Exuberancia
irracional en EEUU (1880-2006)
Por
Jürgen Schuldt
AlterEconomía,
marzo 2008
En una
conferencia que versaba sobre la historia del sistema
monetario estadounidense, el entonces presidente de la
Reserva Federal introdujo una expresión que se ha hecho
famosa: "exuberancia irracional".
Curiosamente
aparece en una frase marginal de su discurso, donde alude ¡al
caso del Japón! Sin embargo, las palabras de Alan Greenspan
merecieron que las Bolsas de casi todo el mundo respondieran
a la baja al día siguiente (6 de diciembre de 1996):
-4% en Londres y Fráncfort, -3,2% en Tokio, -2,9% en
Hong-Kong, -2,3% en Nueva York; etc. Lo que quiere decir que
los 'inversionistas' interpretaron sus palabras como un
anuncio de que la política monetaria se ajustaría, de que
las bolsas de valores caerían o de que dejarían de ser tan
rentables como lo habían sido hasta ese momento.
Después
del susto inicial, el índice Standard & Poor (S&P)
en términos reales, que se encontraba en 743 puntos, siguió
subiendo exponencialmente durante los tres años siguientes,
hasta duplicarse y llegar a su máximo de 1486 en agosto del
2000. Ese fue el momento que marcó el fin de la 'burbuja'
de internet. Y nótese que el pavor que Greenspan infundiera
a 'los mercados' en aquella oportunidad, se materializó 45
meses después de su célebre eslogan. De ahí en adelante,
el índice S&P se desplomó paulatinamente en un 43 por
ciento hasta enero del año 2002, para volver a coger viada
hasta que explotó la burbuja hipotecaria que soportamos
ahora, cinco años después.
Aunque los
economistas tenemos una fama similar a la de los astrólogos
y psíquicos cuando se trata de verificar nuestras
capacidades predictivas, poseemos algunas herramientas que
nos permiten acercarnos -en algunos casos- a las tendencias
futuras de algunas variables. En el caso concreto de la
Bolsa, probablemente el mejor indicador -no el único,
ciertamente, porque el olfato, el oído y la experiencia
también juegan un papel- para determinar si existe
"exuberancia irracional" es la relación P/E (price/earnings),
que los expertos suelen utilizar para determinar si una acción
está o no 'barata'. Nosotros utilizaremos un índice
parecido, elaborado por Robert J. Shiller, autor
precisamente del célebre libro Irrational Exuberance,
publicado en el 2000, quien modifica la relación P/E y que
llamaremos P/G, en español (por precio/ganancia).
Se calcula
dividiendo el índice de precios de las acciones del S&P
entre el índice de los 'rendimientos' de las acciones
(promedio móvil de una década), ambos deflactados (para
corregir la inflación). Los rendimientos incluyen la
ganancia de capital y los dividendos. Adjuntamos el gráfico
de ese índice P/G, que usted puede observar mes a mes entre
1881 y 2006. El indicador expresa lo siguiente: hasta qué
punto es caro el mercado (P) en relación a una medida
objetiva de la capacidad que tienen las empresas para
obtener ganancias (G).
En el
amplio periodo que abarca la serie se observan fluctuaciones
muy erráticas; el promedio del índice P/G para todo ese
lapso es de 18,4. Para no exagerar, daremos por sentado que
la "exuberancia irracional" se produce cuando ese
índice sobrepasa los 20 puntos, y que se marca por los
puntos que están encima del área sombreada del gráfico
adjunto. Se distinguen claramente los picos más
pronunciados, referidos a 1901, 1929, 1966 y 2000, así como
también el del año 2006, momento a partir del cual se
pincha la burbuja hipotecaria. La lección que se desprende
es que esos procesos de optimismo excesivo son
relativamente comunes en las bolsas y que, tarde o temprano,
revientan para luego recuperarse. Prácticamente cada
treinta años se alcanza un punto máximo, cuyo ascenso se
sostiene inicialmente en procesos realistas de ganancia (por
progresos técnicos acelerados o posibilidades efectivas de
ganancia, como por ejemplo en el sector inmobiliario), pero
que seguramente pierden realismo y que a partir de
determinado momento sucumben a la euforia por procesos
psicológicos (como los efectos "concurso de
belleza" de Keynes, los de tipo "manada" y
similares) que vienen acompañados por la facilidad con la
que otorgan créditos las instituciones financieras.
En pocas
palabras, los procesos de "exuberancia irracional"
pueden detectarse en base al indicador de Shiller (proceso
que se inicia cuando P/G rebasa los 20 puntos). Sin embargo,
es imposible pronosticar el instante preciso en las burbujas
estallan, momento a partir del cual se desatan las
consiguientes crisis bursátiles, dado que el punto de
quiebre puede darse en cualquier instante y desencadenarse
por una infinidad de procesos nimios, no necesariamente tan
drásticos como una subida repentina del precio del petróleo,
pérdidas masivas o quiebra de empresas blue chips,
guerras internacionales, atentados terroristas, etc.. Lo que
es una lástima, ya que -de ser factible un pronóstico
aproximado- podrían evitarse tantas angustias,
especialmente entre los millones de familias que ahorran
para su jubilación sin conocer bien los mecanismos de
funcionamiento y la dinámica de las Bolsas (que se parecen
cada vez más a nuestros fuleros casinos), animados por las
ganancias extraordinarias temporales que puedan obtener sus
vecinos, o porque las anuncian ingenuamente los diarios, o
por los intereses no siempre celestiales de los agentes bursátiles.
La
recurrencia de las crisis bursátiles y la exuberancia
irracional nos obligan a repasar nuestras lecturas de clásicos
olvidados para facilitar la comprensión de la peculiar dinámica
financiera del capitalismo contemporáneo. Esperamos, para
una próxima entrega, volver a conceptos desdeñados cada
vez más relevantes, tales como el "capital
ficticio" (Marx, El Capital, vol. III; sección
quinta) y los de las variedades de financiamiento
"especulativo" y del tipo "Ponzi" (Hyman
Minsky, Can 'It' Happen Again?), así como a las
contribuciones de Joseph Schumpeter (cap. 3 de su Teoría
del desenvolvimiento económico) en la materia.
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