¿"Crack"
2008?
Por
Ignacio Ramonet (*)
Le Monde Diplomatique, edición Cono Sur, febrero 2008
El
desplome de las Bolsas el pasado 21 de enero, "lunes
negro", constituye un claro indicador de la falta de
confianza en el plan de relanzamiento de la economía
norteamericana, anunciado unos días antes por George W.
Bush, con un montante de más de cien mil millones de euros.
La urgente intervención de la Reserva Federal de Estados
Unidos (FED) con una espectacular bajada de los tipos, ha
permitido calmar los ánimos. ¿Por cuánto tiempo? ¿Podrán
esas medidas evitar una recesión en Estados Unidos y alejar
el espectro de un verdadero crack mundial?
Numerosos
expertos así lo creen. Pero también piensan que una
reducción de las previsiones de crecimiento y una
ralentización de la economía mundial serán inevitables.
Otros
analistas, adeptos al capitalismo, se muestran mucho más
alarmistas. Así, por ejemplo, en Francia, Jacques Attali
profetiza que "en breve (...) la Bolsa de New York,
garante de la pirámide de deudas, se hundirá (1)".
Por su parte, Michel Rocard estima que "la crisis
mundial es para mañana mismo", y no duda en añadir:
"Tengo la convicción de que esto va a explotar de un
momento a otro".
Lo
cierto es que los signos de desconfianza se multiplican.
Prueba de ello, la actual "fiebre del oro". El
metal amarillo –cuya cotización en 2007, aumentó un
32%– vuelve a su papel de valor refugio. Y todos los
grandes organismos económicos, en particular el Fondo
Monetario Internacional (FMI) y la Organización para la
Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), ya prevén
un descenso del crecimiento mundial.
Todo
comenzó en 2001 con el estallido de la burbuja de Internet.
Para preservar a los inversores, Alan Greenspan, presidente
entonces de la FED, decide orientar las inversiones hacia
los valores inmobiliarios (3). Mediante una política de
tipos de interés muy bajos y de abaratamiento de los gastos
financieros, exhorta a los intermediarios financieros e
inmobiliarios a incitar a una clientela cada vez más amplia
a invertir en "el ladrillo". Se pone así en
marcha el sistema de los subprime, créditos hipotecarios de
alto riesgo y de tasa variable concedidos a familias económicamente
muy frágiles. Pero cuando, en 2005, la FED aumenta los
intereses del dinero, deteriora la máquina y acarrea un
desastroso efecto dominó que, a partir de agosto de 2007,
va a hacer tambalearse al sistema bancario internacional.
La
amenaza de insolvencia de cerca de tres millones de hogares,
endeudados en unos 200.000 millones de euros, provoca la
quiebra de importantes establecimientos de crédito
estadounidenses. Para protejerse contra ese riesgo, éstos
habían vendido una parte de sus hipotecas dudosas a otros
bancos que los habían cedido a fondos de inversión
especulativos los cuales, a su vez, los habían diseminado
por bancos del mundo entero. Ejemplar demostración de la
locura actual de los mercados financieros.
Resultado:
como una fulgurante epidemia, la crisis se ha extendido al
conjunto del sistema bancario. Algunos de los principales
establecimientos financieros –Citigroup y Merrill Lynch en
Estados Unidos, Northern Rock en el Reino Unido, Swiss Re y
UBS en Suiza, la Société Générale en Francia, etc– han
acabado por reconocer pérdidas colosales y prevén
depreciaciones suplementarias. Para limitar la brutal caída
y hasta la bancarrota, varios de ellos han tenido que
aceptar capitales provenientes de fondos soberanos
controlados por potencias del Sur (China, Corea del Sur,
Singapur, Taiwan) y petromonarquías.
No
se conoce todavía la amplitud exacta del desastre. Desde
agosto de 2007, los bancos centrales norteamericano,
europeo, británico, suizo y japonés han inyectado a la
economía centenares de miles de millones de euros. Sin
consegir restablecer la confianza.
La
crisis se propagará, con seguridad, de la economía
financiera a la economía real. Y una conjunción de
factores complementarios –bajón acelerado de los precios
inmobiliarios en Estados Unidos así como en el Reino Unido,
en Irlanda y en España (leer, página 10, el artículo de
Francisco Álvarez), restricción de liquidez de capitales,
regreso de la inflación, reducción de créditos– auguran
efectivamente un neto retroceso del crecimiento mundial. A
esto se han añadido últimamente otros fenómenos como el
alza de los precios del petróleo, de las materias primas y
de los productos alimentarios. O sea, todos los ingredientes
de una crisis duradera. La más importante desde que la
"especulación financiera" es la característica
principal de la economía. Y desde que la globalización se
ha convertido en el marco estructural de la economía
mundial.
Esta
crisis marca el fin de un modelo: el de sesenta años de
supremacía del dólar y de una economía basada en el
consumo estadounidense. Su salida se halla en la capacidad
de las economías asiáticas de relevar al motor
norteamericano. En este sentido, la crisis constituye también
una nueva manifestación del declive de la supremacía de
Occidente. Y presagia quizá el desplazamiento próximo del
centro de la economía–mundo de Estados Unidos a China.
Notas:
(1)
L'Express, París, 13 de diciembre de 2007.
(2)
Le Nouvel observateur, París, 13 de diciembre de 2007.
(3)
Leer: Crises financières à répétition: quelles
explications? Fondation Res Publica, París, 2008.
(4)
Cf. André–Jean Locussol–Mascardi, Krach 2007. La vague
scélérate des "subprimes", éditions Le
Manuscrit, París, 2007.
|