¿Quién es responsable de
la inflación de precios del petróleo y de los alimentos?
El mundo cabalga hacia una
nueva
burbuja especulativa
Por Michael R. Krätke (*)
Sin Permiso, 22/06/08
Traducción de Amaranta Süss
Desde que los mercados
financieros se convirtieron parcialmente en un campo minado,
las bolsas de mercancías aparecen como un refugio
atractivo. Así como, tras el estallido de la burbuja
punto.com en 200-01, el capital se refugió en los valores
inmobiliarios y en los derivados financieros, ahora, tras el
estallido de la burbuja inmobiliaria y de la burbuja de los
derivados, sigue desplazándose a toda velocidad. Se mueve
hacia las bolsas de mercancías a término, en donde, con
contratos de futuros sobre títulos en papel de materias
primas (petróleo, gas, metales, productos agrícolas) se
puede ganar dinero rápidamente y sin esfuerzo. A diferencia
de lo que ocurre en las bolsas de acciones, en las bolsas de
mercancías a término no hay intereses ni dividendos. Quien
en ellas invierte dinero, apuesta a ganancias sobre el
cambio de curso, es decir, a aumentos de precio rápidos y
vigorosos de las "mercancías ficticias"
titularizadas en papel. La colosal afluencia de capital ha
desencadenado allí en poquísimo tiempo una verdadera
explosión de los precios. Desde comienzos de año, la
economía mundial cabalga sobre una nueva burbuja
especulativa.
Los inversores
financieros, que han colocado miles y miles de millones en
el comercio de mercancías de papel, son responsables de la
vertiginosa subida de precios de las materias primas. Huelga
decir que los bolsistas rechazan eso indignados: no la
especulación en las bolsas a término o el comercio no
regulado fuera de las bolsas serían los culpables de la
explosión de precios, sino elijan ustedes‹ los chinos,
los hindúes o el conjunto de los países BRIC (Brasil,
Rusia, India, China), cuando no el "pico" que
supuestamente habría alcanzado ya la producción de petróleo.
Es verdad, desde luego, que los países en el umbral del
desarrollo crecen desde hace años a un ritmo récord, pero
la vertiginosa subida de precios en las opciones de títulos
de mercancías, seguida muy de cerca por las
correspondientes subidas de precios del petróleo real, del
gas real, del arroz real, de la soja real y del trigo real,
data por lo menos del último trimestre de 2007. Desde
entonces, según datos del Banco Internacional de Compensación,
se observa un claro retroceso del volumen del comercio de
derivados, mientras que el volumen de los papeles-mercancía
sube rápidamente a escala planetaria. Eso vale, por lo
pronto, para los títulos agrícolas, seguidos de los de los
productos energéticos. Por cierto que en ese boom pesaron
con fuerza las bolsas chinas de mercancías a término: con
incrementos de volumen de más del 100% en pocos meses.
El comercio con materias
primas y alimentos titularizados en papel tiene una
propiedad que lo hace irresistible para los especuladores.
Se necesita harto menos capital propio que en los mercados
de acciones. Hasta las estrictas reglas de la comisión de
control instituida por el gobierno norteamericano, la CFTC
(Commodity Futures Trading Commission), permiten a cualquier
especulador comprar un contrato para petróleo crudo sin
tener que desembolsar en efectivo más que el 6% del valor
de ese contrato. Lo que significa que, para adquirir un
barril de crudo en la bolsa petrolífera de Nueva York
(NYMEX), sólo necesito unos 10 dólares. Eso atrae a los
especuladores en masa. No es por casualidad que todos los
grandes inversores grandes bancos, sobre todo bancos de
inversiones, fondos de pensiones, empresas aseguradoras o
fondos hedge‹ estén ahora entrando en tromba en las
bolsas de mercancías a término y en el comercio
especulativo con títulos en papel de petróleo y otras
materias primas. Los mayores jugadores y mayores
disparadores de precios en la NYMEX, en la IPE (la
International Petroleum Exchange de Londres) y en la ICE
(Intercontinental Exchange) son firmas que llevan la batuta
en Wall Street, como Goldman Sachs, Morgan Stanley, JP
Morgan Chase, o el Bank of America, la Société Générale
francesa y la Deutsche Bank alemana. A todas esas empresas
hay que agradecer que, entretanto, simples inversores
privados, como el clásico pequeño accionista, se estén
subiendo al carro del boom de la especulación con las
materias primas. No la OPEC, sino Wall Street domina ahora
el negocio del petróleo.
Ya en 2006, el Senado de
los EEUU estaba oficialmente en claro respecto al hecho de
que los inversores financieros habían arrebatado la
jefatura a las cuatro grandes empresas petrolíferas
angloamericanas y a la OPEC. Hasta el 60% de las recientes
subidas de precios del petróleo hay que agradecérselas a
esos inversores, y entre un 20 y un 30 por ciento a la caída
del dólar, de la que tratan de resarcirse los productores y
los comerciantes de petróleo. Apenas tiene que ver el drástico
incremento de precios con costes de producción crecientes o
con una demanda real en aumento. La demanda mundial de crudo
ha subido desde 2004 poco más de un 1,2% anual; en cambio,
el precio del crudo, más de un 250%. En enero de 2008 rebasó
por vez primera la marca de los 100 dólares, luego perforó
la barrera del sonido de los 130 dólares por barril. Los
costes de producción de un barril de crudo no montan hoy,
aun en las condiciones más adversas la extracción de
crudo de las arenas betuminosas de Alaska‹, más de 30 dólares
por barril.
En los EEUU, el país con
mayor consumo de petróleo del planeta (cerca de 20,7
millones de barriles diarios), la demanda de petróleo baja
desde hace meses, y dada la recesión que no deja de
extenderse‹ seguirá verosímilmente bajando. En China,
que consume un tercio del petróleo consumido por los EEUU,
las importaciones de petróleo vienen creciendo más bien
moderadamente desde 2000, en menos de un 0,5% de la producción
mundial cada año.
En muchos lugares se
descubren ahora nuevos campos petrolíferos. La Arabia
Saudita, el mayor productor petrolífero del mundo, tiene
previsto un importante aumento de sus suministros (hasta un
tercio de su actual producción) y quiere aumentar en un 40%
las inversiones en plantas productoras. Con unos precios
crecidos, se vuelve rentable hasta la explotación de
reservas petrolíferas tenidas hasta ahora por demasiado
costosas. Brasilia, por ejemplo, entrará muy pronto en la
categoría de los diez mayores productores petrolíferos,
gracias a unos recientes hallazgos de petróleo en sus
costas. No es pues, admisible, la tesis de que el precio del
petróleo refleja una nueva escasez petrolífera global.
¿Y la alta política? Al
cierre de su cumbre en Osaka, los ministros de finanzas del
G-8 cayeron en la original cuenta de que había que empezar
a investigar el papel desempeñado por la especulación
internacional en el vertiginoso aumento de los precios del
petróleo. El FMI y la IEA (Agencia Internacional de Energía)
tienen que presentar un informe al respecto antes de
octubre. Hasta entonces, siguen los llamamientos a los países
productores para que hagan algo. Los ministros de finanzas
reunidos parecían como desamparados, y diríase que tan
incapaces de comprender el mundo del capitalismo realmente
existente como el usuario corriente y moliente atónito ante
el surtidor de su gasolinera. Que la energía y la
alimentación de la población mundial son cosas demasiado
importantes para dejarlas en manos de los especuladores, no
parece cosa que los fundamentalistas de mercado que nos
gobiernan puedan comprender de buenas a primeras.
(*)
Michael Krätke, miembro del Consejo Editorial de
SINPERMISO, es profesor de política económica y derecho
fiscal en la Universidad de Ámsterdam e investigador
asociado al Instituto Internacional de Historia Social de
esa misma ciudad.
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