Colombia

Desde la cárcel, el jefe paramilitar Salvatore Mancuso hizo esa revelación

La mitad del Congreso tenía nexo con los “paras”

Página 12, 24/04/08

Colombia vive la antesala de una crisis política. A horas de la detención del primo del presidente, las denuncias contra legisladores no le dan tregua al gobierno. Alvaro Uribe propuso “reformar la política”, pero descartó una asamblea constituyente.

Bogota.– ”Más de la mitad de los congresistas colombianos tiene vínculos con los grupos paramilitares o guerrilleros.” La bomba la tiró ayer el líder paramilitar desmovilizado Salvatore Mancuso desde la cárcel, mientras en las calles, los cafés y los despachos oficiales todo el mundo discutía los últimos detalles de la detención hollywoodense del ex presidente del Congreso y primo de Alvaro Uribe en la embajada de Costa Rica en Bogotá, la noche anterior.

En Colombia ayer se vivía la antesala de una posible crisis política. La lluvia de denuncias y detenciones que se suceden semana a semana, que ya llevan 33 legisladores tras las rejas y 64 investigados, obligó al mandatario colombiano a romper el silencio. “Vamos a escuchar a la gente a ver qué salidas proponen. No hay que dar saltos a la incertidumbre que puedan desbaratar lo que ha hecho este gobierno hasta ahora”, aseguró en entrevista a Radio Caracol.

Con ese compromiso vago, Uribe evitó rechazar de plano la convocatoria de una asamblea constituyente, una propuesta presentada la semana pasada por la izquierda para “refundar el desprestigado Congreso”, según palabras del presidente del Polo Democrático, Carlos Gaviria. Sin embargo, el mandatario dejó poco lugar para las ambiciones de la oposición. “No soy amigo de los cambios a la Constitución a toda hora”, dijo al principio en la entrevista. Veinte minutos después y sin pensar tanto sus palabras, el mandatario fue aún más claro. “En Colombia existe la bendita manía de pensar que todo se arregla con reformas constitucionales. Es un error”, aseguró, el mismo hombre que en 2005 llamó al país a “modernizar” la Carta Magna. Esa reforma le abrió el camino a la reelección presidencial en 2006.

Hoy Uribe piensa distinto y, por eso, propuso salir de la crisis con una “reforma política”, que consta principalmente –y muy probablemente, únicamente– en sancionar a los partidos, cuyos legisladores sean condenados por sus nexos con los paramilitares, las guerrillas u otros grupos por fuera de la ley. En vez de reemplazarlos por el siguiente candidato de la lista sábana, como sucede ahora, el uribismo propone dejar la banca vacía. El gobierno colombiano tuvo que presentar esta “reforma” después de que varios de los legisladores suplentes fueran condenados por los mismos vínculos con los paramilitares que les habían comprobado a sus antecesores. Colombia Democrática, el partido del primo del presidente, Mario Uribe, ganó tres bancas en el Senado en 2006, pero ya lleva cuatro senadores detenidos.

Dentro del mismo uribismo reconocen que todavía no han tocado fondo. “Todo está mal y es susceptible de empeorar”, señaló ayer al diario español El País el senador oficialista Armando Benedetti, uno de los pocos que por ahora ha evitado las sospechas de la Corte Suprema. Esta semana el gobierno sumó un nuevo escándalo después de que los medios colombianos difundieran un video en el que una ex legisladora oficialista cuenta cómo el presidente Uribe le habría ofrecido cargos públicos a cambio de su voto para aprobar la reforma constitucional de 2006.

Ayer, cansado de la racha de sorpresas mediáticas que golpean a su gobierno, sus aliados y su familia, el mandatario salió a atajarse. Sin que el periodista le preguntara, Uribe aseguró que un ex jefe paramilitar lo está denunciando ante la Justicia por ayudar a planear una masacre de campesinos en 1997, cuando ejercía como gobernador de Antioquía, uno de los departamentos que fue cuna del paramilitarismo y sede de su apogeo. “Ese bandido dice que yo hasta agradecí a los paramilitares por esa masacre porque liberaron a seis secuestrados, entre ellos un primo mío, y que Santiago, mi hermano, prestó 20 paramilitares para ese crimen”, dijo y ya no disimulaba su enojo.

Según publicó ayer Radio Caracol en su página web, el denunciante sería Francisco Villalba, un paramilitar que se desmovilizó en 1998, cuatro años antes de la asunción de Uribe, y cumple actualmente dos condenas por masacres contra campesinos en Antioquía. Según relató ante el juez el 15 de febrero pasado, antes de la masacre de El Aro varios mandos militares y políticos de la región se reunieron con los jefes paras para preparar la “operación”. Los que lideraron la planificación habrían sido el entonces gobernador Uribe y el líder paramilitar Salvatore Mancuso.

“Volví a ver a Uribe otra vez más –continuó su relato Villalba–. Se presentó para decir que la operación había sido un éxito.” El éxito dejó 19 muertos y seis secuestrados liberados.


Costa Rica no asilará al primo de Uribe

Por Constanza Vieira
Inter Press Service (IPS), 22/04/08

Bogotá.– Un comunicado del Ministerio de Relaciones Exteriores de Costa Rica puso fin este martes al intento del ex senador colombiano Mario Uribe, primo del mandatario Álvaro Uribe, de huir de la justicia de su país.

"Urgente… invitamos a desplazarse a la embajada de Costa Rica para impedir que se le conceda asilo al señor Mario Uribe. El Movimiento de Víctimas de Crímenes de Estado convoca a todos a hacerse presentes y de esta manera impedir otro acto de impunidad", decía el mensaje electrónico a las 13:04 de este martes en Colombia.

"Sin olvido", se leía media hora más tarde frente a la sede diplomática ubicada en el norte de Bogotá, en una valla que portaban miembros del Movimiento de Víctimas de Crímenes de Estado (Movice), junto con fotografías de víctimas, un ataúd simbólico y un cartel que rezaba "Mario Uribe: votos manchados de sangre".

A las 11:30 se supo que Mario Uribe ––ex presidente del Senado–– había pedido "asilo político" en la embajada costarricense, dos horas después de que un fiscal delegado ante la Corte Suprema de Justicia dictara orden de captura contra él por supuestos nexos con bandas paramilitares de ultraderecha comandadas por narcotraficantes y responsables de decenas de miles de crímenes.

El ex senador, quien fue arrestado la misma noche del martes a su salida de la embajada costarricense, había dicho previamente a la fiscalía que se entregaría, promesa que no cumplió.

El Movice intentaba bloquear la huida de Mario Uribe y exigía que éste se sometiera a la justicia colombiana, ante la que debe defenderse de dos declaraciones que lo implican, proferidas por ex paramilitares, uno de ellos el ex jefe de esas bandas, Salvatore Mancuso, hoy preso.

Mancuso y otros líderes paramilitares pactaron con el gobierno su desmovilización y accedieron a procesos en los que la Corte Constitucional les exige que confiesen "la verdad completa" de los delitos que protagonizaron, para acceder a beneficios penales que implican un período máximo de reclusión de ocho años.

Otro que acusó a Mario Uribe fue Jairo Castillo, alias "Pitirri", testigo estrella del megaproceso que investiga los nexos entre políticos y paramilitares ––conocido como la "parapolítica"––, protegido por la justicia y exiliado en Canadá.

"Pitirri" sostiene que el ex senador Uribe sería uno de los hacendados que ampliaron sus propiedades mediante la violencia paramilitar. En 2000, siendo presidente del Senado, vendió una finca a un sobrino de su esposa, que dos años después fue pedido en extradición por Estados Unidos, acusado de narcotráfico.

"Esa es la base sobre la cual se ha emitido una orden de captura y creemos que ése es el fundamento para que se actúe en este caso", dijo a IPS el portavoz del Movice, Iván Cepeda, en medio de una serenata poco antes de la hora local 16:00 frente a la embajada de Costa Rica, en la que un grupo de mariachis le cantaba al ex senador la popular canción mexicana que dice: "Estás que te vas, y te vas, y te vas, y no te has ido…".

El Movice radicó en la embajada un documento en el que expuso que el concierto para delinquir agravado, por el que la justicia decidió detener al ex senador, no puede considerarse delito político.

"La petición que le hacemos al gobierno de Costa Rica es que no haya ninguna concesión de asilo, cuando sabemos que lo que hay es crímenes contra la humanidad que el paramilitarismo ha cometido", dijo Cepeda.

Horas más tarde la cancillería de Costa Rica hizo saber que consideraba improcedente la solicitud de Mario Uribe, añadiendo que "la histórica institución del asilo no debe ser desvirtuada".

Mario Uribe fue ponente de la Ley de Justicia y Paz, marco legal para la desmovilización paramilitar. Renunció en septiembre al Senado para evitar que la Corte Suprema juzgara su caso. Éste pasó entonces a la Fiscalía General de la Nación, cuyo jefe, Mario Iguarán, fue subordinado de Álvaro Uribe en su primera presidencia (2002–2006), como viceministro de Justicia.

Para muchos analistas, Mario Uribe y otros que renunciaron al parlamento esperaban un tratamiento más laxo de la justicia ordinaria, que dispone además de instancias de apelación y es más lenta que la Corte Suprema.

Con Mario Uribe suman 32 los parlamentarios presos, casi todos oficialistas, y cerca de 70 más son investigados por presunto paramilitarismo.

De los seis políticos vinculados al paramilitarismo por la justicia la semana pasada, la Corte Suprema abrió investigación preliminar contra la actual presidenta del Senado, la oficialista Nancy Patricia Gutiérrez, tercera en la sucesión presidencial.

También fue acusada la ex ministra del Medio Ambiente, Sandra Suárez, promotora de la ley forestal y de la ley de privatización del agua, y luego encargada de gestionar el lobby (cabildeo) a favor del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, hoy paralizado en el Congreso estadounidense por el opositor Partido Demócrata.

Aunque el fiscal Iguarán señaló a la hora 14:00 que no estaba notificado sobre el pedido de asilo, según informaciones de radio, un funcionario de la fiscalía indicó que si el ex senador Uribe salía de la embajada, podría ser capturado, y no descartó emitir una orden internacional de arresto en su contra.

Iguarán recordó que las dos únicas circunstancias que permiten invocar el asilo político son delitos de naturaleza política o persecución del Estado.

El asilo se aplica solamente para delitos políticos, como la rebelión contra el Estado, la sedición y la asonada, pero no cobija delitos comunes, como se clasifican los cometidos por el paramilitarismo.

Los Estados no pueden proteger con el asilo a una persona reclamada por la justicia ordinaria de otro país, recordó el ex magistrado José Gregorio Hernández.

Los abogados de Mario Uribe indicaron que darían a conocer más tarde por qué el primo y principal aliado del presidente se considera un perseguido político.

El mandatario Uribe ha enfrentado a los altos tribunales para que reconozcan estatus político a los paramilitares. Estos están en proceso de rearme, suelen actuar con la fuerza pública contra guerrillas izquierdistas y son causantes, según la Organización de las Naciones Unidas, de 80 por ciento de los crímenes de la longeva guerra colombiana.

Casi de manera simultánea al pedido de asilo de Mario Uribe, el opositor Partido Liberal rechazó en un comunicado la anunciada creación de una comisión, designada por el mandatario Uribe, para diseñar un nuevo tribunal, superior a la Corte Suprema, para abordar los casos de la "parapolítica".

El 17 de enero de 2006, dos meses antes de las elecciones legislativas, la embajada estadounidense anunció a varios jefes de movimientos políticos oficialistas, entre ellos Mario Uribe y el actual ministro de Defensa Juan Manuel Santos, que les quitaría el visado para ingresar a ese país si no retiraban de sus listas a candidatos acusados de paramilitares.

Las dos afectadas más visibles por la subsiguiente "purga" parcial de las listas electorales fueron Eleonora Pineda y Rocío Arias, entonces parlamentarias que abiertamente reconocían representar a los paramilitares y hoy presas.

El 30 de septiembre, Pineda se unió a los testigos clave contra Mario Uribe.

Apenas el lunes, el senador Ricardo Elcure, quien reemplazó a Uribe en su escaño, se entregó a la fiscalía luego de que la Corte Suprema ordenara su captura, acusándolo también de vínculos con paramilitares.

Colombia Democrática

Si Mario Uribe se entrega a la justicia, sólo quedarán libres cuatro legisladores del partido Colombia Democrática, fundado en el noroccidental departamento de Antioquia por los primos Uribe en 1985, como un desprendimiento del Partido Liberal.

En su sitio web, Colombia Democrática establece que llegó a la presidencia del Senado en 2000, con Mario Uribe, y a la presidencia del país en 2002, con Álvaro Uribe.

De manera premonitoria, Colombia Democrática, cuyo director nacional es el propio Mario Uribe, prevé una excepción en su Código Ético, reformado en noviembre de 2006.

El Código establece la expulsión de filas de quienes hayan incurrido en "faltas gravísimas". La primera de ellas es "ser condenado por delito doloso, salvo por delitos políticos".

Precisamente, en noviembre de 2006 la Corte Suprema de Justicia impuso la primera medida de aseguramiento en el proceso a la parapolítica contra los senadores del noroccidental departamento de Sucre por Colombia Democrática, Álvaro García Romero (hoy en etapa de juicio), y Erick Morris, condenado a seis años de prisión.

Otros parlamentarios de Colombia Democrática procesados por parapolítica son José María Conde y Miguel de la Espriella, amigo del presidente Uribe, que se sometió a sentencia anticipada.

Además, está prófugo quien fue gobernador de Sucre entre 1998 y 2001 y luego embajador en Chile, Salvador Arana, y tiene una investigación previa Franklin Chaparro, alcalde de Villavicencio (2004–2007), la capital del central departamento del Meta.


Con 51 congresistas investigados y 28 en la cárcel el poder legislativo agoniza. ¿Cuál es la salida?

El Congreso en ruinas

Revista Semana, 05/04/08

El Congreso colombiano ya puede ingresar a la lista universal de la infamia. En la historia de los Estados modernos no figura ningún país que tenga 51 congresistas investigados por la justicia (el 20 por ciento del Congreso) y 27 de ellos en la cárcel. Las razones de sus detenciones son aun más preocupantes que la magnitud propia del escándalo: pactos secretos con grupos ilegales, financiación de paramilitares, constreñimiento al elector y, en algunos casos, acusaciones de participar en masacres y secuestros.

La semana pasada detuvieron a tres congresistas más. Y el efecto dominó va a seguir. La mancha negra de la para–política sigue extendiéndose por el territorio y salpicando a más parlamentarios. La mayoría de estos 'padres de la Patria' están involucrados en un maquiavélico proyecto político construido sobre la dialéctica del plomo y la motosierra de los paramilitares, y con el telón de fondo de miles de campesinos que lloraban a sus familiares masacrados y de millones de campesinos desplazados por el terror.

Hoy, el temor se trasladó del país rural al Congreso de la República. Del miedo campesino a la violencia rural se pasó al miedo a la justicia en la clase política. En el Congreso cunde el nerviosismo. Cuando suena un teléfono, cuando pita un fax, o cuando se oye una sirena. Pero no es sólo la tensión y la sensación de debilidad. Es la llegada de unos suplentes sin criterio ni representación.

La reciente detención del senador Rubén Darío Quintero abrió el esperado capítulo de la para–política en Antioquia

Los ejemplos del hoy representante a la Cámara Víctor Julio Vargas y del senador Ricardo Ariel Elcure ilustran la crisis de representatividad. Vargas asumió la curul con escasos 2.907 votos y Elcure con 4.017. Esas dos cifras son menores, incluso, que los votos obtenidos por ciudadanos corrientes para ser elegidos como ediles en localidades de Bogotá. Y lo que es aun más grave, de todas maneras también se están beneficiando de los votos supuestamente obtenidos con ayuda de paramilitares: sin los 173.000 votos obtenidos por Álvaro García, Miguel de la Espriella y Mario Uribe –los dos primeros detenidos y el otro investigado–, su partido, Colombia Democrática, no habría logrado superar el umbral necesario para darle la curul que hoy ocupa Elcure.

Y el caso se repite prácticamente con todos los congresistas que están hoy reemplazando a los salpicados por el escándalo. Es decir, la justicia está haciendo su tarea de sancionar a los individuos, pero el Congreso sigue igual de enfermo. Hay dos partidos, por ejemplo, que tienen más del 50 por ciento de sus votos cuestionados (Colombia Viva, el 71 por ciento, y Colombia Democrática, el 63 por ciento) y siguen con el derecho a ocupar todas las curules que se ganaron con los votos viciados.

En algún momento, de llegar a consolidarse un número importante de condenas, se tendrá también que evaluar la legitimidad de la elección en general. Hoy están investigados o tras las rejas, congresistas por los cuales se depositaron 2.223.447 votos, es decir, estaría viciado el 11 por ciento del total de los votos. Y si se tuvieran en cuenta sólo los votos del total de senadores y representantes elegidos, el porcentaje de sufragios contaminados sería del 18 por ciento.

Las cosas están muy complicadas. La actual situación del Legislativo lo ha vuelto frágil y manipulable. Las últimas legislaturas han brillado por su paquidermia. Temas que necesitan debate y son cruciales están paralizados: como el de darle a la Corte Suprema y quitarle al Ministerio de Trabajo la facultad de declarar una huelga ilegal –exigencia para aprobar el TLC en Estados Unidos–; o la ley que se necesita para encontrar una salida al limbo jurídico en el que están 9.000 paramilitares. Pero también se ha vuelto un Congreso asustadizo –la agresión entre los congresistas está a flor de piel– y manipulable –sobre todo con una Presidencia de la República tan fuerte y un primer mandatario tan popular–.

¿Cómo puede este Congreso cuestionado, al que le quedan más de dos años de vigencia, debatir reformas fundamentales del Estado? ¿Qué puede ocurrir si llega hasta el Capitolio un proyecto de reforma o un referendo que proponga la reelección por tercera vez? ¿Es ilegítimo este poder legislativo?

Es un cuadro surrealista y dramático que obliga a pensar qué hacer con este Congreso. Porque definitivamente lo peor que le puede pasar al país es que se imponga la tesis de que es mejor dejar las cosas así, y que el Congreso siga como una especie de elefante blanco que termine convirtiéndose desde la institucionalidad en un monumento a la impunidad.

La solución no es nada fácil. En las leyes están previstas las sanciones para los congresistas, pero no para los partidos, por este tipo de prácticas. Por eso ya se alzan voces de revocatoria y anticipación de elecciones. La senadora uribista Gina Parody pidió "tomar medidas extraordinarias para hacer frente a esta crisis extraordinaria" y propuso "una reforma constitucional en la que se llame a nuevas elecciones, con sanciones para los partidos que inscriban candidatos vinculados con la ilegalidad".

El senador del Polo Democrático Gustavo Petro y el presidente del Partido Liberal, César Gaviria, se mostraron también partidarios de la revocatoria, siempre y cuando se adelanten todas las elecciones que corresponden a 2010. Otros, como el ex senador Rafael Pardo, abogan por una reforma 'estructural' que depure la política. Y el editorial del Nuevo Siglo pide retomar la idea de la primera campaña de Uribe de reducir el Congreso de dos a una sola cámara y el número de legisladores de 266 a 150, para lo cual se podría adelantar las elecciones.

El Presidente –que hace un año promovía aprobar las sanciones para los partidos vinculados con los paramilitares– pidió esta semana que Colombia no dé un salto al vacío. Y, como es costumbre, ya hay movimientos cívicos recogiendo firmas para descabezar al agonizante Congreso.

¿Por qué no es viable una revocatoria? Aunque es una figura muy popular, hoy es prácticamente imposible que logre el efecto que se espera. La sola recolección de firmas es un trámite demorado y si se suma a los otros pasos engorrosos de ley, se agotan los dos años y cuatro meses que le quedan a este Congreso. Y como bien lo sugirió el Presidente, es un mensaje innecesario para los inversionistas extranjeros y deja un amargo sabor de pérdida de control y de instituciones desbaratadas que le restan confianza al país.

En Colombia se ha revocado tres veces el Congreso: en 1905, durante el gobierno de Rafael Reyes, para poder hacer los cambios constitucionales que estaban congelados en el Congreso por el rezago de los roces entre los partidos tras la Guerra de los Mil Días. En 1949, el presidente Mariano Ospina Pérez trató de anticipársele a un Congreso que lo quería tumbar. Y en 1991, por la séptima papeleta ante la necesidad de cambios estructurales en el país.

La baraja de posibilidades para tratar de cerrar las zanjas que se están abriendo en pleno corazón de la democracia no es muy amplia. La carta más atractiva, sin duda, es la de aprobar la reforma política que ya lleva medio camino recorrido, con ciertos retoques imprescindibles.

En esta reforma constitucional, que ya fue aprobada en primera vuelta, están contempladas las sanciones necesarias para purgar el Congreso actual. Pero el problema es que hasta ahora está diseñada para ser aplicada a partir del Congreso que se elija en 2010.

La propuesta más viable y necesaria sería que en la segunda vuelta se corrija y se establezca para que las sanciones se apliquen de manera inmediata y así se evitaría soportar un parlamento herido de muerte por más de dos años. Desde el punto de vista jurídico, hay quienes sostienen que no se puede alterar de esa manera la reforma, sin embargo, sería la Corte Constitucional la que daría la última palabra.

El primer punto que contempla la reforma es que si un congresista es condenado por vínculos con grupos ilegales, su partido pierde la curul. Es decir, hoy ya habrían perdido escaños Colombia Democrática (Miguel de la Espriella y Eric Morris), Colombia Viva (Dieb Maloof), Partido Conservador (Alfonso Campo) y Apertura Liberal (Jorge Luis Caballero). Y se tendrían que hacer de nuevo las sumas y restas necesarias para ver qué nuevos congresistas, de otros partidos, pueden llegar a ocupar esas vacantes. Lo cual significaría que partidos independientes como Mira, o de oposición como el Polo Democrático, tendrían una bancada más grande. E incluso, la lista liderada por el ex alcalde Enrique Peñalosa –que no salió– podría llegar al Senado.

El segundo punto es que los votos de cada congresista condenado se le restan al partido respectivo y si con la suma del resto de votos de la colectividad no alcanza el umbral, pierde todas las curules que tenía y la personería jurídica.

Y el tercer punto plantea que si el partido pierde más del 50 por ciento de sus representantes o senadores, pierde también la personería. En este momento estarían en riesgo partidos como Colombia Democrática, de Mario Uribe (con tres detenidos y cuatro investigados); Colombia Viva, de Dieb Maloof (con un detenido y cuatro investigados); Convergencia Ciudadana, de Luis Alberto Gil (con un detenido y cinco investigados), y Apertura Liberal, en el que milita el hijo de la empresaria del chance Enilse López, la 'Gata' (con un detenido y cuatro investigados).

Pero ¿qué tan legítimo es que un Congreso cuestionado como este se encargue de reformar la Constitución? Ya lo ha hecho, entre otras, con la reforma a las transferencias a los entes territoriales. Sin embargo, en este caso sería diferente si se tiene en cuenta que se trata de una reforma en la que, a manera de acto de contrición, los partidos mismos buscan castigarse para purificar la democracia.

Por eso, incluso, un grupo de consultores del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (Pnud) propone retirar los otros puntos de la reforma política que no tienen que ver con estas sanciones: es decir, el aumento del umbral de 2 por ciento a 5 por ciento, que les recorta el espacio a los partidos medianos y privilegia a los grandes, y el castigo a la doble militancia. Ese tipo de cambios se podría discutir, cuando ya se haya llevado a cabo la purga y se relegitime el Legislativo.

No es fácil que los partidos acepten esta propuesta. Por eso es indispensable que se busque un pacto político entre los distintos grupos para que impulsen una reforma que le devuelva la credibilidad a un Congreso que va mantener una agonía dos años más.

Este coletazo de la para–política deja varias reflexiones. La primera, el abismo que existe entre la realidad regional y la realidad que se vive en las grandes ciudades. La fragilidad de las instituciones muchas veces capturadas por los grupos armados o por clanes políticos mafiosos. Esta triste realidad es suficiente para descartar cualquier propuesta de régimen parlamentario que cada cierto tiempo asoma la cabeza.

La segunda reflexión es que la historia de los escándalos políticos colombianos es la historia de la mutación del narcotráfico. Con un agravante, que con el transcurso del tiempo ha empeorado. En los 80, Pablo Escobar y sus secuaces llegaron al Congreso. Pero los tentáculos del narcotráfico no sumarían el 5 por ciento de los parlamentarios. En los 90, cuando el cartel de Cali decidió sobornar sutilmente a los políticos, el proceso 8.000 llevó a 26 congresistas a la cárcel (10 por ciento). Hoy, la alianza entre mafia y paramilitarismo lleva 51 congresistas investigados (19 por ciento).

Pero así como hay un resquebrajamiento del Congreso, hay un fortalecimiento de la Justicia. En medio de la crisis sobresale el trabajo de la Corte Suprema de Justicia y de la Fiscalía, a pesar de las dificultades. O, ¿qué otro país de América Latina puede decir que la justicia pudo arrodillar a la política?