España
Se
acabó la fiesta
Por
Michael R. Krätke (*)
Freitag, 29/08/08
Sin Permiso, 31/08/08
Traducción de Amaranta Süss
Durante años,
la especulación inmobiliaria fue el deporte popular de
millones de españoles; ahora, un millón de viviendas están
vacías. El volumen de la deuda empresarial española
representa el 106% del PIB (en Alemania, sólo el 58%). El
96% de los créditos hipotecarios españoles están
contratados a interés variable (en EEUU, sólo el 12%).
Cuatro países
de la eurozona se hallan sin disputa aguas abajo, económicamente
hablando: Italia, Francia, Irlanda y España. En Gran Bretaña
y Dinamarca se palpa ya también la crisis; Bélgica y
Holanda están estancadas. La máquina exportadora alemana
depende, para su salida, de esos y otros vecinos europeos en
casi un 70%.
No son sólo
síntomas, son los indicios clásicos de una recesión que,
en el caso español, se traduce desde comienzos de año en
cifras. La tasa de crecimiento cayó desde un promedio del
3,9% antes de fin de año al 0,8% en el primer trimestre de
2008 y al 0,1% en el segundo. El desencadenante principal ha
sido el fin de un boom inmobiliario aparentemente sin fin.
Desde
diciembre vienen cayendo las acciones de las empresas
inmobiliarias y constructoras; algunas jornadas, la bolsa de
Madrid ha perdido más del 4%. En julio, el número uno del
sector inmobiliario, la constructora Martinsa–Fadesa,
anunció insolvencia. Tras pérdidas de más del 15%, la
cotización de sus acciones fue suspendida. Más de 170.000
viviendas y cerca de 29 millones de metros cuadrados de
terreno edificable –que llegaron a valer diez mil millones
de euros— pertenecen a la empresa.
Cuando
estalló la burbuja y se esfumaron miles de millones, el
mundo bancario español dejó caer a esta empresa, endeudada
por 5,2 mil millones de euros, con resuelta impavidez. Todo
un indicio, según habría de verse a no tardar: poco después,
las acciones de las grandes empresas constructoras Ferrovial
y Sacyr Vallehermosa quedaban tocadas, y enseguida vinieron
las pérdidas de todos los principales bancos acreedores de
Martinsa–Fadesa.
España ha
vivido diez años de boom, siendo el motor de sus tasas de
crecimiento anual, superiores al 3% en promedio, el sector
inmobiliario y de la construcción. Se construía vivienda a
un ritmo enloquecido: más de 5 millones sólo desde 2003,
algo más que todo lo construido en ese tiempo en Alemania,
Francia y Gran Bretaña tomadas de consuno. El producto de
ese sector creció, entre 1996 y 2006, un 190%. Lo que
ingresaba en el mercado inmobiliario, tenía salida fácil.
El grueso de los españoles no quiere vivir de alquiler y
prefiere la propiedad de casas, apartamentos y segundas
residencias veraniegas. Extranjeros adinerados de los países
de la UE pusieron de su parte invirtiendo en segundas
residencias o en vivienda para la jubilación,
proporcionando a su vez a la construcción en España un
fuerte impulso.
Lo mismo
que en los EEUU y en Gran Bretaña, tampoco para los
empresarios y gestores inmobiliarios en España parecía
haber freno alguno, tanto más cuanto que los intereses
nominales cayeron a un nivel inauditamente bajo. De modo que
los españoles compraron inmuebles como posesos, y como
posesos se endeudaron. Bancos y cajas de ahorros otorgaron
regularmente créditos hipotecarios a la gente, la mayoría
de los cuales, empero, no conforme a los precios de mercado
del momento, sino fundados en estimaciones de todo punto
sobrevaloradas realizadas por peritos (es decir, por agentes
de la propiedad inmobiliaria). Muchos españoles se hicieron
con casas y apartamentos a crédito, para, poco después,
venderlos con beneficio. La especulación inmobiliaria se
convirtió en un deporte popular, estimulando, de pasada,
una fiebre consumista. En el sector inmobiliario se podía
hacer una fortuna: todos esperaban precios cada vez más
altos.
La otra
cara de la medalla de la euforia: las empresas inmobiliarias
llegaron a acumular, en sus negocios especulativos con
edificios viejos y nuevos, unos 300 mil millones de euros de
deuda. También las empresas ajenas al sector querían
participar, y se libraron a la compra de inmuebles. Por
consecuencia de lo cual, las deudas de las empresas españolas
se dispararon hasta alcanzar la cifra de un 106% del PIB (en
Alemania, ese valor es del 58%). En total, en los años del
boom, un buen billón de euros fluyó en forma de créditos
a los inversores, a los compradores de vivienda y a los
empresarios de la construcción.
Desde
comienzos de 2008, la Fiesta terminó para siempre. La
crisis financiera internacional, la política de intereses
altos del Banco Central Europeo (BCE) y el celo ahorrador,
inducido por la crisis, de los bancos españoles gravitan
pesadamente sobre los hipotecados. Nada menos que el 96% de
la deuda por ellos contraída lo fue a interés variable (en
los EEUU, sólo el 12%), de modo que habrá revisiones
anuales de los intereses. Desde enero pasado, así pues, las
cargas reales para millones de propietarios de vivienda españoles
se han más que doblado. La morosidad y el volumen de
impagados se disparan, lo que pone en aprietos, además de a
la banca mediana, a las cajas de ahorros, las cuales,
confiadas en una ventajosa evolución de los precios
inmobiliarios, facilitaron créditos hipotecarios sin
preguntar por la liquidez de sus deudores.
Apenas si
puede sorprender que el número de permisos de construcción
haya bajado desde enero en un 40%. Más de un millón de
pisos y casas están vacíos, aparentemente invendibles o
inalquilables, lo que representa un 4% de toda la vivienda
en España. En varias zonas de un emporio del boom como fue
Cataluña, más de la mitad de los inmuebles están a la
venta, de modo que los precios de las casas, más que caer,
se desploman. De promedio, el propietario de vivienda español
tiene ahora una deuda de 140.000 euros.
Se está en
puertas de un difícil, por no decir accidentado, aterrizaje
de un sector de la construcción que había llegado a
significar el 18% del PIB y que empleaba al 13% de la
población activa. Cuando se haga balance a finales de 2008,
dicen los expertos, se habrán perdido 85.000 empleos.
Beneficiarios del auge de una década como los agentes autónomos
de la propiedad inmobiliaria se sienten también gravemente
amenazados: en 2007 tuvieron que echar el cierre 700
agencias inmobiliarias, y este año el número será sin
duda mayor.
No es
casualidad que la cifra oficial de desempleo, con un 10,5%,
sea la mayor de la UE. Para 2009, algunos pronósticos
llegan a dar incluso la cifra del 13%, lo que significaría
3 millones de españoles sin puesto de trabajo, un resultado
que golpeará, sobre todo, a los 600.000 inmigrantes
norteafricanos, que serán los primeros despedidos.
En marzo
pasado, el gobierno Zapatero, dirigido por los socialistas
españoles del PSOE, consiguió, aun si con apretado margen,
imponerse en las elecciones parlamentarias y mantenerse en
el poder. La crisis era perceptible, aun cuando todavía no
figuraba en las estadísticas oficiales. Entre tanto, el
jefe de gabinete se ha visto forzado a un programa de
coyuntura. El Estado va a poner 60 mil millones de euros, y
por lo pronto 20 mil millones para un programa de urgencia
en 14 puntos que ha de servir preferentemente para la
construcción de vivienda social: hasta ahora, la mayor
inyección pública coyuntural de la UE. Se diría que, a
diferencia de los dogmáticos ojizarcos de la bancada del
gobierno berlinés, los españoles han comprendido al menos
las urgencias del momento.
(*)
Michael Krätke, miembro del Consejo Editorial de
SINPERMISO, es profesor de política económica y derecho
fiscal en la Universidad de Ámsterdam e investigador
asociado al Instituto Internacional de Historia Social de
esa misma ciudad.
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