¿Un
cambio de época?
Por
Félix Herrero y Diego Mansilla
(MENE - InfoMORENO)
Argenpress, 10/07/08
En un artículo
anterior (1) decíamos que se vive una época de grandes
novedades, provocadas por actos recientes de los hombres o
como resultado de prácticas seculares que tienen una fuerte
incidencia en campos como el de la geología. Son fuertes
tendencias sociales, económicas y tecnológicas que se han
manifestado con fuerza en los meses recientes.
Frente a
estos cambios, son muchos los análisis que exploran las
dificultades que sufren crecientemente algunos pueblos y países,
mientras otros obtienen beneficios. Las noticias no se
centran sólo en el aumento de los precios de los
combustibles, comestibles, minerales y el agua. La discusión
no apunta solo a los aumentos de la demanda, sino también a
una oferta incapaz de crecer, ya sea por falta de
inversiones, por agotamiento de los recursos naturales, o
por ambas causas.
En los análisis
no se puede dejar de lado a la especulación, sobre todo en
el caso de los alimentos y de los hidrocarburos, como también
en la valuación futura del oro y de la divisa
estadounidense. Los análisis más serios asignan a esta
causa entre el 30 y el 40% del aumento del precio del petróleo
crudo durante los últimos doce meses, es decir que el
aumento desde los 65 dólares a que se cotizaba en la bolsa
de Nueva York el 1 de junio de 2007, a los casi 140 dólares
de la tercera semana de junio de 2008, alrededor de 30 dólares
se deben a la especulación financiera.
En el caso
de los alimentos, a la especulación se le asigna un 20% del
aumento experimentado. Si en un año el precio del petróleo
se duplicó, varios cereales y oleaginosas crecieron en ese
mismo ritmo. Por otra parte, la crisis del dólar se hizo
evidente en los cinco primeros meses de 2008, cuando esa
divisa se devaluó un 20% respecto al euro. Los cálculos
del incremento del precio internacional del petróleo se dan
en dólares; si se evaluaran en monedas más estables, como
el euro, dicha variación no sería tan abrupta.
¿Dónde
estamos parados?
En los
momentos difíciles de la actividad política, social y económica
de las naciones, los análisis van dirigidos a definir qué
tipo de crisis ocurre, y hacia qué tipo de modificaciones
evolucionan las sociedades. ¿Se trata de una crisis del
sistema, del modelo, es estructural o coyuntural? Obviamente
nadie cree que la crisis actual sea un mero cambio
coyuntural ni una mera alteración del modelo. Pero, ¿se
trata de un fin de época, de civilización, de un cambio de
estructura económica y social, o de una crisis que no
impedirá que la estructura capitalista se mantenga, e
incluso se renueve, como ya muchas veces sucedió en el
pasado?
Los análisis
más dramáticos traen a colación las catástrofes bíblicas,
como las Diez plagas de Egipto, o la presencia de los Cuatro
jinetes del Apocalipsis (2). En ambos casos se trata de una
sucesión de desgracias, muchas de las cuales, como el
hambre y la guerra, no han podido ser eliminadas por el
hombre. Estas perspectivas de los jinetes y las plagas también
estuvieron presentes en los trabajos de muchos ensayistas
inmediatamente después de la segunda guerra europea: se
trataba de la destrucción por el 'hongo nuclear' en los años
cincuenta, la guerra fría y el hambre antes de la primera
revolución verde (agrícola) en los años sesenta.
La crisis
actual se debe 1) al agotamiento del petróleo y al
consecuente aumento de su precio internacional, 2) a la
falta de alimentos y a su encarecimiento, 3) a la escasez de
agua para alimentación y saneamiento que sufren poblaciones
enteras y, sin duda, 4) al calentamiento de la tierra. En qué
momento estos cuatro problemas se volverán cruciales, de qué
manera y con qué intensidad afectarán a las poblaciones,
son cuatro incógnitas. Pero lo que es indudable es que su
tendencia es ineluctable, particularmente en el caso del fin
del petróleo y el agua.
El
fin de la era del petróleo
La historia
del petróleo ha signado en el mundo las épocas
industriales, inclusive la evolución de la tecnología
militar. Desde su descubrimiento en los Estados Unidos en
1859 hasta hoy, el petróleo ha servido para calefacción e
iluminación (hasta la primera guerra mundial), para
combustible de los automóviles (desde 1911) y de los buques
de guerra (desde 1914/1916). Con la finalización de la era
del carbón, el mundo desarrollado comenzó a vivir con el
petróleo una nueva época económica y social. Además, el
petróleo ha sido la causa de las guerras provocadas por el
dominio de su mercado y de sus fuentes o, más
recientemente, de sus reservas, en cualquier lugar que se
encuentren (3). Tan grande es la necesidad de los países
poderosos por asegurar reservas petroleras para garantizar
su futuro, que incluso van alterando el derecho
internacional de la propiedad del subsuelo con el nuevo
'derecho de captura', más inspirado en la conquista que en
la equidad.
Cuando
terminó la segunda guerra mundial, no sólo existió el
acuerdo de Yalta (1945) entre F. D. Roosevelt, W. Churchill
y J. Stalin para dividir el territorio de las naciones en
Europa, Africa y gran parte de Asia. Después de Yalta, el
presidente F. D. Roosevelt se dirigió a Egipto y en el
crucero insignia Quincy acordó con el rey Ibn Saud,
fundador de la dinastía saudita, apoyarlo militarmente
(acuerdo que se mantiene hasta hoy) a cambio del petróleo
de Medio Oriente.
Además de
las reuniones planetarias que no logran avanzar en la
eliminación o atenuación del hambre (la reciente reunión
de Roma terminó en un fracaso manifiesto, ya que estuvo
lejos de lograr una solución compartida), el tema del agua
(la reciente reunión de Zaragoza constituyó un fracaso
internacional) se agrava cada vez más y, como el petróleo,
produce guerras (4).
Algunas
preguntas para enfocar el futuro
La incógnita
sobre el momento en que producirán el agotamiento de los
recursos naturales y un fuerte incremento de la escasez de
los alimentos, así como los problemas derivados del cambio
climático están tan relacionadas entre sí como lo
estuvieron los cuatro jinetes del Apocalipsis. El aumento
del uso del petróleo, a pesar de su cercano agotamiento, y
el incremento de su precio no son óbice para detener los
factores que generan el cambio climático, y la errónea
solución de producir agrocombustibles (mediante el
agrobusiness, que ya destina a producir carburantes más de
un tercio del maíz cosechado en Estados Unidos) acarrea un
mayor calentamiento global (por la deforestación y otros
factores), incrementos desusados de los precios de los
alimentos y es también una causa de la falta de agua.
A su vez,
la falta de alimentos y de agua provoca la falta de
saneamiento y salud para los pueblos e incluso muertes por
hambre; y el calentamiento global provocará la desaparición
de poblaciones enteras del mundo. Todo esto sin considerar
la crisis financiera iniciada en Estados Unidos, con la huída
de los ahorristas del mercado inmobiliario y la colocación
de capitales especulativos en los mercados de futuros de las
materias primas (petróleo, alimentos y oro por ahora)
provocando el encarecimiento de las mismos.
Estamos en
presencia de una interrelación intensa de los problemas;
cada vez resulta más difícil aislarlos para buscar
soluciones lineales, porque se trata de una crisis bastante
generalizada que exigirá cambios esenciales en la
organización económica y social. El capitalismo, en su
modalidad neoliberal, no podrá superar estos problemas,
todos ellos de naturaleza estructural, provocados por el
propio sistema. Son los modelos del capitalismo
estadounidense y europeo los que hoy muestran
contradicciones insalvables.
¿Cómo se
explica que Estados Unidos haya malgastado de tal manera su
petróleo que, luego de ser exportador durante un siglo, hoy
deba importar más del 60% del petróleo crudo que consume?
¿Cómo se explica que Estados Unidos busque hoy tratados
como el TLCAN (o NAFTA, según su sigla en inglés) para
asegurarse el agua de Canadá, al mismo tiempo que sigue
despilfarrado este recurso natural esencial? ¿Cómo se
explica que en un mundo de millones de personas hambrientas,
Estados Unidos se lance a utilizar el maíz para alimentar
los tanques de los automóviles en vez de alimentar los estómagos
de los hambrientos? ¿Cómo se explica que Estados Unidos, y
en parte también Europa, expongan al mundo al riesgo del
cambio climático global, consumiendo el 50% de los
combustibles de origen fósil refinados en el mundo? ¿Y que
sus fundaciones implanten el agrobusiness en sus propios países
y busquen hacerlo en otras partes del mundo, como en la
Amazonia sudamericana?
Para
terminar con este difícil final de época, e iniciar una
nueva, se necesita un cambio socio-cultural profundo, sobre
todo en los países de ingresos elevados, que tenga en
cuenta un uso eficiente de los recursos naturales -sin los
elevados costos sociales que hoy supone- y que deje de lado
consumismos irracionales, si es que sinceramente no se
quiere provocar faltantes de energía, agua y alimentación
en los países donde reside la mayor parte de la población
mundial.
Notas:
1)
'Las tendencias económicas y el petróleo', Mene, Nº 39,
Caracas, 2008.
2)
Las plagas egipcias consistieron en invasiones de ranas,
piojos, tábanos y langostas, la aparición de úlceras en
la piel de los egipcios, la conversión de las aguas del
Nilo en sangre, la peste en los animales, la caída de
granizo y fuego, una oscuridad tenebrosa durante tres días
y la muerte de los primogénitos. Los cuatro jinetes fueron
el hambre, la muerte, la peste y la guerra, los que empuñaban
el arco para la Conquista, la espada para la Destrucción,
la balanza para la Crisis económica, y el tridente para la
Muerte. Debemos preguntarnos si las crisis que comentamos
(petróleo, agua, alimentos, etc.) son las amenazas de
invasión a Irán, las destrucciones de Darfur y Kosovo, la
crisis económica del dólar y las muertes en Irak.
3)
Nuestra América sufrió guerras como las del Chaco (1932) y
la de Perú-Ecuador (1941). Fue muy positiva la reunión que
tuvieron E. Morales y los presidentes -actual y electo- del
Paraguay, el 14 de junio pasado en Sanandita (Bolivia) luego
de 73 años de terminada la guerra entre Paraguay y Bolivia
o, mejor dicho, entre la británica Shell y la
estadounidense Standard Oil. Los presidentes reconocieron
que ambos países lucharon por intereses de las empresas
transnacionales del petróleo y no por atender la voluntad
de sus pueblos. El presidente paraguayo N. Duarte afirmó
que 'la Guerra del Chaco fue absurda, impuesta por intereses
extraños a nuestros pueblos'.
4)
Ester Bruzzone, Las Guerras del Agua, (I y II), Buenos
Aires, Capital Intelectual, mayo de 2008.
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