Entre
la estafa de las pirámides y el atraco de la banca
Por
Juan Alberto Sánchez Marín
Prensa Web – YVKE Mundial, 19/11/08
El
presidente Álvaro Uribe ha hecho una vehemente defensa del
sistema financiero, que, según cuentas alegres, alcanza el
57% de la población, mientras se buscan mecanismos para la
inclusión del 43% restante. Lo que el presidente colombiano
no ha tenido en cuenta es que la pobreza tiene una cobertura
del 45% y la indigencia del 17%, según cifras de la CEPAL.
Un país entero con una perspectiva social sombría, en el
que se apuesta lo que se tiene y lo que no se tiene a
burbujas económicas y políticas, legales e ilegales.
“Antes
que me hubiera apasionado por mujer alguna, jugué mi corazón
al azar y me lo ganó la Violencia”, exclama Arturo Cova,
el personaje central de La Vorágine, al inicio de la novela
de José Eustasio Rivera, en 1924. Cuarenta y tres años
después, en “Cien años de soledad”, de Gabriel García
Márquez, Apolinar Moscote le completa la frase: «Y lo único
eficaz es la violencia.»
Es la
historia infeliz de Colombia, desde antes de José Eustasio
y hasta ahora. La idiosincrasia apostadora de un pueblo, que
tanto tiene que ver con la violencia, como causa, también
como consecuencia, y como ambas cosas al tiempo. Una
violencia que no sólo se mide en sangre, en abaleados o
acuchillados, sino en unas injusticias sociales tremendas,
en unos abismos económicos inconmensurables y en una
exclusión acendrada.
Ahora,
cuando es noticia que tantos colombianos se lo hayan jugado
todo, llaman la atención las apuestas aún más baratas de
Uribe y su gabinete frente a la inesperada situación. El
gobierno anda por estos días jugándose el coco para decir
tonterías sin comprometerse, advertir a modo premonitorio
que el dinero fácil es diabólico, o evidenciar su
presentimiento de que en este país iba a pasar lo que pasó
con tanta apuesta de milagro.
Del
sombrero paisa salen conejos y conejo le hacen al país.
Nigromantes de medio pelo, sacan más leyes de emergencia,
en un país que lleva 6 años sedado e indiferente frente a
una realidad avisada y denunciada, no sólo por los medios
de comunicación masivos, sino por los miles de megáfonos
que cacareaban la tentación en cualquier esquina.
“Crea una
fascinación, que pronto se devuelve en tremenda frustración",
estas palabras del presidente Álvaro Uribe, al contrario de
lo que pudiera pensarse, no se refieren a sí mismo. Hablan
de otra especulación, la del dinero, específicamente,
expresan su preocupación sobre las pirámides. ¡Vaya
preocupación tan fuera de lugar y a destiempo! Palabras de
“culebrero” con ungüento curativo, en vez de estadista
con medidas preventivas y eficaces.
Mientras el
“cándido” Santos Calderón “Pachito”, el
voltaireano vicepresidente, exclama en un compungimiento tan
falso como grotesco, que “no es justo que se roben así la
platica que los colombianos ahorran con tanto esfuerzo”.
Como si hubiera otra alternativa en esta “tierra de
ladrones”, que Rubén Darío nombró con eufemismo
“tierra de leones”, en la que en vez de que “el
esplendor del cielo sea su oriflama”, es “el rutilar del
dinero la bandera”.
Porque para
estos inversionistas silvestres y de barrio, a cuya mayoría
no le alcanza el capital para entrar en antros sofisticados,
pero igual de peligrosos, como las bolsas, el otro camino
posible es la banca. Mejor dicho, de Guatemala a “guatepior”.
Ya lo precisaron bien Tola y Maruja: “Las pirámides
tienen una ventaja sobre los bancos: que le roban a uno sin
tanto papeleo. Y otra ventaja: que los dueños se
desaparecen, en cambio los gerentes de los bancos nos siguen
saludando”.
Al lado de
Luis Carlos Sarmiento Angulo, el mayor banquero del país,
el asunto de las pirámides es juego de niños. En las pirámides
te roban, pero te tratan bien. En los bancos, que también
te roban, te tratan como a perro en misa.
Y la
competencia es por el estilo. Los nuevos conquistadores españoles,
que ni de España son, como el Banco Santander, del que
funge como dueño don Emilio Botín Sanz de Sautuola y García
de los Ríos, el viejo “devorador de bancos”, que en
realidad no se sabe de quién es. Entre bancos custodios (State
Street Bank y Chase Nominees) y dueños extranjeros a tres
bandas, los dueños y la composición accionaria resultan
ininteligibles. Caso similar, o peor, es el de Banco Bilbao
Vizcaya Anderis, que ya ni es de Bilbao ni de Vizcaya, donde
se sientan los mismos custodios gringos mencionados con sus
representados en la sombra.
O
Bancolombia, inmerso en uno de los escándalos financieros más
grandes del país en las últimas décadas, por la adquisición
fraudulenta del Banco Industrial Colombiano (BIC). Este
dulce banco, junto a Davivienda, el BBVA y el Santander,
mandaron a la Superintendencia de Industria y Comercio a freír
espárragos, cuando les solicitó información sobre las
tarifas acordadas en las tarjetas de crédito. Qué
esperanzas.
Esta es sólo
una idea de la retahíla florida de las entidades bancarias
que, como dice Uribe, hacen lo que hacen en bien del país.
Roban, estafan, atracan los bancos para que sus prohombres
puedan seguir adquiriendo los bonos del “Banquete del Millón”,
a beneficio de las personas necesitadas, que son muchos de
los colombianos que han pagado a los bancos hasta tres y
cuatro veces el valor de su vivienda, y que ahora deambulan
por el país como caracoles, con los enseres y la cobija a
cuestas.
El
capital que se desbanca
DMG tiene
una suerte de fea que la bonita banca la desea. Tampoco
sabemos para dónde va, pero por lo menos sabemos de dónde
viene y a quién corresponde el acróstico: David Murcia
Guzmán, de comerciante muy menor en La Hormiga,
departamento de Putumayo, a “Midas” regional, con sedes
en varios países vecinos, como Ecuador, Panamá, donde ya
se le investiga, y Venezuela, donde se le están cerrando
las primeras oficinas.
Es tan
iluso creer que al dinero ahorrado, ganado o trampeado le iría
bien en las pirámides, como creerle a Sarmiento Angulo que
ese mismo dinero estaría a buen recaudo en sus bancos.
Tragarse el cuento de que es exacto y de ley el rédito que
paga por los pesos guardados, justo y necesario lo que cobra
por cualquier transacción, pertinente la comisión que
exige por mover la plata ajena, o que los malabarismo
financieros de terror con los que se enriquece son más
seguros que la almohada.
Que es como
tiene que ser. Que se pague un interés de miseria cuando se
deposita el dinero en los bancos y que se cobre un interés
de usura cuando se requiere un crédito, así sea sobre la
plata propia guardada. Que por los ahorros la banca pague el
mísero 12% anual y por las tarjetas de crédito cobre la
friolera del 36%.
Que es
normal que frente al gerente del banco de cualquier
sucursal, que se cree el dueño, al subgerente, que se cree
el gerente, al asesor comercial, que se cree el subgerente,
o a la más modesta secretaria, que se cree la asesora, o al
vigilante, que se cree el secretario, o al que sea, nos
sintamos como frente al médico o el odontólogo, con alguna
culpa inmerecida, y con la certeza atroz de que va a
decirnos que algo está mal, que algo no anda bien, que
pinta raro, o que más se perdió en el diluvio.
Que es así,
y gracias a Dios que es así, pues de lo contrario tendríamos
que tener el dinero en casa, con todos los riesgos que eso
implica en el país de la “seguridad democrática”.
Es un
sistema con todos los perros amarrados: Que la banca no vaya
a ser pobre con las monedas que nos quita, y que nosotros
nunca vayamos a ser ricos por más que metamos todo lo que
tengamos.
En un país
en el que los juegos de azar proliferan, los casinos están
en cada esquina y para todos los bolsillos, los estafadores
piramidales fallaron en la esencia. Tendrían que haber
fundado bancos. Prometer las mismas mentiras, hurtar lo
mismo o más, y exigir el irrestricto apoyo del gobierno, en
caso de algún traspié.
A estos
estafadores les faltó leer algo de la historia reciente del
país, que son las páginas sociales, o las judiciales. Unas
cuantas páginas les habría bastado. La sección de
Granahorrar, digamos. Ahora no estarían siendo acosados ni
acusados. Serían ciudadanos prestantes e influyentes,
tenidos en cuenta cual esfinges, tanto por lo del cariz
enigmático, como por lo del aire de monstruo fabuloso, dos
características reservadas para los pudientes en Colombia.
Además, con voz y voto en los consejos comunales del
presidente Uribe. Hasta podrían sugerir leyes de conmoción
interior y ser oídos.
El
club del clan
O, mejor
todavía, hacer parte del círculo de poder de dos
presidentes consecutivos, Pastrana y Uribe, como los famosos
socios del fondo de inversiones WestSphere Capital Andin, un
nombre rimbombante para una banda de avivatos, que se hizo
dueña del tristemente célebre Banco del Pacífico, de
origen ecuatoriano con sede en Colombia, un banco
desvalijado en el que los socios lograron recibir depósitos
por impuestos que sumaron 35 millones de dólares.
Nunca se
ofreció recompensa por la cabeza de Luis Alberto Moreno, el
cerebro de esta triquiñuela, y más bien se lo nombró y
mantuvo como embajador en Washington, y Uribe le hizo mucho
cabildeo para que llegara a la presidencia del Banco
Interamericano de Desarrollo (BID), como dijo el columnista
Fernando Garavito alguna vez, “el queso en la cueva del
gato”.
Los demás
miembros de la cuadrilla directiva también alcanzaron el
curubito. Fernando Londoño, premiado con el ministerio de
Interior y Justicia, ahora tremebundo locutor, periodista
justiciero y adalid de la moral uribista. O Luis Fernando
Ramírez, un despintado ministro de Defensa de Pastrana. O
Camilo Gómez, Alto Comisionado para la Paz de Pastrana,
como todos los Altos Comisionados, venido a menos por cuenta
propia. O sus compinches, como Fanny Kertzman, que partió
con los cancerberos bravucones de la DIAN rumbo a la
embajada en Canadá.
No se sabe
qué suerte le espera a David Murcia Guzmán, ni a la
estigmatizada familia DMG. Pero si en vez de montarse en
esos escamoteos financieros de tarjetas prepago, electrodomésticos
de bolsillo y Holdings raros, Murcia se hubiera dedicado con
seriedad a batir su honda de David, déle que déle
corrompiendo burócratas, de cierto que el Goliat
gubernamental habría caído pronto, y el palurdo sería
egregio.
Un
trauma en la memoria
Eterno, mas
no monótono, es el recuento del pillaje y los atropellos de
la banca legal a las ilusas víctimas.
En 1972, en
Colombia se implantó el sistema de financiación
hipotecaria a largo plazo en Unidades de Poder Adquisitivo
Constante UPAC, un procedimiento que permitía el cobro de
intereses sobre intereses. Con el señuelo inevitable de la
vivienda propia, la gracia desembocó en una fuerte crisis
inmobiliaria en el país, que provocó la pérdida de muchos
inmuebles hipotecados y la ruina de muchas familias.
Las pirámides,
que se sepa, han causado la muerte de un hombre, quien se
suicidó en Bogotá. Por culpa del deplorable sistema UPAC,
según una investigación del diario “El Espectador”, más
de dos mil usuarios se suicidaron apenas en un año, entre
1998 y 1999. Los deudores, retrasados en las cuotas, bebían
vermífugos baratos o volaban por los aires al ver que no sólo
lo perdían todo, sino que toda su descendencia quedaba
hipotecada de por vida a la banca.
El sistema,
tardíamente, como siempre, fue declarado inconstitucional,
y reemplazado por el sistema de Unidades de Valor Real, el
UVR. El remedio resultó peor que la enfermedad. El cobro de
intereses sobre intereses se mantuvo, haciendo igualmente
impagables los créditos. Según cifras oficiales, cerca de
400.000 viviendas han sido y siguen siendo expropiadas en
menos de 10 años.
El asunto
no ha merecido pronunciamientos airados ni decretos
especiales, ni alocuciones pedagógicas, porque los que ahí
se pasan las leyes por la faja, cobran 7 y más veces los créditos,
aplican intereses improcedentes, y desplazan unas 100
familias cada día, son los bancos, los mismos que donan
alcancías para algún niño inválido, en connivencia y
complicidad con jueces y autoridades.
La
nueva interventora de DMG
La abogada
María Mercedes Perry Ferreira, nombrada por decreto, es la
nueva agente interventora de DMG. Una buena liquidadora. Con
su motosierra leguleyera, de tinterilla con traje de sastre,
al comienzo del gobierno de Uribe, despedazó entidades
estatales como la Caja Agraria y el Banco del Estado.
El Banco
del Estado, por ejemplo, le entidad que recogió los
entuertos del Banco Popular, privatizado y vendido a huevo
al mismo Luis Carlos Sarmiento Angulo que ahora nos advierte
contra los saqueadores. Como si los saqueadores particulares
fueran más perniciosos que los estatales y estatutarios.
Mala memoria la suya.
Un Banco
del Estado que cuando lo liquidó la señora Perry alcanzaba
activos acumulados por más de siete mil millones de los
pesos de los años noventa, que eran mucho más pesos que
los de ahora. El Banco del Estado fue absorbido por el Banco
Cafetero, que en 2007 sería a su vez adquirido por
Davivienda, en cabeza de José Alejandro Cortés. Mal
llamadas capitalizaciones, que concluyeron en lo que en
realidad eran: descaradas privatizaciones.
Maniatados
o cruzados de brazos
Los
oficinistas se tiran la pelota unos a otros. Acusaciones y
rodeos van y vienen. Lo cierto es que la miopía general de
los más altos funcionarios del estado, incluido el
presidente, dejó que la pelota de nieve rodara hasta
alcanzar más de dos billones de pesos, según estimaciones
iniciales. Unos 500 mil podrían ser los hogares estafados,
según cálculos del economista Luis Jorge Garay.
Una
verdadera catástrofe, para la cual, otra vez, están los paños
de agua tibia de las emergencias por decreto, mediante las
cuales Álvaro Uribe faculta a su propio gobierno para
matar, por parejo, marchas y marchantes (“conmoción
interior”), ladrones y robados (“emergencia social”).
La
Supersociedades tendrá la facultad para tomar la posesión
de bienes, haberes y archivos de las empresas investigadas.
Mejor dicho, de lo que le dejen los allanadores después del
allanamiento, de los restos que se le escapen a la policía
y a los funcionarios encargados de evitar que los manilargos
originales se los lleven.
Los
decretos 4333 al 4336 son memorables. Aunque ahora se ha
bajado el tono, el mediático enfrentamiento entre el
presidente de Colombia, Álvaro Uribe Vélez, y el artífice
de DMG, David Murcia Guzmán, llegó a alcanzar un tono de
pelea de rufianes inocultable. Y los decretos son parte de
esa pendencia, y exudan el mismo tono. Quieren ponerle punto
final a la bronca, pero tienen dejo de pataleta.
Son
decretos con nombre propio, retroactivos y revanchistas,
mediante los cuales se le quiere aplicar un remedio
excesivo, de un día para otro, a una actividad que lleva años
y frente a la cual el gobierno se cruzó de brazos.
Y no es que
no tuviera herramientas legales para actuar. La captación
masiva y habitual de ahorros del público sin autorización
oficial está prohibida en la legislación colombiana, por
el decreto 2920. Se trata de una conducta tipificada como
delito desde 1982. Como afirmó Juan Camilo Restrepo, ex
ministro de Hacienda, “el Gobierno debió aplicar con
rigor la legislación que estaba vigente, en vez de ponerse
a proponer nuevas leyes, que, con cambios más bien
marginales, no hacen más que prohibir lo que ya estaba
prohibido desde hace 25 años”.
Ojalá los
recientes decretos expedidos, para lo que sea que van a
servir, que lo hagan más temprano que tarde. Tienen la vida
efímera de 30 días, que es un lapso insuficiente para
revertir una inercia ancestral y una transformación
cultural que el narcotráfico ha afianzado en décadas, pero
que basta y sobra para acabar de arruinar a los idiotas útiles
de “una economía para imitar”, como lo creía a fe
ciega el ministro de Hacienda, Oscar Iván Zuluaga, hasta
que hace unas semanas le estallaron en la cara las pompas de
jabón de su chapucería.
Citas
citables
En un
soliloquio digno del personaje, mas no del cargo, el
ministro de Interior y Justicia, Fabio Valencia Cossio, dijo
que ya se han dictado medidas precautelativas,
investigativas, dictadas “en beneficio de todos los
colombianos. Una práctica que debemos abolir en todos los
colombianos, que es creer que el enriquecimiento fácil
puede ser un elemento de nuestra sociedad.”
Parece que
el ministro todavía viviera en Roma, haciendo pinitos para
el título de Caballero de Gran Cruz de la orden al Merito
de la República Italiana, colgando en la billetera liras en
vez de pesos. Que se despabile y entienda que el
enriquecimiento ilícito es una práctica “mágica” y
mafiosa, que lo persigue como su sombra a donde quiera que
va, en la Medellín de Pablo (Escobar), en los intríngulis
de la calabresa y las AUC en la Italia de Berlusconi, o en
el cobertizo republicano de Uribe, al lado de “Crespón”,
el potro presidencial predilecto. Y que acepte que de donde
hay que empezar a abolir prácticas insanas es de la “Casa
de Nari”, donde, en medio de tanto escándalo y
componendas, el enriquecimiento ilícito es un mal menor.
En esta
feria de frases, hay que subrayar la dicha por el
superintendente de Sociedades, Hernando Ruiz López:
“Estos establecimientos sí estaban siendo sometidos a la
presión de las visitas, tanto de la Superfinanciera, como
de la Superintendencia de sociedades, y pienso que
finalmente eso es lo que ha producido que más temprano que
tarde se hayan evaporado algunas, y ya la gente tenga claro
cuál es el propósito final de ellas”. El funcionario lo
pronunció y ni siquiera se mamaba gallo a sí mismo.
Y hay que
recordar otra del presidente Uribe, poco antes de estallar
la crisis de las pirámides: “A los inversionistas
internacionales tenemos que decirles: Cualquier dólar que
haya logrado escapar de esa pirámide de Wall Street, tráiganlo
para acá, que aquí les queda seguro”. Un golpe bajo a la
“seguridad inversionista”, otra pata nacida de la coja
“seguridad democrática”.
La
coda
En
Colombia, desde muy temprano los niños deben jugar a ser más
grandes de lo que son, y trabajan y sufren en los socavones
o en las calles de las capitales. Los adolescentes le
apuestan el alma al diablo y, por unos pocos pesos, se hacen
sicarios. Los adultos retan la vida con la incertidumbre del
rebusque, y viven en carne propia la azarosa actividad de la
catástrofe. Los ancianos ya no juegan barajas en los pórticos
o sentados bajo los mangos, sino el dominó aterrador de su
salud y sus pensiones privatizadas, mientras acaba rapidito
la vida.
¿Por qué
resultará entonces tan extraño que unos y otros se jueguen
el todo por el todo en unas pirámides de ensueño, que se
llaman “Horizonte”, “Oportunidades” o “Buen
Futuro”, y que de paso prometen acabar con el desastre de
jugarse la vida día tras día y sin esperanza?
El gobierno
ofrece el principio de oportunidad, para cesar la persecución
penal a los tramposos. Es un precepto que suena a ruego. Más
cuando el propio presidente lo explica, y le pide a los
estafadores que sean buenos y que le devuelvan la platica a
la gente. Un estado débil, un gobierno engomado, un
presidente cogido de la tarde, que no tienen más que hacer
que denominar cautela a la desidia, ordenar capturas
preventivas, expedir decretos inconstitucionales, de
madrugada y tras la puerta, maquinarle delitos y penas al Código
Penal, insistir en esquemas de garantías porque saben de
sobra que no habrá ninguna, y orar para que la perturbación
social no avance.
El
gobierno, el fiscal, el “modelo de celeridad” del Grupo
Interinstitucional de Policía Judicial, tres o cuatro
ministros, acopian pruebas y ven llover en un país inundado
de marchas. Las secretarias y los empleados de medio pelo de
las “pirámides” caen por doquier. Los desplumados
inversores lloran y le dan cabezazos a las ilusiones rotas.
Y los
faraones vernáculos, en un santiamén, se hicieron “polvo
de estrellas”. Como dice la misma “Vorágine” en las líneas
finales, contando la suerte de Arturo Cova y sus compañeros:
“Ni rastro de ellos. ¡Los devoró la selva!”.
El
gobierno decretó el toque de queda en varias ciudades
Violencia
y caos por una millonaria estafa masiva
Por
Augusto Rojas
Clarín, 14/11/08
Financieras
ilegales, llamadas "pirámides", comenzaron a
tener dificultades económicas y no pudieron devolver el
dinero de los ahorristas, en su mayoría de clase media y
baja. Ofrecían hasta 350% de interés mensual. Ya hubo un
muerto.
El
espejismo que por años hipnotizó a cientos de miles de
colombianos de ver multiplicado el dinero que entregaban a
empresas ilegales de captación se rompió de tajo, con el
anuncio de una de estas empresas de bajar los dividendos de
un ambicioso 350% a un 70%. Allí fue Troya y las llamadas
"Pirámides financieras" se vinieron abajo dejando
caos, desórdenes civiles, saqueos, pobreza, toque de queda
en siete poblaciones y,por el momento, un muerto.
Medios
colombianos calculan en más de 850 millones de dólares los
fondos perdidos, una buena parte perteneciente a los
estratos más bajos de la población colombiana. Entre ayer
y hoy, más de 30 empresas de ese tipo han quebrado y las
autoridades han intervenido 66 sucursales de sólo una de
ellas: "Proyecciones DRFE (Dinero Rápido Fácil y
Efectivo)".
Las
protestas cobraron una víctima mortal hacia la medianoche
del miércoles cuando enardecidos ahorristas la emprendieron
contra el personero –defensor del pueblo– del municipio
de Guesaco, Byron Santander, en el sureño departamento de
Nariño, frontera con Ecuador.
Allí, según
explicó a Clarín Fabio Trujillo, secretario de Gobierno
departamental, tres hombres le dispararon al joven
funcionario cuando salía por la puerta trasera de una de
estas empresas captadoras. "El personero estaba
haciendo una labor de arqueo del dinero que se encontró allá.
Cuando se disponía a salir, se asustó con la gente que
estaba frente al establecimiento y decidió salir por la
puerta trasera. Allí se topó con tres personas que lo señalaron
de intento de robo del dinero y le dispararon", según
Trujillo.
Este hecho
se sumó a una serie de disturbios que se presentaron en
varias localidades y que llevaron a las autoridades a
decretar el toque de queda en las ciudades de Pasto, capital
del departamento de Nariño, y de Popayán, capital del
Cauca. También, en los municipios de Túquerres. Tumaco,
Ipiales, Santander de Quilichao y Villa Garzón, donde
iracundos ahorristas se agolparon frente a las fachadas de
las "pirámides" y destrozaron lo que encontraron
a su paso. Escenas de robos de enseres, quema de las casas y
enfrentamientos con la Policía fueron el denominador común.
Las
"pirámides" son "financieras truchas"
que captan dinero sin ningún respaldo. El mecanismo
consiste en devolver a un "ahorrista" su dinero
con unos intereses de hasta 100 o 150 por ciento, con base
en los fondos aportados por personas que ingresan
posteriormente a la "pirámide". El problema creció
en las últimas semanas, cuando comenzaron a conocerse las
noticias de la fuga de muchos de los coordinadores sin
entregar el dinero prometido.
El gobierno
está convencido de que detrás de las "pirámides"
se esconde una práctica ilegal de lavado de dinero del
narcotráfico. El presidente Alvaro Uribe se declaró
alarmado por la situación, en tanto que sectores de oposición
lo acusaron de no haber adoptado los correctivos en su
momento, pues se presume que empresas de este tipo vienen
funcionando en la nación andina desde hace unos cinco años.
El ministro de Hacienda, Oscar Iván Zuluaga, pronosticó
que el fenómeno generará una crisis social de gran
magnitud. "Va a ser una situación social muy compleja.
Son riesgos que no estaban amparados por el Estado y ahora
nos toca encontrar los mecanismos para diseñar apoyo a los
estafados. Miraremos cómo acompañar los procesos de
liquidación. Es una problemática social enorme. Son
cientos de miles los que hoy se declaran estafados. A uno le
sorprende que la gente después de todo lo que se ha dicho,
de la experiencia pasada, siga llevando sus recursos,
entregando plata, gente de todos los niveles", señaló
La situación
es tan compleja que varios economistas consultados por Clarín
consideran que el hecho afectará radicalmente a la sociedad
colombiana, golpeando en especial a las familias de clase
media, que perderán la capacidad de ahorro y reducirán al
máximo el consumo.
"La caída
de las 'pirámides' va a empobrecer a la clase media
colombiana. Mucha gente le apostó todos sus ahorros al
espejismo que dejaban estos negocios y hoy quedan no sólo
sin dinero sino con una gran deuda. Las consecuencias para
la sociedad van a ser funestas", señaló a Clarín
Ricardo Bonilla, director del observatorio económico de la
estatal Universidad Nacional.
Juan Camilo
Restrepo, ex ministro de Hacienda de Andrés Pastrana
(1998–2002), dijo que el hecho golpeará la economía
colombiana. "Somos espectadores de un fenómeno que
golpeará sensiblemente a la economía de nuestro país en
un caso similar al que se registró en Albania en el año
1996, cuando por cuenta de este tipo de estafa se logró
contagiar la economía y se registró un fenómeno con
devastadoras repercusiones políticas y sociales", señaló
a Clarín.
Para
complicar aún más la situación, en la sede de una de las
"pirámides" de Pasto los estafadores dejaron un
aviso en el que se burlan de los depositantes: "Ahora,
por estúpidos y creer en brujas tendrán que trabajar mucho
más para reponer esas platas que en gran mayoría no eran
ni suyas. En nuestras sedes, les dejamos las cuatro sillas más
caras que puedan existir en el mundo, por favor, cuídenlas
que es un gran recuerdo de nosotros, están avaluadas en
aproximadamente dos mil millones de pesos (casi un millón
de dólares)".
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