El arroz, la muerte y el dólar
Por
Spengler
Asia
Times, 22/04/08
Rebelión, 23/04/08
Traducido por Germán Leyens
La crisis alimentaria global es un
fenómeno monetario, una consecuencia no prevista del
intento de EE.UU. de inflarse un camino de salida de un
fracaso del mercado. Hay motivos a largo plazo para el
aumento de los precios de los alimentos, pero el alza sin
precedentes en los precios de los granos durante el pasado año
proviene de la debilidad del dólar estadounidense. La
miseria económica de Washington amenaza ahora con
convertirse en una catástrofe geopolítica.
Hace
meses sugería que China, Rusia y otras naciones ricas en
efectivo tienen el antídoto para la incipiente crisis
crediticia: “Si EE.UU. quiere seguir siendo el imán para
los flujos de capital del mundo en el que se convirtió en
los años noventa, tendrá que permitir que los ahorristas
del mundo se conviertan en socios en la economía de EE.UU.,
es decir, que inviertan en sus compañías de primera línea.”
(Western grasshoppers and
Chinese ants, Asia Times Online, 5 de septiembre de
2007.)
No
sucedió nada semejante, desde luego, ya que Washington ha
dejado en claro que no permitirá que fondos soberanos sean
dueños de algo como Citicorp. ¿Qué están haciendo los
inversionistas del mundo con el billón de dólares por año
que solían invertir en valores estadounidenses, incluyendo
en derivados de alto riesgo y varias formas de obligaciones
colateralizadas que resultaron tener más obligación que
colateral? No están comprando compañías estadounidenses
porque no se les permite hacerlo. En su lugar compran
alimentos y otros depósitos de valor.
Washington
ha debilitado el valor del dólar como un paliativo para la
crisis crediticia, tanto que “nadie parece dudar que el dólar
de EE.UU. perderá su condición de moneda de reserva
mundial,” como lo escribió la periodista Amity Shlaes en
una columna de Bloomberg News del 9 de abril
intitulada “Los monjes podrían tener la clave para el
futuro del dólar.”
“Tal
vez el dólar no entregará tan pronto su papel de sostén,”
continuó Shlaes. “Y tal vez esa pérdida, si ocurre,
sucederá por eventos que no pasan en ningún lugar cercano
a hombres en trajes en un banco central. Tal vez la
respuesta al acertijo del dólar puede ser hallada en la
imagen de una foto en un teléfono celular de un monje
tibetano en carmesí y naranja enfrentándose a un soldado
chino... China puede caer en años de caos étnico. En
cualquiera de esos casos, el nuevo gobierno chino no se verá
obligado a producir el mismo crecimiento, y por lo tanto no
gastará una energía proporcional cuidando al dólar... El
destello de naranja en la túnica del monje es
suficientemente importante como para cambiar la perspectiva
para el billete verde.”
Descarriada
no es la palabra adecuada para esta manera de pensar. Por
poco probable que pueda ser, no se puede excluir la
posibilidad de que el “caos étnico” aflija a China en
algún momento en el futuro. Lo que puede ser dicho con
certeza es que mucho antes de que el caos llegue a China,
habrá deshecho gran parte del resto del mundo.
China
está cambiando sus reservas de dólares de EE.UU., que se
deprecian, por cosas de valor, en especial arroz, con
consecuencias inquietantes para países dependientes, y
consecuencias mortíferas para la política exterior
estadounidense.
La
gráfica que sigue muestra el precio de 100 libras de arroz
en relación con la paridad del euro frente al dólar de
EE.UU. durante los últimos 12 meses. El ajuste regresivo es
de un 90%. Hay una relación aún más estrecha entre el
precio del arroz y el precio del petróleo, otro depósito
de valor contra la depreciación del dólar.
Precio del arroz frente a la tasa euro/dólar 15.04.07 a
15.04.08
Como
deja en claro la gráfica, el aumento de 10 a 24 dólares
del coste del arroz por quintal durante el último año
sigue la huella del valor declinante del dólar
estadounidense. El vínculo entre la paridad declinante de
la unidad de EE.UU. y el precio creciente de productos básicos,
incluyendo el petróleo así como el arroz y otras mercancías,
es indiscutible. China ha cotizado agresivamente por arroz
durante todo el año, y la semana pasada prohibió las
exportaciones de arroz, junto con Vietnam y varios otros
productores.
Tasa
euro/dólar frente al arroz y el petróleo, 16.04.07 a
16.04.08
Para
los países en desarrollo cuyas monedas rastrean al dólar
estadounidense y cuyo poder adquisitivo disminuye junto con
la unidad de EE.UU., esto es una catástrofe, como advirtió
la semana pasada en Washington el presidente del Banco
Mundial, Robert Zoellick, al Grupo de Siete naciones
industriales. La seguridad alimentaria se ha convertido
repentinamente en el ítem principal en la agenda estratégica.
Nunca
antes en la historia se ha convertido el hambre en una
amenaza global en un período de cosechas abundantes. La
producción global de arroz alcanzará un récord de 423
millones de toneladas en el año de cosecha 2007–2008,
suficiente para satisfacer la demanda global. El problema es
que sólo un 7% del suministro de arroz del mundo es
exportado, porque la demanda local es satisfecha por la
producción local. Cualquier aumento importante en las
reservas de arroz corta profundo en el suministro disponible
para la exportación, llevando a un pico en los precios.
Debido a que una proporción tan pequeña del suministro
global de arroz es comercializada, el choque monetario por
el dólar débil fue suficiente para más que duplicar su
precio.
No
es sólo el arroz, desde luego, lo que compran los países
ricos en dinero efectivo del mundo como un depósito de
valor; el precio del trigo, la soya y otros granos han
aumentado casi a la misma velocidad. Esto podría dar el
golpe mortal a los desventurados esfuerzos de EE.UU. por
estabilizar el Oriente Próximo, donde una mayor proporción
de gente empobrecida come gracias a subsidios estatales que
en ninguna otra parte del mundo. Egipto ha sido el sostén
de la diplomacia estadounidense en el mundo árabe desde el
gobierno de Jimmy Carter (1977 hasta 1981), y es
extremadamente susceptible al hambre. Los precios de
alimentos han aumentado este año en un 145% en el Líbano y
en un 20% en Siria. Los iraquíes dependen de subsidios
alimentarios financiados por la ayuda estadounidense.
Reducida
a lo esencial, la política exterior de EE.UU. buscó dos
objetivos inalcanzables: estabilizar Oriente Próximo y
desestabilizar China. Esto es una exageración, por
supuesto, porque Washington no buscaba sembrar la
inestabilidad, sino sólo poner a China en su sitio a través
del asunto tibetano.
El
gobierno de George W Bush igual podría haber utilizado al
Departamento de Estado como escenario para el show de
telerrealidad Jackass [estúpido[. La arrogancia
estadounidense ha erosionado el terreno bajo muchos de los
gobiernos de los que depende su política exterior. Es difícil
caracterizar lo que vendrá ahora, excepto que, como las
cabriolas en Jackass, es algo que va a doler.
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