Estados
Unidos:
Geografía
de la recesión
Economist
Intelligence Unit, febrero 2008
La Jornada, 19/02/08
Traducción de Jorge Anaya
La
palabra recesión no se escuchará mucho en la modesta mansión
del gobernador en Helena, Montana. El inquilino, Brian
Schweitzer, insiste en que la economía de Montana está en
mejor forma que nunca. Tuvo uno de los índices de empleo de
mayor crecimiento en el país. El estado está prosperando
apoyado en los auges en minería y agricultura, así como en
un crecimiento continuo en turismo. Paul Polzin, de la
Universidad de Montana, pronostica que la economía del
estado crecerá 4.1% durante 2008, quinto año consecutivo
de crecimiento por encima de 4%. “Hemos buscado escenarios
realistas del fin de los tiempos, pero no podemos encontrar
ninguno”, dice Schweitzer.
Vayamos
a Michigan, en contraste, donde es difícil encontrar algo
que no sea sombrío. El colapso de la industria automotriz
estadounidense, aunado a un severo descalabro de las
hipotecas subprime, ha dejado al estado tambaleante. Tiene
la tasa de desempleo más alta del país (7.6%) y la tercera
de ejecución de hipotecas, y fue el único estado que perdió
un número grande de empleos en 2007. Durante las
preliminares de las elecciones primarias republicanas en el
estado (que ganó), Mitt Romney recorrió Michigan
prometiendo proteger a los votantes de una “recesión en
un solo estado”.
“Caída
formal”
Montana
y Michigan marcan la divergencia que yace detrás de las
cifras económicas totales de EEUU. Las estadísticas
nacionales sugieren que el país puede haber caído ya en
una recesión formal. La producción creció a una tasa
anual de sólo 0.6% en los pasados tres meses de 2007, cifra
que bien podría modificarse a la baja. La construcción
inmobiliaria viene en picada, los precios de las viviendas
bajan, el gasto de los consumidores baja de intensidad y la
economía perdió 17 mil empleos en enero, el peor declive
desde 2003. Una medida mensual de la actividad de los
servicios, publicada el 5 de febrero, muestra un descenso
dramático y sugiere ahora condiciones recesivas. La gran
interrogante –en particular para quienes están
involucrados en la campaña presidencial– es dónde va a
sentirse el dolor de manera más aguda, y qué tan lejos se
extenderá.
Hasta
ahora, buena parte de las penalidades se han concentrado en
un sector –la vivienda– y en dos grupos diferentes de
estados: el Medio Oeste industrial y aquellos estados que
vieron la mayor burbuja habitacional, en particular
California, Nevada, Arizona y Florida. Estos dos grupos
tienen una importancia política desproporcionada. Incluyen
muchos estados que votaron al principio de las carreras
primarias. Varios de ellos (como Michigan y Florida) son
estados que de manera tradicional oscilan en las elecciones
generales.
La
situación es todavía más sombría en Michigan, Ohio y
otros antiguos baluartes manufactureros, donde la crisis
subprime vino a agravar la secular pérdida de empleos en fábricas.
Pero el debilitamiento más dramático se ha producido en
estados burbujas. Las economías antes boyantes por el auge
de la construcción y los altísimos precios inmobiliarios
ahora se ven arrastrados.
La
poderosa economía de California se está bamboleando. En
algunas ciudades, los precios de las casas caen en
porcentajes de dos dígitos y la tasa de desempleo ha
saltado de 4.8% a 6.1% en el reciente año, aumento que
duplica la tendencia nacional. En Los Ángeles, un dólar débil
y un consumo más lento han reducido de forma marcada el tráfico
de importaciones portuarias. Este descenso no es tan
extremadamente violento como los de principios de los años
90 o 2000, cuando industrias básicas como defensa y
tecnología fueron castigadas de manera muy dura. Pero es lo
bastante empinado para descomponer el presupuesto estatal y
descarrilar los ambiciosos planes del gobernador Arnold
Schwarzenegger de reformar la atención médica.
En
Florida, Nevada y Arizona la historia es parecida: precios
inmobiliarios en picada, crecimiento de las ejecuciones de
hipotecas e incremento desproporcionado del desempleo. Sin
embargo, no todo es ominoso: en estos estados, igual que en
el resto de EEUU, un fuerte crecimiento global y el dólar débil
han propiciado la bonanza de las industrias exportadoras y
estimulado el turismo. (El año pasado, el aeropuerto
internacional de Orlando, puerta de entrada a Disney World,
recibió un número sin precedente de pasajeros). Pero estos
puntos positivos no han logrado compensar la crisis
inmobiliaria y el menor consumo. Mark Zandi, economista en
jefe de Economy.com de Moody’s, considera que los cuatro
estados burbuja, junto con Michigan, ya están en recesión.
En conjunto, señala, representan 25% del PIB
estadounidense.
Sin
embargo, si nos trasladamos tierra adentro desde las costas
y nos alejamos del Medio Oeste industrial, la imagen parece
menos desalentadora, por el momento. A una franja que corre
del noroeste de Texas a través de las grandes planicies y
las montañas rocosas le ha estado yendo particularmente
bien, gracias a las exportaciones en aumento y al alto
precio de las materias primas. Los subsidios para etanol y
la agflación (aumento en el precio de los alimentos de
origen agrícola debido a mayor demanda para consumo humano
y como recurso energético alternativo) han traído bonanza
a los estados agrícolas. Las exportaciones agrícolas
aumentaron casi 20% en comparación con 2006, en tanto que
los ingresos agrícolas crecen de manera relevante. Las
industrias extractivas están en auge. Los mineros
encuentran redituable extraer cobre en Butte, Montana,
aunque los operadores dicen que es el mineral de hierro de
menor calidad del mundo. Estos estados tienen ahora algunas
de las tasas de desempleo más bajas del país. Estar lejos
del auge inmobiliario les evitó lo peor del descalabro
subprime.
Disparidades
regionales
Para
los políticos, de Butte a Topeka, ahora el asunto es si
esta buena fortuna va a continuar. Las disparidades
regionales, tanto en la bonanza como en la pobreza, no
sorprenden en una vasta economía continental. Durante la
recesión de 1991, California y Nueva Inglaterra sufrieron
de manera desigual, debido a las crisis bancarias y al
recorte en gastos de defensa. Al principio, el descalabro de
2001 golpeó más fuerte a los estados con centros de alta
tecnología, mientras que la resaca se prolongó más en el
Medio Oeste industrial. Esta vez depende mucho del resto del
mundo. Si las economías emergentes se mantienen resistentes
a una recesión estadounidense y los precios de las materias
primas permanecen sólidos, las regiones exportadoras de
EEUU se beneficiarán.
Aparte
de ese estímulo, varios factores sugieren que hasta los
estados más vigorosos encararán tiempos difíciles. El
mercado de la vivienda se debilita mucho más allá de los
estados burbujas. Según el índice S&P/Case–Shiller,
en noviembre los precios de las casas bajaron en cada una de
las 20 grandes áreas metropolitanas. Y, gracias en gran
parte a la crisis crediticia, la debilidad económica se
extiende mucho más allá del sector de la vivienda. La
encuesta trimestral de funcionarios de préstamos de la
Reserva Federal, dada a conocer el 4 de febrero, mostró que
los bancos exigen condiciones de préstamo más estrictas a
consumidores y empresas por igual. Y si, como sugieren los
mercados de futuros, los precios inmobiliarios van a caer aún
más, la crisis crediticia sólo puede empeorar.
Un
declive centrado en la vivienda tendrá perniciosos efectos,
incluso en regiones donde el golpe sea menor. Eso se debe a
que constriñe una de las más grandes válvulas de
seguridad en la economía estadounidense: la capacidad de
movilización de las personas. Descensos anteriores dieron
lugar a grandes migraciones, de los estados en recesión
hacia los que estaban en auge. A principios de los años 90,
por ejemplo, la gente se trasladó en grandes masas de Nueva
Inglaterra a los estados del sur. Esta ocasión, la
movilidad se dificulta porque las personas no pueden vender
sus casas. Es posible que el desempleo siga creciendo en
California, aunque Montana no pueda obtener los trabajadores
que necesita.
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