Las
extradiciones de los paramilitares son
un golpe a la verdad
Por
Constanza Vieira (*)
Con
aportes de Helda Martínez (Bogotá)
Inter
Press Service (IPS), 13/05/08
Bogotá.–
En una operación iniciada en silencio y a la medianoche en
tres cárceles de Colombia, y concluida con la primera luz
del alba de este martes, fueron extraditados a Estados
Unidos 14 ex jefes paramilitares, presuntos o confesos
criminales de guerra, que la justicia estadounidense pide
por narcotráfico.
Todos tenían
suspendida la orden de extradición mientras acataran la Ley
de Justicia y Paz, aprobada en 2005 para regir la
desmovilización de bandas paramilitares de ultraderecha
responsables, según la Organización de las Naciones
Unidas, de 80 por ciento de crímenes cometidos en la guerra
civil colombiana.
El
presidente Álvaro Uribe justificó la medida porque los ex
jefes paramilitares siguieron delinquiendo tras su
desmovilización, otros no estaban confesando sus delitos y
"todos incumplían con la reparación de las víctimas
al ocultar bienes o demorar su entrega".
"La
verdad manipulada deja de ser verdad. La verdad tiene que
decirse sin cálculos en el tiempo, sin dilaciones", señaló
el presidente.
Agregó que
"el gobierno ha pedido, y los Estados Unidos han
aceptado, que la riqueza que las personas extraditadas
entreguen por acuerdos con jueces de ese país se dedique a
reparar a las víctimas colombianas".
"Nada
se opone a que la reparación moral se lleve a cabo desde
los Estados Unidos", enfatizó para tranquilizar a casi
cuatro millones de personas, la mayoría desplazadas por
acción de estos grupos.
Sorprendido
por su extradición, Rodrigo Tovar, alias "Jorge
40", azote del pueblo indígena kankuamo en la norteña
Sierra Nevada de Santa Marta, gritó que los habían
traicionado y lanzó un improperio, lo cual mostraría que
no hubo negociación para extraditarlos.
Según su
abogado, Hernando Bocanegra, los paramilitares estaban dando
la verdad "gota a gota" porque así fue diseñada
la Ley de Justicia y Paz.
Cada uno de
los 200 ó 250 sobrevivientes o familiares de las víctimas
presentes en las sesiones de confesión tenían derecho a
preguntar a su defendido por su ser querido inmolado. Si tenía
conocimiento directo del caso, el procesado podía
contestar; si no, inquiría a sus subalternos, y "esa
era la demora", relató.
"Ellos
estaban hablando", por eso "eran tan lentas estas
versiones libres", como se ha llamado a la etapa de
confesión, señaló Bocanegra. "Había un cronograma
que se estaba cumpliendo. Estaban en el punto de asesinatos,
masacres y genocidios".
Algunos
comenzaban a relatar sobre su acción conjunta con unidades
militares, otro punto en el cronograma. Otros ya habían
anunciado que implicarían a empresarios.
Entre los
extraditados están el ex comandante de los paramilitares
Salvatore Mancuso, Diego Murillo, alias "Don
Berna", heredero del extinto narcotraficante Pablo
Escobar, y el jefe del lado norte de la Sierra Nevada de
Santa Marta, Hernán Giraldo.
El portavoz
del Movimiento de Víctimas de Crímenes de Estado, Iván
Cepeda, advirtió a la prensa que la medida afecta
"gravemente" los derechos de los sobrevivientes y
busca impedir que los paramilitares continúen dando los
nombres de sus cómplices e instigadores, políticos,
militares y empresarios.
Eduardo
Carreño, vicepresidente del no gubernamental Colectivo de
Abogados José Alvear Restrepo, dijo a IPS que "la
medida confirma lo que hemos dicho desde el principio: que
un Congreso legislativo con fuerte presencia paramilitar
legisló en causa propia, y que las víctimas son las
grandes olvidadas en este proceso".
Al menos 63
parlamentarios, casi todos oficialistas, están bajo
investigación por sus vínculos con los paramilitares, en
un proceso judicial conocido como la "parapolítica".
Entre ellos
está preso el primo del presidente y su principal aliado
político, el ex senador Mario Uribe.
Carreño señaló
que "con las víctimas nunca se dialogó, nunca se les
ofreció garantías ni se respetará la no repetición"
de crímenes de guerra, como las masacres, la desaparición,
las torturas horrendas, los asesinatos de líderes populares
y personas del común, y el desplazamiento forzado para
apropiarse de las tierras del campesinado.
Según los
paramilitares y quienes los justifican, estos actos fueron
cometidos contra "subversivos", es decir
colaboradores de la guerrilla izquierdista surgida en los años
60.
"Pensar
que desde Estados Unidos se logre la reparación de las víctimas
es una falacia total. Pensar que ahora las víctimas tendrán
que tramitar pasaportes y solicitar visas (a Estados Unidos)
es un imposible", en caso de que sobrevivientes y
familias afectadas quisieran buscar justicia en ese país,
dijo Carreño.
"Es
una burla total", dijo a IPS Gustavo Gallón, director
de la humanitaria Comisión Colombia de Juristas. "La
cuestión era clara. Si realmente estaban delinquiendo tras
la desmovilización, como lo estaban haciendo, pasaban a
justicia ordinaria, como está previsto en Justicia y
Paz", donde en lugar de penas máximas de ocho años
tendrían que pagar 40.
El gobierno
colombiano dice que los procesos de la Ley de Justicia y Paz
continuarán en Estados Unidos, a donde enviará a fiscales
y abogados para tomar declaraciones de los ex jefes
paramilitares.
Santiago
Rodríguez, quien fue defensor del narcotraficante
colombiano Hernando Gómez Bustamante, alias "Rasguño",
extraditado a Estados Unidos en julio de 2007 tras ser
deportado a Colombia desde Cuba, recordó que no se puede
juzgar por los mismos hechos a una persona en dos lugares
distintos.
Y además,
todo lo que digan los extraditados, a partir de este momento
puede ser usado en su contra.
"Yo no
permitiría a un cliente mío hablar" sobre crímenes
cometidos en Colombia adicionales al narcotráfico, dijo el
jurista Rodríguez desde Estados Unidos en entrevista telefónica
con la bogotana W Radio.
Sólo lo
aceptaría si mediara un acuerdo escrito y aprobado por el
Departamento de Justicia estadounidense, sobre protección
ante cualquier proceso que pudiera ser usado contra un
defendido suyo.
Según el
estadounidense Código de Evidencia en la sección 404 P,
detalló el abogado Rodríguez, si un acusado, mientras es
juzgado, admite en otro proceso delitos que no hacen parte
de la acusación en Estados Unidos (como las confesiones en
las que se basa la Ley de Justicia y Paz), esas admisiones
pueden tornarse evidencia contra el procesado.
En síntesis,
los ex jefes paramilitares extraditados no tendrían por qué
colaborar con la justicia colombiana, porque esto les puede
complicar su situación legal en Estados Unidos. "Tendría
que haber protecciones por escrito", reiteró el
jurista.
Para el
senador colombiano izquierdista Gustavo Petro, con estas
extradiciones, el presidente Uribe "dio varios golpes
en uno solo". "El primer golpe es contra la
verdad", dijo a IPS.
"Si
Uribe dice que hay un pacto con Estados Unidos" para
que los procesos por crímenes de guerra continúen en ese
país, que no reconoce la jurisdicción de la Corte Penal
Internacional, "es un pacto secreto porque nadie lo
conoce. El interés de Estados Unidos es controlar el
narcotráfico, nada más", expresó.
"El
segundo golpe es contra las víctimas y la posibilidad de
una reparación, que se aleja al no conocerse la
verdad", y "el tercero es contra la justicia
colombiana", señaló el senador, porque con esta
decisión, el presidente "desconoce la justicia
colombiana y reconoce la justicia estadounidense",
estimó Petro.
Por su
parte, la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación
(CNRR), creada en el marco de la Ley de Justicia y Paz, instó
a "firmar un acuerdo de cooperación entre el
Departamento de Justicia de los Estados Unidos y la Fiscalía
General de la Nación de Colombia, para que los derechos de
las víctimas ocupen un lugar central en la agenda
judicial".
Otro
acuerdo que habría que pactar, según la CNRR, debe
garantizar con "certeza" que las víctimas
"puedan adelantar tanto sus demandas civiles como
penales contra los jefes paramilitares extraditados y así
garantizar la plenitud de sus derechos".
Bases
militares y extradición de los “paras”
La
dominación norteamericana en Colombia es total
Por
Apolinar Díaz – Callejas
Argenpress.info, 15/05/08
En mis
columnas anteriores en Argenpress insistí en el hecho
evidente de la dominación política y militar de Estados
Unidos sobre Colombia, por el sometimiento total del
Presidente colombiano Alvaro Uribe Vélez a los dictados y
programas políticos y sociales del Presidente Bush de
Estados Unidos. Uribe Vélez es el más adepto servidor de
la política e intereses norteamericanos en Colombia bajo el
gobierno Bush. Uribe Vélez un hombre de la extrema derecha
latifundista y “liberal” colombiana ha sido un seguidor
incondicional de los rumbos nacionales e internacionales de
la política norteamericana del gobierno Bush.
En las
cuestiones internas colombianas, Uribe Vélez ha mostrado a
plenitud su ideología retardataria y progringa que lo han
llevado a la torpeza de tratar de influir en la política
interna norteamericana, acogiendo abiertamente la tesis política
de un triunfo electoral de los republicanos de Bush, en
vista de que los demócratas gringos se han pronunciado con
toda energía contra la represión antisindical y de crímenes
contra el Movimiento Obrero Colombiano en su conjunto. En
las reuniones internacionales en que participa Bush no
oculta sino que, por el contrario, hace ostentación de su
adhesión total a los rumbos políticos imperialistas de
Bush. Una de sus decepciones en esa relación es que Bush no
lo invitó a montar en sus caballos en la hacienda ganadera
que tiene el presidente norteamericano.
Por si
faltara algo a las pruebas de sumisión incondicional de
Uribe Vélez a los dictados de Bush, se ha sumado en las últimas
horas la decisión norteamericana, y obviamente de Uribe Vélez,
de instalar una base militar estadounidense en La Guajira
colombiana, a pocos kilómetros de las instalaciones
venezolanas petroleras del Golfo de Maracaibo. Es una vulgar
y agresiva decisión de Bush y de Uribe Vélez contra
Venezuela, Ecuador y toda Sur América, que día a día se
enrumban más hacia la unidad económica, social y política
de la América Latina. Bush y Uribe Vélez se unen contra el
proyecto histórico de la América Latina y el Caribe de
organizarse como región democrática, independiente y
solidaria para cumplir la tarea total de independencia y
soberanías nacionales que no ha sido posible realizar hasta
ahora por la América Latina, precisamente por la funesta
influencia y presión norteamericana contra las naciones que
integran la América Latina y del Caribe.
Todo lo
anterior queda absolutamente confirmado por lo ocurrido en
la noche y madrugada de hoy miércoles 14 de mayo, en que
Uribe Vélez puso a todo el gobierno colombiano en
coordinación detallada con el gobierno de Bush, a ejecutar
un programa para enviar a los Estados Unidos a los trece
principales líderes del paramilitarismo y el narcotráfico
de Colombia que se encontraban encarcelados y sometidos a
los trámites judiciales y penales de los organismos de
justicia colombianos, comenzando por la propia Corte Suprema
de Justicia. Desde esa madrugada la opinión colombiana
independiente saltó a protestar por la decisión de Uribe Vélez
y de Bush, de ejecutar una operación política y militar
abyecta a Estados Unidos, enviando a Estados Unidos a trece
paramilitares y narcotraficantes. Toda Colombia ha entendido
que con esta extradición masiva se frustra totalmente la
ejecución de la doctrina reciente de la Corte Suprema de
Justicia de Colombia en el sentido de que no se podían
extraditar a Estados Unidos miembros de los grupos de
narcotraficantes y paramilitares encarcelados, sin que antes
se indemnizara a las familias de victimas colombianas de los
crímenes y asesinatos de narcotraficantes y paramilitares.
La decisión de Uribe Vélez contra la reciente doctrina de
la Corte Suprema de Justicia de Colombia fue inmediatamente
después de que la Corte dictara esa sentencia.
De esa
manera los delincuentes del narcotráfico y del
paramilitarismo solo serían castigados en Estados Unidos en
cuanto a ellos les convenga, al tiempo que las victimas
colombianas, que son centenares de miles, de la violencia y
crímenes de narcotraficantes y paramilitares no tendrán
las indemnizaciones ordenadas por la ley. Con ello el
Presidente Uribe Vélez ha traicionado al pueblo colombiano
y dado un golpe mortal a la reciente doctrina de la corte
suprema de justicia de que nadie podía ser extraditado a
Estados Unidos por esa clase de delitos, sin garantizar
antes el pago de las indemnizaciones a las familias y
victimas colombianas de esos crímenes. El Presidente Uribe
Vélez se burló de la Corte Suprema de Justicia de
Colombia, de las familias de las victimas de los crímenes
del narcotráfico y de la parapolitica. No es extraña la
versión que hoy circula en Colombia de que la decisión del
Presidente Uribe Vélez es una forma de pagar el apoyo
electoral y político que recibió para ser elegido en dos
oportunidades como presidente de la República de Colombia.
Colombia
tiene por delante la desgracia de que el gobierno Bush de
Estados Unidos logre desatar una guerra contra Venezuela y
el propio Ecuador como castigo a la independencia política,
económica y comercial de esas dos naciones
latinoamericanas. Naturalmente esos dos bárbaros
presidentes no son capaces de medir las respuestas que
pueden dar a esas agresiones los pueblos de Venezuela,
Ecuador y de la propia Colombia.
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