La crisis de
los créditos en Estados Unidos
La
consecuencia de gobernarse por índices
Por Adán
Salgado Andrade
Para
Socialismo o Barbarie, 10/03/08
La extendida, materialista costumbre que
tienen los estadounidenses, más que cualquier país, de
medir todo a través de índices numéricos, los ha
convertido en una sociedad que se cuantifica en todo. Así,
hay índices de confianza, de riesgo, de propensión al
consumo, de las intenciones de trabajar, de estudiar, de
vender, de adquirir una enfermedad, de morir en un
accidente… sí, para todo hay algoritmos, fórmulas que
pretenden determinar cuestiones tan aleatorias como la
posibilidad de que haya un estallido social en cierto país
que ponga en peligro las inversiones hechas allí por los
hombres de negocios estadounidenses, para quienes es
primordial contar con la seguridad de que su “valioso
dinero” no se perderá.
Un caso concreto de medición
cuantitativa, que podría decirse que influyó fuertemente
en la actual crisis de los créditos hipotecarios
insolventes (y, en general, de todos los créditos, como los
generados por las tarjetas de crédito, aparte de la recesión
en la que ya está inmerso EU, aunque Bush diga lo
contrario, y que ya está afectando al resto del mundo),
además de que los estadounidenses estén constantemente
endeudados, es el exagerado empleo del llamado índice FICO
(Fair Isaac Corporation), como veremos.
Digo que es sólo uno de los factores que contribuyeron a que haya millones de
personas que no pueden pagar ya los créditos de sus casas
– aunque claro que no el único –, pues se debe también
señalar que el que haya tantos créditos inmobiliarios sin
posibilidad de liquidarse se debe a que desde hace unos
cinco años, se inundó el mercado de bienes raíces, que
siempre se había considerado como uno de los negocios más
“seguros”, de demasiadas construcciones, tales como
casas, edificios de departamentos, oficinas… en fin,
millones de inmuebles que las constructoras y las
inmobiliarias comenzaron a construir sin la más mínima
consideración, excepto de que entre más casas y edificios
vendieran, más
ganancias tendrían en el mediano y largo plazo. Esto,
por supuesto, siguiendo la irracional máxima del sistema
capitalista de que se debe de fabricar lo más que se pueda,
en la ingenuidad de que siempre habrá una demanda dispuesta
a comprar todo.
En este caso, como se trata de un bien
de primera necesidad, o sea, tener una casa, un hogar, la
demanda siempre estuvo allí. Y una señal de que la economía
estadounidense está en bonanza, en primerísimo lugar, ha
sido siempre la venta de casas.
De hecho, las paraestatales crediticias
Fannie Mae y Freddie Mac, son las empresas gubernamentales
que se dedican a financiar bienes raíces mediante hipotecas
(éstas pertenecen a la Office of Federal Housing Enterprise
Oversight, OFHEO, dependencia gubernamental que “cuida”
el buen manejo de los créditos hipotecarios). Pero también,
dado que se consideraba excelente negocio la venta de casas,
sucedió que bancos, empresas hipotecarias, asociaciones
crediticias… nadie quiso quedarse sin su tajada en el negociaso
y empezaron a financiar proyectos propios o a dar créditos,
de tal manera que comenzó a crearse una burbuja
inmobiliaria que no tardaría mucho en estallar, como ya lo
hizo, pues se vendió a crédito mucho más de lo que
realmente la gente tenía posibilidades de pagar… y así
pasó (la crisis japonesa de principios de los noventas, que
aún no termina de superarse, se debió a un esquema similar
de saturación del mercado inmobiliario).
Lo que hoy se vive era algo que ya se
había estado vaticinando desde hace más de tres años (Ver
mi artículo en Internet, en el buscador Google “Hacia una
nueva recesión estadounidense y mundial”). A los ávidos
compradores sencillamente se les clasificaba por su
historial crediticio, y aquí es donde entra el famoso FICO.
Este índice fue creado en 1956 por dos
técnicos: Bill Fair, ingeniero, y Earl Isaac, matemático,
quienes idearon una compleja fórmula basada en múltiples
variables (tipos de créditos anteriores, deudas
acreditadas, historial de pagos, número de préstamos
solicitados… entre otras) que pudiera, supuestamente,
ayudar a bancos y tiendas departamentales para que
“calcularan” la confianza crediticia de sus clientes, en
medio del frenesí funcionalista de ese entonces, que
consideraba a la sociedad como una especie de organismo,
cuyo funcionamiento podía explicarse y predecirse con sólo
crear fórmulas para todo.
En la actualidad es tan exageradamente
empleado el FICO, que hasta algunos mezquinos hospitales
privados están exigiéndolo a los pacientes que ingresan,
para asegurarse de que “¡no se les vayan a ir sin
pagar!” (con eso de que allá también la salud está
sumamente mercantilizada, pues se le negará la atención a
quien cuente con un dudoso FICO). Ese índice establece
ciertos valores, por encima o por debajo de los cuales la
persona así clasificada es o no confiable.
Se desplaza de un mínimo de 300 hasta 850, siendo el medio
723, digamos que el número estándar que garantizaría a su
portador ser un confiable solicitador de crédito que pagará
la deuda contraída. Valores por encima de 800 son
considerados excelentes, pero por debajo de 620, son pobres.
Y por ello, por la importancia de contar con un valor de
FICO alto durante la época del boom
inmobiliario, fue que hubo “vivales” que se
dedicaron (y aún se dedican) a manipular el índice para
modificarlo y subirlo, de tal manera que el portador se
hiciera elegible de crédito para una casa, por ejemplo.
Esos “saneadores de crédito” eran, y son, muy
demandados, pues pueden lograr mediante mañosas tácticas y
artimañas subir de, digamos, 600 a 700 puntos, con lo cual
ya “mejorará” la confiabilidad del presunto candidato a
solicitar un crédito inmobiliario. Por supuesto que en la
época del boom,
los bancos y las hipotecarias, con tal de prestar dinero sin
ton ni son para la compra de casas o venderlas, tomándolas
como hipotecas en garantía, ellos mismos modificaban el
FICO de sus potenciales clientes, si éste era muy bajo, y
asunto arreglado, en unos pocos días los compradores recibían
su flamante “hogar, dulce hogar”, sin importar, aunque
parezca asombroso, para nada su salario porque, resulta
extraño, el FICO no toma en cuenta el salario de quien con
eso se valora. Puede pensarse que alguien, muy hábil en los
números y en el papeleo crediticio, quizá se manipulaba su
FICO y éste resultaba alto, digamos de 800, y aunque no
tuviera empleo en ese momento (que fue el caso de muchos),
le era asignado un crédito inmobiliario para la compra de
su casa, así que cientos de miles de ventas sólo se
hicieron tomando en cuenta FICO’s altos, pero para los
cuales no había un
verdadero sustento económico del demandante de crédito.
Además, se ha establecido como norma, en multitud de
actividades comerciales, exigir el FICO.
Las aseguradoras lo
emplean para ver, por ejemplo, qué tan confiables son las
personas que quieren asegurarse, si cumplen con sus créditos,
si pagan sus deudas o, en el caso de que estén enfermos, si
realmente tomarán los medicamentos que les receten los
doctores para que se curen (sí, porque la aseguradora no
querrá que siempre esté enfermo el asegurado o buscará
que vaya consumiendo menos medicamentos, de los caros, sobre
todo, con el paso del tiempo, pues lo que menos gasten esas
compañías en la salud, mayores sus ganancias, ¡claro, el
principio de la máxima utilidad va por delante de todo,
hasta de la salud!). Las cadenas comerciales y franquicias
emplean el índice para analizar si en determinada zona vale
la pena establecer matrices de sus negocios. Las
automotrices lo usan para autorizar o no un crédito a sus
clientes… incluso, por si no bastara con lo dicho, se ha
llegado al extremo de que el FICO (elaborado por la compañía
que fundaron sus creadores, la empresa Fair Isaac
Corporation, la que le da el nombre), se ha pretendido
sofisticar tanto que hasta los casinos y casas de apuestas
lo emplean para ver cuáles de sus clientes serán a los que
más se les pueda exprimir su dinero (por ejemplo, hay un
FICO que establece si tal o cual persona acostumbra ganar
mucho o poco cuando apuesta o juega cartas o en la ruleta).
Así, es más que evidente que la
sociedad estadounidense no ve rostros ya, no aprecia
amistades, no le interesa ver valores como bondad,
solidaridad, amistad… nada de eso, las personas sólo
valen en función de su FICO y, en consecuencia, de la
cantidad de dinero que aquél respalda para cada uno.
Será primordial, entonces, preguntar, ¿cuánto es el valor
de tu FICO, cuánto vales?
Pero, como señalé antes, con tal de
sanear el FICO, la gente recurre incluso a trucos o a los
mencionados “saneadores de crédito”.
Tipos como Larry D. Hall están haciendo muy buen dinero
haciendo subir el FICO de sus clientes, quienes ahora que
están cada vez más restrictivos y escasos los créditos
bancarios o las hipotecas, necesitan urgentemente que el
materialista sistema les dé su “carta de buena
conducta” en cuestión de créditos (en México, esto
equivaldría a que a alguien, mediante triquiñuelas
computacionales, por ejemplo, lo pudieran sacar del buró
del crédito, pues al estar en las listas de éste, no puede
de ningún modo obtener crédito alguno). Por ejemplo, Hall
recurre a tretas como el hacerse pasar por un operador de
una empresa prestamista y envía a los burós de crédito
cartas en donde certifica que le ha prestado a tal persona
(uno de sus clientes, por supuesto) dinero, digamos $5,000 dólares,
ya que es “muy solvente y confiable”. Eso es suficiente
para ir subiendo los puntos del FICO gradualmente. Y si las
tretas siguen funcionando, el cliente muy pronto tendrá
suficiente puntaje para que el banco le preste dinero o que
la hipotecaria le conceda un préstamo sobre su propiedad o
para la compra de una nueva casa. Pero, como queda claro, es
muy vulnerable una alta puntuación del FICO, pues puede
tratarse de personas que en realidad no conformen con los
requisitos exigidos por los prestamistas, quienes sólo se
apoyan en valores altos. De acuerdo con la empresa
hipotecaria Golden West, muchos de los actuales
defraudadores imposibilitados de pagar los créditos contraídos,
tenían FICO’s de 750 o más, por tanto no serían ya de
fiar, aconsejaría el sentido común, valores altos. Pero se
siguen empleando, aunque ahora muchos bancos, como remedio,
están exigiendo FICO’s más elevados, de 800 o más.
La misma empresa Fair Isaac ha prometido
que el FICO del 2008 tomará en cuenta más variables para
hacerlo “más seguro”. O sea, más de lo mismo, lo que
indicaría que en cuanto la actual crisis amaine un poco,
pues se seguirá empleando el FICO, que ahora, seguramente
declararán sus promotores, “¡está blindado y reforzado
y a prueba de fraudes!”. Sin embargo, para desgracia de
esa empresa, ya hay algunas compañías que están haciendo
su propia versión del FICO y que, aseguran, será mucho
más seguro que el ofrecido por Fair Isaac. Una de ellas
es CreditXpert, cuyo director, el señor David G. Chung, ha
declarado que lograron hacer “ingeniería reversible”
con la fórmula original y al agregar “otras variables”,
afirma, han logrado valores “más cercanos a la
realidad”.
De todos modos, sea el FICO original o
sus derivados, lo que debe notarse es ese exagerado empeño
de numerarlo todo, como se dijo al principio. De todos
modos, siempre la gente hallará formas de manipularlo y que
el sistema les dé su estrellita por buen comportamiento.
Algo también de lo que hace Hall, el
saneador de crédito, para subir el rating
de sus clientes es que les aconseja que aleguen que las
deudas que les reclaman no les pertenecen. Esto es posible
gracias a que los créditos vencidos se van corriendo a
distintas empresas que se encargan de cobrarlos ellas
mismas. Esa práctica en México, por ejemplo, se da cuando
un banco que tiene un cliente moroso le pasa el adeudo a un
despacho jurídico, quien se quedará con un porcentaje de
lo adeudado una vez que logre que el deudor pague, sea por
intimidaciones, juicios mercantiles, penales, etcétera,
cuantas argucias legales o legaloides sirvan para tan
“loable” fin (sí, el prestamista tratará de hacer lo
imposible con tal de cobrar hasta el último centavo que se
le adeude. Esos despachos de pseudo-abogados recurren a todo
cuanto esté a su alcance, incluso amenazas, prácticas
gangsteriles, cohecho de autoridades... y tantas infames prácticas
toleradas por nuestro injusto “sistema legal”, frente a
las cuales, los pobres, endebles deudores están prácticamente
sin protección alguna). Así, muchos de los clientes de
Hall han logrado deshacerse de una deuda porque el cobrador
no puede aclararle qué
es lo que se le está cobrando y sólo le presenta el
adeudo.
Esto nos lleva a otra situación que
contribuyó también a profundizar el problema, debido al
amplio uso de los llamados “valores de deuda” (debt
securities). En el afán de entrarle todos al negocio,
no sólo las inmobiliarias, las hipotecarias o los bancos,
sino corredurías financieras, sociedades mutualistas... en
fin, cuanto negocio dedicado a la especulación pura pudiera
entrarle al boom de
los bienes raíces, una empresa hipotecaria o un banco, por
ejemplo, especulaba con los valores de deuda que tuviera en
ese momento vendiéndolos por determinado precio a una
correduría, digamos. Supongamos que la inmobiliaria hubiera
vendido una casa a crédito por $250,000 dólares,
recibiendo un enganche de $50,000 y aplicando un interés
anual de 15% sobre el adeudo de $200,000 dólares que se
hubiera fijado en 20 años. Si los pagos mensuales se
fijaran en $1000 dólares, al final de los 20 años se habrían
cobrado unos $240,000 dólares aproximadamente, o sea,
$40,000 dólares más debido a los intereses cobrados, la
ganancia por vender a crédito. Con tal de disponer de ese
dinero al momento, pudo venderle la inmobiliaria a la
correduría esa hipoteca en, digamos, $205,000 dólares,
prescindiendo de los $35,000 dólares restantes que iba a
estar cobrando los siguientes veinte años mediante los
pagos mensuales que incluirían los intereses mensuales.
Así,
la correduría actuaría como si hubiera invertido en las
acciones de una empresa, las que, claro, deben de dar
rendimientos futuros, que en este caso serían los intereses
cobrados a los compradores de las casas. No sólo eso, sino
que gobiernos municipales también le entraron al “gran
negocio” de los préstamos hipotecarios comprando a
bancos, hipotecarias e inmobiliarias cientos de miles de
esas “obligaciones” para emplearlas como colaterales que
apoyaran los bonos municipales que dichos gobiernos emiten y
que ofrecen públicamente, garantizando un rendimiento mínimo
(algo así como los famosos CETES mexicanos), para que dicho
rendimiento fuera incluso mayor al ofrecido originalmente en
tales bonos.
Pero no paró allí la cosa, sino que muchos de
esos municipios, con tal de apoyar sus inversiones en
valores de deuda, optaron por “asegurarlos”, o sea,
compraron seguros que garantizaran el pago de sus bonos
municipales, intereses incluidos, en el “remotísimo
caso” de que los valores de deuda fallaran, ¡tal y como
sucedió! Ahora, las aseguradoras deben de pagar cientos de
millones de dólares, tanto por los bonos municipales que sólo
así podrán hacer efectivos los rendimientos prometidos a
sus tenedores, como por alguna de la gente que tenía
aseguradas las casas que les fueron embargadas, lo que está
provocando la quiebra de varias de tales aseguradoras, pues
nunca imaginaron que el cobro de seguros se diera al por
mayor. Incluso los valores llamados “subastables”
(porque se venden mediante subastas, al mejor postor, y así
se fija también su tasa de rendimiento, además de que el mínimo
adquirible es de varios millones de dólares), considerados
hasta antes de la debacle superseguros, el privilegio de ricos y de especuladores de elite,
como Warren E. Buffett, también se han desplomado en su
valor y sus privilegiados
inversionistas han perdido millones de dólares en
ellos, pues también se apoyaron en el “gran negocio” de
los valores de deuda inmobiliarios.
Y hay que señalar aquí que hasta las
AFORES mexicanas, esos supuestos “fondos de pensión”
que los bancos manejan con el dinero de millones de
trabajadores, salieron perjudicadas, pues se reportan “pérdidas”
por 3700 millones de pesos en “malas inversiones en
sectores estadounidenses”, lo que significa que habrá
menos dinero para las de por sí miserables futuras
pensiones de algo así como 38 millones de trabajadores, a
quienes el gobierno ha engañado con el cuento de que tales
Afores se crearon para “mejorar” esas pensiones, siendo
que en realidad se hicieron para capitalizar a los quebrados
bancos que en ese entonces, hace ya casi quince años, eran
aún mexicanos, pero que ahora, gracias al buen dinero que
se les inyectó con los tramposos “fondos de pensión”,
ya son casi todos extranjeros, más del 90% (y no se
entiende por qué, en lugar de estar invirtiendo en empresas
extranjeras de dudosa reputación, no lo hacen, por ejemplo,
en PEMEX, paraestatal mexicana que necesita, a decir de
nuestros gobernantes-administradores, “mucho dinero”
para que pueda continuar con sus exploraciones en aguas
profundas, pues con el petróleo tan caro, y lo que
continuará encareciéndose, se darían “buenas
ganancias” a las tales Afores y, en consecuencia, se
“incrementarían las pensiones”, digo, si vale emplear
ese pretexto tan cándido, que todo eso, hasta vender a la
banca mexicana, se ha hecho en “beneficio de la clase
trabajadora”). Sí, como señalé antes, la crisis
crediticia de EU afectará a todo el mundo, como ya está
sucediendo, pues aún ocupa ese país alrededor de un tercio
de la actividad económica mundial cada año.
Así pues, volviendo a la crisis de créditos,
por lo dicho se comprenderá que la cadena especulativa que
se fue creando alrededor de los compradores a crédito de
casas resultó un brutal golpe para la casi totalidad de la
economía estadounidense, pues al no estar millones de éstos
en posibilidades de cumplir con sus obligaciones
crediticias, provocaron un fallo generalizado. Instituciones
bancarias y crediticias tan “prestigiosas” como
Citigroup, JPMorgan, American Express, Capital One, HSBC,
Credit Suisse Groupe, GE Capital (así, es, General
Electric, esa empresa que fundara Edison y que comenzó
haciendo focos hace más de cien años, ahora obtiene la
mitad de sus ganancias de su división financiera,
ofreciendo eso un “loable” ejemplo de “diversificación
capitalista”)... y decenas de otras han perdido millones
de dólares por los deudores insolventes y seguirán
perdiendo en los meses por venir, pues lo peor de la crisis,
consideran varios analistas, todavía no ha llegado. Declara
Richard D. Fairbank, director de Capital One, una de las
empresas que más tarjetas de crédito emite en EU, “La
verdad es que cada día que pasa nos obsesiona el saber qué
tan mal esto se pondrá”. En su caso, la empresa que
dirige ha dejado hasta el momento en calidad de “cartera
vencida”, deudas de tarjetabientes morosos por $2,000
millones de dólares “y yo creo que es poco”, declara,
muy desalentado. Sí, así de graves son las crisis
capitalistas en la actualidad, pues simplemente siguen el
ritmo de la tan cacareada globalización,
pues todo se difunde tan rápidamente, que hasta las
debacles financieras se esparcen velozmente.
Para ilustrar un poco más como ha
actuado la cadena especulativa que analizo arriba, quizá
podría emplearse la siguiente analogía alimenticia.
Supongamos que por falta de agua se hubiera dejado de regar
un campo de maíz, y que el productor, en consecuencia, no
hubiera podido cosecharla y pagar sus deudas, como los
fertilizantes que hubiera comprado o los implementos agrícolas
y que los fabricante de éstos, al no recibir el dinero
adeudado, no hubieran podido pagar sus propias deudas de la
materia prima empleada a su vez por ellos o los salarios, y
que la empresa cerealera que hubiera, incluso, adelantado el
pago por la cosecha, no la recibiera y, en consecuencia,
perdería dinero, además de que no podría elaborar los
cereales que produce... y así. Digamos que los millones de
créditos que no se pagarán en Estados Unidos están
produciendo un efecto multiplicador, pero no en el sentido
positivo que resaltaba Keynes (el economista británico que
hablaba de que un impulso en la economía por parte del
gobierno, se multiplicaba con creces en el resto de los
sectores), sino en uno total y absolutamente negativo.
En el caso concreto de los deudores
inmobiliarios, las peores consecuencias son que muchos están
perdiendo, o ya perdieron, sus casas, y con ello, se
esfuman, de la noche a la mañana, los esfuerzos de toda una
vida, pues aún en ese país considerado “rico” no es fácil
hacerse de una casa. Evidentemente que sin casa, menos estarán
en posibilidades de consumir otros bienes, salvo los
indispensables y de manera precaria (comerán menos, no
acudirán al doctor cuando enfermen, no gastarán en ropa o
diversiones...). Para ellos no habrá ya ningún FICO que
los salve pues estarán en la lista negra de morosos que
perdieron sus casas por no poderlas pagar. Sí, son los más
duramente afectados, pero nadie se salva en la actual
hecatombe.
Pudiera pensarse que para aquéllos
cuyos hogares están saldados desde hace tiempo los
problemas son mínimos. No es así, claro, pues al igual que
las personas que perdieron sus casas, están constantemente
endeudados, como todo “buen estadounidense” acostumbra.
Sí, éstos deudores no deben su casa, pero sí
los préstamos que constantemente piden, empeñando sus
hogares como garantía, para liquidar ese otro gran fardo
que es el crédito obtenido por las tarjetas de crédito.
Sin embargo, debido al efecto devaluatorio que la crisis de
los créditos hipotecarios está teniendo sobre sus casas
– pues éstas valen menos ahora que hace cinco años, dado
que hay una sobreoferta de casas nuevas que nadie compra,
además de las que están quedando desocupadas por los
embargos, en espera de ser revendidas de nuevo –, ya no
están obteniendo los mismos préstamos que antes de la
crisis, y en consecuencia están retrasando sus pagos e,
incluso, ni siquiera pueden liquidar los intereses
devengados (además, desde el 2003, entró una nueva, rígida
ley, apoyada por Bush, favoreciendo a los banqueros, claro, que ordena que todos los deudores deben renegociar al menos
un 25% de la deuda y pagarla, para que así el banco les
“conceda la gracia” de extenderles el plazo con la deuda
restante.
Ni tratándose de créditos de casas el banco o la
compañía se ablandarán, ya que pueden embargar, incluso,
la propiedad si el deudor no tiene para pagar). Antes, muy fácilmente
pagaban, por ejemplo, sus deudas del auto nuevo, de la
cocina integral nueva, del viaje a Europa con sólo
hipotecar sus casas... ¡y les salía más barato pagar los
intereses de esas hipotecas, que eran mucho menores que los
cobrados por las tarjetas! Gracias a la “garantía” que
ofrecían sus casas, entre 2001 y 2006 los deudores pudieron
disponer de “cash”, por alrededor de ¡$1.2 billones de
dólares! ($1200000000000), equivalentes a un 10% del PIB
estadounidense del año pasado (bastante, pues eso
significaría que un dólar de cada diez es debido, o sea,
hay un fuerte endeudamiento a nivel nacional y el
crecimiento es ficticio, o sea, no apoyado en labores
productivas reales). Eso significa que la clase media
estadounidense tiene ahora un proporción deuda-ingreso (o
sea, cuánto se debe en relación con lo que se gana) de
141%. Lo que quiere decir que si una persona gana, por
ejemplo, $60,000 dólares por año, debe $84,000 dólares,
deuda que irá arrastrando toda la vida, alcanzando a pagar
sólo los intereses, en el mejor de los casos. Pero ahora,
como se señaló, ya ni eso, pues ya les prestan menos los
bancos por sus casas. Y si no tienen para pagar ni los
intereses, pues menos van a seguir consumiendo. Al reducirse
el consumo, la crisis no quedará, como muchos analistas
superficialmente presumen, sólo en que muchas personas
pierdan sus casas, sino que se extenderá al resto de la
economía, dado que el crecimiento de ésta, un 90%, se debe
justamente a dicho consumo. Así que con un menor crédito
habrá menos consumo, menos producción, cerrarán empresas,
se recortarán empleos... además de los efectos mundiales
que ya se están manifestando. ¡Cuántas veces esta viciosa
constante de las crisis capitalistas se ha repetido con el
transcurso del tiempo!
Así pues, el crédito, está dándose a
cuentagotas, con intereses más altos y condiciones más
duras. Por ejemplo, hay compañías que además de exigir un
FICO mayor, exigen que se pague por adelantado un 15% como mínimo
del préstamo que se esté pidiendo, o sea, el vampirismo
especulativo en su máxima expresión, pues si se pide
un préstamo es justamente porque en ese momento no se
cuenta con dinero. Y las tarjetas de crédito ya no son
ayuda, pues han disminuido el crédito disponible
(ilustrativo es que en algunos casos han pasado de ofrecer
$13,000 dólares de crédito disponible a $2,000 dólares,
además de que los saldos impagos se han disparado, en
promedio, de $14,000 a $27,000 dólares, sobre todo por la
acumulación de intereses sobre intereses, el llamado
anatocismo). No, ya no es bueno el crédito, irónica
situación en un país en donde el “cárguelo a mi
tarjeta” era la santa norma. No, ahora se exige riguroso cash.
“¡Pague sus deudas o le embargamos su casa, su auto, su
yate, su TV de plasma, su laptop, sus trajes, su ropa de
diseñador, su videocámara, su computadora... todo!”,
exigen bancos, empresas de tarjetas de crédito,
hipotecarias, automotrices, tiendas departamentales,
hospitales, escuelas privadas, boutiques... y para pagar,
los estadounidenses incluso han recurrido, ¡horror!, a
casas de empeño (empeñan sus autos, joyas, enseres domésticos,
casas) o a prestamistas por nómina (estos son los
agiotistas que adelantan dinero tomando como garantía los
futuros salarios del infeliz que les pide prestado, pero
cobrándole un leonino, ventajoso interés de ¡500%, o sea,
que por cada dólar prestado exigen 5 y se cobran de los
salarios futuros depositados en los bancos, que ellos se
embolsan, en lugar del trabajador, así que no tienen
pierde!).... sí, están echando mano de las populares prácticas
a las que la gente pobre de los países subdesarrollados
recurre constantemente para paliar su precaria existencia.
Sí,
la crisis ha resultado muy buen negocio para los
prestamistas de nómina, por ejemplo, cuyo número era de
unos cuantos en los 90’s en tanto que ahora hay unos
23,000, que se han establecido principalmente en lugares en
donde el ingreso medio anual es de $48,000 dólares, claro,
para que tengan la certeza de que sus préstamos y los
leoninos intereses cobrados sean liquidados sin problemas.
Igualmente, las casas de empeño han aumentado sus
ganancias, como EZcorp, una suerte de Monte de Piedad
estadounidense, que incrementó sus entradas un 29% y otra,
Cash America International, lo hizo en un 21%... ¡pues vaya
con la tercermundialización
de la economía estadounidense!
Incluso hay muchas personas que, con tal
de obtener algo de cash,
están echando mano de sus fondos de pensiones o de sus
seguros de vida, de los que piden préstamos por adelantado,
pero como los intereses cobrados son altísimos, de
alrededor de 28%, además de una “penalización” del 10%
por disponer de esos fondos prematuramente, los deudores no
pueden pagarlos y las aseguradoras y las administradoras de
los fondos se cobran arbitrariamente del dinero que queda,
así que los ahorros que se tenían pensados para la vejez,
pues disminuyen o de plano pueden desaparecer... así de
graves están las cosas por allá. Es el caso de la señora
Mary Greenleaf, jubilada de 70 años, cuya magra pensión de
$800 dólares no le alcanza para nada, menos ahora en medio
de la crisis. Antes, ella podía cubrir fácilmente sus
faltantes con un tarjetazo de su American Express, sobre todo a la hora de comprar
sus medicamentos en farmacias o su vituallas en
supermercados. Pero el banco, sin avisarle, le subió los
intereses cobrados de 17 a 29%, lo que elevó el mínimo que
ella debe de pagar cada mes. Como consecuencia de eso, dejó
el departamento que rentaba y se mudó con su hija, pues lo
que pagaba de renta lo emplea ahora para liquidar sus
deudas. “Ya ni siquiera voy al doctor, pues no tengo para
pagar lo que me toca del seguro”, dice, muy triste. Ella
es una de las personas que han debido pedir un préstamo
adelantado de su seguro de vida por $3,000 dólares de los
$40,000 que cubre su póliza, pero si no los puede pagar a
tiempo, entonces deberá pagar impuestos por el préstamo y
por las ganancias que obtuvo con el correr de los años pues
el IRS (la secretaría de hacienda estadounidense) le tomará
su seguro de vida como depósito bancario y no como futura
prestación. Y así como Greenleaf hay millones de
tarjetabientes que ya no pueden emplear tanto sus tarjetas,
pues se exponen a un crédito disponible menor y a intereses
leoninos... ¡vaya con los buitres crediticios!
Sí, haber vivido tantos años del crédito
tiene sus consecuencias, una de ellas, contemplar cómo uno
de los países más ricos ha perdido, de pronto, sus pasadas
fortunas, y ahora pareciera más un millonario venido a
menos, como aquéllos que durante la quiebra bursátil de
1929 se suicidaban arrojándose desde las ventanas de los
altos edificios, inconsolables por la súbita pérdida de
sus riquezas.
Y tan mal andan los negocios por allá,
de todo tipo, afectados por FICO’s y deudores insolventes,
que algunos intentos gubernamentales por controlar
cuestiones como la prohibición de fumar en lugares
cerrados, están siendo tomados como obstáculo
para ciertos sectores. Como cada vez son más estados en
donde se están aprobando leyes antitabaco, algunos
economistas, como el señor Michael Pakko, se han dado a la
tarea de investigar (seguramente aconsejados por los dueños
de restaurantes y bares) los efectos que esas ordenanzas han
tenido en la actividad económica. Según sus estudios,
realmente han disminuido las ganancias y ha habido despidos.
Por ejemplo, en tres casinos de Delaware bajaron, de acuerdo
con sus administradores, 15% las ganancias de las máquinas
tragamonedas luego de dos años y medio que las leyes
antitabaco se han estado aplicando. En otro estudio
conducido por dos economistas de las Universidades de
Wisconsin y de Carolina del sur, se halló que entre 2001 y
2004, por tales disposiciones, ha bajado la asistencia a
bares un 4%, ya que, dice Pakko, “fumar y tomar van de la
mano”. Y quizá en estos momentos en que la crisis apenas
está comenzando, ese tipo de supuestos estudios baste para
echar para atrás tales medidas o atenuarlas, todo en
“bien de la economía”, aunque la salud de los no
fumadores vaya de por medio (en México, por ejemplo, a
pesar de que ya están aprobadas medidas antitabaco que
también prohíben fumar en lugares cerrados, las cuales se
aplicarán en unas semanas más, muchos dueños de
restaurantes y bares están amparándose alegando,
justamente lo mismo que en EU, que eso, prohibir que se fume
en sus establecimientos, desalentará la entrada de gente
que tiene ese hábito, lo que afectará sus ganancias, y
seguramente que dada la laxitud con que aquí se aplican las
leyes, habrá seguramente “excepciones” a la regla,
presionados los legisladores por los emprendedores
“hombres de negocios”).
Como se ve, el atenerse a dudosos índices
numéricos tiene muy graves consecuencias, como las
referidas. Y si nos atenemos, siguiendo el juego, a esos números,
no sólo el FICO estadounidense no es ya confiable, sino que
la imagen de EU como superpotencia económica va quedando
atrás.
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