Las
explicaciones falsas de la crisis alimentaria
en la prensa
Por
Eric De Ruest
CAMDT, 26/04/08
Desde
hace días se suceden las manifestaciones populares en
varios países del Sur. Los motivos del descontento son
semejantes en todos los casos: los precios de los alimentos
básicos han experimentado una fuerte y rápida subida, y
las poblaciones, ya empobrecidas por la globalización, son
incapaces de asumir esta carga añadida. ¡Los pueblos
tienen hambre! Las causas del estallido son múltiples, pero
globalmente obedecen a dos incentivos económicos. Por un
lado, una especulación de repliegue sobre los géneros
alimentarios tras la crisis de las hipotecas de riesgo, y
por otra la producción de agrocarburantes y el
calentamiento climático. Sin embargo, hay periodistas que
responsabilizan en sus artículos a las autoridades
africanas de las catastróficas políticas alimentarias,
como si no supieran que las políticas agrícolas del Sur
están sometidas a las directrices del Banco Mundial, el
Fondo Monetario Internacional (FMI) y los Acuerdos de
Asociación Económica (AAE).
Quienes
condicionan la opinión pública hacen gala de una ligereza
sospechosamente escorada. Por ejemplo, en la prensa escrita
belga leemos: «Muchos países del continente [africano]
importan alimentos en vez de producirlos porque las
autoridades locales dan prioridad a los cultivos de
exportación para cobrar divisas que les permitan comprar lo
que no producen» |1|. Curiosa síntesis. Tan curiosa como
simplista, porque como quien no quiere la cosa exculpa las
políticas neoliberales de privatización y planes de ajuste
estructural (PAE) impuestas desde hace treinta años por las
instituciones financieras internacionales y los gobiernos
del Norte al resto del mundo.
Durante
la crisis de la deuda de principios de los ochenta, las
instituciones de Bretton Woods impusieron a los países del
Sur unos PAE |2|. Estos mecanismos, ortodoxamente
neoliberales, afectan a todos los sectores sociales. En
efecto, para los teóricos neoliberales los beneficios de la
mundialización se notarán cuando cada región produzca
aquello en lo que más sobresale, dejando a las demás
regiones la producción de la mayoría de los artículos que
necesita. Viene a ser la teoría de las ventajas
comparativas enunciada en 1817. Por ejemplo: un país
especialmente apto para el cultivo del cacao debe renunciar
a producir los cereales, los aceites vegetales y las
legumbres necesarios para la alimentación de sus
habitantes, y debe cambiar en el mercado mundial su producción
por todo lo que le falta. Se tata, pues, de renunciar a los
cultivos seculares y esenciales de géneros alimentarios, y
a la soberanía alimentaria de los pueblos, para seguir el
juego de los economistas.
Un
juego peligroso que no ha tardado en mostrar sus
limitaciones, como se puede comprobar en sus repetidos
fracasos (en Haití, Senegal, Burkina Faso…). Peligroso
porque pasa por alto la destrucción de la biodiversidad en
beneficio de los monocultivos de exportación, así como el
impacto ecológico desastroso del transporte necesario para
todas esas mercancías. Además, ¿cabe pensar, sin una política
voluntarista de control de precios, que un país productor
de cacahuete, cuyo precio en el mercado mundial apenas ha
variado durante 20 años, podrá importar los tractores y el
petróleo que necesita para mantener su producción en el
mercado? Si el barril de Brent marca un máximo detrás de
otro y los precios de los productos manufacturados superan
con creces los del triste cacahuete, no es difícil imaginar
una catástrofe, que se traduce en la ruina y la hambruna
del campesinado local y la emigración inevitable de buena
parte de esa población a los suburbios pobres.
¿Qué
clase de teoría es esta, elaborada por círculos
intelectuales pretendidamente serios, que desdeña la
biodiversidad, la soberanía alimentaria de los pueblos, las
destrucciones causadas por las catástrofes naturales o
humanas propiciadas por el monocultivo, la esencia caótica
del mercado |3| y la contaminación generalizada?
Una
estrategia deliberada de transformación social a escala
mundial
En
su primer informe de 1999 sobre los PAE, Fantu Cheru |4|
explica que van «más allá de la simple imposición de un
conjunto de medidas macroeconómicas a escala interna; son
la expresión de un proyecto político, de una estrategia
deliberada de transformación social a escala mundial que se
propone convertir el planeta en un campo de acción donde
las sociedades transnacionales puedan operar a sus anchas.
En resumen, los PAE sirven de correa de transmisión para
facilitar el proceso de mundialización que pasa por la
liberalización, la desregulación y la reducción de la
función del estado en el desarrollo nacional».
Reducción
de la función del estado. Lo dice un relator especial de
las Naciones Unidas, pero Fantu Cheru no es el único
relator de las Naciones Unidas que menciona en sus informes
las consecuencias nefastas de los PAE. Podemos encontrar críticas
detalladas en los trabajos de otros expertos de la ONU en
derecho a la vivienda, derecho a la alimentación y derecho
a la educación |5|, ámbitos en los que las instituciones
financieras internacionales imponen la privatización para
dejar vía libre al apetito insaciable de las
multinacionales. Los gobiernos de los países del Sur (de África
en particular) |6| se han visto obligados a aceptar los PAE
y ceder buena parte de su soberanía a causa de una deuda
contraída por dictaduras o con sus potencias coloniales
(una cosa no excluye la otra) y transferidas a los estados
independizados. Por lo tanto, afirmar que los gobiernos del
Sur tienen capacidad para tomar decisiones estratégicas
sobre la alimentación denota una falta de honradez
intelectual, o al menos una falta de información, indigna
del periodismo que cabe esperar en democracia. Echarles la
culpa a los africanos es un gran embuste que no ayuda
precisamente a crear un clima fraternal entre los pueblos.
Un
ejemplo para entender las consecuencias negativas de los
PAE: Haití
Los
motines que han estallado hace poco en Puerto Príncipe y
otras ciudades haitianas han acabado en un baño de sangre.
En total, unos cuarenta heridos, catorce de ellos por arma
de fuego, y por lo menos cinco muertos. Sin embargo, estas
manifestaciones eran el resultado previsible de una brusca
subida del precio del arroz (del orden del 200 %). Si el 82
% de la población vive en condiciones de precariedad
absoluta, con menos de dos dólares diarios, no debe extrañar
semejante reacción ante el aumento de precio. Haití gasta
el 80 % de sus ingresos por exportación en importar géneros
para cubrir sus necesidades alimentarias |7|. Pero no
siempre ha sido así. Antes de que los Duvalier padre e hijo
extendieran su manto de plomo dictatorial (de 1957 a 1986),
el país se bastaba a sí mismo para alimentarse. Pero también
aquí se confirmó la propensión de las instituciones
financieras internacionales por las dictaduras, y el pueblo
haitiano, además de los sufrimientos personales (torturas,
ejecuciones sumarias, clima de terror permanente creado por
los tontons macoutes) tuvo que apechar con una deuda externa
que en septiembre de 2007 ascendía a 1.540 millones de dólares
|8|.
El
sector agrícola es el que acusa más duramente las
exigencias de los acreedores, y como la mayoría de la
población es rural las consecuencias han sido graves. ¿El
origen? Sobre todo en la rebaja de los aranceles impuesta a
los países del Sur, pero pocas veces respetada por Europa y
Estados Unidos. Así es como se ha gestado el encadenamiento
fatal: llegada de un arroz producido en el extranjero a
menor coste (por estar subvencionado), éxodo a las ciudades
de muchos campesinos arruinados e imposibilidad de reacción
del mercado local ante la fuerte subida de precios en el
mercado internacional. Aquí, como en otros lugares, los
beneficios de la liberalización son inexistentes para la
mayoría de la población y, por el contrario, los
perjuicios son graves.
Un
tsunami de origen demasiado humano
Cuando
los bomberos pirómanos pontifican, la prensa se apresura a
difundirlo. Todos los periodistas europeos citan al unísono
la frase poco feliz de L. Michel |9|: «Un tsunami económico
y humanitario». Se diría que la crisis tiene una causa
extrahumana, semejante a una catástrofe natural. Sin
embargo, como hemos explicado antes, las causas de la crisis
son el resultado de unas políticas dictadas por los medios
financieros a los gobiernos del Sur. Una de las causas de la
crisis es también nuestra voracidad energética. Los
agrocarburantes compiten en el mercado con los géneros
alimentarios. La especulación creada en torno a este
alimento transformado en carburante empuja los precios de
los cereales y el azúcar hacia nuevos máximos. Hasta Peter
Brabeck, presidente de la multinacional Nestlé, se muestra
preocupado por la situación en una entrevista concedida al
periódico suizo NZZ am Sonntag del 23 de marzo de 2008. Según
dice, si se pretende cubrir el 20 % de la demanda petrolera
con agrocarburantes, no habrá nada que comer |10|
Ha
llegado, pues, el momento de abandonar este modelo nefasto
de (sub)desarrollo y dejar que las poblaciones cultiven
prioritariamente para su mercado interior. Actualmente, con
los conocimientos adquiridos en el ámbito de una
agricultura respetuosa con el medio, podemos plantearnos la
autonomía alimentaria en todo el planeta y hacer valer un
derecho humano fundamental, el de estar bien alimentado. Las
consecuencias positivas no se dejarían esperar, primero en
la salud de las personas y luego en la educación, con una
mejora de la calidad de vida en todas las latitudes.
(*)
Traducido por Juan Vivanco.
|1|
La libre Belgique, artículo de M.F.C. (con AFP y Reuters),
jueves 10 de abril de 2008, p. 4.
|2|
Véase E. Toussaint, La finance contre les peuples: La
bourse ou la vie, , cap. 8, p. 187 coedición
Syllepse/CADTM/CETIM, 2004.
|3|
Benoît Mandelbrot ha ideado, desarrollado y utilizado una
nueva geometría de la naturaleza y el caos. Menos conocido
es que la geometría fractal es el fruto de los estudios
económicos de Mandelbrot durante los años sesenta. Para más
información, véase : Fractales, hasard et finance, de Benoît
Mandelbrot, 1959–1997 (traducción de A. García Leal,
Fractales y finanzas, Tusquets, 2006).
|4|
Experto independiente de la antigua Comisión de Derechos
Humanos de la ONU (sobre los efectos de los PAE en el
ejercicio efectivo de los derechos humanos – informe
E/Constantinopla.4/1999/50 del 24 de febrero de 1999).
|5|
Véase el opúsculo editado por el CETIM Dette et Droits
Humains, diciembre de 2007.
|6|
Por ejemplo, en Congo, el 30 de junio de 1960, día de la
independencia, la deuda directa ascendía a 921.096.301,44 dólares
(Tomado del artículo de Dieudonné Ekowana).
|7|
Lo que deja poco margen para todo lo demás, que sin embargo
es necesario para el desarrollo del país. El dúo infernal
FMI/BM no ha podido alardear de ningún éxito de sus políticas
en este país.
|8|
Según el Banco Mundial y la Oficina de las Naciones Unidas
contra la Droga y el Crimen, Bébé Doc malversó entre 300
y 800 millones de dólares.
|9|
Comisario europeo de Cooperación y Acción Humanitaria.
|10|
Lo mismo que el todavía primer ministro italiano Romano
Prodi, escéptico sobre los beneficios de los
agrocarburantes y alarmado por el efecto negativo que puede
tener este sucedáneo del petróleo en la producción de
alimentos.
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