Mas
síntomas de que se agrava la crisis en EEUU
Wall
Street, estamos en problemas
Página
12, 15/12/07
El mismo ex
titular de la Reserva Federal, Alan Greenspan, reconoció
que “las probabilidades de una recesión están claramente
aumentando”. Se recalientan los precios por la caída del
dólar, al tiempo que se enfría la economía por la falta
de crédito.
El
escenario financiero internacional volvió a complicarse
ayer. La semana finalizó con dos noticias negativas sobre
la salud de la economía de los Estados Unidos. Por un lado,
el dato de que se recalentó la inflación y, por el otro,
las mayores expectativas a que la principal economía del
mundo caiga en recesión. Esto último fue lo que ayer
explicitó Alan Greenspan, ex presidente de la Reserva
Federal (banca central estadounidense), convertido ahora en
un referente de los inversores internacionales. En este
contexto, hubo caídas masivas en las bolsas, incluida la de
Buenos Aires.
Ayer a
primera hora, el gobierno estadounidense publicó que el índice
de precios al consumidor aumentó 0,8 por ciento en
noviembre. Fue el incremento más fuerte en dos años, lo
que determinó un nivel interanual del 4,3 por ciento. El
dato se sumó al conocido el jueves, de una inflación
mayorista en el nivel más alto en 34 años. Aunque este
ritmo estuvo notoriamente influido por un barril de petróleo
bordeando los 100 dólares, la cuestión preocupó a los
operadores.
El impacto
en los recintos bursátiles fue negativo. El índice Dow
Jones de la Bolsa de Nueva York cayó 1,3 por ciento,
mientras que la Bolsa de San Pablo perdió 0,7 por ciento y,
en Buenos Aires, el MerVal retrocedió el 0,5. Los bonos de
la deuda argentina bajaron hasta 2,2 por ciento, como fue el
caso del Discount en dólares.
La lectura
de los financistas es que un brote inflacionario detendría
el proceso bajista de la tasa de interés que viene
impulsando la Reserva Federal. En tres meses, la FED redujo
la tasa de corto plazo del 5,25 al 4,25 por ciento anual.
Esa estrategia se está aplicando para evitar una recesión.
Alan
Greenspan cree cada vez menos en el éxito de esa fórmula.
“Las probabilidades de una recesión están claramente
aumentando”, dijo en declaraciones radiales. Los problemas
económicos en Estados Unidos se desataron con los créditos
hipotecarios de baja calidad, cuya morosidad es cada vez más
elevada a pesar del salvataje anunciado por George Bush hace
un par de semanas.
Los
financistas tampoco tienen expectativas positivas en el
salvataje anunciado anteayer por la Reserva Federal. Los 89
mil millones de dólares comprometidos por la FED, el Banco
Central Europeo y otros bancos centrales podrían socorrer a
entidades financieras con inconvenientes de liquidez, pero
sería insuficiente para hacer frente a problemas de
solvencia de las entidades financieras. Ayer mismo, el
Citigroup, principal grupo financiero de los Estados Unidos,
decidió contabilizar un total de 49 mil millones de dólares
en su cartera de riesgo. La agencia de calificación
Moody’s advirtió que el banco podría verse obligado a
suspender el reparto de dividendos entre sus accionistas con
el objetivo de reforzar sus activos.
En un
escenario donde cada vez se restringe más el crédito al público
y a las empresas, la FED decidió varios recortes en la tasa
con tal de reanimar la situación y evitar la recesión.
Ahora, con el recalentamiento inflacionario, esa campaña de
relajamiento monetario podría llegar a su fin. La pregunta
que se hacían en los principales centros financieros del
mundo, entonces, era cómo harán la FED y el gobierno
estadounidense para eludir una crisis económica.
La
plétora de capital
Por
Alfredo Zaiat
Página 12, 15/12/07
Una señal
indudable de un cambio de época en la economía mundial la
ofrece el salvataje de la quiebra de los principales bancos
de Estados Unidos, el Citibank, y de Suiza, el UBS, por
parte de capitales asiáticos y de Medio Oriente. La
extraordinaria crisis financiera con epicentro en la primera
potencia del planeta y en Europa no implicará la desaparición
del imperio dominante del siglo XX, pero sí la dispersión
de su influencia. Proceso similar al que vivió el Imperio
Británico, que en las primeras décadas del 1900 empezó a
ser desplazado por la hegemonía ascendente de Estados
Unidos, sin perder los ingleses ni su lugar destacado en el
concierto del poder mundial y ni su impronta de ser uno de
los dueños de la Tierra.
Ahora, en
un proceso que parece que se presenta acelerado por la
debacle financiera de colosos bancarios, pero que en términos
de etapas históricas ya tiene varios años de desarrollo,
la supremacía va trasladándose a ritmo pausado hacia
Oriente, en particular a China y a las potencias asiáticas.
En los hechos esa dinámica quedó expuesta con dos
millonarios salvatajes bancarios.
El Citi fue
rescatado por capitales árabes, del mismo modo que en 1991
por el príncipe saudita Al Waleed bin Talal, en esta
oportunidad por la Autoridad de inversión de Abu Dhabi, que
capitalizó la entidad con 7500 millones de dólares a
cambio del 4,9 por ciento de las acciones.
El UBS, por
su parte, fue auxiliado por Singapur, que desembolsará unos
9700 millones de dólares por el 9,0 por ciento de la
entidad. Por el momento, esos dos bancos son los casos más
resonantes, pero otras entidades como los ingleses Barclays,
HSBC y Northern Rock, el líder francés BNP Paribas, el
alemán IKB Deutsche Industriebank, y los fondos Bear Stern,
Merrill Lynch, entre otras varias, han contabilizado una
fuerte descapitalización y, por lo tanto, enfrentan el
riesgo de la insolvencia debido al estallido de la burbuja
hipotecaria en Estados Unidos.
La
profundidad de la crisis y, en especial, el desconocimiento
sobre su magnitud es lo que está generando un nivel elevado
de incertidumbre y desconcierto en el mundo de las finanzas
internacionales. Desde que se exteriorizó el grave problema
de insolvencia en el negocio de los préstamos hipotecarios
denominados subprime (créditos otorgados con normas
flexibles en cuanto a garantías para su repago), se
sucedieron una serie de medidas para limitar los daños, con
resultado aún desconocido:
– La
Reserva Federal y el Banco Central Europeo entregaron al
sistema, vía operaciones de mercado de corto plazo, fondos
por un total de más de un billón de dólares para superar
lo que en su momento se pensaba que era sólo un
desequilibrio de liquidez.
– La
banca central de Estados Unidos resolvió iniciar una política
de reducción de la tasa de interés, que con el último
retoque del martes pasado la ubicó en 4,25 por ciento. En
pocos meses ya la disminuyó en un punto porcentual para
aliviar las cuentas de los deudores y, en consecuencia,
evitar un empeoramiento mayor de los balances de los bancos.
– Un
grupo de bancos líderes estructuró un paquete de ayuda por
100 mil millones de dólares destinado a capitalizar
entidades en peligro.
– La
administración Bush instrumentó un plan de rescate de 1,2
millón de deudores hipotecarios que no pueden pagar sus
compromisos. A la vez, el indicador de ejecuciones
hipotecarias del mes pasado fue el más alto de la última década,
lo que adelanta que ese programa deberá ser ampliado en un
futuro próximo.
– Como
fue mencionado, capitales asiáticos y de Medio Oriente se
han convertido en prestamistas de última instancia de
poderosas entidades financieras de Occidente.
– El
jueves pasado, en una operación de coordinación inédita,
los principales bancos centrales del mundo diseñaron en
forma conjunta un plan de contingencia para enfrentar la
crisis global de iliquidez y solvencia bancaria. La Fed de
EE.UU, el Banco Central Europeo, el Banco de Inglaterra, el
Banco Nacional Suizo y el Banco de Canadá acordaron una
estrategia de abastecimiento de recursos por casi 100 mil
millones de dólares. Monto inicial que subirá a medida que
la crisis lo requiera.
Esas
intervenciones revelan que existe una crisis de proporciones
que para sorpresa de muchos no tiene casi impacto en la
economía argentina, acostumbrada a recibir cualquier golpe
financiero de origen externo. Esta cierta inmunidad vuelve a
dejar descolocados a los profetas de ilusiones que no se
cansan de aconsejar la subordinación pasiva al mundo
globalizado.
El
prestigioso economista francés Michel Aglietta señaló, en
un reportaje publicado en Le Monde Diplomatique, que “hay
que apreciar bien la fantástica amplitud de los cambios de
la economía globalizada”. Explicó que el cambio fue
emprendido después de la crisis asiática de 1997 cuando,
endeudados en dólares, los países asiáticos cobraron
conciencia de que su desarrollo era dependiente de los países
centrales.
Aglietta
apunta que entonces reorientaron sus políticas para dejar
de ser importadores de capitales y devaluaron, para
fortalecer su estrategia exportadora y competitividad. También
pagaron sus deudas y ganaron independencia frente al FMI y
sus exigencias. “Eso ha tenido dos consecuencias a nivel
mundial: un cambio de rumbo de los movimientos de capitales
y una presión inmensa sobre los precios de las materias
primas y los salarios”, indicó, para concluir que “esa
autonomía política que han ganado se observa en el corazón
mismo del capitalismo: en la empresa. En Asia, al revés que
en Europa, un capitalismo de Estado, a la asiática, se
refuerza”.
Con el auge
de las materias primas, esas naciones han acumulado
gigantescas reservas y, con esos fondos, están en
condiciones de capitalizar a los bancos occidentales,
transitando así el sendero conocido de construcción de
hegemonía por parte de imperios en ascenso. En este notable
proceso, el espacio dominante de Estados Unidos en la economía
mundial ha empezado a ser cuestionado. Un síntoma
contundente en ese sentido fue la réplica del viceministro
chino de Comercio, Cheng Deming, durante la tercera edición
del Diálogo Económico Estratégico, que se desarrolló a
mediados de la semana pasada, al secretario del Tesoro de
Bush, Henry Paulson, que ante las presiones para la
apreciación del yuan y el proteccionismo, le recomendó que
antes de ocuparse de China se preocupe por sus propios
problemas, en referencia a la crisis hipotecaria y a la
debilidad del dólar.
El
investigador mexicano Alejandro Valle Baeza, en un reciente
coloquio de la Sociedad Económica y Política
Latinoamericana, realizado en Caracas, destacó que “en
los años recientes, Estados Unidos ha sido el único país
industrializado que ha tenido persistentemente un déficit
en cuenta corriente superior al 5 por ciento del PIB”.
Recuerda que desde 1970 ningún otro país, industrializado
o pobre, ha logrado mantener por más de cinco años un déficit
externo elevado sin caer en una crisis de pagos. El experto
aclara que “la razón de esa excepcionalidad es la hegemonía
del dólar como dinero mundial”. La clave se encuentra en
que ese predominio ha empezado a ser cuestionado.
La actual
crisis financiera y la debilidad de la economía de Estados
Unidos fueron abordados desde una visión crítica por el
economista Rolando Astarita en un reciente documento, en el
cual advierte que se necesita “romper el hechizo que
ejerce la ingeniería financiera mundial”.
Explica que
“es común encontrar gente que piense que los ‘genios’
de las finanzas son siempre lo suficientemente listos como
para generar estructuras inmunes a las tormentas de la
economía. Pero eso no es más que una leyenda, alimentada,
entre otras razones, por los propios managers financieros,
con gran provecho para sus bolsillo”.
Esa magia
queda desnuda ante las debacles, cuando aparecen las excusas
y los lamentos, como los expresados por el presidente del
Consejo de Administración del conservador UBS, Marcel
Ospel: “Personalmente me avergüenzo de que hayamos
producido algo así”. Ese “algo así” es una pérdida
adicional de 10 mil millones de dólares por especular con
los créditos hipotecarios subprime de Estados Unidos.
Astarita
ubica la especulación y posterior crisis en ese mercado en
el marco de “la plétora de capital”, proceso que ocurre
cuando se verifica una expansión desmedida del dinero que
se multiplica en la esfera de las finanzas (por la tasa de
interés o la valorización de activos inmuebles o bursátiles)
sin ser acompañado de una expansión similar de la inversión
y de la actividad productiva. Las crisis y debacle de los
activos financieros, en este caso de los créditos
hipotecarios y los otros que arrastró, viene a destruir ese
“dinero ficticio” sin contrapartida en el valor de
bienes tangibles.
Astarita
explica que “no toda crisis financiera deriva linealmente
en una caída de la producción, y de la economía en
general”, que se traduce en una recesión, fantasma que
sobrevuela a Estados Unidos. Y concluye que algunas crisis
simplemente actúan como depuradoras de las burbujas, lo que
no descarta que suceda con la actual. Pero, a diferencia de
otras debacles, lo desafiante es que en ésta emerge un
imperio naciente con otro que aún pelea por mantener una
presencia hegemónica.
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