FAO:
más libre comercio, más hambre
Por
Esther Vivas
Público
/ Bolpress, 06/06/08
Ayer
terminó la Cumbre de Alto Nivel sobre Seguridad Alimentaria
de la FAO (Organización para la Alimentación y la
Agricultura de la ONU) que se celebró estos días en Roma.
Las conclusiones del encuentro no indican un cambio de
tendencia en las políticas que se han venido aplicando en
los últimos años y que han conducido a la situación de
crisis actual.
Las
declaraciones de buenas intenciones y las promesas de
millones de euros para acabar con el hambre en el mundo
realizadas por varios gobernantes no van a poner fin a las
causas estructurales que han generado esta crisis. Así
mismo, las propuestas realizadas por el secretario general
de la ONU, Ban Ki–moon, de aumentar en un 50% la producción
de alimentos y rechazar las limitaciones impuestas a la
exportación por parte de algunos países afectados parecen
reforzar más las causas de la crisis que conducir hacia
salidas reales que garanticen la seguridad alimentaria de la
mayoría de las poblaciones en el Sur.
El
monopolio de determinadas corporaciones multinacionales de
cada uno de los tramos de la cadena de producción de
alimentos, desde las semillas pasando por los fertilizantes
hasta la comercialización y distribución de lo que
comemos, es algo que no se ha tratado en esta cumbre. Sin
embargo, y a pesar de la crisis, las principales compañías
de semillas, Monsanto, DuPont y Syngenta, han reconocido un
aumento creciente de sus ganancias y lo mismo han hecho las
principales industrias de fertilizantes químicos. Las
mayores empresas procesadoras de alimentos como Nestlé o
Unilever también anuncian un alza en sus beneficios, aunque
por debajo de las que controlan los primeros tramos de la
cadena. Del mismo modo que las grandes distribuidoras de
alimentos como Wal–Mart, Tesco o Carrefour afirman seguir
aumentando sus ganancias.
Los
resultados de la cumbre de la FAO reflejan el consenso
alcanzado entre la ONU, el Banco Mundial (BM) y el Fondo
Monetario Internacional (FMI) para mantener unas políticas
económicas y comerciales de dependencia Sur–Norte y de
apoyo a las multinacionales de la agroalimentación. Las
recomendaciones lanzadas a favor de una mayor apertura de
los mercados en el Sur, de subvencionar las importaciones de
alimentos a partir de la ayuda al desarrollo y la apuesta
por una nueva revolución verde apuntan en esta dirección.
Aquellos
que trabajan y cuidan la tierra, en manos de quienes debería
de estar nuestra alimentación, los campesinos y las
campesinas, fueron excluidos del debate. Cuando
representantes de organizaciones campesinas intentaron
presentar sus propuestas, coincidiendo con la inauguración
oficial de la cumbre, fueron retirados por la fuerza. En
reuniones anteriores de alto nivel, se había permitido una
mayor participación de los colectivos sociales y en cambio
ahora, ante la gravedad de la situación, las puertas se han
mantenido cerradas, como ha denunciado la red internacional
Vía Campesina.
Acabar
con la situación de crisis implica poner fin al modelo de
agricultura y de alimentación actual que antepone los
intereses económicos de grandes multinacionales a las
necesidades alimentarias de millones de personas. Es
necesario abordar las causas estructurales: las políticas
neoliberales que se han venido aplicando de forma sistemática
en los últimos 30 años, promovidas por el BM, el FMI, la
Organización Mundial del Comercio (OMC) con Estados Unidos
y la Unión Europea al frente. Unas políticas que han
significado una liberalización económica a escala global,
apertura sin freno de los mercados, privatización de
tierras dedicadas al abastecimiento local y su reconversión
en monocultivos de exportación… conduciéndonos a la
grave situación de inseguridad alimentaria actual. Según
el BM se calcula que la cifra de 850 millones de personas
que hoy padecen hambre aumentará en los próximos años
hasta 950.
La
salida a la crisis pasa por regular y controlar el mercado y
el comercio internacional; reconstruir las economías
nacionales; devolver el control de la producción de
alimentos a las familias campesinas y garantizar su acceso
libre a la tierra, a las semillas, al agua; sacar la
agricultura de los tratados de libre comercio y de la OMC; y
poner fin a la especulación con el hambre.
El
mercado no puede resolver el problema. Frente a las
declaraciones del número dos de la FAO, José María
Sumpsi, afirmando que se trata de un problema de oferta y de
demanda, debido al aumento del consumo en países emergentes
como India, China o Brasil, hay que recordar que nunca antes
se había dado una mayor producción de comida en el mundo.
Hoy,
se produce tres veces más que en los años sesenta,
mientras que la población mundial tan sólo se ha duplicado
desde entonces. No hay una crisis de producción de
alimentos, sino una imposibilidad para acceder a los mismos
por parte de amplias poblaciones que no pueden pagar los
precios actuales. La solución no puede ser más libre
comercio porque, como se ha demostrado, más libre comercio
implica más hambre y menor acceso a los alimentos. No se
trata de echar más leña al fuego.
(*)Esther
Vivas es co–coordinadora de los libros “Supermercados,
no gracias” y “¿Adónde va el comercio justo?”.
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