Efectos
de la crisis
Derrumbe
del sector exportador
Por
Eduardo Sarmiento
El
Espectador, Bogotá, 18/07/09
La
producción industrial lleva seis meses con caídas
persistentes de 10 por ciento.
Los
círculos influyentes se niegan a entender la crisis
mundial. Los índices generalizados de deterioro de la
economía se rechazan diciendo que eso ya pasó y que todo
está bien. Los efectos de la economía mundial se minimizan
aduciendo que el país está blindado por el sistema
bancario, que no ha sufrido las pérdidas y los descalabros
de otras regiones.
La
realidad es muy distinta. El deterioro de la actividad económica,
que se inició en el primer semestre de 2008, se ha venido
incrementando sistemáticamente. En el cuarto trimestre de
2008 la economía cayó cerca del 1% y en el primer
trimestre de 2009 sucedió algo similar, y de acuerdo con la
información parcial, en el segundo trimestre se agravará.
La
producción industrial, que es uno de los índices más
confiables y tiene ramificaciones con todas las actividades,
lleva seis meses con caídas persistentes de 10%. En abril y
mayo las exportaciones y las importaciones cayeron más de
25%.
Los
funcionarios gubernamentales, los centros de estudios
cercanos y los gremios se equivocaron en materia grave.
Dieron
por hecho que los trastornos mundiales se originaban en el
quiebre de una burbuja financiera, y como esto no se
reflejaba en las quiebras bancarias de otros lugares,
concluyeron que el país estaba blindado a los
acontecimientos externos. Pero el desorden financiero no era
más que una de las manifestaciones de un desbalance mucho más
general. La verdadera raíz de la crisis es el derrumbe del
orden económico internacional, y al final habría de
adquirir la forma de un colapso del intercambio comercial,
como se observa a lo ancho y largo del mundo.
El
país es especialmente vulnerable en un contexto de esta
naturaleza por la revaluación que viene de atrás, su alta
dependencia en las exportaciones de recursos minerales y la
concentración de las ventas en Estados Unidos, Venezuela y
Ecuador. El hecho de que la cuantiosa caída de las
exportaciones provenga especialmente de Estados Unidos, es
una advertencia de que el drama se encuentra a medio camino.
Las
exportaciones a Venezuela están representadas en buena
parte por la sobrefacturación; las ventas en toneladas, que
son las que cuentan para la producción y el empleo,
registran caídas considerables.
Por
lo demás, las alzas de los aranceles adoptadas
recientemente en Ecuador, sin ninguna consideración con el
país, afectarán una amplia gama de productos colombianos.
Al colapso mundial de las exportaciones y la revaluación se
adicionará el deterioro de las relaciones comerciales y
diplomáticas entre los vecinos.
La
debacle mundial en la forma más reciente se asemeja a las
crisis cambiarias de América Latina. El choque externo
provoca una caída de las exportaciones que contrae la
demanda efectiva e induce a las empresas a recortar las
importaciones de materias primas y bienes de capital.
Las
economías quedan expuestas a excesos de ahorro sobre la
inversión y a restricciones de la balanza de pagos que le
introducen un componente estructural que prolonga las
recesiones y hace muy compleja su corrección. Las políticas
indiscriminadas subsanan una deficiencia a cambio de agravar
la otra.
Frente
a este panorama no se vislumbra un diagnóstico comprensivo
ni propuestas elaboradas de política. La gestión económica
corre por cuenta del TLC, que a pesar de no haber sido
aprobado, es una camisa de fuerza que resta toda
flexibilidad a la política cambiaria y comercial, y del
FMI, que conmina a elevar los recaudos tributarios y a
reducir el déficit fiscal en momentos en que la población
carece del ingreso para adquirir los bienes que produce.
Mientras
se persista en estas prioridades en contravía de la
realidad, las tendencias deplorables del comercio exterior y
de la industria seguirán su marcha. El producto nacional
continuara registrando índices negativos y en el año
completo descenderá con respecto al anterior.
Lo
que se plantea en circunstancias de cierre de los mercados
internacionales y desplome de la demanda es un manejo
selectivo que actúe en forma armónica sobre los dos
frentes.
Es
necesario aumentar el déficit fiscal, financiarlo con emisión
y orientarlo a aumentar el gasto público intensivo en mano
de obra, al igual que intervenir el tipo de cambio y
modificar la estructura arancelaria, en coordinación con
los vecinos, para sustituir las importaciones del resto del
mundo por la producción nacional, afianzar el intercambio
interregional y ampliar los mercados internos.
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