El
cártel anglosajón de la guerra alimentaria
Seis
trasnacionales controlan granos y cereales
Por
Alfredo Jalife–Rahme
La
Jornada, 23/04/08
Las
alzas descomunales en los precios de los alimentos
ocurrieron en paralelo a las apuestas sin precedente con los
contratos de futuros, mediante los ominosos hedge–funds
(fondos de cobertura de riesgos) en las bolsas de materias
primas agrícolas del Chicago Board of Trade y en el eje
agromercantilista Kansas–Minneapolis–Londres. El precio
del arroz se duplicó dramáticamente en los primeros tres
meses del año al pasar de 360 dólares a 760 dólares por
tonelada métrica.
William
Pfaff (WP) coloca el dedo en la llaga después de repasar
todas las causales enunciadas de la crisis alimentaria
global: “En forma extraña, poco se ha dicho sobre el
papel de la especulación en los precios de las materias
primas en general y específicamente de los alimentos”
(Tribune Media Services Internacional, 16/4/08) y explica
que el “volumen de contratos se ha incrementado 20 por
ciento desde el inicio del año” en el mercado de Chicago
CME Group (fusión del Chicago Mercantile Exchange y Chicago
Board of Trade) que “cotiza 25 materias primas agrícolas”.
Más aún: “los hedge funds se encuentran muy activos”
en un negocio circular y “están comprando también las
empresas que almacenan los granos”.
No
dice que tal permisividad en los “mercados” solamente se
explica mediante la “guerra alimentaria” que no se
atreve a pronunciar su nombre y que, a nuestro juicio, ha
sido desatada subrepticiamente por la dupla anglosajona, hoy
en caída libre financiera, con el fin de dañar a sus
triunfantes competidores geoeconómicos.
Antes
de la “ronda Uruguay” de 1984, países como México e
India, que eran autosuficentes, hoy se han vuelto
deficientes: a partir del ingreso de las trasnacionales
alimentarias anglosajonas al “mercado”, gracias al
picaporte de la disfuncional OMC.
En
un deslumbrante estudio, Dani Rodrik, de la Escuela Kennedy
de Harvard, desmenuza el cataclismo en Latinoamérica que
produjo el decálogo neoliberal del Consenso (sic) de
Washington, formulado por el FMI y el Banco Mundial (Items
& Issues; The Social Science Research Council; Nueva
York; invierno–primavera 07–08).
El
parteaguas del control alimentario de la humanidad se gestó
en la aciaga década thatcheriana de los 80 mediante la
desregulación y la privatización agrícola. Con el auge de
la globalización en 1995, la OMC combatió la “reserva”
de los alimentos como una “distorsión mercantil”, lo
que dio vuelo a las trasnacionales agro–farmacéuticas
anglosajonas para dominar el “mercado”, como Monsanto,
Cargill, Dupont y Novartis, que gozan con derechos de
patentes (¿de corso?) para controlar los métodos de
siembra, así como la bioingeniería de las semillas.
Una
de las consecuencias de la “apertura” alocada del sector
agrícola de la OMC le concedió el dominio financiero a las
trasnacionales agroalimentarias, las principales enemigas públicas
del género humano, como Cargill, Bunge, ADM y el dizque
“filántropo” George Soros, convertido en el dueño de
la pampa argentina, donde 50 por ciento de las tierras
arables son prácticamente de monocultivo de la soya a
expensas de otros granos.
La
empresa Generation Investment Management, con sede en
Londres, es propiedad del “ambientalista” Al–Gore,
quien está asociado con David Blood (que le hace honor a la
traducción de su apellido del inglés), anterior directivo
del banco de inversiones estadounidense Goldman Sachs con
fuertes inversiones en la empresa danesa Novo Nordisk, cuya
filial Novozyms participa en 40 por ciento del proceso de
destilación del bioetanol con enzimas.
En
la prospectiva del Apocalipsis bíblico faltó agregar otro
jinete: el bioetanol, cuyo principal efecto deletéreo ha
provocado hambruna en casi 900 millones de seres humanos
–al menos que tal sea el efecto buscado por el cártel
alimentario anglosajón. En este año 12 por ciento de la
cosecha de maíz mundial será utilizado para bioetanol.
Una
docena de compañías claves, aliadas a unas 40 empresas
medianas, dominan la cadena alimenticia en cuya cúpula se
encuentra el cártel de las seis trasnacionales de granos:
Cargill, Continental CGC, Archer Danields Midland (ADM),
Louis Dreyfus, André y Bunge and Born. Su dominio es prácticamente
absoluto en el mundo de los cereales y los granos desde el
trigo, maíz y avena, pasando por el sorgo, cebada y
centeno, hasta las carnes, lácteos, aceites y grasas
comestibles, frutas, vegetales, azúcar y especias. Un
organigrama del cártel alimentario tendría a la cabeza a
Archer Danields Midland, Unilever, Grand Metropolitan
(Pillsbury), Cargill y Cadbury, que se subdividiría en
siete rubros:
1. Granos (Continental, Cargill, Bunge & Born,
Louis Dreyfus, ADM–Topfer, André, Quaker Oats); 2. Carnes
(BP, Conagra, Cargill, Sara Lee, Hormel); 3. Lácteos (Nestlé, Borden, Kraft, M.E. Frank, Hoogwegt,
Unilever); 4. Aceites
y grasas comestibles (Unilever, ADM, Procter & Gamble);
5. Azúcar/cacao (Nestlé, Tate & Lyle, Cadbury); 6.
Bebidas (Guiness, Bass, Seagram, Coca–Cola, Pepsi–Cola,
Anheuser Busch); y 7. Distribución
(Nestlé, Grand Metropolitan–Pillsbury, RJR Nabisco,
Phillip Morris, Kellogg, General Mills, United Biscuit, BSN,
Hillsdown Holdings, Ralston Purina, Safeway, Chiquita
International).
Cargill
exporta 25 por ciento de granos de EU y es de las
principales empresas de ese país con ingresos por 88 mil
300 millones de dólares el año pasado; opera con una
importante rama financiera para riesgos en los mercados de
futuros y cuenta con un hedge fund: Black River Asset
Management.
Continental
CGC se ha especializado en cereales, aves, porcicultura,
carne de res, inversiones en seguros, bienes raíces y
compra de activos empresariales. Archer Daniels Midland
(ADM) se ha consagrado al negocio de los biocombustibles y
43 por ciento de sus ganancias provienen de productos
subsidiados por el gobierno estadounidense.
La
madeja de integración vertical y horizontal del cártel
alimentario es impactante, pero más asombroso resulta el
paraguas financiero de sus otrora grandes bancos (antes de
su insolvencia global), primordialmente anglosajones y
suizos, vinculados con su estructura operativa de control
del aparato gastrointestinal del impotente género humano
totalmente avasallado. ¿Cómo vamos a responder los
ciudadanos del mundo a este desafío mayúsculo?
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