¿Se puede
contrarrestar el desplome de la economía?
Por
Joseph Stiglitz (*)
The
New York Times, 23/01/08
Sin Permiso,
27/01/08
Traducción de Ángel
Ferrero
La economía de
Norteamérica se encamina hacia una grave ralentización.
Que sobrevenga o no una recesión –tres trimestres
seguidos de crecimiento negativo—, es lo de menos. Más
importante es el hecho de que la economía operará por
debajo de su potencial, aumentando el desempleo. El país
necesita un estímulo, pero cualquier cosa que hagamos
aumentará nuestro déficit galopante, así que es
importante conseguir el mayor efecto posible por dólar públicamente
gastado. La dosis óptima pasaría por una medida de actuación
rápida de consuno con otras que pudieran llevar a un
incremento del gasto si –y sólo si— la economía entra
en una recesión brusca.
Deberíamos
empezar reforzando el sistema de seguros para desempleados,
porque el dinero recibido por los desempleados se gastará
inmediatamente.
El gobierno
federal debería también prestar algún tipo de asistencia
a los estados y municipios, los cuales están empezando ya a
notar la necesidad de tener que apretarse el cinturón, a
medida que ha ido cayendo el valor de la propiedad. Como era
de esperar, responden reduciendo el gasto público, lo que
actúa como un factor desestabilizador. La asistencia
federal debería llegar en forma de ayudas para la
reconstrucción de las infraestucturas más importantes.
Un mayor apoyo
federal a los presupuestos educativos estatales también
fortalecería la economía a corto plazo y promovería su
crecimiento a largo plazo, como lo haría una inversión
para la promoción de la conservación de energía y la
reducción de emisiones contaminantes. Desde luego, poner en
marcha unos programas bien diseñados de gasto publico de
este tipo llevaría algún tiempo, pero todo apunta a que
esta recesión durará más que las otras que guardamos en
nuestra memoria reciente. El precio de la vivienda tardará
en volver a niveles normales, y si los norteamericanos
empiezan por ahorrar más dinero de lo que han estado
haciendo, el consumo permanecerá bajo por algún tiempo.
La administración
Bush ha optado desde hace tiempo por el recorte de impuestos
(especialmente por el recorte permanente de impuestos a los
más ricos) como solución al problema. Lo cual es
incorrecto. Los recortes de impuestos perpetúan el consumo
excesivo que ha venido caracterizando a la economía
norteamericana. Pero los norteamericanos de rentas medias y
bajas lo han sufrido en estos últimos siete años: la renta
familiar media es hoy más baja que len 2000. Una devolución
de impuestos que apunte a los hogares con rentas medias y
bajas tendría sentido, especialmente porque repercutiría rápidamente
en la economía.
Debería hacerse
algo con los desahucios, una legislación diseñada
apropiadamente y que permitiera a las víctimas de los préstamos
rapaces permanecer en sus casas estimularía la economía.
Pero no deberíamos gastar mucho dinero en esto. De lo
contrario, no haríamos sino echar una mano a los inversores
sacándoles de apuros, y no son ellos los únicos que
necesitan la ayuda de los contribuyentes.
En 2001, la
administración Bush utilizó la recesión inminente como
excusa para el recorte de impuestos para los norteamericanos
con rentas más elevadas (que era exactamente el mismo grupo
que más se había beneficiado económicamente en el cuarto
de siglo precedente). Los recortes pretendían estimular la
economía, y sólo lo hicieron hasta cierto punto. Para
mantener la economía en funcionamiento, la Reserva Federal
se vio forzada a bajar los tipos de interés a un nivel sin
precedentes, para después mirar hacia otro lado mientras
Norteamérica se despeñaba por los derrotaderos del préstamo
irresponsable.
Ha llegado la hora
de saldar cuentas. Y de lo que ahora se precisa es de un estímulo
que realmente estimule. La pregunta es: ¿dejará el
presidente del Congreso la política a un lado para ponerse
a trabajar en ello?
(*) Joseph
Stiglitz es profesor de economía en Columbia y ganador del
premio Nóbel de Economía.
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