El
director del Banco Mundial, hombre de Bush, es uno de los
causantes de la crisis alimentaria
Los
responsables de la hambruna
Por
Raj Patel (*)
El Periódico, 02/05/08
Todos los
que entienden las verdaderas causas de la actual crisis
mundial de la alimentación empiezan a alucinar cada vez que
el presidente del Banco Mundial, Robert Zoellick, hace
declaraciones sobre el tema.
Hace unos días
alzó su voz apocalíptica para lamentar la enorme subida de
los precios de los alimentos. Según él, el libre comercio
es ahora un imperativo de carácter humanitario, ya que es
la única manera de garantizar que los pobres tengan comida.
Zoellick,
al igual que su antecesor en el cargo, Paul Wolfowitz, y
Condoleezza Rice son miembros del grupo los Vulcanos (The
Vulcans), los cerebros de la política exterior de George
Bush. Por ahora, la oleada de disturbios populares que
estamos viendo ya ha significado la caída del primer
ministro de Haití. Y ha habido manifestaciones de protesta
en México, India y Egipto, entre otros lugares.
Las causas
de esta subida vertiginosa de los precios son múltiples,
una tormenta perfecta que resulta de la suma de muy diversos
factores. Han intervenido la subida de los precios del petróleo,
el rápido aumento de la demanda de carne en países de
desarrollo medio, la especulación financiera y la dedicación
de cultivos agrícolas a la fabricación de biocombustibles.
Sin embargo, no es la primera vez en la historia que hay
grandes fluctuaciones de los precios de los alimentos.
El
motivo
El motivo
por el que la inflación de precios de los alimentos es
ahora tan aguda y trágica tiene mucho que ver con Robert
Zoellick y sus amiguetes. Antes de reemplazar a Paul
Wolfowitz al frente del Banco Mundial, Zoellick era el
representante de EEUU en la Organización Mundial del
Comercio. Desempeñando esas funciones, Zoellick se ganó
una gran reputación como negociador duro y correoso.
Inagotable en la discusión sobre todos y cada uno de los
detalles de los acuerdos y exigente en grado máximo cuando
se trataba de imponer a los países pobres todo el credo de
los economistas neoconservadores. Su misión consistía en
abrir rápidamente mercados a los productos norteamericanos
en todo el mundo. Sobre todo en las exportaciones agrícolas.
En la práctica, para conseguir ese objetivo tenía que
lograr que los países pobres aceptaran, en nombre de la
libertad de comercio, la prohibición de almacenar los
excedentes de grano (con la excusa de que las montañas de
comida interfieren en el funcionamiento del mercado), la
prohibición de mantener barreras tarifarias en sus aduanas
(con idéntica excusa) y la prohibición de subvencionar y
dar ayudas de ningún tipo a sus agricultores ("tienen
que aprender a competir", les decía Zoellick).
Sin
parachoques
Por
desgracia, cuando desaparecen todas las políticas de ayuda
a los campesinos no hay ningún parachoques que suavice el
brutal impacto de la subida de los precios contra los estómagos
vacíos de los pobres de la tierra. Los gobiernos de los países
en vías de desarrollo ya no pueden recurrir a estimular a
los agricultores que tienen explotaciones pequeñas porque a
esos pequeños agricultores se los han llevado por delante
las importaciones de alimentos baratos (y, estos sí,
subvencionados por sus poderosos y ricos gobiernos)
procedentes de Estados Unidos y de la Unión Europea.
Tampoco
queda el antiguo recurso consistente en luchar contra el
hambre con el grano almacenado en los años de buenas
cosechas, porque esos superávits fueron vendidos hace
tiempo para pagar los intereses de la deuda externa. Tampoco
se pueden aumentar los subsidios de ayuda a los más
desfavorecidos, porque en honor de la libre competencia los
subsidios han sido barridos.
Que quede
claro: el motivo por el cual la grave inflación de precios
alimentarios ha sido tan dura para los pobres es,
sencillamente, porque ya no hay manera de protegerlos. Y los
que se han cargado los antiguos métodos de ayuda a los
pobres son el Fondo Monetario Internacional, la Organización
Mundial del Comercio y el Banco Mundial. Incluso el Grupo de
Evaluación del propio Banco Mundial acepta que la eficacia
de las políticas aplicadas por el Banco Mundial en la
agricultura ha sido escasa. Por decirlo en los términos,
muy delicados, que emplea el Grupo de Evaluación, "en
la mayoría de los países que se encuentran en proceso de
transformación, cuando el sector público abandonó el
terreno, el sector privado no acudió a llenar el vacío".
Consecuencias
de la “liberalización” de la agricultura
La
agricultura fue liberalizada, pero a la mano invisible del
mercado no se la ve por ningún lado. Aunque se constató
que el sector privado no invertía en agricultura, las
instituciones liberales siguieron prohibiendo la intervención
del sector público en apoyo de los agricultores. Porque los
acuerdos de liberalización del comercio, y las condiciones
que imponía el Banco Mundial para conceder sus préstamos,
han hecho imposible la soberanía alimentaria, por decirlo
en el término acuñado por el sindicato internacional de
pequeños agricultores, Vía Campesina.
Por eso,
cuando vemos al presidente del Fondo Monetario
Internacional, Dominique Straus-Kahn, lloriqueando por la
subida del precio de los alimentos o cuando oímos a
Zoellick utilizando la actual tragedia para pedir todavía más
liberalización, nos entran ganas de vomitar.
(*)
Autor de "Obesos y famélicos. El impacto de la
globalización en el sistema alimentario mundial", Los
Libros del Lince.
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