EEUU:
los problemas se extienden de Wall Street a las calles
La
crisis crediticia podría empeorar
Economist
Intelligence Unit, febrero 2008
La Jornada, 19/02/08
Traducción de texto por Jorge Anaya
Se
descompone el motor financiero
Hace
pocas semanas, cuando un Boeing 777 de British Airways tuvo
que aterrizar de emergencia fuera de la pista del aeropuerto
Heathrow, hubo un acalorado debate sobre por qué,
repentinamente, sus dos motores habían perdido poder al
mismo tiempo. Las personas bien podrían preguntarse lo
mismo respecto de los motores gemelos del sistema crediticio
de Estados Unidos –los mercados de capitales y los
bancos– cuya falla simultánea ha propiciado que el país
esté muy cerca, o en medio, de una recesión.
El
nivel de los infortunios económicos de Estados Unidos
(EEUU) quedó evidenciado el pasado 5 de febrero, cuando los
indicios de que durante enero había ocurrido una abrupta
contracción de la industria de servicios cooperó a que el
índice de bolsa S&P 500 bajara 3.2%, su peor caída de
sólo un día en casi un año. El día anterior, la Reserva
Federal (Fed) publicó su más reciente encuesta trimestral
de funcionarios bancarios encargados de préstamos, que
mostró que el estrechamiento del crédito se ha agudizado (ver
gráfica 1).
Según
la Fed, gran número de bancos han adoptado normas
crediticias más estrictas y tasas de intereses más altas
desde la investigación anterior, realizada en octubre.
Aunque
los banqueros siempre se vuelven más tacaños durante una
recesión, la Fed resaltó que muchos bancos expresaron que
también habían reducido sus préstamos debido a una baja
de su activo actual y proyectado, y de su liquidez. De esto
responsabilizaron al caos en los mercados, producto de
compras financiadas con deuda (LBO, por sus siglas en inglés)
y complejos títulos respaldados por hipotecas.
Es
culpa, también, del estado de negocios tan básicos como préstamos
para consumo y propiedades comerciales, que están abriendo
nuevos agujeros en las hojas de balances de los bancos.
Desalentadoras
noticias que provienen, entre otras áreas, de las LBO, han
destrozado las esperanzas de que el motor de los mercados de
capital resuene de nuevo a principios de 2008. Hasta hace
poco los bancos habían financiado alegremente enormes
transacciones de capital privado para luego derivar toda la
deuda o parte de ella hacia mercados secundarios de gran
liquidez. A menudo celebraron contratos de crédito que
ofrecían poca protección contra la falta de pago. Ahora,
con la recesión, el número de deudores que caen en mora
por este tipo de préstamos está destinado a incrementarse.
El apetito por deuda LBO se ha agotado, como lo descubrió
esta semana un grupo de bancos que fracasó en sindicar 14
mil millones de dólares (mdd) de deuda que sirvieron para
financiar las operaciones de Harrah’s Entertainment en Las
Vegas.
Este
pequeño contratiempo significa que otros grandes contratos,
como una venta de 15 mil mdd de deuda vinculada con la
compra de Clear Channel Communications, están ahora en
peligro. Esto podría hacer que los bancos se ahoguen en una
plétora de préstamos cuyo valor cae con rapidez. De
acuerdo con Standard & Poor’s LCD (Leveraged
Commentary & Data, por sus siglas en inglés), unidad de
la agencia calificadora S&P, incluso los créditos
relativamente apalancados se están comerciando en alrededor
de 88 centavos por dólar, en relación con su valor nominal
de mediados del año pasado (ver gráfica 2).
Algunos
grandes préstamos sindicados el año pasado, como los 29
mil mdd utilizados en la compra de First Data, se negocian
también con grandes descuentos sobre valor nominal, lo cual
disuadirá más a potenciales inversionistas.
¿Qué
monto de esta deuda indeseable podrían estar cargando los
bancos? S&P LCD considera que 148 mil mdd en préstamos
LBO se hallan en la tubería conjunta –en referencia a
aquellas suscripciones que la Comisión de Valores
estadounidense (SEC, por sus siglas en inglés) debe
completar antes de que el producto se pueda ofrecer en venta
al público– y que la mayor parte pertenece a bancos, más
otros 64 mil mdd en bonos de alto rendimiento. Si los
banqueros no están dispuestos a aceptar precios de ganga,
deberán aumentar sus provisiones en relación con la deuda
que conserven. “Este grupo de fantasmas dará problemas a
los mercados un buen rato”, considera Mark Howard, jefe de
análisis de crédito en Barclays Capital.
Otra
fuente de problemas es el moribundo mercado de valores
respaldados por hipotecas y el de obligaciones de deuda
colateral (CDO, por sus siglas en inglés) que se respaldan
con tales valores. El 30 de enero, S&P bajó o amenazó
con bajar la calificación de más de 8 mil bonos y CDO,
haciendo notar que las pérdidas de las instituciones
financieras enlazadas con ellas podrían más que duplicarse
para alcanzar la alucinante cifra de 265 mil mdd.
A
esto hay que agregar la factura potencial por la debacle de
las aseguradoras de bonos monoline (compañías catalogadas
como triple A que garantizan el pago de intereses y
principal de un bono y operan sólo en esa línea de
aseguramiento). Los bancos compraron protección para
derivados de crédito de las monoline en la forma de cambios
por mora de crédito. Pero la base de capital de las
aseguradoras es ahora tan débil que podrían ser incapaces
de pagar cualquier reclamación. El 6 de febrero, MBIA, una
de las aseguradoras más grandes, anunció que recaudaría
otros 750 mdd mediante una emisión de valores para tratar
de conservar su excelente calificación de crédito.
Esto
hace que los bancos encaren otro golpe potencial, cuyo tamaño
es bastante difícil de calcular debido a que usan
diferentes enfoques para asignar valores a sus coberturas.
Pero de acuerdo con Matt King, analista de Citigroup, en el
peor de los casos imaginables, la bancarrota de todas las
monoline, la cuenta total alcanzaría 34 mil mdd
Hasta
ahora, la crisis crediticia se ha visto como un fenómeno de
Wall Street, lo que es comprensible por las cantidades
descomunales que los grandes bancos han malgastado. Pero se
ha convertido con rapidez en un asunto de cualquier Main
Street en EEUU. “Las entidades reguladoras y los banqueros
deberían hacer equipo ahora para examinar los niveles
inferiores del sistema”, dice Michael Poulos, de la firma
consultora Oliver Wyman.
Tiene
razón. Por un lado, el impacto de elusivas deudas ligadas
con préstamos de riesgo se percibe más allá de los
grandes bancos: el 5 de febrero, el US Central Federal
Credit Union, con sede en Kansas, último recurso para los
bancos cooperativos del país, perdió su calificación AAA
de S&P debido a la caída del precio de sus valores
hipotecarios. Por otro, los negocios de préstamos al
consumidor y a la propiedad comercial de muchos bancos se
han visto afectados por la desaceleración.
De
manera sorprendente, la encuesta de funcionarios de préstamos
de la FED mostró que 70% de los encuestados esperaba que
empeorara la calidad de sus tarjetas de crédito y otros
portafolios de préstamos a consumidores. Algunas firmas ya
están sintiendo la estrechez. Las acciones de algunas compañías
de tarjetas de crédito cayeron recientemente.
Pronto
en su banco
La
propiedad comercial es un dolor de cabeza aún más grande.
Cierto, también lo es para lo más selecto de Wall Street:
por ejemplo, Deutsche Bank tuvo recientemente que
adjudicarse algunos edificios en Manhattan que pertenecían
a Harry Macklowe, conocido promotor inmobiliario, quien no
logró refinanciar 7 mil mdd a corto plazo que se emplearon
para pagarlos. La historia de las propiedades tiene un giro
preocupante para los bancos en todo EEUU.
Esto
se debe a que, además de su oferta de hipotecas
comerciales, los bancos regionales y locales también
otorgan un gran número de “préstamos para la construcción”
a compañías que edifican centros comerciales, condominios
y otras propiedades. Un negocio al que los grandes bancos de
inversión no prestaron la sufriente atención, el crédito
para construcción, fue bastante rentable durante el auge de
la propiedad, pero ahora un número creciente de estos préstamos
se pudre en la quiebra.
Una
mayor constricción crediticia general –en caso de que las
bases de capital de los bancos se debilitaran por crecientes
provisiones y bajos ingresos– sería peor. Pero
considerando los graves problemas de los motores crediticios
estadounidenses, podría necesitarse algo más que una
inyección de combustible monetario para hacer que funcionen
de nuevo.
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