Se
vota una iniciativa del gobierno para perpetuarse en el
poder
Luz
verde para la re–reelección de Uribe
Por
Katalina Vásquez Guzmán
Desde
Medellín, Colombia
Página
12, 21/08/09
Se
trata de una iniciativa del gobierno para perpetuarse en el
poder que se vota, primero, en Senado y Cámara; después,
el mismo presidente la sanciona como ley y, por último, la
Corte Constitucional da su visto bueno. Ayer se dio el
primer paso.
Con
la aprobación del Senado, se abrieron las puertas para un
tercer mandato consecutivo del presidente Alvaro Uribe. La
noche del miércoles, cincuenta y seis congresistas dieron
el sí para que el país vaya a las urnas a decidir si, una
vez más, la Constitución política nacional es reformada
para permitir, por segunda vez, la reelección inmediata de
Uribe. Referendo reeleccionista son las dos palabras más
sonadas en la política colombiana en los últimos días.
Se
trata de una iniciativa del gobierno para perpetuarse en el
poder que se vota, primero, en Senado y Cámara; después,
el mismo presidente la sanciona como ley y, por último, la
Corte Constitucional da su visto bueno. Hasta ayer, se
trataba de uno de los fracasos políticos y legislativos más
grandes de Uribe. Hasta las publicaciones más importantes
del país se atrevieron a titular en los últimos meses que
el referendo estaba muerto. Pero, tras el asiduo lobby y los
numerosos desayunos de trabajo que ofrecen los ministros de
Uribe a los congresistas, esta semana el referendo resucitó,
y con él los temores de la oposición por la continuidad en
el poder del gobierno y las fuerzas militares que presentan
unos de los mayores índices de violación a los derechos
humanos de sus ciudadanos.
Para
el senador opositor Gustavo Petro, si Uribe es reelegido
otra vez “muere la democracia en Colombia. Lo que se va a
construir es una dictadura con un trasfondo profundamente
mafioso”. Petro le dijo a Página/12 que “con otro
mandato se seguirá impidiendo el avance de la organización
y promoviendo que las organizaciones indígenas, sindicales
y sociales sigan siendo aniquiladas”. Todos los senadores
opositores, incluidos los liberales, se retiraron del
extenso debate que aprobó el informe de conciliación del
referendo. Abandonaron la sala porque consideran que esta
iniciativa deroga la Constitución nacional.
En
2006, cuando se aprobó la primera reelección, Uribe llamó
“articulito” al texto de la carta política colombiana
que le impedía ser candidato al terminar su período. Esta
vez, el inciso primero de ese artículo (197) quedaría así:
“Quien haya sido elegido a la Presidencia de la República
por dos períodos constitucionales podrá ser elegido para
otro período”. Se trata, según le dijo a este diario el
senador Petro, de “lo mismo que pasó en Honduras. Es el
intento por destruir el avance de la democracia en América
latina”.
Entre
los congresistas hay un ambiente de temor frente a las
decisiones en torno del referendo. La investigación
iniciada contra más de ochenta parlamentarios –por votar
sí al primer referendo a cambio de dinero y cargos públicos–
los pone a pensar dos veces antes de manifestarse
simpatizantes. Hoy hay dos ex congresistas en la cárcel por
el delito de cohecho. Esos hechos, por los que aún no se
condena a nadie del gobierno, no impidieron la favorable
votación para el segundo referendo reeleccionista que, en
la urnas, necesitaría por lo menos de siete millones de
votos para ser válido.
Por
ahora la herramienta de Uribe para continuar en el poder
salió del atolladero político que lo enreda desde que se
presentó, cuando el Consejo Nacional Electoral manifestó
dudas por la validez de las firmas y los orígenes de los
dineros que financian el proyecto. Más tarde, un
congresista demandó a sus compañeros votantes y hay un
proceso judicial en curso. El nudo del referendo estuvo en
la pregunta mal redactada. La aprobación de ayer, a todas
luces, favorece las intenciones de Uribe: si el pueblo vota
sí, Uribe podrá seguir en el Palacio de Nariño.
Ayer,
el parlamentario Germán Vargas Lleras denunció que los
congresistas reciben frecuentes llamadas y visitas para que
aprueben el referendo, mientras autoridades judiciales los
observan y requisan sus casas.
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