Millones de hectáreas arrebatadas por
los latifundistas a los campesinos mediante el terror
paramilitar
El complot de la contrarreforma agraria
Por Constanza Vieira
Inter Press Service (IPS), 19/08/10
|
El cuello de botella
"Es pronto para saber hasta dónde
llegará el gobierno en materia de tierras", dijo a IPS
Juan Houghton, miembro de la Casa del Pensamiento, centro de
estudios de la Asociación de Cabildos Indígenas del Norte
del Cauca (ACIN), en el occidente del país.
"Pero señalo dificultades: la
mayoría de medidas previstas las tomará este Congreso
(legislativo), en donde se encuentran los que serían los más
afectados: los miembros de la coalición de gobierno",
agregó respecto de los anuncios del nuevo ministro de
Agricultura, Juan Camilo Restrepo, de que llevará a cabo
una reforma agraria.
El ministro aspira a redistribuir dos
millones de hectáreas incautadas al narcotráfico, pero que
no se han podido tocar por una selva de obstáculos legales
que favorecen a herederos y testaferros, a menudo tejidos
por los sectores mayoritarios en el Poder Legislativo.
Houghton también advirtió que no sería
ningún avance quitar tierras a latifundistas para
entregarlas a "empresas legales transnacionales".
|
Un número desconocido de
empresarios de agroindustrias y de funcionarios públicos de
todo nivel, así como paramilitares de ultraderecha, tienen
algo en común con campesinos desplazados o asesinados en
Colombia: las tierras robadas a los últimos en el conflicto
armado.
Bogotá.– "Es que ahí había un
complot. Uno iba matando a la gente, otros iban atrás
comprando, otros iban de tercero, legalizando",
describió el ex jefe paramilitar "Pitirri", Jairo
Castillo, exilado hace 10 años e importante testigo
protegido en los juicios que se siguen en Colombia a los
"parapolíticos", dirigentes implicados con la
estrategia de esos grupos ilegales.
"Pitirri" es uno de los que
preguntan a la justicia por qué sólo se ocupa de los que
"iban matando". Por qué no inquiere por quienes
se apropiaron de 5,5 millones de hectáreas, según cifras
de la Comisión de seguimiento a la política pública sobre
desplazamiento forzado, creada por iniciativa de la sociedad
civil.
La declaración de "Pitirri"
fue presentada este jueves 19 en un debate parlamentario de
control político sobre tierras, paramilitarismo y
desplazamiento forzado por el legislador izquierdista Iván
Cepeda.
Álvaro Uribe, quien gobernó desde
2002 hasta el 7 de este mes, desmovilizó parcialmente el
brazo armado del paramilitarismo, para lo cual se expidió
un marco legal conocido como Ley de Justicia y Paz.
Con ese nombre, una unidad de la Fiscalía
General de la Nación afronta la confesión
"completa" de los crímenes de centenares de ex
combatientes que así pueden acceder a beneficios penales,
tal como lo impuso la Corte Constitucional, y deben pagar
con sus bienes la reparación de sus víctimas.
"La Unidad de Justicia y Paz ha
hecho una tarea formidable en medio de limitaciones
presupuestales y logísticas", señaló en el mismo
debate Guillermo Rivera, legislador del hoy oficialista
Partido Liberal. Según él, la fiscalía descubrió algo
inesperado. Notó que los paramilitares desmovilizados, que
se suponía eran dueños de enormes extensiones con las que
iban a reparar a sus víctimas, reportaron propiedades más
bien precarias. Hasta ahora han entregado apenas 6.600 hectáreas.
Rivera resumió así el
"complot", como lo denomina "Pitirri":
Con el argumento de combatir a guerrillas de izquierda,
entre 1994 y 2000 se produjo en este país la más fuerte
expansión paramilitar, que dejó decenas de miles de
campesinos asesinados y millones de desplazados hacinados en
las ciudades.
La seguridad alimentaria de esos
desplazados se quedó en la parcela, que luego fue tomada
por las mafias paramilitares, ya fuera mediante la compra a
precios irrisorios o por ocupación a la fuerza, describió.
Entre 2002 y 2005 el gobierno de Uribe
negoció la desmovilización con los paramilitares en Santa
Fe de Ralito, un poblado del nororiente del país.
Mientras la opinión pública seguía
las incidencias de Ralito, la mayoría de los millones de
hectáreas apropiadas fueron puestas a nombre de testaferros
o vendidas a empresarios.
El objetivo era evitar que esas
propiedades ingresaran a los fondos de reparación de víctimas
que prevé la legislación, y evadir así la restitución de
bienes, según Rivera.
Entre 2005 y 2006, la Unidad de
Justicia y Paz de la Fiscalía detectó evidencias de
testaferrato y de que un número de empresarios se habían
apoderado de tierras que originalmente eran de los
desplazados.
El círculo, descrito por Rivera, se
cierra de manera estremecedora: un cierto número de esos
testaferros pasaron a ser beneficiarios del Estado,
especialmente a través del Ministerio de Agricultura, que
les concedió créditos blandos y subsidios agrícolas bajo
el programa Agro Ingreso Seguro, un escándalo de corrupción
que estalló en el último tramo del gobierno de Uribe.
Luego, siempre según Rivera, esos
beneficiarios financiaron campañas electorales del sector más
ligado a Uribe en el oficialismo, por ejemplo la del ex
aspirante presidencial Andrés Felipe Arias, ministro de
Agricultura del ex mandatario.
Colombia vive un viejo conflicto
armado, con guerrillas activas desde 1964.
En el debate parlamentario, Rivera y
Cepeda proporcionaron nombres propios de individuos,
empresas y supuestas organizaciones de la sociedad civil que
harían parte del presunto "complot".
Durante su gobierno, el propio Uribe
instruyó al bloque oficialista, mayoritario tanto entonces
como ahora, para que bloqueara un proyecto de ley de víctimas,
que incluía restitución de bienes.
El proyecto, argumentó, resultaba
oneroso para el fisco. La Corte Constitucional ordenó en
repetidas ocasiones restituir los bienes a los desplazados,
estimados entre tres y más de cuatro millones de personas,
según fuentes gubernamentales o de la sociedad civil.
Rivera pidió mecanismos expeditos de
justicia transicional para devolver los bienes a las víctimas.
Para ello, subrayó, es necesario "invertir la carga de
la prueba en los litigios sobre tierras".
Según ese principio jurídico, no es
el Estado el que tiene que demostrar dolo en una negociación
o propiedad de tierras. Son, al contrario, los
usufructuantes de la misma quienes deben demostrar la
legalidad de su propiedad.
(*) Con aportes de Helda Martínez
(Bogotá).
El
complejo reto de la restitución de
tierras
Semana, 19/08/10
Recuperar dos millones de hectáreas
y restituirlas a los desplazados, un objetivo que se
advierte muy complejo, es el compromiso que se impuso el
Gobierno. La primera tarea será develar quiénes concentran
hoy las tierras despojadas por mafias y grupos ilegales. ¿Cómo
lo hará?
En su discurso de posesión, el
presidente Juan Manuel Santos se comprometió con los
campesinos del país a que ellos se convertirán en los
verdaderos dueños de las tierras más productivas y los
encargados de explotarlas.
Ese compromiso también incluyó la
decisión de arrebatarles a los agentes de la violencia la
tenencia de las mejores tierras y restituirlas a las
familias de campesinos desplazados que, por culpa de fenómenos
como el narcotráfico, la guerrilla y el paramilitarismo, se
han visto obligadas a abandonar cerca de cinco millones de
hectáreas en las recientes tres décadas.
En metas concretas, el reto del
Gobierno durante los próximos cuatro años será recuperar,
como mínimo, dos millones de hectáreas que fueron
usurpadas por las mafias, tal como lo dijo el ministro de
Agricultura, Juan Camilo Restrepo.
Pero el objetivo se convierte en un auténtico
reto para el Gobierno, por lo menos así se desprende tras
el revelador debate que sobre tierras realizó la Cámara de
Representantes la noche del miércoles y en el que
congresistas del Partido Liberal y el Polo Democrático
hicieron una radiografía del complejo problema que el
Ejecutivo tiene entre las manos.
El propio Gobierno, a través del
ministro del Interior, Germán Vargas Lleras, reconoció que
en Colombia hay “una vergonzosa concentración de la
propiedad rural en el país”, mientras el ministro de
Agricultura admitió que en Colombia la población
desplazada “supera los tres millones”, siendo la primera
vez que un funcionario no se refiere a la cifra de dos
millones y medio que citó con insistencia el gobierno
anterior.
La "sutil legalización"
En la plenaria de la Cámara de
Representantes, los congresistas Iván Cepeda (Polo) y
Guillermo Rivera (P. Liberal) demostraron que la concentración
de tierras en Colombia es tan marcada, que tan sólo el 4
por ciento de los propietarios controla el 61 por ciento de
las tierras de mejor calidad, derivada, en muchos casos, por
el despojo de tierras que ocasionó la ofensiva paramilitar
en las recientes dos décadas.
Mencionaron que 5,5 millones de hectáreas
fueron abandonadas, invadidas o transferidas en “negocios
espurios”, de las cuales fueron expulsadas 385.000
familias que hoy sufren en busca de recuperar lo perdido. De
estas, 1,2 millones estaban cultivadas antes de ser
despojadas.
El representante Iván Cepeda reveló
que detrás de la legalización de tierras despojadas hay
grandes empresarios que, incluso, “contaron con la ayuda
del Estado” para adquirir esos predios.
Por eso, advirtió Cepeda, muchos de
los predios que habían arrebatado los paramilitares
desmovilizados no han sido devueltos, pues, según sus
investigaciones, la propiedad de dichos predios ha sido
legalizada a través de mecanismos “sutiles”.
Cepeda mencionó casos para los que
pidió urgente investigación de las autoridades. Por
ejemplo, señaló a hermanos del presidente de ECOPETROL,
Javier Gutiérrez, de adquirir una finca que, según su
conocimiento, “fue robada por hombres de ‘Jorge
40’”.
El congresista también pidió la no
extradición del desmovilizado Éder Pedraza, alias ‘Ramón
Mojana’, a quien Jairo Castillo Peralta, alias ‘Pitirri’,
uno de los testigos estrella de la parapolítica, señaló
de haber atendido las recomendaciones del ex senador Mario
Uribe de “conseguir tierras baratas” en la región del
bajo Cauca.
"Ocho años en
deuda"
El representante Guillermo Rivera también
hizo varias denuncias en la radiografía agraria que presentó
en el parlamento, especialmente la forma como varios
“testaferros de paramilitares” terminaron siendo
beneficiados por las políticas de subsidio agrario
impulsadas por el gobierno de Álvaro Uribe y su ministro
agrícola Andrés Felipe Arias.
“La voluntad y el rol del gobierno
del Presidente Uribe, y en especial de su Ministro de
Agricultura, distó mucho de iniciar un proceso de restitución.
Incluso, las medidas de seguridad a las víctimas y las
garantías para que estas pudieran reclamar sus terrenos
fueron enormemente limitadas”.
Rivera mencionó el caso de 10
palmicultores y refinadores de aceite de palma que
contribuyeron con 29,5 millones en el 2002, y 27 millones
para el referendo y han recibido 8.000 millones en subsidios
y 279 millones en créditos blandos.
Incluso reveló que el extraditado jefe
paramilitar alias ‘Macaco’ devolvió la finca Las
Margaritas en Putumayo, junto con 160 millones de pesos que
correspondían a una deuda por créditos blandos con el
programa FINAGRO.
Por eso, el parlamentario le advirtió
al gobierno de Juan Manuel Santos que su primer reto para
consolidar el propósito de devolver dos millones de hectáreas
a los campesinos desplazados será establecer quiénes
ostentan hoy la propiedad de estos predios.
Además, dijo Rivera, se hace urgente
un censo de “Tierras y predios”, tal como lo ordenó un
Auto de la Corte Constitucional en el 2009, para así
determinar “las cifras reales” con las que el Gobierno
debe contar para afrontar esta “herencia que le dejó el
gobierno Uribe”, como el congresista calificó la
restitución de tierras.
Las fórmulas
El Gobierno admitió esa radiografía y
consideró fórmulas para cumplir con su meta de la
restitución de tierras, que serán incluidas en el conjunto
de disposiciones que conforman el proyecto de Ley de
Tierras, que será radicado en el Congreso.
Dicho proyecto, como explicó el
ministro de Agricultura, Juan Camilo Restrepo, tendrá como
propósito el desarrollo de políticas que permitan
“romper con la cadena de testaferrato” que se apoderó
de los predios de campesinos desplazados.
Restrepo también explicó que la Ley
de tierras que se propone tramitar será complementaria a la
Ley de Víctimas. Y anunció que se reversarían
“adjudicaciones espurias” realizadas por el INCODER.
Pero la principal herramienta con la
que el Gobierno pretende meterle el diente al problema de la
tierra será la creación de una “jurisdicción
especial” para la extinción del dominio de bienes de
grupos ilegales, los cuales serán restituidos a las víctimas
del desplazamiento.
Y en ese contexto, según explicó el
ministro del Interior, Germán Vargas Lleras, una de las
disposiciones novedosas será la de “invertir la prueba de
la carga” para demostrar la propiedad de los predios.
Esto significa que no sería
responsabilidad de las víctimas de desplazamiento sustentar
ante las autoridades la pertenencia de sus tierras, sino que
será el Estado el que asuma esa función.
¿Y cómo lo hará? Para que ese
procedimiento sea expedito, Vargas Lleras explicó que se
obligará a los empresarios a demostrarles a las autoridades
que su tenencia y su derecho de dominio es legítimo.
El representante Guillermo Rivera,
quien aplaudió esa medida, dijo que les dará mayor
agilidad a los procesos judiciales de esa naturaleza, que
podría tardar menos de dos años.
La parábola
de “Colombia”
Por José Alejandro Castaño
Semana, 24/08/10
Al campesino Albeiro Valdez
(“Colombia”) le mataron la familia para robarle sus
tierras. Años después, el Estado se las devolvió. Ahora
ni el Vicepresidente de la República pudo evitar que
asesinaran a Valdez y que las tierras volvieran a sus
enemigos.
|
“Colombia” fue enterrado sobre los
restos de su padre y
hermano, también muertos por los
paramilitares
cuando los desplazaron por primera vez |
Urabá.– A “Colombia” lo
encontraron a un lado del camino que lleva al mar, entre
Turbo y Necoclí, tirado en una platanera con los brazos
levantados, como pidiendo auxilio. Nadie se extrañó de su
muerte porque él mismo ya la había anunciado, y hasta había
dicho quién iba a cometerla. Cinco meses antes, el Estado
le había devuelto las 38 hectáreas de tierra que los
paramilitares le robaron a su padre en la vereda El Tigre,
corregimiento de El Totumo, en el golfo de Urabá. Aquel fue
un día feliz.
Él y su familia, acompañados por unas
cuarenta personas, caminaron hasta el predio devuelto, a
tres horas de camino del casco urbano, y tomaron posesión
entre abrazos, canciones y un sancocho de gallina que alcanzó
para todos. Era tanta la alegría que ya nadie se acordó de
las amenazas de Jairo Humberto Echeverry Bedoya, el
terrateniente de la zona, dueño de 1.000 hectáreas de
campo en la parte oriental del golfo. El hombre les había
salido al paso y les advirtió que si insistían en llegar
hasta el predio devuelto, que él contaba como suyo,
"no respondía".
Ya tarde en la noche, en medio de la
celebración, bajo un cielo de estrellas amontonadas y
cocuyos titilando entre el pasto, con el resplandor del mar
allá muy lejos, “Colombia” les mostró el lugar donde
los paramilitares fusilaron a su padre y a su hermano. Él
logró escaparse y ya nunca más volvió, hasta esa noche,
trece años después. El gobierno acababa de entregarle un
documento a “Colombia” en el que aparecía su nombre:
Albeiro Valdez Martínez. Era el acta de restitución, y él
feliz se la mostraba a todos como si fuera un diploma de
graduación.
En el papel, el Estado se comprometía
a "acompañar a su familia en el restablecimiento de
sus derechos, así como a prevenir nuevos hechos
violentos". Era letra muerta. Firmaban el documento
Eduardo Pizarro, presidente del Comité Nacional de Reparación
y Reconciliación (Cnrr); Jaime Jaramillo Paneso y Gerardo
Vega Medina, ambos miembros del mismo comité; Sandra Rojas
Manrique, defensora del Pueblo; Nubia Hoyos Ardila, asesora
del Ministerio del Interior y de Justicia; y Jairo Herrán
Vargas, personero de Medellín. Las firmas de algunos de los
funcionarios parecen autógrafos de futbolistas, con trazos
amplios, importantes, y hasta ahora inútiles.
Una tarde, apenas días después de
aquella fecha, dos hombres armados tocaron a la puerta de
“Colombia”. Le dijeron que su tierra ya tenía dueño,
que no se hiciera matar. Se identificaron como miembros de
las temidas Águilas Negras. Historia repetida: en total,
1.400 familias, unas 7.000 personas, están esperando la
devolución de sus parcelas en Urabá. Hasta ahora solo 70
predios, de más de 1.000 que se calculan en poder de
testaferros de paramilitares, han sido regresados a sus legítimos
propietarios. Pero la devolución nada garantiza.
Fue el caso de “Colombia”: en
diciembre, después de la visita de los dos hombres armados,
el campesino logró que el vicepresidente Francisco Santos
lo atendiera. Fue una especie de cónclave en la oficina del
director regional del Sena en Apartadó. Allí también
estaban Jaime Jaramillo Paneso, comisionado del Cnrr;
Alexandra Parra, asistente privada del vicepresidente; y
Hernán Giraldo, comandante de la XVII Brigada del Ejército.
A Santos se le ocurrió que hablaran
con el terrateniente acusado de las amenazas y le
advirtieran que nada podía pasarle a “Colombia”. Lo
dijo así, muy decido. Entonces lo llamaron desde el celular
del comandante de la XVII Brigada y pusieron el teléfono en
alta voz.
"Cuidado le ocurre alguna cosa a
este campesino porque eso sería muy grave", le dijo el
oficial en presencia de todos. Echeverry Bedoya, advertido
de que allí estaba el mismísimo vicepresidente de la República
y otros tantos funcionarios, saludó a los asistentes con
educación y recordó que entre ambos ya había una
conciliación, que no había de qué preocuparse.
Pero “Colombia” no quedó tranquilo
y exigió que le dieran protección, entonces accedieron a
hacerle un estudio de riesgo para saber si le asignaban
escoltas. El veredicto fue que su nivel de peligro era
"ordinario", el mismo de un vendedor de periódicos.
El 10 de mayo de 2010, cinco meses y 18
días después de que Estado le devolvió las 38 hectáreas
de tierra que los paramilitares le quitaron a su padre
asesinado, Albeiro Valdez Martínez fue hallado muerto. Se
sabe que horas antes el campesino asistió a una reunión
con las Águilas Negras en zona rural de Turbo, lugar al que
fue citado para que explicara sus nexos con supuestas
organizaciones defensoras de derechos humanos. A sus vecinos
del Totumo les dolió la noticia, pero nadie se mostró
sorprendido. Ni siquiera con todo lo que pasó después.
En el acta del levantamiento, los
peritos de la Sijin afirmaron que las características del
cuerpo, tirado a un lado del camino, con signos de arrastre
y golpes en brazos, cabeza y espalda, permitían establecer
que la causa de su muerte era violenta. Sin embargo, el médico
legista que firmó el certificado de defunción como muerte
violenta, horas después cambió su dictamen por muerte
natural. Aún faltaba una última agresión.
El 25 de junio de 2010, a las 9:30 de
la mañana, luego de una visita al predio, "y tras
constatar que no se encontraba nadie allí ni quien opusiera
resistencia", el alcalde encargado del municipio de
Necoclí, Edelfred Villalobos Ortega, firmó un acta de
devolución de las 35 hectáreas a un nuevo propietario a
partir de la fecha: el terrateniente Jairo Humberto
Echeverry Bedoya. Así va el país en los días de sus
fiestas patrias. Y cualquiera que pase por el cementerio de
Turbo lo puede constatar:
Albeiro Valdez Martínez fue enterrado
sobre las tumbas de su padre y su hermano también
asesinados. Como casi nadie lo conocía por el nombre, los
familiares escribieron su apodo sobre el cemento fresco para
que todos estuvieran seguros de que ahí, a 300 pasos del
mar, por decisión de los hombres y no de Dios, yace
“Colombia”.
|