Mientras
viajaba en un auto del Comité Internacional de la Cruz
Roja el gobierno de Álvaro Uribe asesina a un dirigente indígena
Por
Juan Alberto Sánchez Marín
Prensa YVKE – Radio Mundial, 16/12/08
El
gobierno colombiano después de haber prometido en la ONU un
mayor respeto a los derechos humanos, ha asesinado a Edwin
Legarda esposo de la dirigente campesina Aída Quilcué que
encabezó la reciente minga indígena. Aunque el Ejército
aseguró que había disparado a su vehículo «por error»
al no detenerse ante un retén, la versión de la comunidad
indígena es que el ataque fue un atentado planeado contra
Quilcué, pues ella solía movilizarse en ese vehículo.
Fue
asesinado en un retén militar el indígena Edwin Legarda,
esposo de la dirigente Aída Quilcué, líder de las
recientes "Mingas de Resistencia Indígena",
movilizaciones y marchas masivas que pusieron en aprietos
hace poco al gobierno del presidente Álvaro Uribe. El
ministro del Interior, Fabio Valencia Cossio, ha reconocido
la responsabilidad del Ejército en este "error".
Las comunidades indígenas sostienen que se trató de un
atentado contra la consejera Quilcué.
Mientras en
Salvador de Bahía los 12 presidentes que conforman la
Unasur incluían en el documento de aprobación del Consejo
de Seguridad y Defensa de Unasur un artículo de condena a
las FARC y al ELN como grupos terroristas, violadores del
Derecho Internacional Humanitario, en un retén militar era
asesinado el esposo de la reconocida dirigente indígena Aída
Quilcué, una de las líderes más importantes de las
recientes "Mingas de Resistencia Indígena".
Miembros
del Ejército le dispararon a Edwin Legarda cuando se dirigía
hacia Popayán, departamento del Cauca, al sur occidente del
país, para recoger a su esposa, la Consejera Mayor Aída
Marina Quilcué Vivas, quien regresaba de participar en el
Consejo de Derechos Humanos de la ONU, en Ginebra.
El vehículo
que conducía el señor Legarda estaba adscrito al Consejo
Regional Indígena del Cauca, CRIC, y era el vehículo de
movilización permanente de la líder indígena. Algunas
fuentes informan que en el vehículo también se desplazaba
una enfermera del Hospital Nivel 1 de Belalcázar, quien
también resultó lesionada en el hecho.
Daniel Piñacué,
gobernador indígena Páez, dijo que en el sitio había un
retén militar y que no se explica por qué razón
dispararon contra el automotor, debidamente identificado.
Un
atentado contra la consejera
"Ese
era un atentado contra la consejera", señaló Ernesto
Perafán, abogado del CRIC, quien describe lo sucedido:
"El Ejército le disparó desde varios ángulos, desde
los dos lados tiene impactos el carro. Él recibió varios
balazos, en el pecho, en la pierna, y alcanzó a salir, fue
un tramo hacia arriba, pero el Ejército no lo auxilió,
sino que empezó a dejar vainillas y cosas en el piso, y
cuando llegamos acá con el comandante del batallón, dicen
que desde el carro les habían disparado. Versión que ya
están desmintiendo y aceptan que fueron ellos quienes le
dispararon al carro de la consejera, pero igual esa fue la
versión inicial".
El
comandante de la Tercera División, Justo Eliseo Peña,
quien se dirigió a la zona en un helicóptero, dijo que
"todo fue un error cuando un grupo de soldados
campesinos realizaba un retén". El oficial sostuvo que
el carro no se detuvo, sino que siguió su marcha hasta el
municipio de Totoró.
La versión
de la comunidad indígena es que el ataque fue un atentado
contra Quilcué, porque ese era el vehículo en el que ella
solía movilizarse. Como el vehículo tiene vidrios
semipolarizados, no había forma de comprobar si ella
viajaba allí o no.
"Se
trata de una represalia contra la minga indígena",
agregó el abogado Perafán. "Este hecho se suma a la
decisión de dictar orden de captura contra los
coordinadores de la guardia." Necesidad de justicia.
Los
soldados que participaron en el retén, desde el cual se
disparó al vehículo, estarían retenidos en la zona rural
del municipio de Totoró, por la guardia indígena y la
comunidad.
"Si la
justicia penal militar no dicta orden de captura contra los
soldados involucrados, la guardia indígena los va a
capturar, porque el hecho se produjo en territorio de la
comunidad", dijo también Ernesto Perafán.
El
Ministerio de Defensa reconoció en un comunicado que
miembros del Ejército dispararon contra Legarda, indicando
que no hay claridad sobre cómo ocurrieron los hechos.
"Se
estableció que tropas del Batallón José Hilario López
pertenecientes a la III División del Ejército Nacional
dispararon al automóvil que conducía el señor Legarda,
sin que hasta el momento haya suficiente claridad sobre como
ocurrieron los hechos", dice el comunicado.
El
Ministerio anunció una investigación interna, en cabeza
del Comandante de la III División y del Inspector General
de las Fuerzas Militares, y pidió a Fiscalía y Procuraduría
enviar una comisión especial a la zona para que adelante
las investigaciones necesarias en materia penal y
disciplinaria.
La líder Aída
Quilcué iba a participar hoy justamente en una reunión de
directivos de los cabildos indígenas.
Totoró
sin Salvador… de Bahía
Mientras el
vicepresidente de Colombia, Francisco "Pachito"
Santos Calderón salía victorioso en Salvador de Bahía,
sosteniendo que en el documento de UNASUR "hay una
mención explícita de rechazo a cualquier tipo de grupo
ilegal armado que trate de subvertir el orden, sea de donde
sea y venga de donde venga; vemos que es un avance y un paso
muy importante"; la pregunta, ante la evidencia de los
hechos y la sucesiva violación de los Derechos Humanos por
parte del estado colombiano, es si no hará falta la
suscripción de otro articulito, que también rechace y
condene el terrorismo de estado que practica el gobierno
colombiano.
O es que
entonces qué es esa feria de sangre de los infaustos
"falsos positivos", el asesinato del interlocutor
que piensa diferente y lo dice, las cifras inverosímiles de
sindicalistas asesinados, o la persecución despiadada a las
minorías, y su aniquilación, como en este caso, claro está,
"por error". ¿O es que este es el orden que se
quiere y el que no hay que subvertir?
La sangre
vertida hoy por este indígena en un camino pantanoso y
perdido de uno de los tantos sitios que se llaman Totoró,
en Colombia, tiene que llamar la atención. No pueden valer
menos los muertos del estado, que son los indios, que son
los pobres, que son los olvidados, que los de las FARC o los
del ELN. Hechos como este no son un simple avatar. Una
casualidad tras otra dejan de ser casualidades, para ser
cualquier otra cosa. Una estrategia deplorable, por ejemplo.
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