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¿Provocación Made in USA?
Con sus siete bases militares apuntando
al resto de América Latina, el imperialismo yanqui tiene en
Colombia uno de los estados más sometidos y colonizados del
continente. A pesar de que EEUU, a inicios del siglo pasado,
le robó el Canal de Panamá, la burguesía colombiana
encabeza los rankings de servilismo en América Latina.
En cuanto a Uribe –un hombre públicamente
prontuariado por la DEA como narco y con una montaña de
problemas judiciales–, no está en condiciones de decir
“no” a una orden de Washington.
Por esos motivos, está el interrogante
de si el autor de la provocación ha sido el mismo Uribe o
si se trata una vez más del títere que recita el libreto
escrito por otro. Hoy es difícil saberlo, pero eso tiene
menos importancia de la que podría suponerse.
En primer lugar, el Departamento de
Estado saltó inmediatamente, como un resorte, para apoyar a
dos manos la provocación. Lo hizo, además, en un tono
particularmente violento, que sorprendió hasta a la misma
prensa de derecha latinoamericana.[1]
Cualquiera haya sido el autor del
libreto, éste se encuadra completamente en la política de
EEUU. Al mismo tiempo, no le viene mal a los intereses
personales de Uribe y de los sectores particulares de la
burguesía que él representa, y que pueden tener
diferencias con el nuevo presidente en el operativo de
“unidad nacional” y de “lavar la cara” al régimen
que estaría por impulsar Santos.
Nota:
1.– Así, la corresponsal en Washington
del diario La
Nación de Buenos Aires subraya que “el gobierno de
Barack Obama dejó de lado la indiferencia frente a
Venezuela. Y en un giro respecto de la cautela que venía
manteniendo en estos últimos meses, ayer respaldó íntegramente
la denuncia colombiana sobre las actividades terroristas(!!!) [del gobierno venezolano]....«Venezuela ha mostrado
una conducta insolente», dijo el vocero del
Departamento de Estado Philip Crowley.” (Silvia Pisani,
“EEUU apoyó a Colombia y calificó de ‘insolente’ la
actitud de Caracas”, La Nación, 23/07/10)
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Pocos días antes de dejar la
presidencia de Colombia, Álvaro Uribe Vélez lanzó una
provocación contra el gobierno venezolano que, en lo
inmediato, ha llevado a la ruptura de relaciones entre ambos
países. Si esta provocación sigue adelante y es retomada
por el nuevo gobierno de Colombia, podría tener graves
consecuencias, incluyendo un conflicto armado entre ambos países.
Uribe salió al ruedo con la denuncia
de “campamentos de las FARC” asentados en territorio
venezolano. Las “pruebas” presentadas ante los gobiernos
y organismos internacionales (OEA, Unasur) no parecen muy
convincentes. Consisten principalmente en fotos satelitales
de lugares difíciles de identificar con certeza.[1]
Pero el dato más significativo
es que estas “pruebas” no serían recientes. ¿Por
qué entonces el gobierno colombiano no dijo nada en su
momento?
Esta cuestión de fechas es muy
importante. Nos remite, obviamente, a que Uribe finaliza
su mandato el próximo 7 de agosto, día en que asumirá
su ex ministro Juan Manuel Santos. Es evidente que –con o
sin el asentimiento de su sucesor– Uribe salió a
“marcar la cancha” de las futuras relaciones
colombo–venezolanas.
Hay que tener en cuenta que tanto desde
Caracas como también desde Bogotá se venía alentando un
mejoramiento de las relaciones. En función de eso, estaba
programado que Chávez asistiría a la asunción de Santos.
Ya se hablaba del “abrazo Santos–Chávez” que
simbolizaría la “reconciliación” colombo–venezolana.
El petardo lanzado por Uribe pone las cosas igual o peor que
antes.
Obviamente, el gobierno venezolano tenía
interés en ese operativo diplomático de “borrón y
cuenta nueva” programado para el 7 de agosto. Es menos
sabido internacionalmente que también sectores de cierta
importancia de la burguesía y el establishment político
de Colombia tienen el mismo interés, aunque no sienta mayor
amor por Chávez.
Es que el conflicto ha sido ruinoso
para las relaciones comerciales entre los dos países. En
esto, es Colombia quien más ha salido perdiendo. El mercado
venezolano era importante para los exportadores colombianos,
principalmente de alimentos pero también de manufacturas,
incluso de automotores. Colombia tenía además un amplio
superávit en los intercambios de Venezuela.
El cierre de la frontera y la
interrupción del comercio colombo–venezolano no podría
darse en un pero momento. Al igual que en México y otros países
latinoamericanos excesivamente sometidos a la dependencia de
EEUU, en Colombia la crisis mundial ha pegado durísimo.
Que, al mismo tiempo, por las peleas con Chávez, se corte
el oxígeno del comercio con Venezuela no ha sido del agrado
de muchos empresarios. Claro que esto no afecta demasiado al
importante sector de la burguesía narco–paramilitar, de
la que es miembro notorio la familia Uribe desde antes de
llegar Álvaro a la presidencia.
Continuismo y cambios
Pero esto se engloba también en una
serie de problemas y contradicciones internas que marcan
tanto la continuidad como los cambios que significa el
pasaje al nuevo gobierno.
Esencialmente, Santos es continuador
de Uribe. Más concretamente, es continuador de lo que Uribe
llama los “tres huevitos” que deja su
presidencia: “el huevito de la seguridad democrática,
al huevito de la confianza de inversión, al huevito
de la política social”.[2]
La “seguridad democrática” es el régimen
autoritario y salvajemente represivo que ostenta varios
records mundiales, como el de dirigentes sindicales
asesinados y el de población rural desplazada por las
masacres del ejército y los paramilitares (lo que ha sido
muy conveniente para que nuevos y viejos sectores
terratenientes se apoderen de sus campos).
Uno de sus últimos
escándalos ha sido el hallazgo de la fosa común más grande la historia de
América Latina, con más de 2.000 cadáveres de campesinos ejecutados por el
ejército y los "paracos".
El “huevito de la confianza de
inversión” es el neoliberalismo más extremo, que
habilita al capital extranjero (especialmente de EEUU) a
arrasar con todo.
El tercer “huevito” de Uribe, la
“política social” es un débil asistencialismo
de la miseria, que permite a los partidos del régimen
organizar un ejercito de clientelas electorales. Sumado a la
abstención masiva, a la pistola de los paramilitares en
muchos municipios y al porcentaje de fraude, esto permite
ganar elecciones con paquetes minoritarios de votos.
Mientras tanto, Colombia tiene uno de los índices de
desempleo más altos del continente y que va en crecimiento.
Santos, el presidente electo, se ha
comprometido a ser la fiel gallinita que va a empollar los
tres huevitos, herencia de Uribe. Sin embargo, las cosas no
están resultando tan simples. El gallinero está cada vez más
alborotado...
Aquí se presentan una combinación de
problemas. Santos fue el brazo derecho de Uribe:
ambos están manchados por los mismos crímenes. En
particular, con Santos como minstro de Defensa, se produjo
el escándalo de los “falsos
positivos”, una de las más abominables atrocidades, que
además retrata el cinismo y la hipocresía de la
“democracia” oligárquica de Colombia.[3] Sin embargo,
al mismo tiempo, Santos representa a sectores diferentes
de
la burguesía colombiana.
Uribe proviene de la burguesía mediana
y rural del estado de Antioquia (con capital en Medellín).
Él y su familia tienen un historial “nonc santo” de
estrechas relaciones con el narco y el paramilitarismo. Como
su asesinado padre Alberto Uribe, el presidente saliente fue
hombre del Cartel de Medellín[4] y luego, como gobernador
de Antioquia, legalizó una de las primeras organizaciones
paramilitares, las llamadas “Cooperativas Convivir”.
Hoy Uribe, además de tener a parte de
su familia (su hermano y sus propios hijos) procesada por
variedad de delitos (en primer lugar, paramilitarismo), carga
con un voluminoso prontuario personal. El día de mañana,
cualquier cambio político le puede deparar sorpresas
desagradables.
En cambio, Santos es hombre de la
oligarquía “ilustrada” tradicional de Bogotá, de la
familia que era propietaria de “El Tiempo”, el
principal diario de Colombia. Su política de fondo es la continuidad
de los “tres huevitos”, pero con cambios de forma
que probablemente no son compartidos por Uribe y
algunos de los sectores que representa. Y que, además,
pueden tener consecuencias desagradables para ellos, como la de responder por
los crímenes en que han estado implicados demasiado directamente, como
es el caso de Uribe y su familia. Las responsabilidades de Santos han sido
relativamente menos directas.
Santos ha llamado a la “unidad
nacional”, ha organizado un gabinete donde ha
incorporado a gente de otros partidos y también se ha dado
una política de cooptación hacia su
“izquierda”, principalmente hacia sectores del llamado
“Polo Democrático Alternativo” y de la burocracia
sindical. Esta política ya la había adelantado al poner
como vicepresidente un ex burócrata sindical del Partido
Comunista.
Y Santos comienza a tener cierto éxito:
burócratas sindicales también provenientes del PC y un
buen sector del Polo Democrático están aplaudiendo la
“unidad nacional” y haciendo cola para que Santos les
tire algún hueso.
Más profundamente, estos problemas
reflejan divergencias más generales en la burguesía
colombiana y el establishment político y judicial.
Un amplio sector desea tener un estado burgués
“normal”, con un régimen democrático burgués
“fuerte” pero también “normal”. Es decir, que le dé
duro a la guerrilla y también a las protestas de los
trabajadores, pero sin paramilitares, sicarios y asesinatos
como práctica habitual (incluso entre burgueses).
Estos sectores quisieran acabar con lo
que un jefe paramilitar –Salvatore Mancuso– definió
bien como “paramilitarismo de estado”. El estado burgués
colombiano sigue fragmentado entre el aparato central y
“oficial”, y el “extraoficial” de los ejércitos
privados.
Superar esto sería, además, necesario
para avanzar en la cooptación de burócratas sindicales y
dirigentes de “izquierda”, una operación preventiva
teniendo en cuenta el descontento que la crisis genera en
los sectores populares.
Después del 7 de agosto, veremos cómo
se van precisando estas y otras diferencias esbozadas no muy
claramente. La pelea con Venezuela podría ser de alguna
manera un test de todo esto.
Notas:
1.– Por otra parte, como señala
el sociólogo Atilio Boron, “a
lo largo de una frontera como la colombo–venezolana (de más
de dos mil kilómetros de largo y con escasos accidentes
geográficos que permitan delimitar claramente el terreno)
narcos, guerrilleros, paramilitares, contrabandistas y
delincuentes comunes, amén de gente normal y corriente,
pueda cruzar de un lado al otro sin el menor
inconveniente”.(“Uribe, función de despedida”, atilioboron.blog,
25/07/10). Es especialmente notoria, a ambos lados de la
frontera, la presencia abierta de paramilitares con bases en
Colombia, como lo ha documento infinidad de veces la prensa
internacional.
2.–
“Uribe pide a los colombianos no cambiar los tres
huevitos que deja su gobierno”, Radio Santa Fé,
Bogotá, 24/05/10.
3.– El gobierno colombiano había
instituido una sistema de recompensas por “guerrillero
muerto”: era el neoliberalismo aplicado a combatir la
guerrilla. Con ese estímulo, los militares se dieron a la
tarea de “fabricar” guerrilleros muertos, los llamados
“falsos positivos”. Como era peligroso buscar verdaderos
guerrilleros, asesinaban a jóvenes de barrios pobres, los
vestían como tales... y cobraban las recompensas. Juan
Manuel Santos, como ministro de Defensa, fue el responsable
directo de esta monstruosidad, en la que murieron miles y
miles de jóvenes.
4.– En los documentos oficiales
desclasificados y publicados en la revista Newsweek,
Álvaro Uribe figura como el Nº 82 en la lista de narcos.
Ver de Sergio Camargo, “El narcotraficante Nº 82”, Universo
Latino, 2008.
Golpe a
un Chávez con serios
problemas
La provocación de Uribe pega sobre
Venezuela en momentos en que Chávez enfrenta una seria
crisis económica y un debilitamiento político,
especialmente en el movimiento obrero.
En artículos anteriores, hemos
analizado los elementos de crisis del régimen chavista.
Estos se desarrollan motorizados
principalmente por la crisis económica. Los
trabajadores y las masas populares se ven castigadas al
mismo tiempo por una severa recesión y por un aumento
desenfrenado de los precios.
Recientemente, un economista
marxista describía así la situación: “Aunque la teoría
económica burguesa afirma que generalmente el crecimiento
arrastra inflación y la recesión caída en los precios, en
Venezuela la depresión económica (3
trimestres consecutivos decreciendo) ha venido acompañada
por una trepidante inflación. La inflación en
alimentos en 2 años y medio fue de 102% y de servicios médicos
de 121%. La inflación en este sólo mes de abril de 2010,
en alimentos alcanzó el 12% y en bienes agrícolas un
locuaz 34%. La inflación anualizada es de 84%. Todo ello,
hace estéril los aumentos del salario nominal y significa
una destrucción progresiva del salario real, lo que se
entiende como una depauperación absoluta del proletariado,
luego de venir de un año 2008 donde los precios del petróleo
(95% de nuestras exportaciones) alcanzaron su techo histórico.”[1]
Esto genera un lógico descontento
en las masas trabajadoras y populares. En ese contexto, Chávez
deberá afrontar el 26 de septiembre próximo las elecciones
de Asamblea Nacional. Si la oposición ganara la mayoría de
las 167 bancas en disputa, Chávez afrontaría serias
dificultades para seguir gobernando.
Es en ese cuadro que golpea la
provocación de Uribe. Sin embargo, esto no implica mecánicamente
un efecto favorable a la oposición de derecha y proyanqui.
Al romper relaciones, Chávez subió la apuesta, polarizando
verbalmente las cosas frente a Uribe y EEUU.
Al mismo tiempo, en tono más bajo
pero no menos significativo, Chávez llamó a la
guerrilla de las FARC a desarmarse. “Los movimientos
armados de Colombia –dijo Chávez– deberían de
reconsiderar su estrategia armada... No hay condiciones para
que ellos puedan tomar el poder en un lapso previsible. Se
han convertido en la principal excusa del imperio para
penetrar en Colombia a fondo y desde ahí agredir a Ecuador,
Venezuela y Cuba...”[2]
Nota:
1.– Manuel Sutherland, “Dólares,
inflación y desabastecimiento”, en www.socialismo–o–barbarie.org,
edición del 11/07/10.
2.– “Llamado de Chávez a las
FARC”, Agencia EFE, 24/07/10.