Repaso de
las causas de la crisis alimentaria mundial
Por Damien
Millet (*) y Eric Toussaint (**)
CADTM,
24/08/08
Comité para la Anulación de la Deuda del Tercer Mundo
Traducido
por Caty R.
El artículo
25 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos
estipula que «Toda persona tiene derecho a un nivel de vida
suficiente para garantizar su salud, su bienestar y los de
su familia, especialmente para la alimentación, el vestido,
el alojamiento, la sanidad y los servicios sociales básicos».
El fuerte aumento del precio de los alimentos básicos,
especialmente importante en el primer semestre de 2008,
amenaza directamente la supervivencia de cientos de millones
de personas. El derecho a la alimentación, ya seriamente
maltratado por varios decenios de recetas neoliberales, está
más amenazado todavía.
Tras un
descenso muy importante de los precios de los bienes
primarios (materias primas y alimentos) durante más de
veinte años, en el segundo semestre de 2001 la tendencia
dio un vuelco. En primer lugar en el sector energético y de
los metales, y a continuación la subida de los precios atacó
a los productos alimenticios. Las subidas fueron
desorbitadas. Entre 2007 y 2008, en un año, los precios del
arroz y el trigo se duplicaron y el del maíz subió más de
un tercio. De un golpe, el 27 de marzo de 2008, el precio
del arroz, que es el alimento básico de la mitad de la
población mundial, subió un 31%. En 2008, la factura de
cereales aumentará un 56%, después de una subida del 37%
en 2007. El barril de petróleo llegó a 146 dólares en
julio de 2008, la onza de oro a 1.000 dólares en marzo de
2008 y el celemín de maíz a 7,5 dólares en junio de 2008,
marcas que ilustran la tendencia de casi todas las materias
primas. A raíz de las actuaciones simultáneas de las
multinacionales de los negocios agrarios, los gobiernos
adeptos al neoliberalismo y el dúo BM/FMI, las existencias
de cereales llegaron al nivel más bajo desde hace un cuarto
siglo. En 2008, ante el riesgo de perder sus remanentes,
algunos países productores limitaron o incluso detuvieron
sus exportaciones, como Rusia con los cereales o Tailandia
con el arroz, para que la producción permanezca en el
mercado nacional. El precio de una comida subió
escandalosamente. En más de treinta países, de Filipinas a
Egipto y Burkina Faso, de Haití a Yemen y Senegal, pasando
por México, las poblaciones se lanzaron a las calles para
gritar su cólera y las huelgas generales se multiplicaron.
Las
explicaciones que se exponen, a menudo se presentan de
manera efectiva: desarreglos climáticos que reducen la
producción de cereales en Australia y Ucrania, brutal
aumento del precio el petróleo que repercute en los
transportes y por consiguiente en las mercancías, o también
la demanda creciente de China y la India (lo que explica por
qué los productos poco deseados por estos dos países, como
el cacao, no han experimentado la misma subida de precios).
Pero muchos comentaristas han rechazado cuestionar el
contexto económico en el que se producen estos fenómenos.
Así, Louis Michel, Comisario europeo responsable del
desarrollo y la ayuda humanitaria, temía, sobre todo «un
auténtico terremoto económico y humanitario» en África.
La expresión es ambigua ya que la imagen del terremoto se
refiere a una catástrofe natural que nos sobrepasa y redime
demasiado fácilmente a una serie de responsables. También,
demasiado a menudo, se subestiman otras tres explicaciones
al respecto:
Primera.
Frente a un precio de los cereales históricamente bajo
hasta 2005, las grandes empresas privadas de los negocios
agrarios consiguieron que los gobiernos de Estados Unidos y
la Unión Europea subvencionaran la industria de los «agrocarburantes».
Estas grandes empresas querían ganar en dos frentes:
vendiendo sus cereales más caros y rentabilizando la
producción de biocombustibles. Y lo han conseguido.
¿Como
actuaron? Se basaron en la siguiente hipótesis: lo que el
petróleo impedirá hacer dentro de algunos decenios (debido
a la reducción de las reservas disponibles), la soja, la
remolacha (convertidas en biodiesel), los cereales o la caña
de azúcar (transformados en etanol) deberán estar en
condiciones de permitirlo. Por lo tanto pidieron a las
autoridades públicas que asignaran subvenciones para que la
onerosa producción de biocombustibles se volviera rentable.
Washington, la Comisión Europea en Bruselas y otras
capitales europeas aceptaron con el pretexto de garantizar
la seguridad energética de sus países o regiones |1|.
Esta política
de subvenciones desvió hacia la industria de los
agrocombustibles grandes cantidades de productos agrícolas
esenciales para la alimentación. Por ejemplo, 100 millones
de toneladas de cereales se excluyeron del sector
alimentario en 2007. La oferta disminuyó de forma
importante y los precios se dispararon. Del mismo modo,
algunas tierras destinadas a la producción de alimentos se
reconvirtieron en tierras de cultivo para agrocombustibles.
Esto también disminuye la oferta de productos alimentarios
y hace que suban los precios. En resumen, para satisfacer
los intereses de grandes sociedades privadas que quieren
desarrollar la producción de biocombustibles se decidió
arramplar con ciertas producciones agrícolas que el mundo
necesita para alimentarse.
Incluso las
instituciones internacionales se alarmaron por la situación.
Un informe del Banco Mundial consideraba que los desórdenes
climáticos y la demanda creciente de Asia tuvieron menos
impacto. En cambio, según dicho informe, el desarrollo de
los agrocombustibles originó un alza de los precios de los
alimentos del 75% entre 2002 y febrero de 2008 (sobre el
140% de subida global, mientras que la subida de los precios
de la energía y los abonos sólo es responsable de un 15%).
Esta
estimación es mucho más elevada que el 3% anunciado por la
administración estadounidense. Según el Banco Mundial,
este estallido de los precios ya habría costado 324.000
millones de dólares a los consumidores de los países
pobres y podría hundir a 105 millones más de personas en
la pobreza |2|. Este informe afirma que «la producción de
biocarburantes desordenó el mercado de los productos
alimentarios de tres maneras principalmente: En primer
lugar, la demanda de biocarburantes orienta la producción
de trigo hacia el etanol y no hacia la alimentación. A
continuación, actualmente, casi un tercio del maíz que se
produce en Estados Unidos se utiliza para la producción de
etanol y alrededor de la mitad de los aceites vegetales
(colza, girasol y otros) para biodiesel. Y finalmente, esta
dinámica alcista atrajo la especulación sobre los cereales».
Para no contrariar al presidente Bush, el Banco Mundial no
publicó este informe. Una filtración de la prensa permitió
que se conociera |3|.
«Es un
crimen contra la humanidad la conversión de los cultivos
alimentarios en cultivos energéticos destinados a arder en
forma de biocarburantes» (Jean Ziegler, entonces Relator
especial de la ONU sobre el derecho a la alimentación,
octubre de 2007)
Algunos días
después, la OCDE (Organización para la Cooperación y el
Desarrollo Económico) publicaba a su vez un informe |4| que
proponía una moratoria sobre los agrocombustibles y una
reestructuración total de las políticas en la materia, a
la vez que estigmatizaba el alto coste de los combustibles
de origen vegetal y su dudoso beneficio medioambiental. La
OCDE incluso señalaba que «las nuevas iniciativas políticas
no hacen más que agravar los problemas existentes», puesto
que los precios agrícolas suben y aumentan el riesgo de
hambre para las poblaciones más pobres de los países en
desarrollo. A pesar de todo, las previsiones señalan una
duplicación de la producción de agrocombustibles en los próximos
diez años.
« El
desarrollo y la expansión del sector de los biocarburantes
contribuirán al alza de los precios de los productos
alimenticios a medio plazo y al aumento de la inseguridad
alimentaria de los sectores de población más
desfavorecidos de los países en desarrollo » (OCDE)
|5|
Segunda.
La especulación sobre los productos agrícolas fue muy
fuerte en 2007 y 2008, acentuando un fenómeno que comenzó
a principios de los años 2000 tras el estallido de la
burbuja de Internet. Después de la crisis de las subprimes,
que explotó en Estados Unidos durante el verano de 2007,
los inversores institucionales se retiraron progresivamente
del mercado de las deudas construido de forma especulativa a
partir del sector de los bienes inmuebles estadounidenses y
se fijaron en el sector de los productos agrícolas e
hidrocarburos como probable abastecedor de interesantes
beneficios. |6| Así, compran las futuras cosechas de
productos agrícolas en las Bolsas de Chicago y Kansas City,
que son las principales bolsas mundiales donde se especula
con los cereales. De la misma forma, en otras Bolsas de
materias primas compran las futuras producciones de petróleo
y gas especulando con la subida. Es decir, los mismos que
provocaron la crisis en Estados Unidos con su avaricia,
especialmente aprovechando la credulidad de las familias
poco solventes de EEUU que pretendían convertirse en
propietarias de una vivienda (el mercado de las subprimes),
jugaron un papel muy activo en la fuerte subida de los
precios de los hidrocarburos y productos agrícolas. De ahí
la extrema importancia de cuestionar la omnipotencia de los
mercados financieros.
Tercera.
Los países en desarrollo están especialmente desprotegidos
ante la crisis alimentaria, ya que las políticas impuestas
por el FMI y el Banco Mundial desde la crisis de la deuda
los han privado de la protección imprescindible. Reducción
de las superficies destinadas a cultivos alimentarios y
especialización en uno o dos productos para la exportación,
desaparición de los sistemas de estabilización de los
precios, abandono de la autosuficiencia de cereales, reducción
de las reservas de cereales, debilitamiento de las economías
por una extrema dependencia de las evoluciones de los
mercados mundiales, fuerte reducción de los presupuestos
sociales, supresión de las subvenciones a los productos básicos,
apertura de los mercados y apertura a la competencia injusta
de los pequeños productores locales contra sociedades
multinacionales… Maestras en el arte del escaqueo, las
instituciones cuestionadas reconocen algunos errores para
permanecer mejor en el centro del juego internacional. Pero
un tímido mea culpa en un informe semiconfidencial no puede
ser suficiente, ya que cometieron el crimen de imponer un
modelo económico que, de forma deliberada, privó a las
poblaciones pobres de las protecciones imprescindibles y las
dejó a merced de la codicia de los especuladores más
salvajes. Lejos de preocuparse por la miseria galopante que
contribuye a extender, el Banco Mundial parece preocupado,
sobre todo, por los desórdenes sociales que podrían
amenazar la globalización neoliberal que, por su propia
estructura, genera pobreza, desigualdades y corrupción, e
impide cualquier forma de soberanía alimentaría.
La
orientación propuesta desde hace años por «Vía Campesina»,
organización internacional de los movimientos campesinos,
constituye una respuesta a la crisis: « Para garantizar la
independencia y la soberanía alimentaria de todos los
pueblos del mundo, es fundamental que los alimentos se
produzcan en el marco de sistemas de producción
diversificados, de base campesina. La soberanía alimentaria
es el derecho de todos los pueblos a definir sus propias políticas
agrícolas y, en cuanto a alimentación, a proteger y
regular la producción agrícola nacional y el mercado
interno con el fin de lograr objetivos sostenibles, decidir
en qué medida buscan la autosuficiencia sin deshacerse de
sus excedentes en terceros países practicando el dumping.
[…] No se debe primar el comercio internacional sobre los
criterios sociales, medioambientales, culturales o de
desarrollo » (Vía Campesina)
|7|
(*)
Damien Millet, es el portavoz del CADTM Francia (Comité
para la Anulación de la Deuda del Tercer Mundo) y autor del
libro “L’Afrique sans dette”, 2005.
(**)
Eric Toussaint, es el Presidente del CADTM Bélgica, y autor
de la obra “Banque du Sud et nouvelle crise
internationale”, 2008.
Notas:
|1| Señalamos,
una vez más, la «política del doble rasero»: para
garantizar la seguridad energética, los gobiernos del norte
no dudan en subvencionar la industria privada, mientras que
a través del Banco Mundial, el FMI y la OMC, niegan el
derecho de los gobiernos del sur a subvencionar a sus
productores locales, tanto en la agricultura como en la
industria.
|2| Ver
www.cadtm.org/spip.php?article3518
|3| «
Secret report: biofuel caused food crisis» (Informe
secreto: el biocombustible responsable de la crisis
alimentaria) The Guardian, 4 de julio de 2008,
www.guardian.co.uk/environment/2008/jul/03/biofuels.renewableenergy.
|4| OCDE,
«Évaluation économique des politiques de soutien aux
biocarburants» (Evaluación económica de las políticas de
apoyo a los biocarburantes), 16 de julio de 2008,
www.oecd.org/dataoecd/20/14/41008804.pdf
|5| «La
OCDE, muy crítica con los biocarburantes, promueve una
moratoria», despacho AFP, 16 de julio de 2008.
|6| Los
principales inversores institucionales son los fondos de
pensiones, las sociedades de seguros y los bancos; disponen
de 60 billones de dólares que colocan donde es más
rentable. También son muy activos los hedge funds (fondos
especulativos libres), que pueden movilizar 1,5 billones de
dólares.
|7| Vía
Campesina, en Rafael Diaz–Salazar, Justicia Global. Las
alternativas de los movimientos del Foro de Porto Alegre ,
Icaria editorial e Intermón Oxfam, 2002, p.87 y 90.
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