Estados
Unidos
También
estalla la burbuja automotriz
Por Neal E. Boudette y James R. Hagerty
Wall Street Journal, 21/05/08
Detroit.–
Esta década ya ha visto estallar burbujas en las acciones
de empresas de tecnología, bienes raíces y crédito. Al
parecer, la exuberancia irracional ha cobrado una nueva víctima:
el mercado automotor de Estados Unidos.
Al
igual que los inversionistas que enviaron por los cielos los
precios de las viviendas y de las acciones de empresas
puntocom, las automotrices de EE.UU. alcanzaron volúmenes
de venta inusitados en los últimos 10 años. Invitaron a
sus clientes a comprar autos con los descuentos que ofrecían
a los empleados, otorgaron préstamos sin intereses por
hasta seis años y vendieron una cantidad sin precedentes de
vehículos a las empresas de alquiler de coches. Estas
estrategias, dicen algunos analistas, levantaron las ventas
de autos en EE.UU. a alturas artificiales.
Durante
la mayor parte de los años 90, las automotrices vendían
unos 15 millones de autos y camionetas al año en EE.UU. A
fines de esa década, todo cambió. El precio de la gasolina
aún era bajo y millones de estadounidenses tenían las
billeteras infladas gracias al auge de las acciones tecnológicas.
Como resultado, las ventas se dispararon. Alcanzaron su récord
en 2000, con 17,4 millones de unidades vendidas, y se
mantuvieron cerca de los 17 millones anuales por otros cinco
años.
Ejecutivos
de General Motors Corp. y Toyota dijeron que EE.UU. estaba
entrando en una era dorada. En 2003, el director de ventas
de Toyota en Norteamérica predijo que la industria pronto
estaría vendiendo 20 millones de vehículos por año. Se
equivocaron. Las ventas empezaron a caer en 2006 y este año
probablemente volverán a donde estaban en los años 90,
apenas por encima de los 15 millones.
La
semana pasada, la firma de investigación de mercado Global
Insight Inc. redujo su previsión de ventas de vehículos en
EE.UU. en 2008 a menos de 15 millones. Global Insight ahora
cree que no volverán a máximos previos hasta 2012, un año
después de lo previsto inicialmente. “De aquí en
adelante, un año con 16 millones es un buen año”,
asegura Ron Harbour, cuya firma, Harbour Consulting, estudia
la producción de autos.
Los
cálculos erróneos del sector repercuten en la economía.
La industria automotriz es el principal sector manufacturero
de EE.UU., representando cerca de un 4% del PIB y empleando
a unos 2,5 millones de personas, en forma directa o
indirecta.
Una
burbuja ocurre cuando los participantes de un mercado
empujan los precios de ciertos activos –acciones, casas,
tulipanes– por encima de lo que sus valores intrínsecos
parecen indicar. La industria automotriz no se ajusta a la fórmula
clásica de una burbuja, pero hubo una euforia similar: los
fabricantes creían que podían vender vehículos en números
mucho mayores que los que el mercado podía absorber.
Tony
Cervone, vocero de GM, dice que la empresa no sobreestimó
la demanda, y atribuye las recientes caídas en las ventas
al enfriamiento de la economía de EE.UU. Hace unos años,
agrega, todas las tendencias en ingresos familiares y
capacidad de gasto apuntaban a un crecimiento sostenido. Un
vocero de Chrysler señala que la automotriz busca el
crecimiento de largo plazo en EE.UU., de la mano de aumentos
en su población y niveles de ingresos.
En
2000, ya había estallado la burbuja puntocom y la economía
comenzaba a enfriarse. Después de los atentados del 11 de
septiembre de 2001, los consumidores, atónitos, dejaron de
comprar. Los concesionarios estaban vacíos. Con la
esperanza de revitalizar la economía de EE.UU., GM inició
una promoción donde ofrecía financiación sin intereses
durante cinco años.
Las
ventas tomaron vuelo otra vez. Ford, Chrysler y otros
fabricantes respondieron con sus propios incentivos. A fines
de 2002, muchos rivales de GM se quejaban de que los
descuentos estaban destruyendo la rentabilidad de todos. El
presidente ejecutivo de GM, Rick Wagoner, respondió en una
conferencia de 2003: “Dejen de llorar y jueguen el
partido”.
GM,
Ford, Chrysler y otras automotrices habían redescubierto
otra manera de inflar los volúmenes: vender a las agencias
de alquiler de autos. Cada una de las automotrices grandes
tenía una participación en algunas de las empresas de
alquiler, a quienes les ofrecían sus coches a precios de
liquidación. En 2005, por ejemplo, un quinto de los coches
que vendieron Ford y GM en EE.UU. fueron a flotas de
alquiler.
La
carrera de los incentivos continuó. En 2005, GM, Ford y
Chrysler estaban ofreciendo descuentos de hasta US$ 8000 en
algunos modelos. Poco después, las tres lanzaron
promociones que permitían a clientes comunes comprar autos
al mismo precio que las automotrices ofrecían a sus
trabajadores. Las ventas volvieron a subir, durante algunos
meses, con una particularidad: EE.UU. estaba en recesión.
“La economía se enfriaba y las ventas de vehículos se
mantenían altas”, dice Emily Kolinsky Morris, economista
de Ford. “Era una dinámica de la industria totalmente
distinta”. Cuando todos esos compradores finalmente
desaparecieron del mercado, las ventas se congelaron.
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