Hasta no hace mucho tiempo,
el término traqueto era exclusivo del argot criminal del bajo mundo sicarial
de Medellín, Antioquia. Tal palabra, que al parecer proviene de la
onomatopeya de los sonidos de los disparos de las ametralladoras (tra–tra–tra–tra…),
empezó a ser usada por los sicarios para referirse a ellos mismos y a sus
contertulios del submundo del narcotráfico. Traqueto es aquel matón de
barrio que aparte de liquidar con violencia y sin titubear a todos los que se
le atraviesen en el camino, hace ostentación del dinero que ha conseguido por
sus acciones criminales, alardeando de sus dotes de sicario y de macho. El
traqueto está dispuesto a matar por lo que sea, porque para él la vida no
vale nada, ya que sólo importa su prestigio personal, medido en dinero, en
autos, en joyas, en tierras, en mansiones, en vacas y caballos y en las
mujeres que pueda comprar.
1. El
uribismo, un régimen político traqueto
En los últimos 8 años en
Colombia la lógica del traqueto se ha enseñoreado en este país, hasta el
punto que se ha configurado un régimen político traqueto, junto al cual se
ha intentado generalizar una cultura traqueta (telenovelas que le rinden culto
a los capos y mafiosos) y también construir una sociedad traqueta (en la que
predomina el arribismo y la idea que el entre más violento se es más macho
–o más varón, como lo dice Álvaro Uribe Vélez (AUV)– y se ha
legitimado la pretensión de que el buen colombiano es aquel que puede
pisotear a todos los que se encuentran a su alrededor sin importar los medios
que emplee para lograrlo). Esos “valores traquetos” ya no se circunscriben
de manera exclusiva a los ámbitos criminales de sicarios y narcotraficantes
de Medellín y Antioquia. Lo que ha hecho el gobierno uribista es entronizar
en el manejo del Estado el comportamiento característico de los traquetos,
como se evidencia con hechos innegables, que es bueno recordad de manera
desordenada.
Un alto porcentaje de los
ministros, embajadores y funcionarios del alto gobierno están ligados a
actividades ilícitas, son prófugos de la justicia o delincuentes activos,
entre los que cabe recordar, para señalar a una mínima parte de ese enjambre
de delincuentes, a Andrés Felipe Arias, ex ministro de Agricultura y
responsable del desangre de Agro Ingreso Seguro (un programa encaminado a
financiar con subsidios estatales a grandes terratenientes, paracos y
narcotraficantes); o al coronel retirado Luis Alfonso Plazas Vega, condenado
por el asesinato y desaparición de personas en el Palacio de Justicia, y
quien fuera Director de la Oficina de Estupefacientes en el gobierno de Uribe;
o a Salvador Arana, condenado a 40 años de cárcel por el asesinato de
Edualdo Díaz, Alcalde de El Roble (Departamento de Sucre), quien en persona
había anunciado su propia muerte, pocos días antes de que ocurriera, en un
Consejo Comunitario ante el propio AUV, que se encontraba acompañada en la
mesa por el asesino, al que el Presidente de la República luego designó como
Embajador en Chile.
La casi totalidad de los
miembros de la bancada de senadores y representantes del uribismo hace parte
de las filas paramilitares, hasta el punto que su número se acerca a la
centena, los cuales se encuentran confortablemente acomodados en la cárcel La
Picota de Bogotá, penitenciaria en la que, de hecho, se efectúan sesiones
ampliadas del Paramento colombiano. Sobre las relaciones de estos
“honorables padres de la patria” valga recordar que en una ocasión AUV
sostuvo que para aprobar proyectos favorables al gobierno, sus voticos eran
indispensables antes de que se los llevaran a la cárcel.
La Casa de Nariño, sede del
gobierno central, se convirtió en un lugar del cual salen y entran como Pedro
por su casa hampones y criminales, uno de los cuales, Antonio López, alias
Job, un paramilitar activo y confeso, fue asesinado pocos días después de
frecuentar el recinto presidencial, al que para más señas familiarmente
denominaba con el remoquete cariñoso de “La Casa de Nari”. Este personaje
del hampa había ido a ese lugar “para entregar pruebas de un supuesto
montaje de magistrados de la Corte Suprema de Justicia contra funcionarios
procesados por nexos con las Auc (Paramilitares)”, según lo informó la
revista Semana en su edición del 13 de septiembre de 2008.
Se convirtió en norma que
desde los Consejos Comunitarios, AUV en persona autorizara al Ejército o algún
organismo de las Fuerzas Armadas a matar a los miembros de alguna organización
delictiva con la célebre frase de “fumíguelos a mi nombre”, propia de un
matón de barrio, con lo que se quiere decir que los exterminen sin
contemplaciones.
La mentira, el engaño y la
perfidia se han convertido en moneda corriente en este régimen, sin importar
para nada la violación de las más elementales normas del manejo de la cosa pública
ni el respeto de la integridad personal de aquellos considerados como enemigos
del régimen, como cuando se ha calumniado con premeditación y alevosía a
Piedad Cordoba o al periodista Holman Morris.
Todo se quiere comprar porque
impera la creencia de que no existen principios éticos de ninguna especie
sino que todo se reduce a la máxima de plata y plomo, por lo cual no es de
extrañar que este país se haya convertido en un territorio de soplones,
traidores y delatores, hasta el extremo que por asesinar a comandantes de la
insurgencia se pague en metálico y se exija a cambio una de sus manos, como
aconteció con Iván Ríos, uno de los miembros del Secretariado de las FARC.
En suma, durante estos largos
8 años la impunidad ha sido la pauta de conducta permanente del gobierno
uribista, impunidad respaldada por la inoperancia del aparato de justicia y el
respaldo de una estúpida “opinión pública” manejada a su antojo por
medios de comunicación privados, coparticipes de delitos y crímenes, que ha
aplaudido y exaltado al máximo las acciones de régimen del Uberrimo (nombre
de una de las fincas de AUV) por más criminales e ilegales que estás hayan
sido, como se rubrica con el respaldo dado al asesinato de sindicalistas o de
humildes habitantes de los barrios pobres de las ciudades, bajo la terrible
modalidad de los “falsos positivos”, o del silenciamiento de la fosa común
de la Macarena, donde se encuentran miles de cadáveres, que la convierten en
la más grande de América Latina.
2. El
mundo visto con los ojos de un traqueto
Con todo este panorama
descrito de manera sucinta, no resulta extraño constatar que la diplomacia de
este régimen sea también traqueta, porque el traqueto actúa en el mundo
como lo hace en su parcela, mediante la violencia contra propios y extraños,
es decir, su mentalidad de matón de barrio se emplea fuera de las fronteras.
Eso justamente es lo que ha
sucedido con la “política exterior” del uribismo, respaldada por el
conjunto de las clases dominantes del país y de sus sicarios intelectuales
(columnistas de prensa, comentaristas de radio y televisión, entre otros), en
la se que supone que los otros países, y sobre todo los vecinos, son una
prolongación de la finca ganadera en que ha sido convertida Colombia y sus
gobernantes y habitantes deben ser tan sumisos y obedientes, como lo son los
peones en que han querido convertir a todos los colombianos.
Fuera de Colombia, en
consecuencia, se procede con toda la impunidad que caracteriza el
comportamiento traqueto dentro de nuestro país, sin respetar ni acatar las más
elementales reglas del derecho internacional, en estrecha alianza con aquellos
que en el mundo se comportan como los sheriff del condado (Estados Unidos e
Israel), acostumbrados a invadir, bombardear, ocupar, saquear a los países
que se niegan a plegarse a sus intereses. El régimen traqueto imperante en
Colombia se siente autorizado, por el respaldo incondicional de los Estados
Unidos, a hacer lo que se le venga en gana en el mundo y pisotear a los
vecinos cuando se le antoje. Eso es lo que ha hecho el régimen uribista desde
el 2002, a nombre de la “lucha contra el terrorismo”, en lo que cabe todo,
y en la guerra preventiva.
Por eso, se bombardeó a
Ecuador el primero de marzo de 2008, asesinado a 26 personas, secuestró a
Rodrigo Granda en territorio venezolano en diciembre de 2004, participó en el
rapto del profesor Miguel Ángel Beltrán en México el 22 de mayo de 2009,
convirtió a las embajadas en guaridas de espionaje para perseguir a los
colombianos y extranjeros que disienten y critican al uribismo, y ha
patrocinado hechos tan ruines y criminales como la invasión estadounidense a
Irak y el golpe de Estado en Honduras.
No sorprende que, como
vulgares traquetos, los presidentes entrante y saliente de Colombia
manifiesten reiteradamente su orgullo por los hechos criminales que han
cometido en el exterior, sabedores de la complicidad de esa sarta de
delincuentes que se autoproclama “comunidad internacional”, sosteniendo
con cinismo que volverían a bombardear a Ecuador u a otro país en donde se
“alojen terroristas”. Al respecto, una de las perlas más recientes la ha
proporcionado AUV, cuando al referirse a los hechos de Angostura, Ecuador, del
2008, sostuvo con cinismo: "Hicimos esa operación por estado de
necesidad, para enfrentar a un terrorista que asesinaba a nuestros
compatriotas. Nunca para ofender al gran pueblo hermano ecuatoriano, por eso
le hemos pedido perdón a Ecuador".
De tal manera, que en
Colombia un país en donde jurídicamente no existe la pena de muerte, un
personaje oscuro y siniestro que llegó a la primera magistratura del país,
en forma por lo demás ilegitima e ilegal, se proclama como algo más que un
juez, puesto que no sólo juzga, sino que condena y ejecuta la condena, en el
caso mencionado la pena de muerte a 26 personas, entre ellas un ciudadano
ecuatoriano y cuatro mexicanos. Esa es una confesión que de seguro va a
servir en el futuro para los procesos penales que se adelanten contra este
criminal, porque sencillamente se está reconociendo, sin que nadie se lo
estuviera preguntando, que se aplicó la pena de muerte desde la Presidencia
de la República, cuando esa condena no existe en Colombia, repetimos por lo
menos en términos legales. ¿Acaso por el hecho de ser presidente, cuando a
un individuo se le antoje tiene el derecho de violar las leyes nacionales e
internacionales y matar a cualquier persona, argumentando que fue por
necesidad, es decir, por razón de Estado?
De un individuo que
aprovechando el poder con que cuenta, por el cargo que desempeña, reconoce en
forma pública y con toda impunidad y cinismo un crimen de tal magnitud, no
puede esperarse mucho en términos de respeto al derecho internacional y a la
soberanía de otros países. Esto se rubrica con el reciente caso de
Venezuela.
3. La
diplomacia traqueta en acción contra Venezuela
Lo que sucedió en el seno
del Ministerio de Colonias de los Estados Unidos, conocido con el eufemismo de
OEA, es un claro ejemplo de la manera como funciona la diplomacia traqueta
ejercita por el régimen uribista.
En primer término, aflora la
delincuencia, porque el embajador colombiano ante la OEA, Luis Alfonso Hoyos,
no se distingue precisamente por su honestidad, ya que en el 2001 por su
probada corrupción se le condenó de por vida a no ejercer ningún cargo público
de libre elección, y, sin embargo, como claro ejemplo de la impunidad
uribista, representa a este régimen ante la OEA y antes había desempeñado
otros cargos en el alto gobierno desde el 2002. ¿Con qué autoridad moral
puede hablar un personaje de tan dudosas credenciales éticas para condenar
por anticipado al gobierno venezolano?
En segundo término queda
claro que el vulgar espectáculo mediático, que produce vergüenza ajena,
montado por el régimen uribista ni siquiera es original, sino que simplemente
fue preparado en los Estados Unidos, para que su sirviente incondicional lo
presentara con la finalidad de orquestar una operación más amplia de
desprestigio y agresión contra el gobierno bolivariano de Hugo Chávez.
Recordemos que no es la primera vez que el régimen uribista organiza una
campaña mediática contra un gobierno vecino, puesto que eso ya se ha hecho
contra Ecuador y también contra Venezuela, cuando se ha usado el computador mágico
de Raúl Reyes, tan mágico que resistió un bombardeo de varias horas que mató
a muchas personas y con el que, como en la Lámpara de Aladino, se cumplen
todos los deseos de su poseedor y del que todos los días aflora nueva
información, sobre las cosas más inverosímiles.
En tercer término, las
“pruebas” presentadas contra Venezuela son de una seriedad cantinflesca.
Videos tomados hace varios años y refritos, en los que además por intermedio
de un instrumento virtual que cualquiera puede consultar, como Google, se pasa
de las coordenadas satelitales a fotos descontextualizadas en la selva, sin
que medie ninguna demostración directa. Además, se argumenta con gran
“profundidad”, por ejemplo, que los videos fueron filmados en Venezuela
porque una de las personas que allí aparece tiene en sus manos una botella de
cerveza de marca venezolana. Este nivel de argumentación es por lo menos
risible. Entonces, ¿si en un video o en una fotografía aparece alguien que
está bebiendo Coca–Cola, debemos deducir que esa persona se encuentra en
los Estados Unidos, porque esa gaseosa es de marca gringa?
En cuarto término, si las
tales “pruebas” que presenta el régimen traqueto se supone que fueron
efectivamente tomadas en Venezuela, no es un reconocimiento expreso y
descarado de que se está espiando, vigilando y violando la soberanía de un
vecino país con toda la impunidad posible, interfiriendo en sus asuntos
internos de manera ilegal e inconsulta. Esto último en la diplomacia traqueta
no es de extrañar, porque ya hay bastantes evidencias acumuladas, como lo han
revelado funcionarios del Departamento Administrativo de Seguridad (DAS), como
Rafael García, que desde hace años se está espiando en sus propios países
a funcionarios de los gobiernos de Ecuador, Venezuela, Bolivia y Cuba e
incluso se ha denunciado que al presidente Rafael Correa se le han
interceptado sus teléfonos personales por organismos de seguridad del Estado
colombiano.
En quinto término, el mismo
desarrollo de la reunión de la OEA es una clara muestra de la diplomacia
traqueta. El representante del uribismo, Luis Alfonso Hoyos se comporto como
cualquier hacendado paisa, o sea, como un atarvan que grita y reprende a sus
peones, los cuales no pueden responder sino solo obedecer las arbitrariedades
del patrón. Da pena decir que alguien es colombiano al ver por televisión
semejante esperpento como embajador en la OEA, que ni hablar coherentemente
puede, diciendo una sandez tras otra, vociferando y gritando como un culebrero
de pueblo y violando los más elementales protocolos de la diplomacia.
En sexto lugar, la diplomacia
traqueta requiere obligatoriamente del uso de la violencia indiscriminada,
como se ha visto durante estos 8 años de una militarización insoportable de
la vida interna del país, que ha sido proyectada a las fronteras y a los países
vecinos, mediante el patrocinio del sicariato y grupos paramilitares. No por
azar, el paramilitarismo se ha convertido en una de las exportaciones no
tradicionales de Colombia más cotizadas en los últimos años, puesto que de
aquí se envían mercenarios a Venezuela, Bolivia, Ecuador, Honduras, México,
Irak, Afganistán y donde las guerras del imperialismo los requieran. Por
ello, a nivel internacional el régimen traqueto no dialoga ni convence sino
que quiere imponer sus criterios de matón de barrio, contando con el respaldo
de sus grupos paramilitares, profiriendo amenazas y condenas a quienes no se
sometan a su conducta criminal.
Por último, y tal vez lo más
importante, la diplomacia traqueta fue usada durante estos años como un
instrumento para ocultar los innumerables crímenes, escándalos, cohechos,
mentiras y actos delictivos cometidos por el régimen de AUV. Y ahora, cuando
en teoría le quedan pocos días semanas al Mesías para dejar el solio
presidencial, se han acumulado nuevos escándalos que se suman al prontuario
criminal del régimen traqueto. Entre esos escándalos vale la pena recordar
las declaraciones de Fernando Tabares, ex Director de Inteligencia del DAS,
sobre las “chuzadas” telefónicas, en las que da detalles sobre la
responsabilidad directa de la Presidencia de la República en el espionaje a
miembros de la oposición y de la Corte Suprema de Justicia. También se
destaca la denuncia que un mayor retirado de la Policía Nacional, Juan Carlos
Meneses, realizó desde Argentina, donde señaló que Santiago Uribe Vélez,
hermano del presidente, organizó el grupo de asesinos conocido como los Doce
Apóstoles, que asesinaron a muchas personas en el Departamento de Antioquia
en la década de 1990.
Por si faltara algo, el mismo
día de la sesión de la OEA en que se presentaron las evidencias fabricadas
por Estados Unidos para enlodar al gobierno venezolano, un grupo de
parlamentarios europeos, junto con algunos colombianos, hacia publica la
noticia del descubrimiento de una fosa común en la que se calcula que hay
unos 2000 cadáveres de personas asesinadas por el Ejército colombiano. Sobre
este último hecho criminal, evidente e innegable, AUV ha dicho el domingo 25
de julio a pocos kilómetros del lugar donde se encuentra la fosa, en
instalaciones del Ejército, que “aquí vinieron los enemigos de la
Seguridad Democrática hace pocos días a alimentar calumnias contra el Ejército
de la Patria”, y agregó que las denuncias sobre la fosa sólo buscan
desacreditar a las fuerzas armadas y quienes lo hacen son “voceros del
terrorismo”. ¡Difícil encontrar mayor cinismo y apología del crimen!
Para completar, han sido
llamados a juicio personas íntimamente vinculadas al gobierno de Uribe,
empezando por su primo y padrino político Mario Uribe, y otros personajes
siniestros que han acompañado en sus andanzas poco santas al ocupante ilegal
de la Casa de Nariño y que pueden resultar en la cárcel en muy poco tiempo.
El trasfondo de la diplomacia
traqueta se encuentra en el desconocimiento del conflicto armado interno que
existe en Colombia desde hace 60 años y en el impulso a una solución
militarista de ese conflicto. El régimen uribista ha planteado (y es casi
seguro que lo mismo va a hacer el cerebro de los falsos positivos, Juan Manuel
Santos, ahora como Presidente de la República) que va a perseguir a la
insurgencia y a sus colaboradores, que para este régimen son todos los que
piensan distinto, en cualquier lugar del mundo y que eso le da autorización
para agredir a los vecinos, so pretexto de que no colaboran en la lucha
contrainsurgente y por tal razón serían cómplices de nuestra violencia.
Aparte de que esto es una falacia, porque se niega a ver que nuestra
prolongada guerra desborda nuestras fronteras perjudicando a los países
vecinos, debe señalarse que desconoce el sacrificio que han tenido que hacer
países como Venezuela y Ecuador al recibir a millones de colombianos que
huyen de la violencia. Nada de eso importa en la lógica traqueta para la cual
todos son sirvientes y peones y en eso deberían convertirse los gobiernos de
América del Sur.
En conclusión, la diplomacia
traqueta que ha aislado a Colombia de la mayoría de países de América del
Sur es la expresión internacional de un régimen traqueto, el d AUV, que se
ha convertido en una ficha incondicional de Estados Unidos en esta parte del
mundo, como se demuestra con la instalación de bases militares yanquis en
nuestro suelo, desde las cuales, que duda puede quedar a partir de los últimos
hechos, se agrede a Venezuela con la finalidad de revertir el proceso
nacionalista que allí se impulsa.
Con justeza ha dicho el
presidente de Bolivia, Evo Morales, que Colombia es una simple colonia de los
Estados Unidos y su presidente es un “lacayo del imperialismo”.
Pocas veces es tan certero y
valido un juicio sobre un régimen político de esencia criminal que, con toda
la impunidad y arrogancia del caso, ha querido proyectar esa criminalidad al
resto del mundo. Al fin y al cabo, que más se le puede pedir a un simple
gamonal, AUV, cuyo horizonte mental no va más allá de los linderos de sus
fincas y de las vacas, caballos y peones que administra, valiéndose de sus
lugartenientes y mayordomos, a punta de látigo y fusil.
(*)
Renán Vega Cantor es Profesor y Magister en Historia en la Universidad
Nacional de Colombia. Autor y compilador entre otros libros de: "Marx y
el siglo XXI" (2 volúmenes), Editorial Pensamiento Crítico, Bogotá,
1998–1999; "Gente muy rebelde", (4 volúmenes), Editorial
Pensamiento Crítico, Bogotá, 2002; "Un mundo incierto, un mundo para
aprender enseñar. Las transformaciones mundiales y su incidencia en la enseñanza
de las ciencias sociales", (2 volúmenes), Universidad Pedagógica
Nacional, Bogotá, 2007. Recibió el Premio Libertador, Venezuela, 2008. Es
colaborador de Correspondencia de Prensa en Colombia.