El
olor de los negocios
Por
Alejandro Nadal
La Jornada, 23/01/08
Este
año el Foro Económico Mundial de Davos coincide con una de
las peores crisis macroeconómicas en Estados Unidos y un
fuerte descontento en los mercados financieros del mundo.
Eso no impidió que los organizadores del Foro incluyeran
sesiones sobre "la ciencia del amor" y "el
poder del olfato" en el programa principal de Davos.
Temas relevantes, sin duda, pero que contrastan fuertemente
con la sangre que cae en la arena de la economía mundial.
Tenemos
ya más de una semana experimentando fuertes caídas en las
bolsas de valores, desde Asia y Londres hasta América
Latina. Pero la sesión del martes fue la más interesante
porque en ella se observó la desconfianza de Wall Street en
las medidas de política monetaria y fiscal de las
autoridades estadounidenses.
Ayer
la Reserva Federal redujo la tasa sobre fondos federales de
4.25 por ciento a 3.5 por ciento: esta tasa afecta
directamente los pagos de tarjetas de crédito, préstamos
con bienes raíces de garantía y para compra de automóviles.
También recortó la tasa de descuento (a la que se hacen préstamos
interbancarios) de 4.75 por ciento a 4 por ciento. Estas
medidas constituyen el recorte en tasas de interés más
grande desde 1984 y están dirigidas a amortiguar las pérdidas
en el mercado de valores de Estados Unidos. Aún así, Wall
Street reaccionó mal.
Desde
agosto pasado la Reserva Federal ha inyectado miles de
millones de dólares al sistema bancario y ha aceptado
comprar una cantidad poco usual de títulos respaldados por
hipotecas de mala calidad. Pero aunque esta extraordinaria
inyección de liquidez ayuda a las instituciones bancarias,
no parece haber controlado la debacle del mercado
hipotecario y la transmisión de efectos nocivos a otros
segmentos de la economía estadounidense. Todo revela que la
agobiada política monetaria podría estar alcanzando sus límites,
porque ya aumentan los riesgos de inflación y la caída del
dólar se acelera.
Las
cosas se están poniendo interesantes. El viernes Bush
anunció el envío de un paquete de estímulos fiscales para
su pronta aprobación por el Congreso. Aunque la Casa Blanca
se ha negado a divulgar el contenido específico del
paquete, se sabe que el monto involucrado anda por los 145
mil millones de dólares (aproximadamente unos 100 mmdd para
devolución de impuestos y otros 45 mmdd para créditos
fiscales a las empresas en la forma de amortizaciones
aceleradas sobre inversiones en bienes de capital). Los
montos suenan impresionantes. Muchos dicen que se trata de
una inyección en el brazo. Pero, ¿será adrenalina para la
economía o morfina para la atribulada Reserva Federal?
Un
estímulo fiscal para la economía suena bien en un año
electoral. Por eso tanto los republicanos como los demócratas
buscan salir en la foto. Pero hay grandes diferencias con
los demócratas y las negociaciones no serán fáciles. En
el paquete de Bush las devoluciones de impuestos irían de
800 dólares para una persona física a mil 600 para una
familia, pero siempre y cuando el año pasado hayan pagado
impuestos por una cantidad similar o mayor. Es decir, la
propuesta no favorecerá a los que más necesitan apoyo.
En
la propuesta de la Casa Blanca una familia de cuatro
miembros con ingresos anuales de 24 mil dólares no se
beneficiaría de la devolución. Familias con ingresos
anuales de hasta 40 mil dólares apenas van a recibir un
pequeño apoyo por la vía de una devolución fiscal. Y los
que podrían recibir mil 600 dólares son hogares con
ingresos de 100 mil dólares anuales o más.
La
desigualdad entre ricos y pobres en Estados Unidos ya
alcanza proporciones alarmantes. Cerca de 40 por ciento de
los ciudadanos estadounidenses no pagaron impuesto sobre la
renta el año pasado porque ganan poco y no le salieron
debiendo nada al fisco. Varias investigaciones revelan que
las familias de menores ingresos gastan más al recibir el
apoyo fiscal que las de mayores recursos. Eso quiere decir
que el paquete proporciona más estímulos si se dirige a
las capas más desfavorecidas. Exactamente lo que no va a
hacer el paquete propuesto por Bush.
En
los debates sobre política monetaria y política fiscal
destaca el tema de los rezagos. La política fiscal puede
tener efectos inmediatos, sobre todo cuando se trata de
estimular la demanda efectiva. Pero en esos casos, la política
fiscal no contribuye a fortalecer el potencial de
crecimiento en el largo plazo. Lo único que logrará el
paquete fiscal (de aprobarse en febrero) será atenuar la
recesión al apuntalar un poco la demanda efectiva. La
economía estadounidense continuará debilitándose y se
necesita mucho optimismo para pensar que los mecanismos de
ajuste automático van a enderezar las cosas después de
gastado el ingreso fiscal redistribuido en la primavera. Ésta
no es una fase de un ciclo de negocios de corto plazo.
Por
esas razones los principales agentes en el sector financiero
global perciben un fuerte tufo a descomposición en la
cocina económica de la Fed y del gobierno de Bush. Pero no
todo está perdido: en Davos todavía hay tiempo para
improvisar un coloquio sobre el papel del mal olor en el
mundo de los negocios.
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