¿Adiós
al dólar?
Por
Kenneth Rogoff
Project Syndicate, abril 2008
Traducción de
Kena Nequiz
Cambridge.–
Este mes, cuando los líderes financieros del mundo se
encuentren en Washington durante la reunión anual Banco
Mundial–Fondo Monetario Internacional, quizá deberán dar
gracias de que no haya una alternativa clara al dólar como
patrón de moneda global. Si el euro estuviera listo, bien
podríamos estar viendo un salto en su tipo de cambio frente
al dólar a más de 2, en lugar del 1.65 o 1.70 al que va a
llegar de cualquier forma. No se puede tratar a los clientes
tan mal como Estados Unidos ha tratado a los suyos últimamente
si pueden acudir a otro lugar.
En los últimos
seis años, el valor del dólar ponderado en función del
comercio ha caído más de un 25% a medida que Estados
Unidos ha seguido acumulando un déficit comercial sin
precedentes. Con una economía blanda, un sistema financiero
gravemente dañado y preocupaciones serias sobre la
creciente inflación, la tendencia del dólar a largo plazo
es a la baja, independientemente de cómo acabe la crisis
actual. Y no ha acabado.
Es poco
probable que el rescate del sistema financiero que ha
realizado la Reserva Federal resista a menos que los bancos
obtengan capital fresco, y mucho. Los fondos soberanos de
riqueza, extremadamente ricos, tienen el dinero para
rescatar a los bancos estadounidenses. Pero no es probable
que en este momento quieran hacerlo, aun si el sistema político
de Estados Unidos lo permitiera. En cambio, mientras
persistan la contracción del crédito y la caída de los
precios de los bienes raíces, es probable que haya un
gigantesco rescate inmobiliario, que costará a los
contribuyentes estadounidenses un billón de dólares o más.
El problema es que, tras tantos años de rendimientos
miserables de los activos en dólares, ¿estarán los
inversionistas mundiales verdaderamente dispuestos a
absorber otro billón de dólares de deuda estadounidense a
cualquier cosa que se parezca a las tasas de interés y los
tipos de cambio actuales?
Hoy en día,
la deuda estadounidense difícilmente parece una ganga,
incluso con la caída del dólar. Los percances militares
lejanos siguen presionando los recursos fiscales del país
y, según un estudio reciente de Linda Bilmes y Joseph
Stiglitz, el costo potencial llegaría a varios billones de
dólares.
El próximo
año seguramente habrá un aumento masivo de las quiebras
corporativas en Estados Unidos, aun cuando muchas empresas
llegaron a la recesión con balances relativamente sólidos.
Las finanzas estatales y municipales están aún en peores
condiciones. Ante la caída de los ingresos a causa de la
disminución de los precios de las casas y de los ingresos,
decenas de municipios en Estados Unidos bien podrían
quebrar, como le sucedió a la ciudad de Nueva York en los años
setenta. Los bonos municipales ya se negocian con primas de
riesgo enormes y todavía ni siquiera llega la primera
quiebra gubernamental.
Por
supuesto, si en el corto plazo el dólar perdiera su lugar
como la moneda dominante en el mundo, el euro sería la única
alternativa seria. El Yuan podría sustituir al dólar en la
segunda mitad del siglo, pero los controles de capital
draconianos de China y la gran represión financiera lo
descalifican actualmente como ancla del sistema económico
global.
Afortunadamente
para el dólar, el euro también parece tener sus problemas.
Los bancos europeos siguen balcanizados, con una serie de
entidades nacionales de regulación que buscan promover a
sus propios bancos. La deuda de todos los gobiernos europeos
puede estar denominada en euros, pero la deuda alemana e
italiana difícilmente son lo mismo, así que el mercado de
los eurobonos gubernamentales carece de la profundidad y la
liquidez del mercado de bonos del Tesoro de Estados Unidos.
Además,
los inversionistas internacionales pueden comprar y vender
bienes raíces con mucha mayor facilidad en Estados Unidos
que en gran parte de Europa. Y la ausencia de una política
fiscal que abarque a todo el continente crea una
incertidumbre significativa sobre la forma en que el Banco
Central Europeo se financiaría si súbitamente se
enfrentara a pérdidas grandes a causa de deudas bancarias
chatarra después de un rescate importante.
Pero el
euro tiene fortalezas crecientes. A los tipos de cambio de
mercado actuales, la Unión Europea ahora es más grande
económicamente que Estados Unidos. Los nuevos miembros de
Europa central y del Este han traído gran dinamismo y
flexibilidad. Al mismo tiempo, el BCE ha ganado una
credibilidad considerable debido a su manejo de la crisis
global del crédito. En efecto, si la zona del euro puede
convencer a Inglaterra de convertirse en miembro de pleno
derecho, y adquiere de esa forma uno de los dos principales
centros financieros del mundo (Londres), el euro comenzaría
a perfilarse realmente como una alternativa viable para el dólar.
En 1971,
cuando el dólar se desplomó hacia el final del sistema de
tipo de cambio fijo posterior a la Segunda Guerra Mundial,
el Secretario del Tesoro de Estados Unidos, John Connally,
hizo su célebre declaración a sus contrapartes
extranjeros: “el dólar es nuestra moneda, pero es
problema de ustedes”. Y desde entonces el estatus global
supremo del dólar ha sobrevivido, a pesar de los muchos
episodios de olvido y abuso.
Los
patrones mundiales de divisas tienen una enorme inercia. La
libra británica sólo cedió su lugar al dólar
estadounidense tras más de 50 años de decadencia
industrial y dos guerras mundiales. Pero esta vez podría
ser mucho más rápido. Mientras los banqueros y ministros
de finanzas consideran la forma de intervenir para apoyar al
dólar, también deberían empezar a pensar en qué hacer
cuando llegue el momento de cambiar.
(*)
Kenneth Rogoff es profesor de economía y políticas públicas
en la Universidad de Harvard y fue economista en jefe del
FMI.
|