Diversos
reportes afirman que estamos llegando al "pico"
de la producción petrolera y pronto comenzará a bajar el
recurso del crudo, algo que hasta ahora Washington
oficialmente negaba.
Al dejar de
referirse al "petróleo" y dar
proyecciones en "líquidos" —petróleo,
derivados sintéticos del gas natural, maíz, carbón
mineral, arenas bituminosas y otras sustancias— el
Departamento de Energía de Estados Unidos reconoció en
mayo pasado que estamos saliendo de la Era del
Petróleo y entrando en la Era de la
Insuficiencia, un cambio que, escribe el
historiador estadounidense Michael T. Klare
(The Nation, noviembre 2007), significa el
comienzo de una nueva era de intensificada competición
energética y creciente uso de la fuerza para proteger las
fuentes extranjeras de petróleo, cuyas reservas están
mermando drásticamente.
"Los
conservadores analistas de la industria"
ya no ignoran esto porque "la mayoría de países
productores de petróleo están bombeando al máximo de su
capacidad y encuentran difícil aumentar la producción
frente a la creciente demanda internacional". Y
esto también explica la política del presidente George
W. Bush de subsidiar la producción de etanol a
partir del maíz, de pedir a Canadá mayor producción en
las arenas bituminosas y hasta de explorar la explotación
del petróleo aprisionado en las rocas (esquistos) en partes
de EUA.
En su
análisis, Klare expone los argumentos de los países
exportadores de petróleo (OPEP), la suspensión del
proyecto en el gigantesco yacimiento de Kashagan en
Kazajstán y las dificultades de las compañías privadas
petroleras en hacer avanzar proyectos de explotación de
crudo convencional, un problema "que no es temporal
sino sintomático de una tendencia" confirmada en
dos estudios de "conservadoras organizaciones
industriales": la Agencia de Energía
Internacional (AEI), y el Consejo Nacional
del Petróleo (CNP) de EUA.
La AIE
confirma que para abastecer la demanda de aquí a 2012 se
necesitan otros 10 millones de barriles diarios de
petróleo, y otros cinco más para compensar la baja de la
extracción y mantener las reservas, y ese crudo deberá
venir de Irán, Kuwait, Arabia Saudita, Argelia, Angola,
Libia, Nigeria, Sudan, Kazajstán y Venezuela, "países
que no inspiran confianza a los inversores" que
para mantener los abastecimientos necesitarán invertir 20
billones de dólares en maquinaria, oleoductos y otras obras
de infraestructura en los próximos 25 años.
El informe
del CNP preparado bajo la dirección de Lee Raymond,
ex patrón de ExxonMobil y "muy
bien recibido en el Congreso", apunta que "un
clima estable y atractivo será necesario para atraer el
capital adecuado para la evolución y expansión de la
infraestructura energética", y es ahí —dice
Klare— que hay razón para alarmarse,
porque el mismo estudio nota que no hay que esperar
encontrarse con ese clima en países de la OPEP o en Rusia,
y que serán los factores geopolíticos y no la
oferta y la demanda los que dominarán el
mercado.
El CNP expresa que "estos
cambios plantean profundas implicaciones para los intereses,
estrategias y decisiones políticas de EUA",
porque "podrán elevar
los riesgos de la seguridad energética de EUA en un mundo
en el cual la influencia de EUA posiblemente declinará en
la medida en que otros países se conviertan en el centro
del poder económico. La amenazas a la seguridad de las
principales fuentes mundiales de petróleo y gas natural
podrán agravarse en los años venideros".
Klare cree
que esta conclusión lleva a dos "impulsos
estratégicos": asegurar a los inversores
prometiéndoles proteger sus inversiones en el exterior mediante
el despliegue de fuerzas militares de EUA, y —segundo—
que la industria invierta en el desarrollo de "líquidos"
que no provengan del petróleo.
El experto
en seguridad nacional, quien recuerda como desde 1945,
cuando el presidente Roosevelt dio la protección de EUA al
rey Abdul Aziz de Arabia Saudita a cambio de un "acceso
privilegiado al petróleo saudita", hasta la
invasión de Irak y pasando por el establecimiento del
Africom (Comando de EUA para África) en febrero pasado por
W. Bush, ve en estas propuestas del CNP la formación del "nuevo
consenso de Washington".
Michael T. Klare no
cree que la situación en Irak afectará este consenso
bipartidario, porque hay signos de que, al contrario, el
temor al caos en Irak llevará "a
importantes figuras en ambos partidos a pedir un
revigorizado papel militar de EUA en la protección de los
abastecimientos de energéticos del extranjero".
Este
consenso de las elites es palpable en el informe del Consejo
de Relaciones Exteriores titulado Nacional
Security Consequences of U.S. Oil Dependency, apoyado
por prominentes demócratas y republicanos, que alerta
contra los peligros a la "seguridad del
flujo" de petróleo extranjero, concluyendo
que "una fuerte presencia militar de EUA es clave
en las áreas que producen y en las rutas marítimas"
que transportan ese crudo hacia EUA.
Y Bush ya expuso
esta política el 13 de septiembre pasado, cuando dijo que
la salida de tropas de Irak fortalecerá a los extremistas,
que Irán se beneficiará del caos y seguirá buscando el
arma nuclear para dominar la región y que "los
extremistas podrán controlar una parte clave del
abastecimiento global de energía".
En este
contexto es previsible que los demócratas no se opondrán a
un ataque a Irán si se lo presenta como una acción para
prevenir que Teherán amenace los abastecimientos de
petróleo del Golfo Pérsico, y Klare agrega que tampoco es
previsible que la próxima Administración cambiará la
política de EUA hacia la región el Golfo, sino mas bien
hay que prever un aumento en el uso de la fuerza militar
para proteger esos flujos y las inversiones para explotar el
petróleo en regiones conflictivas. Michael T. Klare exhorta
a rechazar cualquier "consenso"
que busque el uso de la fuerza para proteger los
abastecimientos extranjeros de petróleo, y llama a apoyar
políticas de conservación para bajar el uso del petróleo
que resta en el mundo.