No
llores por mí, Estados Unidos
Por
Paul Krugman (*)
The
New York Times / IADE-Realidad Económica, 25/01/08
Traducción de Luis Hugo Pressenda
México.
Brasil. Argentina. México una vez más. Tailandia.
Indonesia. Argentina, una vez más. Y ahora, los Estados
Unidos. La historia ocurrió una y otra vez en los últimos
30 años. Los inversores internacionales, decepcionados con
sus ingresos, buscan alternativas. Cuando las oportunidades
de inversión no son las que se preveían, el dinero se fuga
una vez más, con siniestras consecuencias para el ex
favorito financiero. Esa es la historia de múltiples crisis
financieras en América latina y en Asia. Y también es la
historia de la burbuja norteamericana, que combina el crédito
y las hipotecas. Hoy estamos ejerciendo la función
generalmente asignada a las economías del Tercer Mundo.
Brasil.
Argentina. México una vez más. Tailandia. Indonesia.
Argentina, una vez más. Y ahora, los Estados Unidos. La
historia ocurrió una y otra vez en los últimos 30 años.
Los inversores internacionales, decepcionados con sus
ingresos, buscan alternativas. Piensan que han encontrado lo
que buscaban en uno u otro país y el dinero va allí
precipitadamente. Pero con el tiempo se observa que la
oportunidad de inversión no era lo que parecía, y el
dinero se fuga una vez más, con siniestras consecuencias
para el ex favorito financiero. Esa es la historia de múltiples
crisis financieras en América latina y en Asia. Y también
es la historia de la burbuja norteamericana, que combina el
crédito y las hipotecas. Hoy estamos ejerciendo la función
generalmente asignada a las economías del Tercer Mundo.
Es
improbable que los Estados Unidos sufran una recesión tan
severa como, digamos, la argentina. Pero los orígenes de
nuestros problemas son bastante parecidos. El origen global
de nuestro actual descalabro fue establecido por el propio
Ben Bernanke, en un influyente discurso que pronunció antes
de ser designado presidente de la Reserva Federal. Bernanke
formuló una buena pregunta: "¿Por qué los Estados
Unidos, que tienen la mayor economía del mundo, piden préstamos
y se endeudan a fondo en los mercados de capital
internacionales, en lugar de prestar, que parecería más
natural?".
Su
respuesta fue que la principal explicación no residía en
los Estados Unidos, sino en el extranjero. En particular,
las economías del Tercer Mundo, que habían sido las
favoritas de los inversores durante gran parte de los años
noventa y que fueron afectadas por una serie de crisis
financieras. Así, dejaron de ser destinos para el capital y
se convirtieron en fuentes de capital, a medida que sus
gobiernos comenzaron a acumular inmensos volúmenes
preventivos de activos extranjeros.
El
resultado, según Bernanke, fue una "superabundancia o
acumulación excesiva del ahorro global: enormes volúmenes
de dinero sin tener adónde ir. Finalmente, gran parte de
ese dinero fue a parar a los Estados Unidos". Según
Bernanke, eso fue debido a "la profundidad y
sofisticación de los mercados financieros
norteamericanos".
Pero
los mercados financieros norteamericanos estaban
caracterizados no tanto por la sofisticación como por la
sofistería, término que el diccionario define como
"una premisa deliberadamente falsa expresada con una
argucia del razonamiento con la esperanza de engañar a
alguien".
Alimentando
la crisis
Pero
los EE.UU. no eran el lugar apropiado para aprovechar los
fondos excedentes del mundo. Directa o indirectamente, el
flujo de capitales a los EE.UU. proveniente de inversores
internacionales terminó financiando una burbuja de
hipotecas y créditos que acaba de estallar. Los efectos
probablemente no sean tan negativos como las devastadoras
recesiones en el Tercer Mundo. La deuda externa de los
EE.UU. están en moneda propia y esto significa que no
tendremos la espiral financiera de la muerte que tuvo la
Argentina, en la que un peso cada vez más devaluado provocó
que las deudas, que estaban en dólares, subieran meteóricamente
en relación con los activos domésticos. Igualmente, los próximos
12 o 24 meses podrían ser muy desagradables.
¿Qué
se debió haber hecho? El verdadero pecado fue que no se
ejerció una supervisión adulta de los mercados. En este
momento, Ben Bernanke está en la etapa del manejo de la
crisis, aunque sospecho que ya es tarde para impedir una
recesión.
(*)
Paul
Krugman es uno de los economistas más reconocidos académicamente
del mundo, y uno de los más célebres gracias a su intensa
actividad publicística y divulgativa desde las páginas del
New York Times. Colaboró en su día con el grupo de
asesores de economía del Presidente Clinton, pero la dinámica
de la vida económica, social y política de los EEUU en el
último lustro le ha llevado a diagnósticos tan drásticos
como lúcidos del mundo contemporáneo.
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