La
crisis económica mundial se profundiza
¿Pirómanos
apagando un fuego?
Por
Juan Ignacio Ramos
La
Haine, 23/01/08
Como
resultado de la sobreproducción de mercancías, bienes y
servicios, las potencias imperialistas se amenazan unas a
otras con adoptar medidas proteccionistas y devaluaciones
competitivas, lo que podría transformar la crisis en una
profunda depresión.
La
crisis financiera y crediticia desatada el pasado verano a
raíz del crac del mercado inmobiliario norteamericano y el
colapso de las subprime ha puesto en el orden del día la
posibilidad de un brusco parón de la economía mundial,
incluso de una recesión en los EEUU que amenaza con
arrastrar al resto de los mercados. Las consecuencias políticas
de esta crisis no son fáciles de predecir, pero la crítica
general al capitalismo y el descrédito del sistema crecerá
entre millones de explotados de todo el mundo. El movimiento
obrero se enfrenta a un periodo de turbulencias y duras
luchas para defender sus empleos y salarios.
Después
de la crisis política y económica de los años setenta, la
burguesía internacional apoyándose en las derrotas de las
luchas obreras en Gran Bretaña y EEUU, de los procesos
revolucionarios en Portugal, el Estado español, Grecia,
Chile, Argentina... y más tarde en el colapso del
estalinismo, acometió una dura ofensiva contra los
trabajadores. Esta ofensiva, que en el plano político se
tradujo en un pronunciado giro a la derecha de las
organizaciones obreras, en el terreno económico se orientó
hacia un incremento sustancial de la valorización del
capital y la tasa de ganancias tras los reveses sufridos en
los setenta. Los mecanismos para lograrlo fueron variados.
Por un lado, la privatización masiva de empresas y
servicios públicos en los países capitalistas
desarrollados y el aumento extraordinario de la plusvalía
absoluta y relativa extraída de la fuerza de trabajo,
gracias a la fuerte desregulación del mercado laboral y el
drástico descenso de los salarios. Por otro, la apertura de
los mercados mundiales a las mercancías de los países
imperialistas y el hundimiento del precio de las materias
primas.
Estos
factores, junto a la incorporación de casi dos mil millones
de personas a la economía mundial tras el colapso de la
URSS y el reestablecimiento del capitalismo en China,
actuaron como un poderoso impulso de la división
internacional del trabajo y proporcionaron la oportunidad de
conseguir grandes rentabilidades.
La
tasa media de beneficios empresariales en EEUU y Europa pasó
de un 12–14% entre 1975–1982, a valores superiores al
20% desde mediados de la década de los ochenta hasta la
actualidad, porcentajes más similares a los obtenidos en
los años sesenta.
No
obstante, mientras en la época dorada del capitalismo
norteamericano y europeo de los años cincuenta y sesenta el
grueso fundamental de la acumulación capitalista se
efectuaba a través de la reinversión de capital en la
producción, dando lugar a la aparición y desarrollo de
nuevas ramas y sectores productivos y extendiendo la división
del trabajo a una escala nunca vista en la historia del
capitalismo, en estas últimas dos décadas la modesta
rentabilidad de la inversión en la producción, propiamente
dicha, ha provocado que enormes cantidades de capital se
desplazasen a la especulación financiera.
En
estos veinte años los gobiernos de todos los países
capitalistas desarrollados han acordado una profunda y
acelerada liberalización de los mercados de capital,
favoreciendo el crecimiento exponencial de la actividad en
los mercados financieros internacionales (mercados de
divisas, obligaciones, acciones y, finalmente, el mercado de
los derivados), hasta superar las magnitudes económicas
fundamentales que expresan la riqueza real producida (PIB,
inversión, comercio internacional, reservas de divisas
mundiales). Como consecuencia, la brecha entre la producción
real y la especulación financiera ha aumentado en unas
proporciones desconocidas (entre el 90–95% de los
movimientos actuales de capital no responden a operaciones
comerciales o de inversión, sino a movimientos puramente
especulativos)1.
Este
dominio tan aplastante del capital financiero, característico
de la fase imperialista del desarrollo capitalista, ha dado
lugar a lo que algunos economistas han denominado el paso de
unas finanzas bancarias a unas finanzas de mercado. Este
eufemismo sirve para designar el hecho de que los llamados
inversores institucionales (fondos de inversión, fondos de
pensiones y compañías de seguros) agrupan en estos
momentos la parte del león del capital financiero,
superando ampliamente el PIB de los países capitalistas
avanzados y decidiendo, en una proporción cada vez más
amplia, movimientos que tienen una gran trascendencia en la
economía real (como la compra, fusión y cierre de fábricas
y empresas, y la destrucción de cientos de miles de empleos
que llevan aparejadas este tipo de operaciones).
De
la especulación financiera a una posible recesión
Como
hemos señalado en otras ocasiones desde estas mismas páginas,
la especulación financiera y el endeudamiento de los
particulares y de las empresas, que es una consecuencia
directa del crecimiento económico, no es un fenómeno
nuevo. Lo que sí es nuevo es la dimensión que ha adquirido
en los últimos años, convirtiendo la economía de la nación
más poderosa de la historia, los EEUU, en la más endeudada
del planeta.
En
un contexto de grandes beneficios y exceso de liquidez, los
Bancos Centrales han alimentado la dinámica con unos bajísimos
tipos de interés; de esta manera se ha inducido el
endeudamiento masivo, el famoso apalancamiento, con el que
se han adquirido propiedades inmobiliarias y títulos bursátiles
que no valían, ni de lejos, los precios por los que eran
comprados, y se han cubierto operaciones de fusión y compra
de empresas, que a su vez agudizaban más la inflación de
los valores cotizados.2
Durante
todo este periodo, la burbuja inmobiliaria y bursátil y el
crédito barato se convirtieron en un factor fundamental
para mantener el tirón de la inversión, el consumo y la
producción, tanto en EEUU como en Europa. Pero finalmente,
tal como los marxistas hemos defendido durante estos años,
las causas fundamentales del crecimiento se han transformado
en el catalizador de la caída. "Hay dos factores que
contribuyen a la euforia y la sostienen", señala el
profesor Galbraith en su sintético pero interesante libro
sobre la euforia financiera, "el primero de dichos
factores es la extrema fragilidad de la memoria en asuntos
financieros. En consecuencia el desastre se olvida fácilmente.
Así pues, cuando vuelven a darse las mismas circunstancias
u otras muy parecidas, a veces con pocos años de
diferencia, aquellas son saludadas por una nueva generación,
a menudo plena de juventud y siempre con una enorme
confianza en sí misma, como un descubrimiento innovador en
el mundo financiero y, más ampliamente, en el económico
(...) El segundo factor que contribuye a la euforia
especulativa y al ineluctable colapso es la engañosa
asociación de dinero e inteligencia (...) Sólo tras el
colapso especulador surge la verdad..."3.
Dejando
a un lado que Galbraith no puede reconocer que el auténtico
origen de la euforia especulativa es la dinámica del modo
de producción capitalista y el afán de lucro, es evidente
que la innovación financiera es lo más parecido, siempre y
en cada una de las etapas históricas en la que se da, a una
gigantesca estafa que amplía las fortunas de los más ricos
y destruye la de los débiles.
El
propio Greenspan, en unas recientes declaraciones a la
prensa económica, hacía buena la frase de Galbraith,
"Sólo tras el colapso especulador surge la
verdad". El antiguo gobernador de la Reserva Federal
Estadounidense (FED) reconocía que la burbuja inmobiliaria
fue "inevitable en un sentido porque cuando se empieza
a desarrollar una euforia en la economía uno se enfrenta a
aspectos innatos de la naturaleza humana (...) hemos visto
burbujas inflarse y desinflarse durante 60 años, y estoy
convencido de que nunca tendremos capacidad ni a través de
la política monetaria y fiscal, ni a través de medidas
gubernamentales, de acabar con esas burbujas sin afectar a
la economía". Si sustituimos la expresión
"naturaleza humana" por funcionamiento del
capitalismo estamos de acuerdo. Pero ahora las cosas se han
puesto muy serias. El propio Greenspan comparó la situación
de la economía estadounidense con el de un organismo
enfermo: "Alguien cuyo sistema inmunológico no
funciona muy bien está sujeto a toda suerte de
enfermedades, y la economía en estos niveles está sujeta a
toda una serie de shocks potenciales".
Inyección
de liquidez para evitar el colapso. El Estado al rescate
La
gravedad de lo ocurrido con la crisis de las subprime en
EEUU está todavía por verse. Las cifras son engañosas y
las fuentes oficiales no hacen sino ocultar la verdad por
temor a que el pánico se generalice. Según el último
informe de la OCDE, la crisis hipotecaria estadounidense
tendrá un coste de entre 200.000 y 300.000 millones de dólares
(entre 135.217 y 202.826 millones de euros), cifra que
Goldman Sachs aumenta hasta los 400.000 millones de dólares.
Sin embargo, la propia OCDE se cura en salud al afirmar que
es "demasiado pronto para establecer conclusiones
firmes". Confirmando las sospechas, la mayor agencia de
calificación del mundo, la norteamericana Standard &
Poor's (S&P), considera en su último informe que las
entidades financieras, tanto europeas como de Estados
Unidos, sólo han dado a conocer una cuarta parte de sus pérdidas
en la crisis de las subprime.
Lo
que realmente llama la atención es que en un contexto de
grandes turbulencias financieras, la rentabilidad de las
bolsas internacionales se haya mantenido en 2007 a un nivel
sorprendentemente alto, algo que puede cambiar drásticamente
en 2008. ¿Qué es lo que explica este comportamiento?
Una
de las razones ha sido la intervención del Estado, es
decir, de los Bancos Centrales de todo el mundo, para
rescatar el sistema crediticio inyectando grandes cantidades
de capital. Recurriendo a los mecanismos de intervención
estatal, tan repudiados por los neoliberales, y socializando
las pérdidas, el Estado ha garantizado la solvencia de
muchas entidades implicadas en una de las mayores estafas
del siglo, evitando de esta forma un colapso monumental. ¡Así
funciona la economía de libre mercado!
Los
bancos centrales de EE UU y Europa no son los únicos que
participan en el rescate. A éstos se les han unido las
autoridades monetarias de China, Singapur, Abu Dhabi...
Mientras los primeros suministran ingentes cantidades de
capital al mercado interbancario; los segundos, utilizan sus
instituciones públicas de inversión (los llamados
"fondos soberanos") para inyectar capital a los
grandes bancos de negocios4 que están pasando por
dificultades después de años de inversiones basadas en un
endeudamiento endemoniado.
El
Banco Central Europeo (BCE) ya ha inyectado cerca de 500.000
millones de dólares, mientras en la FED y la llamada
Federal Home Loans Banks, doce cooperativas de crédito
amparadas por el gobierno estadounidense, han prestado cerca
de 250.000 millones. El pasado 12 de diciembre, la FED, de
la mano del BCE y de los bancos centrales de Canadá,
Inglaterra y Suiza, anunció una nueva subasta de préstamos
a las instituciones financieras por un montante inicial de
40.000 millones de dólares. La acción se decidió un día
después de que la FED recortara un cuarto de punto el
precio del dinero al 4,25%.
Pero
ni la rebaja de tipos en EE UU ni la propaganda del plan de
intervención de los grandes bancos centrales sirvieron para
calmar la incertidumbre en los mercados, confirmando la
enorme volatilidad de la situación económica y la
desconfianza existente entre los mismos bancos para
prestarse dinero.
Petróleo
e inflación. La economía estancada
La
insistencia en inyectar más liquidez a los mercados
financieros lejos de ser la solución puede provocar un
problema aún mayor. En un contexto como el actual, con un
barril de petróleo situado en los 100 dólares y con un
crecimiento desbocado de los precios de las materias primas,
agrarias e industriales, y de los artículos de primera
necesidad (alimentos, gas, electricidad, combustible...), el
aumento de la circulación de capital puede empeorar las
cosas. Alimentar el mercado con más créditos con el
objetivo de animar la inversión, cuando el problema no es
de liquidez, lejos de permitir alcanzar el objetivo buscado
puede provocar una explosión de la inflación sin corregir
la dinámica descendente del ciclo.
Muchas
voces advierten ya contra el peligro de la estanflación, es
decir, estancamiento con inflación. Palabras mayores que
nos retrotraen a la crisis de los años setenta (los
analistas vaticinan un arranque de 2008 en EEUU con un
aumento del PIB por debajo del 1% y con una inflación que
cerró 2007 al 4,3% anual). Viendo la reacción de las
autoridades económicas ante la gravedad de la crisis, cabe
preguntarse si no se comportan como pirómanos intentando
apagar un fuego descontrolado.
Resulta
irónico que con unas estimaciones preliminares del FMI que
señalan un crecimiento de la economía mundial del 5,2% en
2007, las incertidumbres acerca de una posible recesión
mundial cada día adquieran más fuerza.5 Basta repasar
algunos indicadores económicos de los países más
importantes para tener un cuadro completo de la gravedad de
la situación.
En
EEUU el gasto en construcción del tercer trimestre de 2007
disminuyó un 20,1% respecto al periodo anterior en términos
anuales; las viviendas iniciadas quedaron un 16,4% por
debajo del mismo periodo del año anterior. En otro plano,
las perspectivas de gasto de los endeudados consumidores son
realmente sombrías. El consumo minorista marca una línea
de desaceleración lenta pero bien definida. Paralelamente,
los impagados de tarjetas de crédito se han incrementado en
casi un 30% en el primer semestre de 2007.
El
empleo sigue una evolución similar. Según anunció el
Departamento de Trabajo de EEUU, el pasado mes de diciembre
se crearon 18.000 empleos en el país, la cifra más baja
desde agosto de 2003, mientras la tasa de desempleo escaló
hasta el 5%. La principal causa de la desaceleración en la
creación de empleo ha sido la crisis inmobiliaria. El
sector de la construcción destruyó durante el último mes
del año 49.000 puestos de trabajo, aunque desde septiembre
de 2006 se han recortado 236.000 empleos en el sector. Las
industrias manufactureras vinculadas a este sector
representan el 30% de las pérdidas de empleo en el sector
industrial en 2007.
Por
otra parte, el beneficio operativo de los grandes grupos
financieros de EEUU cayó el 33,15% en el tercer trimestre
de 2007, mientras que los datos manejados por la mayoría de
los analistas señalan que el beneficio por acción (BPA)
del Standard & Poor's 500 para el cuarto trimestre se ha
hundido hasta el –6,1%, frente al incremento del 11,5% que
se esperaba al comienzo del trimestre.
"Ha
comenzado una recesión en el sector industrial y creemos
que se trata del comienzo de una recesión generalizada de
la economía en el primer semestre de 2008", ha señalado
Daniel Meckstroth, economista jefe de la Alianza de
Industriales (MAPI). "La caída del sector
inmobiliario, la baja de la producción automovilística,
los precios récord del petróleo y la crisis del crédito
son impactos suficientes para causar una detención en
cualquier ciclo económico", añadió.
Tampoco
en Japón la situación es halagüeña. La inversión en
construcción en el tercer trimestre de 2007 cayó un 10,9%
interanual. Respecto a la inversión, la formación bruta de
capital ha caído en el segundo y tercer trimestre de 2007
un 0,9 y 1,2 respectivamente. La fuerte depreciación que ha
experimentado el dólar estadounidense a lo largo de 2007, y
que alcanza ya el 7,5% en términos de yenes, no ha
favorecido a las empresas japonesas que sufren una merma de
la competitividad de sus exportaciones. El PIB japonés
apenas creció un 0,7% en el tercer trimestre de 2007, por
lo que un retroceso importante de la economía
estadounidense se dejará sentir con fuerza en Japón.
La
amenaza es clara no sólo para EEUU, Japón o China. En la
vieja Europa, la OCDE ha revisado drásticamente sus últimas
previsiones rebajando el crecimiento de la zona euro para
2008 al 1,9%, siete décimas menos de lo estimado en
septiembre. Según este organismo, el crecimiento de los 30
países que forman parte de la organización se quedará en
el 2,3% en 2008, mientras que Estados Unidos, Japón o Reino
Unido no superarán el 2%.
Hacia
una crisis global
Las
necesidades de financiación de las deudas norteamericanas
atan al mundo entero al carro de una economía enferma. Son
los dólares comprados por los bancos centrales de China,
Corea y Japón los que financian diariamente esta gigantesca
deuda, pero la caída libre del dólar amenaza con poner fin
a esta situación. Si la depreciación del dólar continúa,
es muy probable que no tarde en producirse una estampida por
parte de los inversores en dólares, especialmente asiáticos,
lo que provocaría un problema de tal magnitud que es difícil
prever como saldrían de él. En el caso de que el gobierno
norteamericano adopte medidas para compensar a los
inversores por conservar sus activos en dólares se produciría
un fenómeno poco deseable: el coste del capital en Estados
Unidos se disparará, desalentando la inversión y
reduciendo el gasto de consumo a medida que las altas tasas
de interés reduzcan el valor del principal activo de los
estadounidenses, sus casas. Sería como saltar de la sartén
al fuego.
En
teoría, un dólar débil impulsará las exportaciones y
permitirá que la economía norteamericana se recupere a
costa de sus competidores. Pero las exportaciones ahora sólo
suponen un 12% del PIB estadounidense, una proporción
demasiado pequeña para compensar el debilitamiento del
consumo, que representa el 70% del PIB. En realidad, la
devaluación del dólar en los últimos años ha supuesto un
gigantesco fraude para los inversores de bonos
norteamericanos, que han visto como se reducía brutalmente
el valor de sus depósitos.
Este
auténtico equilibrio del terror financiero, que de momento
es aceptado por el pánico a las consecuencias que una
recesión en EEUU tendría sobre la economía asiática y
mundial, puede romperse por las contradicciones insolubles
del sistema. Y ya hay indicios de ello: el gobierno chino ha
comenzado una campaña concertada de amenazas económicas
contra EEUU, insinuando que podría liquidar la gran
cantidad de bonos del tesoro norteamericano que posee si
Washington impone sanciones comerciales para obligar a la
revaluación del yuan. China no quiere oír ni hablar de un
posible descenso de sus exportaciones en el mercado mundial,
decisivas para el crecimiento de su economía. Pero con
revaluación o sin ella, una recesión en EEUU afectará, y
mucho, al coloso chino.
Todo
lo anterior señala que la verdadera razón de la
profundidad de la crisis hay que buscarla en la
sobreproducción de mercancías, bienes y servicios que,
inevitablemente, se produce precisamente en el pico agudo
del boom económico. Como resultante, las potencias
imperialistas se amenazan unas a otras con adoptar medidas
proteccionistas y devaluaciones competitivas, lo que podría
transformar la crisis en una profunda depresión. Por
ejemplo, los capitalistas europeos sufren la apreciación
salvaje del euro, que debilita la competitividad de sus
exportaciones en el mercado mundial6 mientras la avalancha
de manufacturas chinas merma sus beneficios en su propio
mercado. Como respuesta, las autoridades de la UE tratan de
imponer nuevos aranceles a las importaciones chinas. Es este
endurecimiento de la competencia en un mercado en vías de
saturación, lo que explica el fracaso constante de la
Organización Mundial del Comercio (OMC) en su intento de
regular las condiciones del comercio mundial, y el número
creciente de acuerdos bilaterales firmados entre las grandes
potencias y las pequeñas naciones.
Una
sola cosa está fuera de duda: después de un boom económico
en el que las condiciones de los trabajadores europeos y
norteamericanos han retrocedido objetivamente tras años de
duros sacrificios, recortes salariales y pérdida de
derechos, una nueva vuelta de tuerca puede provocar una
explosión de la lucha de clases.7
Madrid,
13 de enero de 2008.
Notas:
1.
Para ilustrar la magnitud del fenómeno baste un dato como
ejemplo: según el Banco de Pagos de Basilea, 500 billones
de dólares –el equivalente al PIB de EEUU en 35 años–
era el importe del mercado de derivados no organizados a
finales de junio de 2007. Una parte tan sólo del conjunto
del mercado de derivados.
2.
La capitalización bursátil de todas las bolsas
norteamericanas pasó de 5,3 billones de dólares a finales
de 1994, a 17,7 billones de dólares a finales de 1999 y a
35 billones de dólares a finales de 2006, generando un
aumento geométrico de la relación precio–ganancia y así
sucesivamente. Este proceso no fue el resultado de una
expansión de la actividad productiva, sino que fue debido a
un aumento masivo de los capitales especulativos invertidos
en bolsa en busca de rentabilidades que la inversión
productiva no ofrecía.
3.
J. K. Galbraith, Breve historia de la historia financiera,
Editorial Ariel, Barcelona 1993. p 27.
4.
Un inversor saudí y el fondo soberano de Singapur, Temasek,
inyectarán 830 millones de euros en el mayor banco de
inversión del mundo UBS (Suiza). El fondo soberano más
importante del planeta, el Abu Dhabi Investment Authority,
ha anunciado una inversión de 7.500 millones de dólares
(5.096 millones de euros) en Citigroup. A la lista se suman
los estadounidenses Morgan Stanley, Bear Stearns, Merrill
Lynch y el británico Barclays. La crisis financiera ha
arrojado a los grandes bancos en manos de los fondos
soberanos en un momento de falta de liquidez. Los altos
precios del petróleo, una de sus principales fuentes de
ingresos, y el superávit exportador de los países
emergentes han disparado sus recursos.
5.
La mayor aportación al crecimiento lo realizan los países
emergentes (8,1%), más del triple que el registrado por los
países más avanzados (EEUU, UE, Japón o los tigres asiáticos),
que se quedan en el 2,5%. Si se mide la evolución de las
economías en paridad de poder de compra (según la
capacidad de compra de cada economía y no según los tipos
de cambio de las monedas), China es el país que más
contribuye al crecimiento mundial en los últimos siete años
(un 25%), por delante de EEUU.
6.
Pese a las restricciones, el textil chino aumentó su cuota
en Estados Unidos (las importaciones chinas crecieron un 15%
frente al 4% de las importaciones totales) y en la UE (10%
frente al 6% global), áreas en las que es el suministrador
líder (en EEUU copa casi un tercio del mercado). Pero el
aumento de la cuota china fue mucho más rotundo en el
mercado mundial. Según el informe de la OMC, las
exportaciones totales del textil chino aumentaron en 2006 un
25,2%, aún más que el año anterior, y rozaron los 144.000
millones de dólares (107.000 millones de euros), casi el
triple que hace cinco años.
7.
En el último informe sobre el mercado laboral de la UE,
publicado por la Comisión Europea en el mes de diciembre de
2007, se concluye que el peso de los ingresos del trabajo en
el PIB comunitario alcanzó en 2006 su mínimo histórico,
con una participación del 58%. En 1975 las rentas laborales
tenían un peso del 70% en el PIB de la UE (15 miembros). El
descenso continuado en la cuota de riqueza de los
trabajadores en las últimas tres décadas se repite en
otras grandes economías: en Japón y EE UU apenas supera el
60% de sus respectivos PIB.
Por
otra parte, la OIT hizo público a comienzos de 2007 un
documento titulado Tendencias Mundiales del Empleo 2007. En
el mismo se señalan contradicciones que expresan vivamente
los límites del crecimiento: si bien hay más personas
trabajando que nunca, el número de desempleados registrados
oficialmente se mantuvo en una marca sin precedentes de
195,2 millones de personas en 2006. La OIT también destacó
que hubo sólo modestos avances en los intentos por sacar de
la pobreza a los 1.370 millones de trabajadores que, si bien
tienen empleo, sobreviven con menos de 2 dólares al día.
El documento señala que durante la última década la
productividad aumentó 26%, mientras que el número de
empleados en el mundo subió sólo 16,6%.
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