney si trabaja incansablemente fuera de su Embajada, en
el Palacio de Gobierno y en las instalaciones militares de la frontera
norte. Ahora las autoridades criollas tienen la palabra, no para negar
lo afirmado por Hill, como es su costumbre, si no para precisar el número
y los sitios de los «visitante»s.
Para terminar Hill concluye sobre la situación
colombiana en el sentido de que el espacio para una salida militar a
la crisis está negado. Contrastante declaración con la del
presidente Uribe Vélez hace pocos días en la que afirmaba que
cumpliría el denominado Plan Colombia hasta sus últimas
consecuencias. ¿Acaso la visión del general que se retira está
sugiriendo la cordura? ¿Tal vez James Hill pronostica el final final
de la intervención militar en la Colombia desangrada? ¿Puede Hill
dejarnos un gran mensaje, de sabiduría, entre líneas? ¿Si otros,
como Uribe o los halcones de la Casa Blanca, insisten en la salida
militar, no será que el general de cuatro estrellas les está
presupuestando un horizonte adverso, inviable, parecido al de Viet Nam
o al de Irak?
Interrogantes de la partida de un general norteamericano,
con mucha información y formación.
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