Crisis económica mundial con epicentro en Wall
Street
De mal en peor
Por Claudio Testa
Socialismo
o Barbarie, periódico, 20/03/08
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La hegemonía de EEUU en cuestión
EEUU es el
epicentro de una crisis económica y financiera mundial, en
momentos en que también está en crisis como potencia
imperialista hegemónica.
Aunque no
acabaron (todavía) en una debacle como la de Vietnam, sus
aventuras militares en Medio Oriente han tenido un saldo muy
desfavorable. En América Latina, la región que consideraba
como su patio trasero, su dominio también está
cuestionado. Los desastres de gobiernos como el de Chávez,
Evo & Cía. le han dado últimamente cierto aire, pero
de ninguna manera Washington ha podido restablecer las
pautas de acatamiento incondicional de los tiempos de Menem
o Fujimori.
Pero la
presente crisis viene a poner en cuestión, desde otros ángulos,
el poderío del imperialismo yanqui. Por ejemplo, los
delirantes gastos militares que implicaba su papel de
gendarme mundial. Un reciente trabajo de Stiglitz, ex
presidente del Banco Mundial, demuestra que las aventuras bélicas
de Bush han costado ya 3 billones de dólares. Esos
niveles de gasto se hicieron a costa de un endeudamiento
fenomenal. ¿Se podrán ahora mantener?
Esto lleva
a otra pregunta: con este desastre, ¿en qué medida Europa,
Japón, China y otros países van a seguir “bancando” a
EEUU?
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Las
primeras semanas de marzo registraron un nuevo escalón en
la crisis económico–financiera con eje en EEUU, pero que
se proyecta a todo el mundo.
Recordemos
que esta crisis, después de un largo proceso de incubación,
estalló a mediados del año pasado con el derrumbe del
mercado hipotecario estadounidense, colmado de títulos
basados en hipotecas de cobro dudoso.
Como
advertimos en ese momento (SoB 108, 17–8–07) y en la
revista Socialismo o Barbarie Nº 21, la cosa no
terminaría allí. Era la punta del iceberg de problemas
mucho más graves, que se relacionan con los llamados
“desbalances de la economía mundial”, y que en última
instancia ponen en cuestión la actual estructura del
mercado capitalista mundial, que emergió de la Segunda
Guerra con EEUU como centro de la economía, el comercio y
las finanzas.
La primera
convulsión del año pasado pudo ser contenida por la
intervención billonaria de los bancos centrales de EEUU, la
Unión Europea, Japón y otros países. Cientos de miles de
millones de dólares se volcaron a préstamos de urgencia
para sostener directamente a los bancos tambaleantes e
indirectamente a otras entidades financieras y empresas. Así
evitaron, en ese momento, un derrumbe de las bolsas y los
mercados financieros al estilo de 1929.
Sin
embargo, “la procesión siguió por dentro”. Y en los últimos
días los temblores han sido más graves que los del año
pasado. El epicentro de este último terremoto fue el
derrumbe del Bears Stearns, el quinto banco de inversión de
EEUU, con más de 80 años de trayectoria.
Hace apenas
un año, la acción de este banco se cotizaba a 170 dólares.
Ahora, al borde del abismo, fue comprado a 2 dólares la
acción por el JP Morgan Chase, a instancias del banco
central de EEUU (Federal Reserve), para poner sordina a las
repercusiones que hubiera tenido la abierta bancarrota del
Bears Stearns.
Una
crisis de múltiples dimensiones
¿Argentina se va a salvar?
Cuando
comenzaron las “dificultades” a mediados del 2007, todos
los presidentes latinoamericanos repitieron como loros la
misma frase: “No va a haber problemas. Aquí estamos blindados...”
Desde
entonces, ya han sido perforados muchos blindajes. Los
primeros en caer fueron los más tributarios de EEUU, como México
y los estados centroamericanos y el Caribe, particularmente
El Salvador, Honduras y República Dominicana.
Están
afectados por partida doble. Su comercio exterior se realiza
casi totalmente con EEUU. Además, una parte substancial de
sus ingresos financieros son las remesas de sus
inmigrantes desde EEUU. La reducción de sus remesas ha
sido el primer golpe. Es que, naturalmente, son ellos los
primeros en ser despedidos o ver rebajados sus ingresos.
La economía
argentina, montada en los altos precios de la soja y otros
alimentos, y más diversificada en el comercio exterior,
parece más a la distancia del desastre norteamericano. Pero
esto es un espejismo. Aunque no sienta directamente los
golpes de la crisis yanqui, como México o Centroamérica,
los va a sufrir indirectamente, vía el mercado mundial.
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Las
corridas y estallidos financieros como el de este mes tienen
ciertos efectos engañosos. Aparecen para el “gran público”
con bombos y platillos en las pantallas de TV y la primera
plana de los diarios. Pero a los pocos días, agotada esa
pirotecnia, todo aparenta volver a la “normalidad”. A lo
sumo se informa al mundo que un ángel salvador (en este
caso Ben Bernanke, titular de la Federal Reserve) evitó
–por esta vez– el Apocalipsis.
En verdad, ningún
problema de fondo se ha solucionado: ni ahora, ni
tampoco en las intervenciones de la Federal Reserve y demás
bancos centrales durante las corridas del año pasado. Por
el contrario, hoy existen muchos y más graves problemas
que han ido creciendo con el transcurso del tiempo.
Estamos,
entonces, ante una crisis de múltiples dimensiones.
Comenzó como un problema de hipotecas impagas de sectores
de menores recursos. Ahora, la crisis afecta a otras esferas
de la finanzas y también a la (mal) llamada “economía
real”. Veamos
algunas de esas dimensiones.
La primera
es que ahora la crisis está pudriendo al conjunto
del sistema financiero, no sólo el hipotecario.
Los bancos
centrales, especialmente la Federal Reserve, intentan
remediar la situación como si se tratara de una crisis
de liquidez de los bancos y demás entidades
financieras. Entonces, cuando aparece un foco de incendio,
echan chorros de miles de millones para tratar de apagarlo.
Pero, al
poco tiempo, el fuego reaparece allí o en otra parte,
porque no se trata exactamente de “iliquidez” sino de insolvencia.
Enormes bancos y sobre todo ese tropel de entidades
financieras cuasi–bancarias que florecieron con las
desregulaciones neoliberales se hallan bajo la sospecha de
estar tan fallidas como el Bears Stearns. Entre los
sospechados está nada menos que el Citibank.
Sin
embargo, nadie sabe a ciencia cierta la verdadera situación
de nadie. Uno de los “grandes negocios” de las
finanzas neoliberales fue la “titularización”. Los
bancos y entidades financieras ya no se hacían cargo
directamente de los préstamos (como, por ejemplo, las
hipotecas), sino que emitían títulos sobre esos préstamos,
que a su vez se vendían a otros bancos, fondos de inversión,
etc. El resultado es que las bóvedas están llenas de
papeles que nadie sabe si se cobrarán. Mientras tanto, el
valor de esos papeles se ha derrumbado (muchos se cotizan
hoy entre el 10 y el 20% de su valor nominal). La
“titularización” ha facilitado un contagio de la
crisis hipotecaria al resto de los valores. Esto lleva a la
situación de insolvencia de los bancos y entes financieros,
que se manifiesta como “falta de liquidez”.
A su vez, esto
tiene un efecto demoledor sobre la llamada “economía
real”. Los bancos que quieren salvarse están
obligados a recoger la soga de los créditos a la industria,
el comercio y los particulares. ¡No más créditos! ¡Ahora
hay que cobrar lo que antes se prestó! Así hoy en EEUU
impera el llamado “credit crunch” (literalmente,
contracción o “crujido” del crédito). Aunque las
grandes corporaciones suelen tener finanzas propias, el “credit
crunch” implica un palo en la rueda del conjunto de la
economía.
Esto tiene
consecuencias doblemente graves, porque EEUU es un país que
ya venía con un fenomenal grado de endeudamiento,
tanto de las empresas como de los particulares, y con una
tasa de ahorro inferior a cero. En esa situación, la
restricción del crédito es sinónimo de paralización de
la economía.
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Una crisis que va a tensar todas
las contradicciones
Una crisis
“global y duradera” y con “graves consecuencias
económicas” va a exacerbar
también globalmente todas las contradicciones, en
primer lugar, entre explotadores y explotados.
Es que el capitalismo no ha tenido ni
tendrá otra forma de solucionar sus crisis que haciéndo
las pagar a los trabajadores, con explotación, salarios de
hambre y desocupación.
Ya EEUU
muestra a los trabajadores del mundo cómo viene la mano.
Sobre los bandidos responsables de la crisis financiera, la
Reserva Federal derrama una lluvia de dólares, para
rescatar sus bancos y empresas en quiebra. Mientras tanto,
millones de hogares están perdiendo sus viviendas sin que
el gobierno intervenga. Y la primera respuesta capitalista a
la recesión son los despidos en masa, como los 74.000 en
General Motors hace algunas semanas.
Es para
esta perspectiva de un endurecimiento de los patrones y los
gobiernos que debemos prepararnos también aquí, en
Argentina. La brutalidad con que los empresarios, el
“nuevo” gobierno K y los matones de la burocracia
sindical hacen frente a los conflictos obreros no es una
casualidad ni se debe sólo a causas “nacionales”. Su
telón de fondo es la presente crisis del capitalismo
mundial.
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A su vez, el giro cada vez más
lento de la economía, expresado iniciamente en la caída de
las ventas minoristas, hace que los patrones comiencen a descargar
la crisis sobre los trabajadores. Las cifras de pérdidas
netas de empleos en febrero en el sector privado
no–campesino se eleva a la cifra récord de 63.000, y
llega a los 100.000 si se le suman los puestos perdidos en
la administración pública, especialmente por la bancarrota
de muchos municipios.
Una
crisis que se irradia a todo el mundo
Por una
vez, el Fondo Monetario Internacional acierta al decir, por
boca de su presidente, Strauss–Kahn, que “la crisis
será global y duradera" y con "graves
consecuencias económicas" para todo el mundo. Es
que la crisis norteamericana, desde su inicio, rebasó sus
fronteras. Hoy se irradia en todo el planeta y ya establece
también más dimensiones de la crisis.
Además del
“contagio” (vía la “titularización”) de la banca
internacional, especialmente la europea, hay otros rasgos de
importancia:
Uno es el
derrumbe del dólar frente al oro, el euro, el yen y
otras divisas, que pone cada vez más en cuestión su rol de
“moneda internacional”. Es también una de las
“correas de transmisión” de la recesión estadounidense
a la Unión Europea, Japón y a todos los países cuya
moneda se ha revaluado en relación al dólar.
Otro, no
menos notable, es el retorno de la inflación como fenómeno
mundial. Con mayor o menor intensidad, el aumento de los
precios al consumidor, especialmente en energía y alimentos
es hoy un fenómeno generalizado en los más diversos países
y regiones. Aunque las causas de esto son complejas, una de
ellas es que los capitales especulativos (después del
estallido de la burbuja hipotecaria) apuestan ahora a nuevas
burbujas, como por ejemplo, la petrolera, con aumentos de
precios que no tienen justificativos por crecimiento de
demanda ni por caída de la producción. Se avista así la
posibilidad de una crisis mundial con estanflación
(estancamiento con inflación).
El “carácter
global” de la crisis va golpear también sobre países
como China o la India, que aparecen como liderando el
crecimiento de la economía mundial. Si EEUU –el
“comprador de última instancia” de sus productos– se
hunde en una recesión severa, es problemático que puedan
compensar esto con una expansión del mercado interno.
Aunque con
enormes desigualdades entre los diferentes países y
regiones, la crisis se presenta, entonces, como mundial.
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