El
espectro de la estanflación global
Por
Nouriel Roubini
Nouriel
Roubini's Global EconoMonitor, 23/06/08
Nueva
York.– ¿Conducirá la creciente inflación global a una
pronunciada desaceleración económica? Peor aún, ¿reavivará
la estanflación, esa combinación mortal de inflación en
aumento y crecimiento negativo?
La
inflación ya está en aumento en muchas economías
avanzadas y mercados emergentes, y hay señales de una
probable contracción económica en muchas de las primeras
(Estados Unidos, Reino Unido, España, Irlanda, Italia,
Portugal y Japón). En las economías emergentes, la inflación
ha estado asociada – hasta ahora – con el crecimiento, e
incluso con el sobrecalentamiento de la economía. Pero la
contracción económica en Estados Unidos y otras economías
avanzadas puede conducir a una asociación –en lugar de
una disociación—del crecimiento en los mercados
emergentes, a medida que la contracción estadounidense
desacelere el crecimiento y la inflación creciente obligue
a las autoridades monetarias a restringir las políticas
monetaria y de crédito. Entonces podrían
enfrentarse a una "estanflación lite"
–inflación creciente unida a una marcada desaceleración
del crecimiento.
La
estanflación necesita un choque negativo del lado de la
oferta que aumente los precios y al mismo tiempo reduzca la
producción. Los choques estanflacionarios han provocado una
recesión mundial tres veces en los últimos 35 años: en
1973–1975, cuando los precios del petróleo se dispararon
tras la Guerra del Yom Kippur y el embargo de la OPEP; en
1979–1980 después de la revolución iraní; y en
1990–1991, tras la invasión de Kuwait por Iraq. Incluso
la recesión de 2001 –desencadenada principalmente por la
implosión de la burbuja de la alta tecnología—estuvo
acompañada de una duplicación del precio del petróleo
después del inicio de la segunda intifada palestina contra
Israel.
Hoy,
un ataque israelí contra las instalaciones nucleares de Irán
podría provocar un choque estanflacionario. Este riesgo
geopolítico ha aumentado en las últimas semanas a medida
que ha crecido la alarma en Israel en cuanto a las
intenciones de Irán. Un ataque de ese tipo ocasionaría
aumentos bruscos en el precio del petróleo –muy por
encima de los 200 dólares por barril. Las consecuencias de
dicho aumento serían una recesión global importante, como
las de 1973, 1979 y 1990. En efecto, el incremento más
reciente en el precio del petróleo se debe en parte a un
aumento en la prima del miedo.
Pero
sin un choque negativo del lado de la oferta, ¿es posible
la estanflación global? Entre 2004 y 2006 el crecimiento
global fue robusto mientras que la inflación fue baja,
debido a un choque positivo en la oferta global –el
aumento de la productividad y la capacidad productiva de
China, la India y los mercados emergentes.
A
este choque positivo del lado de la oferta le siguió –a
partir de 2006—un choque positivo en la demanda global: el
rápido crecimiento en “Chindia” y otros mercados
emergentes comenzó a presionar los precios de varios
productos básicos. Un fuerte crecimiento global en 2007
marcó el inicio de un aumento de la inflación global, un
fenómeno que, con ciertas salvedades(la brusca desaceleración
en Estados Unidos y algunas economías avanzadas), continúa
en 2008.
Por
lo tanto, si se excluye un choque del lado de la oferta
verdaderamente negativo, la estanflación es poco probable.
Los aumentos recientes en los precios del petróleo, la
energía y otros productos básicos reflejan varios
factores:
•
El elevado crecimiento de la demanda de petróleo y otros
productos básicos entre las economías de mercado
emergentes con rápido crecimiento y urbanización se está
dando en un momento en el que las limitaciones a la
capacidad y la inestabilidad política en algunos países
productores restringen su oferta
•
El debilitamiento del dólar está presionando a la alza el
precio en esa divisa del petróleo a medida que el poder de
compra de los exportadores de petróleo disminuye en
regiones donde el dólar no se utiliza.
•
El descubrimiento de los inversionistas de los productos básicos
como un tipo de activo está alimentando la demanda tanto
especulativa como de largo plazo.
•
La desviación hacia la producción de biocombustibles ha
reducido la tierra disponible para el cultivo de productos
agrícolas.
•
La relajada política monetaria estadounidense, a la que ha
seguido la relajación monetaria en países que formalmente
fijaban su tipo de cambio al dólar (como los del Golfo) o
que mantenían devaluada su moneda para fomentar el
crecimiento impulsado por las exportaciones (China y otros
miembros informales de la llamada zona del dólar Bretton
Woods 2), ha provocado una nueva burbuja de activos de
productos básicos y un sobrecalentamiento de sus economías.
La
mayoría de estos factores son similares a choques positivos
en la demanda agregada global, lo que debería conducir a un
sobrecalentamiento económico y un aumento de la inflación
global.
Las
políticas de tipo de cambio son cruciales. Los superávit
en cuenta corriente considerables y/o la mejora de la relación
de intercambio implican que el tipo de cambio de equilibrio
real (el precio relativo entre los bienes extranjeros y los
nacionales) se ha apreciado en países como China y Rusia.
Así, con el tiempo el tipo de cambio real debe convergir
–mediante una apreciación real—con el tipo de
equilibrio más fuerte. Si no se permite la apreciación del
tipo de cambio nominal, la apreciación real sólo podrá
ocurrir mediante un aumento de la inflación interna.
Por
lo tanto, la forma más importante de controlar la inflación
–y recuperar al mismo tiempo la autonomía de las políticas
monetaria y crediticia necesaria para controlar la inflación—es
permitir que las monedas de esas economías se aprecien
significativamente. Desafortunadamente la necesidad de
apreciar las monedas y de la austeridad monetaria en los
mercados emergentes sobrecalentados llega en un momento en
que la recesión inmobiliaria, la contracción del crédito
y los elevados precios del petróleo están provocando una
acentuada desaceleración en las economías avanzadas—y
una recesión abierta en algunas de ellas.
El
mundo ha completado el círculo. Después de un período
benigno con un choque positivo en la oferta global, un
choque positivo en la demanda global ha conducido al
sobrecalentamiento y presiones inflacionarias crecientes a
nivel mundial. Ahora hay preocupaciones sobre un choque
estanflacionario en la oferta –digamos, una guerra con Irán—aunado
a un choque deflacionario en la demanda a medida que
revienten las burbujas inmobiliarias. Las presiones
deflacionarias podrían afianzarse en las economías que se
están contrayendo, mientras las presiones inflacionarias
aumentan en las economías que todavía crecen con rapidez.
Por
lo tanto, los bancos centrales de muchas economías
avanzadas y emergentes se enfrentan a una pesadilla en la
que deben restringir la política monetaria (para luchar
contra la inflación) y al mismo tiempo relajarla (para
reducir los riesgos al crecimiento). A medida que los
riesgos de inflación y los que afectan al crecimiento se
combinen de maneras distintas y complejas en economías
diferentes, será muy difícil para los banqueros centrales
equilibrar estos imperativos contradictorios.
(*)
Nouriel Roubini es profesor de economía en la Stern School
of Business de la Universidad de Nueva York y presidente de
RGE Monitor (www.rgemonitor.com).
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