Fortalecimiento
de Uribe, pero con nubarrones en el horizonte
El
“rescate” de madame Betancourt
Por Claudio
Testa
Socialismo
o Barbarie, periódico, 17/07/08
El episodio
de la liberación de Ingrid Betancourt ha sido el tema de un
reality show a escala mundial de los monopolios mediáticos
de EEUU y Europa.
Este
“rescate” tiene, sin embargo, una gran trascendencia
política, más allá de las grotescas falsificaciones
de ese reality show: como, por ejemplo, presentar a
madame Betancourt como la gran víctima de la violación
a los derechos humanos en Colombia, cuando sólo en lo
que va del 2008 han sido asesinados 28 dirigentes
sindicales con total impunidad... y, por supuesto, sin
que la CNN, Fox News y demás cadenas de TV se dignen
mencionarlo. (Ver “Tablas de sangre”)
La
importancia del “rescate” –independientemente de que
hayan comprado la libertad de los rehenes y/o logrado engañar
a sus guardianes– reside en lo que revela (o mas
bien, confirma): la grave crisis político-militar
de las FARC, con el simétrico fortalecimiento del ejército
colombiano, del gobierno y, sobre todo, de la
figura de Álvaro Uribe.
Aunque, por
supuesto, las cifras de las encuestas en Colombia son más
que dudosas, es indiscutible que Uribe, un político mucho
más que de derecha, con un historial escalofriante en
relación al paramilitarismo y sus crímenes, ya tenía
el sostén de un amplio sector de la población. El
“rescate” ha implicado un salto notable en ese apoyo.
Si el próximo domingo hubiese elecciones presidenciales en
Colombia y Uribe pudiese presentarse para un tercer mandato,
todo indica que ganaría cómodamente.
Sin
embargo, este respaldo político tiene un mecanismo
peculiar, que un cambio de circunstancias podría
derretir con mayor o menor rapidez y poner a Uribe en
apuros.
Quien pintó
bien este mecanismo fue la misma Ingrid Betancourt. Entre la
montaña de barbaridades que dijo, hubo sin embargo una
definición con algo de verdad: “Quienes
han hecho elegir a Uribe son las FARC. Si no hubiera FARC,
no habría Uribe. Los colombianos votan por Uribe, porque
están hasta la coronilla de las FARC.”
(Entrevista a la BBC)
Aunque,
por supuesto, las cosas no son tan simples y esquemáticas,
es el absoluto fracaso político de la FARC en cuanto
a ganar la simpatía de sectores de masas, sobre todo las
urbanas y, por el contrario, el haber dado pie a un
masivo (y justificado) rechazo, lo que está en las
bases de la fuerza política de Uribe.
Este
sentimiento palpable en amplios sectores de la población y
de muy distintos niveles sociales fue, por supuesto,
cuidadosamente cultivado (y exacerbado) por los medios, los
políticos de derecha e “izquierda”, los curas, etc. Sin
embargo, esa acción política-propagandística tuvo pleno
éxito porque actuó sobre una realidad: el desastre
de una guerrilla que fue dando mil y un motivos objetivos
para ser detestada. Y no sólo por las masas populares
urbanas, sino incluso por sectores de la población del
campo que habían sido su origen histórico y su base
social.
Frentes
de tormenta
Pero,
al mismo tiempo, contradictoriamente, Uribe tiene varios
“frentes de tormenta” que hoy aparecen en segundo plano,
pero que no han sido solucionados...
Pasados los efectos “mediáticos” de la liberación
de Ingrid Betancourt, está por verse cómo se van a
expresar.
A
nivel político, al mismo tiempo que Uribe obtenía estos éxitos
en la guerra contra las FARC, se ha ido desarrollando una
crisis política-institucional, cuya expresión al más
alto nivel es el prolongado conflicto entre el Poder
Ejecutivo y la Corte Suprema.
Aquí
existe una pelea seria, que tiene que ver con diferencias
importantes en el seno de la burguesía. Hay sectores
que evidentemente quieren tener un país “normal” y el
debilitamiento de las FARC mas bien ha alentado las cosas en
ese sentido. Así, desde un tiempo atrás, los jueces han
“descubierto” las atrocidades de los paramilitares... y
las complicidades con ellos... sobre todo de los políticos
uribistas.
Así,
hay casi un 40% de parlamentarios uribistas presos, prófugos
y/o procesados que conforman las llamadas “sillas vacías”
del Congreso. Las investigaciones judiciales afectaron a una
buena cantidad de otros funcionarios y también a familiares
de Uribe, como su primo Mario, hoy enjuiciado, y que era
evidentemente su contacto de confianza con los jefes
“paracos”. Además, las denuncias y confesiones de
paramilitares presos ya salpican a Uribe en persona.
Otro
tema candente de choque con los jueces ha sido la reelección
de Uribe en el 2006 y la pretensión de re-reeligirse en el
2010.
Las
investigaciones judiciales han probado que su reelección
del 2006 fue lograda mediante sobornos a legisladores que
debían “arreglar” su constitucionalidad. La del 2011
sería ya más groseramente anticonstitucional. El conflicto
con el Poder Judicial sobre ambos temas, fue encarado por
Uribe con la amenaza de llamar a un referéndum popular que
lo respalde frente a los jueces.
Ahora,
bajo la presión del “rescate triunfal” de Ingrid
Betancourt, se han iniciado conversaciones entre Uribe y la
Corte... pero nada ha sido hasta ahora saldado... Es que, en
el fondo, se trata de dos proyectos burgueses distintos,
en relación a cómo finalizar el conflicto armado y al
“modelo” institucional: ¿Colombia va a ser finalmente
una democracia burguesa “normal” o seguirá siendo el
reino de los paramilitares y sicarios... y, por oposición,
también de las respuestas guerrilleras?
Esta
grave cuestión del régimen político se agudiza con
la perspectiva de una era “posFARC”. Muchos en la
izquierda latinoamericana y europea definen al actual régimen
colombiano como “fascista”. Es simplificar una realidad
compleja aunque el régimen de Uribe comparte muy
parcialmente con el fascismo clásico dos rasgos
importantes: 1) Los problemas políticos y sociales se
“solucionan” con métodos de guerra civil (o sea,
asesinando a discreción); 2) Uribe, un líder de extrema
derecha, tiene sin embargo un apoyo “popular” amplio,
sobre todo entre las masas pequeñoburguesas, que a veces
moviliza (como en la gran marcha antiFARC del 4 de febrero
de 2008).
Sin
embargo, esencialmente, más que con el modelo de Hitler y
Mussolini, el régimen político que preside Uribe reproduce
elementos frecuentes de la historia de Colombia, que la
diferencian mucho del resto de América Latina. Desde la
independencia, casi nunca dejaron de funcionar las
elecciones y el parlamento: prácticamente sólo hubo
una dictadura militar “clásica”, la del Gral. Rojas
Pinilla (1953-58). Pero simultáneo a ese funcionamiento de
fachada “democrática”, se sucedieron decenas de
guerras civiles, represiones y masacres, que
frecuentemente se combinaron con formas de insurgencia en
el campo (donde vivía hasta no hace mucho la mayoría
de la población).
Así,
las guerrillas en Colombia no nacen por imitar a Fidel o a
Mao, sino que hunden sus raíces en casi dos siglos de
historia... Pero también sucede lo mismo con el
paramilitarismo y el asesinato de políticos, sindicalistas
y líderes de movimientos sociales, algo que de hecho
es parte del “sistema” político, tanto bajo Uribe como
en los gobiernos anteriores.
Economía
de mal en peor
Si
esto sucede en las alturas del estado y las clases
dirigentes, hay otra tormenta que comienza soplar fuerte: es
la de la economía. Colombia tiene la perspectiva de
ser uno de los países latinoamericanos más afectados
por la crisis en EEUU.
Los
años de gobierno de Uribe, como sucedió con la mayoría de
los países latinoamericanos, habían sido de fuerte
crecimiento. Aunque las masas trabajadoras recibieron muy
poco de las superganancias de este período que finaliza,
las perspectivas son que paguen las pérdidas de la crisis
que se inicia. Esto va afectar también a amplios sectores
de las clases medias urbanas.
La
política económica neoliberal y absolutamente sometida a
EEUU cultivada por Uribe, no lo deja en las mejores
condiciones para hacer frente a la crisis. En lo inmediato
ésta tiene dos expresiones graves: junto con la inflación,
se ha venido produciendo una valorización del peso en
relación al dólar, que está llevando a la bancarrota a
muchos sectores exportadores. Los rescates cinematográficos
no van compensar indefinidamente el mal humor por una economía
en picada.
¿Qué
salida en relación a las FARC?
Por
último, aunque la crisis de las FARC es indudablemente
grave, eso no significa que sea un problema resuelto.
El punto es que, hasta ahora, Uribe no le ofrece realmente a
las FARC otra cosa que no sea, de hecho, la rendición
incondicional.
Las
“propuestas de paz” que cada tanto hace a las FARC, no
han tenido, hasta el momento, seriedad alguna. Esto es un
tema que, en verdad, atañe no sólo a Uribe sino a las
tradiciones de la burguesía oligárquica de Colombia.
Como señalamos en el artículo “La paz de los
cementerios”, los “acuerdos de paz” han terminado
siempre con la masacre de los que tuvieron la candidez de
desarmarse. Uribe no ofrece ninguna garantía de que la
historia no vaya a repetirse.
Este
hecho puede empujar a las FARC, que conserva aún 19 frentes
en actividad, a seguir el combate a toda costa. Habría que
ver, entonces, qué pasará cuando la gente descubra que,
lejos de estar a las puertas de la “paz”, apenas si ha
comenzado otro capítulo de un desgastador conflicto.
Una
ausencia importante en la situación colombiana
Al
mismo tiempo, hay que señalar un factor que, por ausencia,
influye en los rasgos extremadamente reaccionarios de
la situación colombiana. Se trata de que el movimiento
obrero no termina de recuperarse de las graves derrotas de
los ‘80 y ‘90, que fueron generales en América
Latina, pero que en Colombia se profundizaron por el
asesinato de tantos dirigentes y activistas.
Mientras,
en mayor o menor medida, en el resto de América Latina, la
clase trabajadora ha vuelto a escena, en Colombia ese
proceso viene mucho más retrasado.
Sin
embargo, contradictoriamente, en los últimos años han
crecido movimientos democráticos, de organizaciones de
derechos humanos, que también han tomado las denuncias de
las víctimas de la represión sufrida por los trabajadores.
En
ese sentido, han tenido lugar movilizaciones de importancia,
como las marchas del 6 de marzo pasado en varias ciudades
del país, organizadas
por el Movimiento Nacional de Víctimas de los Crímenes de
Estado.
Este movimiento democrático podría ser más amplio y
llegar a poner en apuros a Uribe, si no pesasen los frenos y
la confusión política que impone el llamado Polo Democrático
Alternativo, un heterogéneo rejunte de stalinistas
reciclados y socialdemócratas, que pasa como
“izquierda” sólo porque se lo compara con un monstruo
como Uribe. Su orientación es puramente electoralista (una
coalición para las elecciones presidenciales de 2010) y no
de impulsar movilizaciones de ningún tipo.
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