Drogas:
cultivos no ceden
Por
Constanza Vieira
Inter Press
Service (IPS), 29/02/08
Bogotá.–
Los cultivos de droga no ceden y Inter
Press Service (IPS),,
según el Departamento de Estado estadounidense. "Las
fumigaciones son parte del problema" y no su solución,
replicó la Oficina de Washington sobre América Latina
(WOLA), sobre la polémica herramienta.
El
informe de Control Internacional de Narcóticos (CIN) de la
cancillería estadounidense elogió este viernes el decomiso
de 126 toneladas de cocaína durante 2007 y la erradicación
forzada de 220.000 hectáreas de cultivos de coca, materia
prima de la droga.
Pero
esos resultados no logran contener el fenómeno. La misma
fuente señala que este país andino exporta a Estados
Unidos 90 por ciento de la cocaína que allí se consume,
mientras aumentan los envíos a Europa y Brasil.
El
CIN menciona que la mayoría de los cultivos de coca se sitúan
en zonas de influencia de las guerrillas izquierdistas FARC
(Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) y ELN (Ejército
de Liberación Nacional), surgidas en 1964 y que actúan en
extensas regiones de escaso o nulo control estatal.
Un
"número significativo" de paramilitares
ultraderechistas de segundo nivel, desmovilizados tras
pactos con el gobierno de Álvaro Uribe, siguen activos en
el narcotráfico, señala el CIN, que manifiesta preocupación
por el poder corruptor de las organizaciones criminales.
El
CIN es presentado anualmente al Poder Legislativo
estadounidense como contexto para definir la ayuda económica
y militar, que depende en parte de que Washington
"certifique" a los países productores por su
lucha contra el narcotráfico.
Desde
2000, Estados Unidos intenta frenar el flujo de cocaína
mediante el Plan Colombia, antidrogas y contrainsurgente,
que ha costado más de cinco mil millones de dólares.
El
informe celebró los "agresivos" planes de
erradicación de cultivos y destrucción de laboratorios del
gobierno colombiano y su "fuerte récord" de
sospechosos de narcotráfico extraditados a Estados Unidos.
La
erradicación se adelanta mediante fumigaciones aéreas con
una mezcla potenciada de glifosato, herbicida patentado por
la empresa estadounidense Monsanto, o mediante la destrucción
manual de plantas con escolta de la policía antinarcóticos.
Funcionarios
colombianos y estadounidenses sostienen que la mezcla es
inocua, pero según investigaciones ecuatorianas que están
siendo evaluadas por el relator especial de las Naciones
Unidas sobre el Derecho a la Salud, Paul Hunt, ésta podría
ser nociva para personas y animales y para el ambiente.
La
no gubernamental WOLA recoge la preocupación de expertos
nacionales que observan en terreno que las fumigaciones
"tienden más bien a reforzar que a debilitar la
confianza de los campesinos colombianos en los cultivos de
coca, incitando y no disuadiendo a su replantación, lo que
contribuye a la extensión de la coca a nuevas áreas del país".
En
1999, la coca se concentraba en 12 departamentos
colombianos, y hoy se cultiva en 23 de los 32 que tiene este
país.
Para
el Departamento de Estado, el problema es que no se fumiga
lo suficiente, pero "la fumigación no sólo es
inefectiva, es contraproducente. Persistir en ella sólo va
a aumentar el daño", según la WOLA, cuyo informe se
concentra en el impacto del químico en la megadiversidad
biológica de Colombia y en la diversidad cultural del país.
En
los últimos años "no ha disminuido ni un gramo la
cocaína que producimos" y en cambio aumenta el
desplazamiento forzado de comunidades indígenas, dijo a IPS
el economista Héctor Mondragón, asesor de Convergencia
Campesina, Negra e Indígena (CCNI), con cerca de un millón
de afiliados en todos los departamentos del país.
CCNI
es una alianza de varias organizaciones de agricultores, la
Organización Nacional Indígena de Colombia, comunidades
negras y desplazados por la longeva guerra colombiana, entre
ellos muchos obligados a desplazarse por las fumigaciones
mismas, que los dejan sin sustento.
"La
extensión total de cultivos se mantiene, tanto si se toma a
Colombia individualmente como si se toma el área andina.
Nunca disminuye", comentó sobre el fenómeno
recurrente de que la reducción en un lugar se refleja en un
incremento más o menos equivalente en otro.
Estados
Unidos "esperaba que esta guerra contra las drogas
sirviera para contener el narcotráfico, pero no ha servido.
El pueblo estadounidense no ha dejado de recibir ni un gramo
de cocaína por cuenta del Plan Colombia", opinó,
aunque las autoridades estadounidenses y colombianas
sostienen que sin éste las cosas estarían aún peor.
En
todo caso, "los cultivadores de coca, al no tener otra
forma de subsistencia, al ser desplazados por la guerra
contra las drogas, se van a sembrar coca en los territorios
de los indígenas y de los afros que tienen asentamientos
tradicionales, se van a tumbar la selva en sus
territorios", agregó.
Según
Mondragón, la región más golpeada por la migración de
cultivos es la occidental Costa Pacífica o Chocó Biogeográfico,
un tesoro mundial de diversidad biológica.
Allí
"los cultivos de coca llegaron en masa. Han afectado a
los afrocolombianos y a las comunidades (indígenas) embera
y awá", señaló.
La
secuencia fue descrita así por Mondragón: "Primero
viene la siembra de coca. La promueven el mercado de coca y
la pobreza, y la practica gente que no tiene más opción
que sembrar coca. Esa gente, después de un tiempo, es
fumigada. Le toca irse de esas tierras. ¿Quién se queda
con ellas? Los mismos que les compraban la coca para vender
cocaína".
En
muchas regiones donde antes fueron desplazados los cocaleros
se extiende la palma africana. Ahora, pasa lo mismo en el
Pacífico.
"Las
denuncias que estamos viendo en el Pacífico indican que los
cultivos de palma aceitera se convierten en una forma de
lavar los dineros de quienes se beneficiaron del cultivo de
coca. No los cultivadores campesinos, sino los traficantes
de la cocaína", dijo el asesor.
Al
mismo tiempo, se producen leyes que les prohíben a estas
comunidades titular sus territorios. "Se da pie para
que estas tierras sean apropiadas por empresas como las que
se dedican a la palma africana u otras actividades",
agregó.
La
mayoría de las violaciones a los derechos humanos en
territorio indígena ––asesinatos y desplazamiento––
se cometieron en los últimos años en la Costa Pacífica,
registra la CCNI. Y justamente es el sufrimiento lo que a
Mondragón le parece la cara más oscura de la guerra
antidrogas.
No
sólo son los dueños ancestrales del territorio, los
cultivadores y desplazados, "el sufrimiento humano es
enorme también entre quienes hacen la represión contra la
droga. Muchos policías terminan lisiados, muertos o
prisioneros" de la guerrilla.
Tres
contratistas estadounidenses del Plan Colombia fueron
atrapados por las FARC en febrero de 2003. Siguen en situación
dramática en la selva y su libertad depende de una
negociación de canje por insurgentes presos que no se
resuelve.
¿Y
para qué?, inquirió Mondragón, "para nada. Porque si
dijeran que se acabó el narcotráfico en el mundo, quizá
habría alguna justificación. Pero lo que nos están
mostrando esos informes es el fracaso de la guerra
antidroga, que sólo sirve para que la gente sufra".
Al
mismo tiempo, hay quienes se benefician del círculo
perverso.
"Son
la Monsanto que vende el glifosato, son las empresas que
venden los aviones, General Dynamics, que es la (fabricante)
de los helicópteros, las empresas de contratistas como la
DynCorp. Son los que reciben la plata del Plan Colombia.
Ellos son los que se están beneficiando", concluyó.
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